Hola!

Este es mi segundo fic sobre The Walking Dead y sobre Daryl Dixon, un personaje que me encanta. De hecho estoy un poco obsesionada con él. ;-)

Muchas gracias por leerlo, espero que os guste.

N.A: lógicamente ni la serie ni los personajes me pertenecen.


CAPITULO 1 -

A cada paso que daba, un dolor agudo y lacerante recorría todo su ser. Quería dejarse caer, descansar, pero sabía que tenía que seguir un poco más. Su instinto de supervivencia la mantenía en pie, la obligaba a avanzar, pero aunque ese instinto fuese muy fuerte, el cansancio, la falta de alimento, la deshidratación, la pérdida de sangre estaban en contra. No podía parar, sabía que no podía, debía seguir huyendo, alejarse.

Su huida la llevó hacia el río, lo remontó sin detenerse, jadeando por el esfuerzo y el dolor de la herida de la pierna. "Un poco más y podré descansar", se dijo.

Caía la tarde cuando por fin se permitió parar. Se refrescó la cara y el cuello en el río. Siempre alerta, mirando nerviosa alrededor, escuchando con atención cualquier sonido fuera de lo normal. Con un gesto de dolor se examinó la herida de la pierna, por suerte era una herida limpia. La bala había entrado y salido. Guardó las vendas ensangrentadas en la mochila y con nuevas vendas volvió a taponarse la herida. Bebió un poco de agua de la cantimplora y con cuidado volvió a ponerse en pie. Tenía que encontrar un refugio antes de que se hiciese de noche.

Lo encontró cuando empezaba a oscurecer, una cabaña de caza alejada del río. Desenfundó el cuchillo de caza y cojeando se acercó a la casa. En el interior no había nadie. Entró, cerró la puerta tras ella, y la atrancó con unas maderas. Las ventanas estaban tapiadas y en el suelo había un viejo colchón. Se dejó caer en él dispuesta a curarse la herida cuando oyó un ruido proveniente de fuera, al otro lado de la puerta. – "Mierda"- pensó. Se quedó quieta y silenciosa, si era un zombi pasaría de largo al no oír nada, pero si no era un zombi seguramente tendría que defenderse. Esperó, inmóvil, alerta y el ruido se volvió a repetir. Estaba segura de que "alguien" intentaba abrir la puerta.

Al otro lado, una niña de unos 13 años, sucia, despeinada y asustada intentaba entrar en la cabaña, empujaba la puerta esperando que ésta se abriese, pero su cuerpo delgado y desnutrido no tenía suficiente fuerza para abrirla. En el bosque oscurecía, vencida miró alrededor. Tenía mucho miedo, hambre y no sabía qué hacer. Pese a todos los pronósticos desfavorables, desde que se había separado de su grupo, había sobrevivido sola 4 días, pero pese a su corta edad, sabía que no sobreviviría mucho más. Era cuestión de tiempo que un caminante la atacara o que muriese de hambre. Sin saber qué hacer ni a dónde ir, se sentó en las escaleras de la entrada y se puso a llorar en silencio, sola y desconsolada.

En el interior de la cabaña, la chica prestó atención a lo que parecía ser el sonido de un llanto. "No puede ser, ¿alguien está llorando?". Con sigilo se acercó a la puerta miró entre los tablones clavados de la ventana y en la oscuridad creciente le pareció ver a una niña sentada en las escaleras. Se quedó de piedra, sin saber qué hacer. Parecía que no hubiese nadie más, pero la chica desconfiada y poco dada a relacionarse con nadie, dudó. Podía ser una trampa. Había huido por los pelos esa mañana de un grupo de personas que le habían robado el coche, con todas las provisiones y armas que tenía, los mismos cabrones que le habían disparado y no volvería a dejarse sorprender.

Observó en silencio entre los tablones de la ventana, la niña parecía que se abrazaba con desconsuelo a una muñeca de trapo. Pese a lo poco sociable que era la chica, y a lo reacia que era a tener contacto con otras personas, no pudo evitar un recuerdo no muy lejano de ella misma y su hermana, y su corazón se ablandó. Sabía que no podía hacerse cargo de una niña, no tenía nada que ver con ella, su suerte no era cosa suya, pero en su interior sabía que no podía dejarla allí, así que se acercó a la puerta y con cuidado la abrió.

La niña dejó de llorar, se levantó de golpe dispuesta a huir, empezó a bajar las escaleras mirando hacia la puerta. La chica salió cojeando de la cabaña, y la niña se asustó.

- Eh, no voy a hacerte daño.- dijo la chica

La niña dudó, pero pareció aliviada. Se quedó quieta, pero por su pose, estaba dispuesta a salir corriendo si era necesario. La chica no sabía que decirle para tranquilizarla, entonces pensó en que la niña tendría hambre. Entró cojeando en la cabaña y de la mochila sacó una lata de atún. Volvió a salir, la niña seguía allí de pie.

- ¿Tienes hambre?, si quieres, tengo esto.- le dijo acercándose lentamente.

La pequeña volvió a dudar, pero el hambre podía más que el miedo o la prudencia. Cogió la lata de la mano de la chica y la abrió y con los dedos se comió el atún en un momento.

- Si quieres puedes refugiarte aquí conmigo.- le dijo la chica, aún poco convencida de ayudarla, pero sabiendo que tenía que hacerlo.

La niña no dijo nada, se quedó allí quieta mirando a la chica.

- Vamos, de verdad que no quiero hacerte daño. Tengo más comida y agua.- dijo para convencerla.- Al ver que no reaccionaba, la chica dio media vuelta diciéndole.- No puedo perder más tiempo, si quieres puedes entrar, si no quédate ahí fuera.

- ¿Estás herida?- preguntó de repente la niña

- Si, y tengo que curarme.- contestó la chica entrando en la cabaña. La niña la siguió al interior.

La chica encendió un pequeño farol que llevaba en la mochila, sacó vendas, gasas, alcohol y un kit de sutura y se dispuso a curarse. La niña se quedó de pie mirándola sin decir nada.

- Me llamo Joana.- dijo la chica a la niña mientras se quitaba los pantalones.- ¿Tú tienes nombre?

La niña asintió.

- Sophia.