EL DESTINO QUE NOS UNE
Los personajes no me pertenecen. Son únicamente de su autora Rumiko Takahashi
Este es mi primer intento de fic. Por favor, no sean demasiado crueles conmigo. dejen sus opiniones y reviews.
Capitulo 1
Por fin, después de más de dos largos años de búsqueda y de arduas peleas, parecía que tenían una pista fiable sobre el paradero de Naraku. Si conseguían dar con él y vencerlo, al fin la pesadilla habría acabado y todos podrían seguir con sus vidas. La maldición heredada de Miroku desaparecería y con ella la espada de Damocles que constantemente se cernía sobre él. Sango y la gatita Kirara vengarían a su familia y amigos exterminadores y, con un poco de suerte, recuperarían a su querido y añorado Kohaku que aún se debatía con su conciencia, liberado ya de la muerte por la luz que la antigua protectora de la perla dejó en él. Inuyasha se resarciría de todo el sufrimiento que aquel monstruo les había causado a él y a Kikyou en el pasado y castigaría la muerte de ella en sus manos. Y Kagome? Ella se conformaba únicamente con que sus amigos consiguieran sus objetivos y fueran al fin felices. Además, estaba la Shikon no tama. Ella debería purificarla cuando se la arrebataran de las manos a Naraku, pero para ello necesitaba que Sesshomaru, el medio hermano de Inuyasha, acabara de una vez con Magatsugi, la esencia de la joya, que aún tenia su poder completamente sellado.
Se encontraban caminando por en medio de un bosque y la noche, les caía encima poco a poco. Había que preparase para acampar, ya que andar a ciegas en la oscuridad, no era muy aconsejable y más por el hecho de que esa noche no había luna en el cielo que les guiara. Buscaron un claro donde poder quedarse a pernoctar y prepararon entre todos el campamento como lo solían hacer últimamente. Las chicas se encargaron de hacer la cena, mientras los chicos recogían leña y la alistaban para hacer una pira que les calentara toda la noche. El pequeño Shippo ayudaba a unos y otros en lo que podía, trayendo ramas y hierbas que podrían usar para preparar la comida.
Tenían ya tal grado de compenetración que eran como una máquina bien engrasada. Cada uno conocía su labor a la perfección y la llevaba a cabo con diligencia. Todo el tiempo que llevaban juntos les había servido, a unos más que a otros, para comprenderse muchas veces sin necesidad de palabras.
Así en cuestión de minutos todo se halló preparado y la cena resulto exquisita. A excepción de alguna sutil queja que profirió el hanyou sobre el picante, todos alabaron el sabor de tan rica cena.
- No hemos usado picante Inuyasha, así que no te quejes tanto -. Dijo la taijina harta de las insinuaciones de este con respecto a la cena.
- Feh! A mí me quema la lengua -. Gruñó el aludido, señalándose el apéndice de su cuerpo al que se refería...
Kagome le miró arqueando una ceja con visible disgusto, haciendo que Inuyasha se estremeciera con temor ante la posibilidad de que ella pronunciara cierta palabra para castigarle por su osadía. Esa mirada hizo que los demás retiraran hacia atrás sus platos para que no se derramaran si la chica la llegaba a pronunciar. Pero ella no dijo nada y continúo comiéndose su cena tranquilamente.
- Pues a mí me parece deliciosa -. Terció Miroku devorando rápidamente lo que quedaba en su plato.- Señoritas cada día se superan más. Uhmm... ¿podría repetir?
- Pelota -. Murmuro entre dientes el medio-demonio.
- A mí también me ha gustado mucho-. Añadió el pequeño kitsuke para hacerse notar.
- Gracias Shippo- dijo Kagome-. Te aseguro que nos hemos esforzado mucho. Como dice mi madre, "no esta hecha la miel para los burros".
- ¿No estarás insinuando que soy un burro?-. Pregunto Inuyasha dándose por aludido.
- Quizás debería llamarte asno o alcornoque-. Murmuró la chica tan bajo que el hanyou no llegó a oírlo claro.
Y como no tenía ganas de pelearse por una simple comida.
- ¡Ohhh! Nooo, yo no insinúo nada-. Le respondió con doble intención.
El hanyou por supuesto no apreció el rintintín en las palabras de Kagome y se quedó tranquilo. Shippo tampoco. Así que ambos se quedaron algo confundidos cuando los demás comenzaron a reírse al haber entendido el doble sentido.
Después de la rica cena, tuvieron una pequeña charla, en la que Naraku fue el principal protagonista, antes de irse a descansar. La caminata de ese día había sido bastante larga y todos se encontraban bastante exhaustos. Al día siguiente les esperaba un duro viaje y era mejor que tuvieran un buen descanso. Aún así, no podían dejar de comentar lo que el camino les podía deparar.
Se dirigían al norte donde, supuestamente, el malvado hanyou había hecho con una nueva mansión. Los rumores entre los seres del bosque, youkais y demás monstruos les indicaban que se hallaban en la dirección correcta e intentarían sorprenderle antes de que huyera como era su costumbre.
- Habrá que estar preparados por si Naraku decide tendernos una trampa –. Aseguro Kagome
- Parece que nos huele cada vez que estamos cerca – Dijo el kitsuke algo somnoliento.- tendrás que bañarte Inuyasha
El aludido saltó sobre el pequeño para soltarle un capón, indignado ante la insinuación de su falta de higiene. Shippo se refugio en brazos de la sacerdotisa para evitar otras posibles consecuencias.
- Buahh! Kagome, ese perro tonto me ha pegado -. Se quejo el pequeño
- Inu... yasha – Amenazo ella-. Osuwari, no ves que es solo un crío
Para sorpresa de todos, y más aún para Kagome, el hanyou se precipitó de cabeza al suelo, mientras que el pequeño demonio, que había provocado la situación, se regocijaba de su logro sonriendo traviesamente.
- Shippo, no... no vuelvas a molestar a Inuyasha – Regañó Kagome al pequeño en su regazo, todavía sin poder creerse que el castigo hubiera funcionado.
Hizo un gesto al monje y a la taijina, ambos boquiabiertos, para que no dijeran ni una palabra. Quizás Inuyasha no le echara cuenta.
- No es justo-. Se quejó el medio-demonio desde donde se encontraba sepultado.- A mí me entierras y a él solo le riñes.
- Pero Shippo no te lo dijo con mala intención, ¿verdad Shippo?-. Contestó inocentemente la miko, sabiendo en el fondo que el niño quería molestar a Inuyasha.
- Cierto, cierto-. Dijo el niño aguantándose la risa.
El hanyou miro de reojo al pequeño, deseando estrangularlo. Miró a la miko y observó el cielo, pensando que algo no encajaba. "Hoy era humano, sin poderes demoníacos. ¿por qué había funcionado el rosario?
- Oye Kagome, ¿cómo es que el hechizo ha funcionado, siendo yo humano?
Kagome se quedó pensativa unos minutos.
- La verdad es que... yo esto...¿no se habrá roto?- Preguntó en cambio, para decir que no tenía idea.
- ¿Roto?, ¡roto!, ¿eres tonta, o Qué?
- Inuyasha...- siseó con voz amenazadora.
El chico iba a hablar de nuevo cuando la mano de la taijina se posó en su hombro.
- Será mejor que nos vayamos todos a descansar-. Interrumpió Sango para acabar con la discusión.- Mañana nos espera un día agotador.
Kagome se acostó junto al kitsuke en su saco de dormir y en unos pocos minutos uno de los dos se hallaba profundamente dormido, mientras que el otro lo intentaba, pero su mente se negaba a darle el descanso que su cuerpo necesitaba. Miroku y Sango se acomodaron juntos en otro saco que les había proporcionado la sacerdotisa y también cayeron dormidos casi inmediatamente. Inuyasha permaneció sentado frente al fuego, enfadado aún, haciendo la primera guardia, junto con Kirara.
La pequeña mononoke se había acostumbrado a pasar las noches como esa despierta y alerta junto al hanyou, que le agradecía enormemente no dejarle solo mientras los demás dormían.
continuara...
Se que suena raroo que el osowari funcione cuando Inuyasha es humano, pero con el tiempo todo tendrá su explicación.
