Katsudon diociochero
Introducción: Visita sorpresa
Viktor se bajó del bus e hizo el camino hasta la plaza de armas, desde donde debía caminar derecho hacia el oeste de la ciudad, en donde se encontraba la pista de hielo de la ciudad de Lihuén. Había hecho tantas veces ya ese mismo camino, que no tenía dificultad en ubicarse.
Aunque no siempre había sido así.
La primera vez había estado completamente desubicado, e intentar pedir indicaciones no había sido la mejor idea, no cuando pocos en esa ciudad solían ser buenos hablando inglés y él solo sabía decir "hola" y "adiós" en español.
Recordaba que aquella vez había terminado en la comisaría de la ciudad. Ahí al fin había podido hablar con alguien que se dominaba en inglés y había podido decir que quería encontrarse con Yuuri Katsuki, quien era instructor en la pista de hielo de la ciudad. El carabinero al escucharlo se había mostrado mucho más amable de lo que había sido en un principio, cuando había pensado que era una especie de criminal, y se había ofrecido a escoltarlo hacia la pista de hielo cuando Viktor se había negado a que llamaran al japonés, pues quería sorprenderlo.
Y Yuuri sí que se había mostrado sorprendido cuando había visto que Viktor llegaba en el retén verde y blanco, característico de carabineros de Chile, y se despedía de forma amistosa del hombre uniformado.
Había sido una buena sorpresa, después de todo.
Ahora, en cambio, no tuvo mucha dificultad en poder recorrer la ciudad, incluso se quedó un momento en la plaza de armas, donde había una feria de artesanías de la zona. Hizo una nota mental de comprar algunas de esas botellas de vino artesanal antes de regresar a Rusia, y definitivamente debía comprarse uno de esos chalecos. El que le había regalado Yuuri hace tiempo aún estaba prácticamente intacto, así que eran de buena calidad.
―Oye, viejo, ¿no que íbamos a ver al Katsudon?
Y bueno, sí, no había ido solo ese día. No hubo manera de negarle a Plisetsky el que lo acompañara en esa ocasión a Chile. Hacía tiempo que ninguno veía a Katsuki, y Viktor sabía que el adolescente, aunque no quisiera admitirlo, lo extrañaba al igual que lo hacía él.
Así que fue por esa razón que abandonó su idea de seguir viendo aquellas artesanías y emprendió camino, junto a Yurio, hacia la pista de hielo de Lihuén.
Yuuri estaba supervisando el entrenamiento de Jorge, su pupilo, cuando ambos llegaron al lugar. Viktor sintió una pequeña punzada de satisfacción al ver cómo, literalmente, los ojos de Yuuri se iluminaban al verlo.
¿Hacía cuánto no lo veía? La última vez había sido cuando Yuuri lo había visitado en Rusia para sus vacaciones, y de eso habían pasado ya más de un mes. Lo había extrañado demasiado.
―¡Viktor! ¿Qué haces aquí? ―Yuuri se acercó rápidamente a donde ellos se encontraban y lo abrazó de manera efusiva. Viktor lo estrechó contra sí y rio con deleite.
―Un pajarito me comentó que tendrías libres estos días por festividades, así que pensé en venir a verte.
―Algo me comentó Lucas ayer, pero no le entendí.
―Mi hermana llegará en unos días, pero no se lo digas. Es una sorpresa.
Yuuri asintió de manera cómplice y luego dirigió su mirada hacia el rubio que miraba todo con una media sonrisa, que cambió a fastidio en cuanto notó que estaba siendo observado.
―El anciano no dejaba de quejarse de lo mucho que te extrañaba.
Yuuri rio, porque podía imaginarse perfectamente a Viktor quejumbroso.
―Es bueno verte, Yurio.
Plisetsky asintió, y hasta se permitió esbozar una pequeña sonrisa.
―Es bueno verte a ti también, Katsudon.
Eso sí, la expresión de Yurio cambió completamente cuando Jorge, su tocayo chileno, se puso a un costado del japonés.
El adolescente, que aún conservaba varias de sus características infantiles, saludó con un apretón de manos a Viktor y también ―a regañadientes, luego de una mirada de reproche por parte de su entrenador― a Yurio.
―Hola, enano ―saludó Yurio, quien ya podía vanagloriarse de estar casi a la misma altura a Yuuri, contrario a Jorge, que aún no llegaba al metro sesenta.
―Terminamos por hoy, Jorge ―intervino Yuuri cuando notó que el niño se estaba controlando para no soltar algo desagradable.
Jorge asintió y agregó que se quedaría practicando por un rato más en la pista.
―Podrías acompañarlo, Yurio ―propuso Viktor―. ¿No te estabas quejando de que quedaba poco tiempo antes de que las series grand Prix dieran inicio?
Yurio se encogió de hombros con una mueca.
―No quiero practicar con enanos amateur. Prefiero la pista para mí solo.
Jorge, que ya había dado varios pasos, se detuvo y miró hacia atrás, con una sonrisa burlona.
―¿Es que acaso te sientes intimidado, oh gran medallista de oro?
―Ni por un momento, pitufo.
Yuuri soltó una risa nerviosa, al tiempo que Viktor hacía un gesto de sorpresa.
―No pensé que esos dos siguieran llevándose mal ―cuchucheó el ruso cerca de su oído.
Yuuri suspiró, al tiempo que pedía paciencia. Esas fiestas patrias serían bastante interesantes y eso que solo estaban a ocho de septiembre.
Notas de autora
¡Gracias por haber llegado hasta aquí!
Respecto a Jorge: es un personaje que en DEAD empieza a ser entrenado por Yuuri. Esta historia se ubica un año y ocho meses después de los hechos actuales de DEAD.
Lihuén: ciudad ficticia creada para el fic, así como Hasetsu lo fue para YOI.
Este capítulo es recién una introducción. Espero que les haya interesado.
¡Saludos!
