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Mi Lugar es Junto A Ti

Hinata Hyüga tras haberse acostumbrado a una vida en la ciudad,

sus deberes como hija la esperaban en casa,

con todo el pesar del mundo cumple con el deseo de sus

padres prometiéndose algún día volver.

Aunque pronto encontrará una razón para quedarse: Sasuke Uchiha.

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Disclaimer: Los personajes que aparecerán a continuación son propiedad exclusiva de M. Kishimoto.


Capítulo I: De Vuelta A Casa

-¡Los extrañare tanto!- exclamó la voz de una joven que estaba un tanto triste por su partida, grababa en su mente estos últimos minutos que tenía con sus familiares.

-Prométeme que te cuidaras.-le pidió, con mucha precaución maternal la única mujer de que aquellas tres personas que la despedían.

-Lo prometo, tía.-le sonrió tan dulcemente, que fue suficiente para que la dama de cabellos cafés soltara de sus expresivos ojos unas lagrimas.-Por favor, vengan a visitarme, a mamá le agradará verlos.-les suplicó mirando a cada uno.

-Lo haremos.-la voz gruesa de un hombre mayor, al cual ella llamaba tío.-Saludos a mi hermano y a mi cuñada.- abrazó a su esposa por lo hombros, dedicándole una apenas perceptible mueca en el rostro, lo cual ella podría interpretar, fácilmente, como una sonrisa.

-Tenlo por seguro, tío.- pese a su expresión serena. Sentía aquel nudo en la garganta que se forma de manera traicionera cuando tenías ganas de llorar. Se las ingeniaba para que su partida fuera lo más amena posible, sin ella caer en aquel amenazante ataque de llanto, así sería más sencillo el asimilar su partida para todos, no solamente a ella.

Su primo, que se había quedado ruidosamente callado ante todo el intercambio de oraciones, solo se dedicó a observarla. Tan serio como ella lo conocía, sereno, actuando en todo momento con la cabeza fría, no permitiendo que una emoción fuera de lo común lo afectara de una forma que lo delatara, que lo hiciera parecer débil.

Le devolvió la mirada, a esos ojos tan parecidos, y a la vez tan distintos.

-Espero que tengas un buen viaje.- su voz le pareció ausente, cuidadosa, un tanto temerosa de dejar escapar la tristeza que sentía.

-Nii-san...sintió sus ojos cristalizarse. Su hermano, su apoyo silencioso, el que la ayudaba en toda situación complicada que se le atravesaba. Le parecía aterrador el solo hecho de pensar que vivirían separados.

Ella no era impulsiva, era muy tímida en sus acciones, pero en ese momento lo vio tan necesario. Así que sin darle un segundo pensamiento se abrazó a él. El chico se quedó estático por un momento, sin saber exactamente que hacer. Él había querido a su prima como a una hermana menor, la había protegido desde que tenía uso de razón.

Lentamente, y un poco incomodo por el gesto tan íntimo, le devolvió el abrazo.

-Cuídate, Hinata.- le dijo bruscamente.

-Lo haré.- susurró ella de vuelta.

Se separaron para sonreírse mutuamente; no valía pronunciar un Adiós.

-El vuelo 1113 para Nagoya partirá en 30 minutos.-

La voz que anunciaba la salida de su vuelo se hizo notar alertando a la familia; recordándole algo que ellos sabían.

-Creo que esa soy yo.- suspiró a medida de que observaba a que no se le hubiese quedado algo.

-¡Hinata! ¡Espera!-

La aludida volteó para ver quien habría sido el responsable de llamarla. A unos pasos vio la tan distinguida figura de una de sus más preciadas amigas. La misma de pelo castaño que se acercaba corriendo hacia el grupo de su familia.

-Tenten...- sonrío al pronunciar su nombre. Estaba feliz de contar con la recién agregada presencia de su querida amiga. Miró a su primo por unos instantes, pudo ver como el chico se cruzaba de brazos aparentando molestia. Aunque Hinata sabía muy bien que era lo que pasaba entre su amiga y su primo. Él podía montar esa careta de seriedad, pero ella veía mas allá. Le guiñó un ojo a su primo, quien en respuesta frunció los labios.

-Te ibas a ir sin despedirte de mi.- le acusó la Tenten.

-Lo siento.-

-Eres tan...- empezó.-Pero así te sigo queriendo.- la abrazó.-Prométeme que te vas a cuidar. Y que te acordaras de mi, que me llamaras cuando llegues allá, que nos mantendremos en contacto y...-

-Ya deja de abrumarla.- intervino Neji. A su parecer esa chica le podia hacer perder la paciencia a un santo.

-Por Dios Neji...-la chica rodó los ojos sin pudor alguno.-Te tomas las cosas demasiado en serio.-suspiró.-Solo quiero despedir a mi amiga. Como se debe.-

Neji murmuró algo para si, mientras sus padres observaban aquella escena, sintiendo curiosidad; disfruataban de las reacciones de su hijo. Verlo así no era algo de todos los días, mucho menos cuando se trataba de una chica.

-Si huieses llegado más temprano...-

-Pues eso es lo que trato de hacer, pero te pasas dandome sermones por todo.-

-Deja de ser tan drámatica.-dijo a su vez.- Inmadura.-

-Neji.- la voz de la dama mayor se hizo oír.-Eso no fue lo que te enseñe a la hora de tratar a una chica.-

Con eso el hijo miró hacia un lado, totalmente serio, pero sin decir nada más al respecto.

Hinata y Tenten rieron, era en realidad gracioso ver al gran Neji en ese tipo de situaciones.

-En fin...- volvió a retomar la palabra la chica de hebras marrones.-Quiero que cuides de ti, no conozco a tus padres, aunque los felicito por tener a una hija tan maravillosa como tú.-la abrazó.-Iré a visitarte pronto.- le murmuró en el oído mientras la soltaba.

Tenten quería ceder a las lágrimas, en realidad estaba a punto, pero no podía dejarse desplomar; en su cabeza se decía que era un "Hasta Luego" y no un definitivo "Adiós". Aunque eso no le evitaba idealizar que la iba a extrañar como nunca creyó posible. Ellas se habían conocido, y al instante se habían querido como par de hermanas. Hinata nunca olvidaría el como ella la había ayudado cuando todo le parecía tan desconocido en Tokio. Ahora era tiempo de volver a casa...

-Gracias, Ten.- la abrazó por una última vez.-Cuídense.- se dirigió al grupo. Los miró a todos una vez más.-Los quiero mucho.- les susurró con voz queda. Tomo sus maletas dando media vuelta, se iría. Caminó a la estación que le tocaba abordar. No era sencillo para ella toda esa situación. Con casi 20 años, ya graduada de la escuela con todos los honores, se iba a dedicar a su verdadero escenario rural, a donde ella pertenecía.

Adiós Tokio...

Se detuvo por unos minutos para dar su boleto de ida, volteó para darle unas últimas miradas a sus familiares, despidiéndose con una sonrisa en el rostro; ¡Cuánto los iba a extrañar!

-¡Cuídate, Hinata!- escuchó el grito de su amiga Tenten.

Aun a la distancia podía ver el rostro serio de sus tíos, la expresión de su primo, y los ojos marrones cristalizados de su amiga. Para ellos tampoco era fácil. Desearía quedarse, aquello sería una gran bendición, pero sabía que en su casa la esperaban.


Sentada en su asiento esperando a que el vuelo se diera, ella dejó salir las lágrimas libremente. ¡Cuanto mas ella quería no irse de Tokio! Esa ciudad que había sido su hogar en los pasados cinco años. Las gotas saladas bajaban lentamente por sus pómulos, las memorias pasando por su mente como una película. El momento de ser fuerte había pasado, y ella se estaba derrumbando poco a poco.

-Señorita.-una voz femenina hizo eco en sus oídos. Alzó la vista para ver de quien se trataba, era una mujer de cabellos negros, ojos marrones rojizos, muy bonita. Ella estaba vestida de negro, y se dio cuenta que estaba sentado justo al lado suyo.

La dama le ofrecía un pañuelo, mirándola con una sonrisa compasiva, seguro por verla en ese estado. Llorando y con los ojos rojizos.

-Gracias.- dijo la chica, tomando el pañuelo.

-Eres muy bonita para estar llorando.- le dijo la pelinegra.- Sonríe un poco para que animes ese espíritu.- aconsejó de manera maternal.

-Gracias.- dijo ella tartamudeando un poco. Siempre al conocer a alguien nuevo sus raíces de timidez resurgían, sobretodo cuando le hacían cumplidos.

Era una chica de cabellos negros largos, con unos grandes ojos perlados, piel de porcelana pequeña en estatura, unos 5'3. Muy atractiva, aunque ella misma no lo consideraba, su autoestima no era muy buena. Volvió a su dilema inicial; estaba consiente de que vería a sus padre nuevamente en cuestión de horas, le alegraba la idea de volver a verlos. Sin embargo, aun sentía ese dolor de dejar a aquellas personas que la cuidaron y le cogieron cariño.

Que complicado era todo, ¿no?

Deseaba no pensar en su partida, dolía más que realmente hacerlo, ni siquiera quería comunicárselo a alguien más. Aquí estaba teniendo un trato silencioso con su compañera de vuelo, una mujer que le había hablado mostrando una impecable amabilidad para con ella, cosa que ha decir verdad jamás esperó. Fue inesperado recibir este tipo de trato, pero eso la hizo sentir mejor.

-Entonces...-la escuchó iniciar la conversación.- ¿Vas a Nagoya en busca de aventuras?- sonó la voz de la mujer, seguro tratando de hacer una distracción.

-No...- sonó triste su respuesta.- Voy a volver a mi hogar en Magome.-

-¿De verdad?- cuestionó la mujer.-No parecer originaria de allí.- comentó.-Es un pueblo muy pequeño y antiguo.-

Soltó una risa seca, mas que nada por que la fémina a su lado tenía toda la razón del mundo. Su lugar natal era un asentamiento muy tradicional, las tradiciones mas antiguas de Japón aun se conservaban vivas por la importancia que le daba. Magome era un pueblo que los antiguos samurais edificaron para esconderse en las montañas en tiempo de guerra y esconder a sus respectivas familias. Siempre habían festivales en honor a esos valientes guerreros, ademas de que las plantaciones de arroz se hacían de la manera tradicional. Haciendo que estos sembradíos fueran altamente costeados y los mejores del mundo como técnicas secretas que se pasaban de generación a generación. Los Hyügas, su familia, era unos de los más antiguos. Así que por decirlo así sus padres la habían educado para valorar la riqueza en la que había nacido. Ella sabía que para tener mejor resultados la mejor arma era la humildad.

-Estuve viviendo con unos parientes en Tokio por unos años.- le dijo Hinata a la mujer.

-Seguro fue muy duro para tus padres dejarte ir.-comentó la dama.-Pero los años no pasaron en vano, eres una señorita guapa con un extra de exquisitos modales.-le guiñó un ojo de manera cómplice.

Hinata se sonrojó ante el halago, no estaba acostumbrada a estos.

-Gracias.-

-No hay de que.- se alzó de hombros restandole importancia.

Se hicieron sonar unos segundos en silencio.

-¿Y a usted que la trae por Nagoya?- comentó la joven rompiendo el silencio.

-Voy a mi trabajo...-regreso de unas vacaciones.- sonrió de manera triste ante el recuerdo.

-Espero que lo haya pasado bien.-

-Lo hice.- dijo.-Me hacia mucha falta.-

-De vez en cuando es bueno darse un descanso.- sonrío la peliazul.

-Tienes toda la razón.- asintió la pelinegra mayor.

La voz de la azafata retumbó por la gran extensión aérea, anunciando que pronto despegarían. Hinata miró por la ventana, diciendo silenciosamente su último adiós a esa gran ciudad. Las lágrimas volvían con mas ímpetu inconscientemente apretó el pañuelo que su acompañante le había dado. Finalmente, minutos después el avión despegó hacia una ruta imaginaria en el cielo, tomando el rumbo de regreso a casa.


Mensaje de La Autora:

¡Hola! ¿Que tal? Me había olvidado por completo de este Fic. Y aproveche e hice algún maquillaje editando que no sabía que necesitaba. Encontré la libreta donde tenía esta historia grabada, y grande fue mi sorpresa al saber que ya estaba publicada, pero no de la manera propia que siempre he hecho. Disculpen los errores ortográficos. Y si han llegado a este punto muchas gracias por leer.

Este Fic es uno de los mejores que he creado, y en realidad el hecho de que le den la oportunidad me honra. Así que muchas gracias, de verdad.

-LaCrazyWriter