N.A.: Bueno, aquí está por fin. Esta idea lleva rondando mi cabeza unas semanas. A los lectores de Un Héroe, sé que dije que iba a comenzar a escribir esta historia en las vacaciones, pero hoy me aburría en clase y he escrito el capítulo entero en una mañana y podía esperar a compartirlo. Mi prioridad seguirá siendo Un Héroe, pero esta sera mi sucio placer.
Otra cosa más que quería aclarar: en este AU los padres de Elena están vivos, para que no os dé un algo cuando lo leáis de sopetón. Seguramente habrá algo de smut en capítulos posteriores, pero de momento no tenéis por qué preocuparos. Ahora sí, os advierto: habrá mucha violencia, muertes y vampirismo llevado al extremo. Leed bajo vuestra responsabilidad.
Si todavía seguís ahí, bienvenidos y disfrutad. No olvidéis de la review! Besos. Rebeku95
Puedo sentir la noche que comienza
a separarme de los vivos,
comprendiéndome, después de todo lo que he visto.
Evanescence - All That I'm Living For
Capítulo 1
El sonido de voces a mi alrededor me despertó. No recordaba haberme dormido. De hecho, no recordaba nada de las últimas veinticuatro horas. Estaba tumbada sobre una rígida superficie de metal, bastante incómoda, aunque no me molestaba demasiado. También noté que hacía algo de frío, pero tampoco era molesto. De hecho, a pesar de todas las incomodidades del sitio donde me encontraba, estaba… ¿cómoda? No, no estaba cómoda, sino que me encontraba en un estado de entumecimiento o insensibilidad que no resultaba del todo desagradable.
"Todavía no sé de qué murió, Liz." Oí decir a un hombre. "Tendré que hacer la autopsia para descubrirlo."
¿Autopsia? ¿Qué autopsia? ¿Dónde diablos estaba? ¿Quién había muerto?
"Está bien, Tom. Los Gilbert están fuera. Quieren verla por última vez antes del funeral." Aquella era la voz de la Sheriff Forbes, la madre de Caroline. ¿Qué diablos hacía mi familia aquí? ¿Tal vez yo estaba muerta? Pero eso era imposible, porque yo estaba ahí, pensando y sintiendo lo que había a mi alrededor. Pero, aun así, una Gilbert había muerto y si esa Gilbert no era yo… eso significaba que mi madre estaba muerta.
El pánico se apoderó de mí. Quería levantarme y comprobar por mí misma que mi madre estaba viva y a salvo, pero ni un músculo de mi cuerpo se movió lo más mínimo.
A mi alrededor, se iban produciendo sonidos de gente que iba y venía, pero un sonido destacó entre la multitud: un sollozo de una mujer justo a mi lado. Después de un minuti, la mujer habló: "Oh, Dios mío, Elena, ¿qué te ha pasado?" ¡Aquella era la voz de mi madre! Eso significaba que ella estaba perfectamente, pero añadía otra vez una pregunta a la lista: ¿quién había muerto, entonces?
A mi lado, toda mi familia seguía llorando desconsolada. "Parece… que duerme" Aquél era Jeremy. Su voz estaba algo distorsionada por el llanto, pero era él. Lo único que quería hacer en aquel momento era levantarme, decirle que estaba despierta y que todo iba a ir bien mientras le daba el abrazo de su vida. Pero no pude. Ningún músculo de mi cuerpo se movía por mucho que mi cerebro se lo ordenara. De hecho, parecía que mi corazón tampoco se movía en mi pecho. Siempre había sido capaz de notar los latidos de mi corazón, especialmente si estaba tumbada e inmóvil, pero en aquel momento no notaba… nada. A lo mejor era verdad que estaba muerta y todo. Tal vez cuando morimos nos sumimos en una especie de trance en el que no nos podemos mover hasta que el cerebro se apaga del todo. No lo sabía. Lo único que sabía era que mi cerebro se encontraba en una batalla constante contra mi cuerpo para que este lo obedeciera, pero, aun así; no lo conseguía. Y aquello me estaba matando (valga la ironía). Si no iba a ser capaz de levantarme y consolar a mi familia, sería mejor que aquello acabara cuanto antes porque era horrible.
Mientras en mi cuerpo se producía aquella lucha interna, a su alrededor, la gente seguía hablando. Oí a mi padre decir:
"Liz, prométenos que encontrarás al responsable de esto."
"Por supuesto, Grayson. Esto no va a quedar así tenlo por seguro," Dijo la Sheriff Forbes solemnemente. "Ahora tenéis que iros. Es tarde. Mañana se le practicará la autopsia."
La palabra 'autopsia' me produjo náuseas de nuevo. Esperaba estar muerta (del todo) cuando eso ocurriera, porque, a pesar de no poder moverme, podía sentir todo lo que me rodeaba: la fría superficie de metal sobre la que yacía mi cuerpo, la fina pieza de tela que me cubría casi por completo, la pulsera de plástico que había en mi tobillo derecho; incluso podía sentir el calor que irradiaba del cuerpo de mis padres y mi hermano, quienes, por cierto, ya se marchaban a pesar de las protesras de Jeremy. Aquello rompió mi inmóvil corazón y me llenó de frustración, pero no pude hacer nada.
Cuando mi familia se fue, acompañada por la Sheriff, todo quedó en silencio y oscuridad (a pesar de que tenía los ojos cerrados, la luz se colaba a través de mis párpados). Durante lo que parecieron horas, permanecí en la misma posición. Ya había dejado de intentar moverme. Era inútil, aunque de vez en en cuando intentaba mover un dedo para ver si tenía suerte. No la tuve.
Hasta que, sobre la centésima vez, mi dedo índice se movió levemente. Mi mente se llenó de júbilo y de nuevo volví a mis intentos de moverme, esta vez poco a poco. Me recordaba a la película Kill Bill, cuando Uma Thurman se despierta después de un tiroteo paraplégica y estuvo horas intentando mover los dedos de los pies. Bueno, pues aquello era igual; poco a poco, mi capacidad de movilidad aumentó hasta que fui capaz de incorporarme y abrir los ojos. Estaba en una camilla de metal en una sala de autopsias. Pero no era como las que salían en CSI o en cualquier otra serie. Aquello tenía un aspecto más bien mugriento y daba la sensación de no haber sido limpiado en mucho tiempo. Era asqueroso.
Ignorando lo que me rodeaba, me concentré en salir de allí. Con mucho cuidado, apoyé los pies en el suelo mientras que con las manos sujetaba fuertemente la camilla para no caerme. Era una sensación extraña el volver a estar de pie. Cuando estuve segura de que las rodillas no me fallarían demasiado, di un pequeño paso, y luego otro, y otro, y otro; y asñi sucesivamente hasta que llegué a trompicones hasta la puerta. A mi lado y junto al ascensor, se encontraba otra puerta sobre la que colgaba un cartel que indicaba 'salida'. No queriendo arriesgarme a que me pillaran, me decidí a salir por ella.
La puerta daba a un callejón lateral de lo que reconocí como el hospital de Mystic Falls. Estaba vacío a excepción de dos chicos jóvenes que se estaban peleando. Uno de ellos tenía una navaja con la que le cortó la muñeca al sengundo. Este chilló de dolor y rabia:
"¡¿Qué coño haces, tío? ¡Me has cortado la puta muñeca!" Gritó al tiempo que se doblaba sobre sí mismo de dolor.
El otro, ajeno a las quejas de su compañero, aprovechó que este estaba agachado para rebanarle el cuello. Yo me tapé la boca para no chillar y que no me descubriera. Después de aquello era casi preferible la sala de autopsias.
Una vez que el atacante hubo acabado con la vida del otro, lo levantó en vilo, me miró y comenzó a avanzar hacia mí diciendo:
"Tú eres Elena, ¿verdad?" me preguntó mientras clavaba sus ojos en los míos. Aquello me aterró. Aquellos ojos estaban vacíos, no tenían expresión alguna, como los de un muñeco. Yo simpremente asentí, demasiado aterrada como para artuicular palabra alguna. Él lo tomó como buena señal y continuó avanzando hacia mí sosteniendo la muñeca sangrante de su compañero diciendo: "Esto es para ti."
Debería haberme sentido asqueada, lo sé. Pero cuando mis ojos captaron el color rojo oscuro de la sangre, todo se paró. No podía evitar sentirme atraída hacia ella y cada vez que me concentraba más en ella, más atraída me sentía. Incuso podía detectar su delicioso aroma. Nunca antes había olido algo así. Era mejor que el mejor manjar de la Tierra. Era algo irresistible,
Sin que ya me importara el cuchillo de aquel hombre y lo que acabara de hacer con él, me acerqué poco a poco a muñeca que me ofrecía y la agarré fuertemente. No pude evitar resistirme a la tentación de satisfacer mi mórbida curiosidad y pasé la lengua suavemente por la muñeca de aquel pobre homre.
Era mejor incluso de lo que me había imaginado. Era dulce sin resultar empalagoso; especiada, pero no demasiado, ligeramente salado sin que resultara desagradable, al contrario. De hecho, el simple lametón no fue suficiente para mí me encontré succionando largos tragos de su muñeca hasta que no hubo nada que beber.
El hombre seguía contemplándome con aquellos ojos vacíos cuando hube terminado. Por in momento, consideré la posibilidad de coger su cuchillo y rebanarle el cuello a él también. No fue necesario. Su voz me sacó de mis oscuros pensamientos.
"¿Quieres más?" Preguntó él con una voz tan carente de emoción como sus ojos.
Yo asentí ansiosamente. No importaba lo que me costara, sólo sabía que quería más, mucho más.
Él cogió la navaja y se abrió una de las venas de la muñeca sin aspavientos. A mí no me importó la posibilidad de que el hombre pudiera morir. Yo sólo quería el vigorizante líquido rojo que emanaba de su muñeca. Con una voracidad que no hubiera considerado propia de mí, le cogí la muñeca fuertemente y bebí hasta que no quedó nada de él. Cuando hube terminado, arrojé el cuerpo a un lado y me pasé la mano por los labios para eliminar los restos de sangre.
Entonces fue cuando lo noté. Mi mano rozó un par de puntas afiladas que dejaron unos arañazos poco profundos. Cuando me pasé la lengua por los dientes, no qué cómo mis colmillos eran más largos de lo normal. Los acaricié suavemente con el dedo y se afilaron todavía más. Con un poco de curiosidad, presioné un poco el dedo contra el canino derecho y descubrí que había perforado la piel.
"¡Au!" Me quejé, aunque tampoco dolía tanto, pero no me lo esperaba. Me quedé mirando atontada a mi dedo y descubrí para mi sorpresa, que la herida se había curado. "Vaya." Susurré. "¡Qué guay!"
Miré a mi alrededor. En el oscuro callejón no había nadie. Me sorprendí de que que pudiera ver tan bien, considerando que era noche cerrada, de hecho, veía tan bien como en un día despejado.
Comencé a caminar, ahora sin dificultad alguna. La sangre me había dado la energía que necesitaba. Apenas tropecé con los cuerpos de los hombre que acababa de matar y me dirigí a la calle principal sin nigún rumbo definido.
