Nos encontramos en Estados Unidos, a las doce de la noche un pequeño castaño de unos quince años corría por las calles para llegar a su casa. Esa mañana, unos matones lo habían encerrado en su taquilla y no pudo salir hasta que el vigilante nocturno lo escuchó. Como era el último día de clase, antes de las vacaciones de verano, de verdad pensó que se iba a quedar allí hasta morir.
Sólo quería volver a su hogar, sin más complicaciones.
En la puerta de casa, intentó ocultar los moretones de su brazo con la chaqueta, pero aún así su cara estaba hecha un desastre. Giró lentamente el pomo, y se adentró en la casa sin hacer ningún ruido. Comenzó a subir las escaleras, cuando una voz llamó su atención.
-Spencer, ¿Qué haces vestido? Pensé que ya estabas en la cama. -Su padre le agarró por el hombro. Una vez más, nadie se había percatado de su presencia en todo el día... Tampoco le extrañaba.
-No... Salí un momento a por dulces. Pero la tienda está cerrada. -Mintió, sin girarse, y comenzó a subir. Entró, y cerró la puerta de su habitación tras de sí, y dejó un par de lágrimas caer por sus mejillas.
Si alguien le prestaba atención en algún momento sólo era para meterse con él. Su familia lo ignoraba, no tenía amigos, y todo eran responsabilidades. Estaba seguro de que algún día eso iba a cambiar... Pero... ¿Cuándo?
El niño se puso su pijamas rojo favorito, y se sentó en la pequeña cama que se había hecho en la ventana. Por supuesto, tenía otra cama grande donde dormía siempre. Pero cuando Spencer Wright se encontraba especialmente triste, le gustaba dormir mirando las estrellas.
Alguien llamó a su puerta, y él no respondió. Iban a entrar igualmente.
-¿Spencer? -Su madre abrió, y se acercó al muchacho. -Hoy no has cenado...
-No tengo hambre... -Susurró el pequeño, agarrándose de las rodillas.
-Esto... -La mujer no parecía darse por vencida, y sonrió. -¿Qué te parece si te cuento un cuento, como cuando eras pequeño?
-¿Un cuento? -Spencer soltó una risa sarcástica. -Sí, un cuento. ¿Cuántos cuentos me contabas de pequeño? Creo recordar que sólo uno.
-Por que era el único que pasó de verdad.
El chico se levantó, para encarar a su madre, olvidando su ojo morado. Agarró del suelo un muñeco con pelo de lana de color negro, y ropa verde bosque, para examinarlo.
-El grandísimo Billy Joe Cobra. Me vas a decir que ese estúpido cuento, es real.
-¿Qué te ha pasado en la cara?
-¿Que qué me ha pasado en la cara? Oh nada, cuando fui a comprar dulces a las DOCE DE LA NOCHE, me tropecé y me caí. -El castaño apretó los puños y lanzó el muñeco a la pared.
-Oh... ¿Dónde te caíste? -Preguntó Jane, inocente.
-¡NO ME CAÍ! -Gritó él, mientras notaba lágrimas volver a brotar en sus ojos.
-¡No me hables en ese tono, señorito!
-¡Estoy harto! Odio todo esto. Odio el instituto, Odio tu cuento estúpido, y te odio a ti. -Soltó Spencer limpiándose los ojos con la manga. Su madre se le quedó mirando unos momentos, antes de volver a la puerta.
-Eres un niñato mimado, Spencer. Cuando aprendas a comportarte hablaremos. -Tras decir eso, se marchó con un portazo.

El castaño se recostó en la ventana abrazando su almohada, mientras sollozaba. Maldita sea... Después de todo, él tenía toda la culpa. Como siempre...
Se acercó a su cama grande, y recogió el muñeco de ropa verde del suelo. Oyó una voz en la ventana, y se acercó de nuevo para comprobar de que se trataba. Se asomó un poco, y vio a su madre cargando con su hermana pequeña, Jessica. Le señalaba con el dedo un par de estrellas, mientras le contaba el dichoso cuento.
Spencer se quedó a escuchar un poco, apoyando su cabeza en la almohada, y abrazando el muñeco.
-...entonces, el genial, y guapísimo Billy Joe Cobra me llevó volando hasta el país de Nunca Jamás. Al ser su prima, me dejó acompañarle. -Explicó la mujer, señalando al cielo. -¿Ves? La segunda estrella a la derecha.
-¿Cómo te llevó, mamá?
-Volando, por supuesto... -Soltó el niño, en voz baja. Su madre no le llegó a oír.
-Volando, por supuesto. Para volar, se necesitan tres cosas esenciales. Fe, confianza...
-...Y polvo de hadas... -Susurró Spencer para sí. Se estiró un poco, y cerró la ventana, para no enfriarse más. Miró unos instantes el muñeco pequeño, y volvió a lanzarlo contra el suelo. -Que estupidez...
Y pensar que su madre siempre le juraba que esos cuentos tontos eran reales. O se creía que era un niño todavía, o se había vuelto loca de remate... O ambos, que era lo más probable.
Los ojos le picaban por haber llorado, y además por el sueño. Los cerró, con algo de pesar y se quedó dormido en la cama pequeña.

La ciudad estaba oscura, y silenciosa, como si nadie estuviese despierto a esas horas. Desde luego, nadie miraba por la ventana en esos momentos, porque si lo hubiese hecho, se habría llevado una enorme sorpresa. Un barco enorme, de bandera pirata surcaba los cielos, a una altura un tanto baja. Parecía que en algún momento iba a chocar con los edificios, pero por suerte no fue así.
Pararon delante de una ventana bastante grande, y bajaron la tabla. Desde dentro, comenzaron a salir piratas a montones, colocándose a los lados de la ventana, y en el tejado. El que parecía el jefe, un hombre enano de pelo blanco, metió un gancho hasta dentro, y con lentitud consiguió abrir la cerradura.
Sonrió, con malicia, mientras un trueno resonaba por toda la ciudad dormida.
-La tenemos...

-¡GAH! -Spencer se despertó de pronto, con un susto. Miró a su alrededor, pero no había nadie. ¿Sólo había sido una pesadilla...?
La corriente le dio en la nuca, así que entrecerró los ojos. ¿No había cerrado la ventana? Se levantó lentamente, y cerró de nuevo con un suspiro. Una presencia le dio mala espina al chico, y en cuanto fue a girarse, una voz le hizo helar su sangre.
-Hola... Jane.
El castaño abrió la boca, para preguntar que quién demonios andaba ahí, y para soltar algún comentario sarcástico sobre como el imbécil le había confundido con una chica. También quería preguntarle que de qué conocía a su madre. Sin embargo, no consiguió preguntar nada, ya que alguien le tapó la boca con un trapo, mientras otro par de manos le cogían de los brazos para inmovilizarlo, y comenzaron a atarle.
-¡Mmmmm!
-Señor. Este no es Jane, se trata de un niño. -Susurró una voz áspera, y grave en su oído.
-Capturadle igual, no tenemos más tiempo. Madame X nos está esperando. Este niño valdrá como cebo.
¿Perdón? ¿Cebo de qué? ¿Para que querían a su madre? ¿Quién era esa gente? Todo eso era lo que se le pasaba por la mente al pobre Spencer, mientras esos hombres extraños le metían un saco, y lo lanzaban a los aires hasta afuera de su habitación.
Cayó en algo que consideró suelo, por su dureza. No podía ver nada, y apenas podía moverse lo que comenzaba a agobiarle. Por mucho que gritaba nadie le oía, por mucho que pateaba no conseguía salir del saco.
¿A dónde le llevaban...?
"Por favor... Que alguien me salve."

El barco surcó los cielos oscuros, hasta elevarse a la segunda estrella a la derecha. Un destelló cegó a los piratas, y el enano entró a un camarote, con una sonrisa.
-Hemos capturado a la niña, señora. -Dijo, esperando algún tipo de recompensa. Una mujer de pelo morado le daba la espalda.
-Ese no es a quien buscábamos, Hoover.
-Pero... P-puede servir...
-... No has hecho lo que te pedí, por lo que no te daré nada. -El hombre soltó un gruñido. -Sin embargo, podemos engañar a Cobra. No te tirare por la borda por eso.
-Sí, señora...
Hoover salió, y golpeó el saco con rabia. De dentro se oyó una especie de "¡Ay!" ahogado. Al fin volvieron al mar, y la mujer salió del camarote con una sonrisa. Su gorra de capitana le tapaba los ojos, pero su boca y nariz quedaban visibles.
-¿Ahora qué? -Gritó un pirata.
-Ahora... A esperar a Billy Joe Cobra. -Respondió el enano, por su capitana.
-¿Me llamábais?
Todo el barco posó su mirada en la vela mayor, donde un chico de unos diecinueve años, sonreía divertido. Tenía el pelo de color negro adornado por un gorro verde con una pluma. Le acompañaba un destello amarillo, que visto más de cerca se trataba de un hadita. Ella llevaba el pelo recogido en una coleta, y un vestidito celeste, desprendiendo brillo.
-Billy Joe Cobra... -La mujer se acercó al saco con una sonrisa. -¿Por qué no te acercas?
-¿Intentando capturarme de nuevo? Lo siento, X, pero con tu sirviente inútil lo veo un poco imposible. ¿No lo crees, Lolo? -La hadita comenzó a reír, simulando el ruido de una campanita. Billy sonrió ampliamente, mirando a la mujer con curiosidad. -¿Y ese saco?
-Oh, ¿esto? -Madame X soltó una carcajada que helaría la sangre del más valiente, pero al chico no se le borró la sonrisa. -Se trata de tu querida prima.
-¿Prima? -El moreno cambió su expresión divertida, a una confusa.
-Saluda a Jane. -Soltó, mientras uno de sus hombres agarraban a quien estuviese en el saco de un pie, mientras pataleaba.
-... Suéltala. -Billy entrecerró los ojos, con odio y sacó su pequeña navaja.
-Soltaré a Jane... Si accedes ser capturado por nosotros. -El moreno se acercó amenazadoramente, pero Hoover se puso en medio peleando contra él usando una espada.
-¿Vas a resistirte...? ¡Chicos! Llamad a la bestia.
La "bestia" se trataba de un kraken de las profundidades del mar. Uno de los piratas lanzó basura y sangre al agua para atraerlo, y el otro colgó el saco con la persona dentro en la tabla.
-Si quieres que tu querida primita vuelva a casa, tendrás que venir conmigo. -Rio la mujer.
-¡No! -Gritó Billy, tirando a Hoover con su navaja. -¡Suéltala!
-Muy bien... Soltadla. -Declaró ella.
El saco cayó al agua, con un grito ahogado que venía de dentro. El moreno abrió los ojos, y se lanzó al agua para rescatar a quien creía que era su prima, y tras él fue la pequeña hadita.
Algunos tentáculos se removieron por la zona superior del agua, y acabaron hundiéndose, con Billy, el hada y el saco dentro. Madame X se quedó callada unos instantes, hasta que un gorro verde comenzó a flotar. La capitana se volvió hasta su tripulación.
-¡IDIOTAS! ¿QUÉ HABÉIS HECHO?
-L-lo que usted ordenó, señora.. -Susurró Hoover, asustado.
-¡HABÉIS MATADO A BILLY JOE COBRA!
Se acercó a los piratas, pero el canto de un gallo llamó su atención. Volvió a girarse, y allí estaba Billy agarrando el saco, mientras el hada soltaba polvo de color amarillo haci0 abajo, haciendo que el kraken se elevara. De repente, dejó de proporcionarle polvo, y el animal cayó al agua ocasionando una gran ola.
-¡ATRAPADLE!
Pero fue muy tarde, el muchacho se había marchado riendo hasta una roca, mientras el barco sufría las consecuencias del oleaje proporcionado por el kraken.

-Hahaha. Tranquila, Jane, ahora te suelto. -Billy soltó la cuerda que agarraba al saco, con una sonrisa. Pero cuando miró hacia dentro, lo único que llegó a ver fue un puño en su cara, lo que ocasionó que cayese hacía atrás.
-¡OU!
-¡Auch! Mierda... -Susurró Spencer, frotando su puño. Se había hecho daño, al golpear a quien fuese que le agarraba.
Miró a su alrededor, para encontrar aguas cristalinas, y una gran isla a su espalda. ¿A dónde demonios lo habían llevado? Desde luego eso no era su casa. Además era de día, así que no era su país tampoco.
De pronto, el sonido de una campana llamó su atención. Se giró lentamente, para encontrarse de cara con un hada de color amarillo que le inspeccionaba, y un chico de gorro verde, que le miraba desde abajo de la roca con miedo. Al haber descubierto su escondite, el muchacho se elevó hasta la cara del castaño y comenzó a invadir su espacio personal, haciéndole retroceder. Llegó a un punto en el que casi cae de la roca, y el mayor tuvo que agarrarle.
-... Billy... Joe Cobra... -Susurró Spencer, recordando de pronto el cuento que creía inventado de su madre. -El País de Nunca... Jamás...
-Sí... Pero tu no eres Jane... -Le respondió el chico, agarrándose la nariz, donde le habían golpeado anteriormente.
El hadita se paseó por su alrededor, y le tiró del pelo.
-¡Ouch! ... Tu eres... Un hada... -El niño empezó a reflexionar unos momentos. -Oh, por supuesto. Esto es un sueño. -Sonrió, mirando al mayor.
-¡Cuidado!
El ruido de un cañón le alertó, y Billy lo empujó para evitar una bala gigante.
-Será mejor que nos marchemos de aquí... -Declaró, agarrando al pequeño y poniéndole sobre su espalda con una sonrisa divertida.
-¡Oye! ¡Espera!
Esquivaron otra bala, y el moreno comenzó a volar por el cielo de la isla, haciendo piruetas de vez en cuando. El hada les seguía muy de cerca, con los ojos entrecerrados. Parecía enfadada. El castaño, sin embargo, no parecía divertirse mucho. Es más, no dejaba de gritar todo el rato.
-Oye, si no eres Jane, ¿Quién se supone que eres?
-¡Aaaaagh! S-soy Spencer. Soy... Su hijo. ¡Waaah!
-¡Oh! Entonces... Si eres su hijo. ¡Aquí lo vas a pasar en grande!


Si, voy a seguir How To Be a Heartbreaker.