Remus Lupin es como un libro cerrado. El Monstruoso Libro de los Monstruos, le acaricias el lomo y se abrirá ante ti como un perro domesticado. Pero ni tretas como esa dan resultado a la hora de domar a un hombre lobo.

Lily Evans puede considerarse afortunada. Es de las pocas personas en el mundo que ha tenido la oportunidad, aunque en contadas ocasiones, de leer y dar vuelta las páginas de Remus Lupin. Es como esos libros antiguos y prohibidos, que hay que tratar con cuidado para no quedarse con las hojas en la mano. Llenos de secretos que sólo unos cuantos escogidos y privilegiados tienen la dicha de conocer.

Remus confía ciegamente en sus tres mejores amigos, pero hay cosas que, simplemente, con ellos no puede hablar. Lily es algo así como su vía de escape. Hay temas que no pueden tocarse entre hombres y nada como una buena amiga cuando la presión en el pecho comienza a ser insoportable.

Remus sabe que cada vez que necesite conversar sobre algo, desahogar problemas, puede contar con sus amigos. Lo sabe, pero cuando su problema se llama Sirius y se apellida Black, no se puede y punto.

-Deberías decírselo –Lily se lo ha aconsejado muchas veces, las mismas que Remus le ha dicho que no lo hará. Porque la amistad entre ellos, si es que no deja de existir, se volvería incómoda, diferente, y no está dispuesto a sacrificar lo único de Sirius que puede esperar poseer. Así que prefiere refugiarse entre libros y risas.

Sirius lleva años diciéndole que no puede entender ese gusto desmedido que tiene por los libros. Mentira. No solo lo entiende, sino que también lo comparte. Y Remus está casi seguro de que, a la hora de leer, ambos lo hacen por la misma razón: dejar de pensar. En los problemas, en la familia, en la guerra que se avecina, en ellos mismos.

A Remus le gusta leer en voz alta. Tomar las palabras de otros y ponerlas en su boca, comprometerse con ellas, pronunciarlas y sentir cómo van cobrando sentido, cómo dejan de ser simples palabras sueltas impresas en un papel.

James le dijo una vez que acabaría en un despacho, rodeado de libros, escribiendo su propia biografía, y que él no gastaría ni siguiera un knut en comprarla. Estaba equivocado. Remus es un libro ya comenzado, que se escribe día a día, pero que no se deja leer.