Alaïs y Len

Era otro día frío en Nantes, el general de larga cabellera roja había mandado a su alumna a comprar algo de beber y, por supuesto, no le había dado dinero. La muchacha de ojos añiles tuvo que hacer malabarismos en plena calle frente a la desinteresada mirada de los franceses.

-Lo odio… -murmuró la joven mientras caminaba con unas botellas de alcohol en los brazos.

-¡No te preocupes, Hime! ¡No es nada! -dijo el chico que la acompañaba.

-¡CALLATE! ¡TÚ NO TUVISTE QUE HACER MALABARES EN LA CALLE, IDIOTA!

Los transeúntes miraron atónitos a la exaltada muchacha.

-Cálmate, no es para tanto…

-Tú solo tuviste que recoger el dinero. Es injusto.

De pronto el joven de cabello rubio se detuvo.

-¿Ocurre algo, Shintaro?

-Ehh…

-…

-Se nos quedaron las clavas.

Hime le lanzó las botellas a Shintaro y comenzó a correr en sentido contrario.

Mientras tanto una muchacha que caminaba por la calle vio las clavas en el suelo y las recogió intentado lanzarlas sin golpear a nada ni nadie, pero… Hime que venía corriendo se interpuso en el camino del objeto, la cual le llego directo a la cabeza. La adolescente que estaba jugando con los instrumentos de malabarismo se acercó a la accidentada.

- Lo siento -murmuró la chica.

- ¡Mierda! Podrías fijarte en lo que haces -dijo la joven sobándose la coronilla.

- ¡Hime!

Shintaro chocó contra Hime haciendo que ésta cayera de cabeza al suelo.

- Ups…

La muchacha de ojos turquesa, se acercó a un joven que estaba durmiendo apoyado en una pared al otro lado de la calle.

- ¡Len! -lo llamó con un grito.

El aludido abrió los ojos, no sin antes lanzar una mirada asesina por haber sido interrumpido en su sueño.

- ¿Qué? -preguntó bostezando.

- Creo que maté a alguien -dijo la muchacha con una pequeña sonrisa.

- ¿Dónde está el cadáver? ¿Hay que esconder evidencia? -preguntó sin mucho interés.

- No, pero… -la muchacha no logró terminar de hablar porque el joven la interrumpió.

- Entonces vete a jugar y déjame dormir.

Shintaro se inclinó para recoger a su amiga del piso sin prestar atención a la conversación de los otros dos jóvenes.

- Ugh… Pesas una tonelada… -gimió Shintaro levantando a Hime.

- Púdrete… -respondió la chica de cabello castaño-. Las clavas…

- ¡Ah! ¡Cierto! -Shintaro se envaró de golpe haciendo que Hime volviera al suelo.

El muchacho de ojos celestes se acercó distraídamente a la joven de cabello color miel.

- Emm… ¿Podrías devolvernos las clavas? -dijo con una sonrisa.

- ¿Son de ustedes? Es que estaban en el suelo -dijo entregándole las dos que ella tenía, ya que la otra estaba tirada al lado de Hime.

- Sí, son de nosotros -respondió Shintaro recibiendo las clavas.

- ¡Shintaro! ¡Vamos o el General Cross nos despellejará, nos degollará y nos dará de comida a los peces! -dijo Hime recogiendo la clava que estaba junto a ella y sacudiéndose el abrigo que llevaba puesto.

- ¡Espera! ¿Dijiste General Cross? -pregunto la chica de cabello color miel-. ¿Sabes dónde está?

- Es mi maestro… -respondió Hime.

- ¡Y mío! -exclamó Shintaro.

- ¿Nos podrían enseñar dónde está? -preguntó el chico que estaba apoyado en la pared mientras se incorporaba.

- ¿Y por qué debería decírselos? -preguntó Hime levantando una ceja.

- Porque me dijeron que él podría ayudarme con un pequeño problemilla -dijo la chica de cabello color miel sonriendo ligeramente, sin saber si sería prudente explicarse un poco más.

- Mmm…

- ¿Y qué "problemilla"? -preguntó Shintaro, el interruptor de curiosidad estaba en "on".

- Pues, él- dijo apuntando a Len-, se trasforma en arco y flechas cuando unas cosas raras andan cerca -dijo la muchacha-. La dueña de una posada en nuestra ciudad natal nos comentó que hace poco se habían alojado ahí unas personas que sabían qué era y, entre ellos, mencionó al General Cross.

- ¿Dijiste que ese chico con cara de lirón se "transforma" en arco y flechas? –preguntó Shintaro.

- Amh… Sí, creo que eso dije -respondió la muchacha con cierto aire burlón en su tono de voz-. Sí, esas fueron exactamente las palabras que utilicé -dijo suspirando-. No sé como explicarlo mejor.

- Eso se puede interpretar como que él es tu Inocencia y las "cosas raras" son Akuma… -dijo Hime poniendo su dedo índice en su mentón y mirando hacia arriba-. En conclusión… ¿Te quieres unir a la Orden Negra?

- Si me quieres explicar que es todo eso de los Akuma, la Orden Negra y demás, supongo que si quiero unirme -dijo la muchacha.

Hime suspiró, tomó las botellas de alcohol que tenía Shintaro en los brazos y comenzó a caminar seguida del rubio.

-¿Qué? ¿No van a venir?-dijo Shintaro mirando a los jóvenes de reojo.

- ¡Sí, sí vamos! -exclamó la muchacha mientras arrastraba a Len sin preguntarle su opinión.

- Supongo que no tengo elección -bufó Len.

Luego de unos minutos de silenciosa caminata los cuatro jóvenes entraron en una enorme posada, caminaron por largos pasillos y se detuvieron frente a una puerta. Hime comenzó a buscar algo en su bolsillo.

- ¿Saben? Me acabó de dar cuenta que no nos hemos presentado- dijo la chica de cabellos color miel-. Soy Alaïs.

- Soy Hime. El rubio baboso es Shintaro -dijo la muchacha introduciendo una pequeña llave en el cerrojo.

- Síp… ¡Oye! -dijo el rubio al darse cuenta del pequeño insulto de su amiga.

- Y supongo que yo soy Len -dijo encogiéndose de hombros el chico dormilón.

- Bien… -Hime abrió la puerta lentamente-. ¡Llegué! ¿Uh?

- Jo… El General está borracho -rió Shintaro.

- ¡¿Para qué nos manda a buscar alcohol si ya está ebrio? ¡EBRIO! -chilló Hime.

- Relájate… -dijeron Shintaro y el General al unísono.

Len miró divertido la escena pensando para sus adentros que era obvio que el General tenía problemas para controlarse a la hora de beber.

- ¡Esto es el colmo! -dijo Hime chasqueando sus dedos.

Ante el chasquido Shintaro se desvaneció y se transformó en una katana, la cual fue usada por Hime para apuntar al General. El hombre pelirrojo respondió apuntando a su alumna con una gran pistola.

- Y yo que creí que el período sin guerras en el país significaba paz -murmuró Alaïs para sí misma y luego sacó la voz-: ¿Saben que será un desastre si se matan aquí mismo?

Son unos caóticos… Y yo tengo que ser el arma que desata el caos -dijo una voz proveniente de la espada.

- ¿Por qué no mejor solucionan esto con algún duelo un poco menos destructor? Ya saben: ¿el gallito inglés? ¿Piedra, papel o tijera? -dijo el muchacho de cabello negro.

El General Cross disparó su arma haciendo que la bala rozara el cabello de Len.

- ¿Y quiénes son ustedes?

- Los que traemos la cuenta de una de sus posadas -dijo Len recordando la historia-. O unos futuros aprendices suyos. Lo que el señor borracho decida.

- ¿Aprendices? -dijo Cross mirando a los dos muchachos-. Hime, te pedí alcohol, no lapas extra.

- La chica, Alaïs, tiene una Inocencia compañía. Al parecer no soy el único "espécimen" -dijo Hime haciendo que la katana se desvaneciera y volviera a aparecer Shintaro.

- Ya veo… -dijo Cross serio.

El General se acercó a los jóvenes y los observó con una mirada penetrante.

- ¿Y yo qué hice? -preguntó Alaïs al notar la extraña mirada del señor.

- Lo mismo quisiera saber. ¿Cómo encontraste a tu Inocencia?

- Amh, ¿te refieres a él? -indicó a Len con un dedo-. Es un primo, así que técnicamente no lo encontré, sólo vino de "visita".

- Mmm… Entonces, ¿él es tu propia lapa? -preguntó Shintaro.

- Sí, una que solo duerme, reclama y siente deseos de decapitarme -dijo Alaïs riéndose.

- Oye, eso no es justo. También como, bebo, respiro, no soy haragán, ¿qué te crees? -dijo Len tranquilo.

- Veamos… No sé si podrán ser mis aprendices -dijo Cross.

- Pero, ¿existe la posibilidad de que alguien nos enseñe? -preguntó Len poniéndose serio.

-No lo sé. Actualmente los otros Generales tienen sus aprendices y están en sus respectivas misiones. Los haría mis aprendices pero no sé si continúe con cabeza luego de haber entrenado al torpe de Allen y a estas dos lapas -dijo señalando a Hime y Shintaro.

- Pues, ¿servirá a nuestro favor si le digo que: no gastamos dinero, ayudamos aportándolo y que estamos desesperados porque esas cosas que Hime llamó Akuma nos intentan asesinar cada vez que nos topamos con una? -preguntó Alaïs.

- Podría entrenarlos, General. Usted ya nos va a enviar a la Orden -dijo Shintaro.

- Oye, ahora que la mencionas de nuevo ¿que es eso de la "Orden Negra"? ¿Me explicas qué es? -preguntó Len.

- Es… una orden -contestó Shintaro entre risas.

- Muy gracioso -dijo Len con una mueca-. Ya supuse que era una orden, no necesitas ser un genio para intuirlo. Pero, ¿de que se trata? -corrigió su pregunta.

El General les dio una detallada explicación a Alaïs y Len de lo que era la Orden Negra, los Akuma y la Inocencia.

- … Lo que me recuerda que Allen vendrá a visitarnos mañana -culminó Cross.

- ¿Allen-san? -dijo Hime con un leve rubor en las mejillas.

- Dios…-suspiró Shintaro.

Alaïs se acercó a Shintaro y le preguntó en susurro:

- Allen, ¿es el novio de Hime? Es que se puso rara.

- Eso le gustaría… -murmuró Shintaro.

- Ah, ya veo -dijo sonriendo la muchacha.

- Allen es un cabeza hueca… No sé qué le ve Hime. Está loca.

- Y tú estás celoso…

- ¡No! ¡Cómo se te ocurre! -exclamó Shintaro poniéndose totalmente rojo.

- Eso no es lo que dice tu tono de voz, ni el color tomate de tu cara -dijo Alaïs riéndose.

- Otra loca más… -balbuceó Shintaro mirando hacia otro lado.

- No te enojes o te tendré que decir abuelo -dijo la muchacha riendo sonoramente.

Hime miró a Alaïs y a Shintaro por unos instantes.

- Creo que hay un futuro matrimonio aquí… -murmuró.

- ¿Eh? ¿Quién se casa? -preguntó Alaïs distraída dándose cuenta de que su primo Len estaba durmiendo otra vez de pie.

- Tú… -dijo Hime de forma indiferente.

- Umh, claro. Me encanta estar comprometida con el aire -murmuró mirando a Hime- Y, ¿qué se siente ser aprendiz de ese señor? -dijo apuntando a Cross que ahora bebía el alcohol que había comprado Hime.

- Ahh… Yo ya me acostumbré. Pero, todo es a base de torturas… -dijo Hime.

- Con decirte que a "Allen-san" le pegó con un martillo en la cabeza y lo dejó abandonado -comentó el rubio.

- Ouch, eso debió dolerle -murmuró Alaïs- Así que, ¿básicamente se dedica a tratar a sus aprendices como esclavos?

- Sí -respondieron Hime, Shintaro y Cross en coro.

Alaïs sintió un pequeño escalofrío al imaginar las posibles torturas.

- Bueno, o me acostumbraré o terminaré muerta en el intento -dijo con voz de mártir.

- Muy bien. Espero que con mi explicación de qué sea qué cosa les haya quedado algo claro. Mañana comienza su entrenamiento. Será algo básico, el resto lo aprenderán en batalla -dijo el General para luego beber alcohol.

- General, ¿a qué hora llega Allen-san? -preguntó Hime.

- Ni idea. No me interesa.

Shintaro se rió haciendo que Hime le diera un puñetazo en el estomago.

- Ay… Dios, no siento nada allí dentro… Ugh…

Len que había despertado justo para ver el golpe se puso blanco como fantasma.

- Mejor no me busco problemas con ella -dijo entre dientes.

- Buen gancho -dijo Alaïs a Hime, acerca de su golpe.

Hime dio media vuelta y entró a una de las habitaciones del lugar.

- Ahh… Ya se encerró… -dijo Shintaro intentando recobrar el aliento.

- ¿Es a menudo así? ¿O sólo es que no le caemos en gracia? -preguntó Alaïs.

- Es a menudo…

- Entonces sólo es introvertida -murmuró la chica-. En fin, me dio hambre. Len, ¿por qué no me das de la comida que traes en tu bolso? ¿Quieres, Shintaro?

-No creo que mi estomago resista la comida en estos momentos. Creo que me iré a dormir…

Alaïs sacó una manzana del bolso de Len y asintió con la cabeza.

- Pues entonces vete a dormir…

- ¡Voy a salir! No me esperen despiertos… -anunció Cross cerrando de forma brusca la puerta.

- Entonces, Len, supongo que nos quedamos solos, así que entretenme -dijo Alaïs haciendo un mohín.

- Corrección: TÚ estas sola, yo en diez minutos estaré en mi décimo sueño -dijo Len acomodándose para dormir-. Ya estás acá y encontraste al vendito General Cross, así que déjame dormir -dijo gruñendo.

- Que malhumorado estás -dijo Alaïs-. No es mi culpa que seas un lirón, ni que yo tenga insomnio -dijo gruñéndole-. Por lo demás deberías agradecerme de que aprenderás a no convertirte en arma mientras duermes -dijo la muchacha por molestarlo y luego se fue a sentar en una ventana para tratar de recordar cuales eran las constelaciones, cosa que no dio resultado.

Hime salió de su habitación y se acercó al lugar donde estaban los dos jóvenes.

- Hola, Hime -dijo Alaïs volteándose, al escuchar una puerta abrirse.

- Hola… -respondió Hime.

- ¿Qué edad tienes? -preguntó con curiosidad.

- Quince…

- Amh, igual que yo -dijo la chica notando el poco ánimo de Hime.

Hime se acercó a Len y le pellizcó el brazo esperando a que el moreno despertara.

- ¿Qué, un terremoto, un aluvión, un maremoto, una guerra, nos incendiamos? -preguntó Len molesto porque lo despertaron.

- ¿Contagias el sueño? -preguntó Hime sin prestar atención a lo que había dicho Len.

- Lo dudo. Soy lapa de ella y tiene insomnio, pero, si quieres haces la prueba. Quizás te duermas de aburrimiento.

- ¿Cómo puedes dormir de pie?

- Simple. Soy flojo, tengo anemia y luego de un largo viaje duermes donde sea -dijo encogiéndose de hombros.

-¿Tienes anemia? ¿Por qué no te curas o algo?

- Es que no sé si es anemia. Mi mamá decía que era anemia porque me duermo en todas partes, pero la verdad es que no lo sé.

- Ahh… ¿Y qué pasa si tienes anemia?

- ¿Qué me pasaría a mí o cuáles son los síntomas?

- Qué harías si tuvieras anemia.

- Comer aún más vegetales y carne de las que ahora como. Quizá tendría que comer hierbas y aceites de peces -dijo encogiéndose de hombro-. Recuperar lo que falta, creo.

- ¿Quieres que te cure de la anemia?

- ¿Puedes hacerlo?

- Sí.

- Entonces, sí.

Hime se dio media vuelta y entró en el cuarto donde dormía Shintaro. Una luz blanca se vio por la puerta por la cual Hime volvió a salir.

- ¿Listo? -le preguntó a Len.

- Si -dijo mirándola con curiosidad.

La chica de ojos añiles puso su mano derecha en la cabeza de Len.

-Ahh… Creo que te mareará o no sé, todos tienen reacciones distintas.

-Está bien, sólo hazlo.

Hime cerró los ojos, unas alas de ángel surgieron de su espalda y una luz blanca salió de su mano. Alaïs había estado mirando con curiosidad, pero no le pareció prudente así que salio por la ventana. Len cerró los ojos, intentando adivinar qué "efecto" produciría en su cuerpo, pero, poco a poco, sintió que se desvanecía.

- Listo… -dijo Hime abriendo los ojos. Tras ese gesto la luz y las alas se desvanecieron.

Len iba a abrir la boca para decir "gracias", pero se dio cuenta de que no se podía mover y escuchaba los sonidos a su alrededor. "Perfecto" pensó antes de dormirse.

- Ahh… ¿Len? -llamó Hime inclinándose junto al joven desmayado.

Len quería levantarse, pero sentía que el sueño lo vencía. De todas formas, lentamente, fue recuperando los sentidos para abrir los ojos de a poco sin haber recobrado la voz aún.

- ¿Estás vivo, cierto?

Len hizo un gesto con la cabeza mientras intentaba recordar cómo se hablaba.

- ¿Te quedarás aquí en el piso?

Él asintió.

- Eso creo -respondió un tanto sorprendido de poder hablar.

- Ahh… ¿Te molesta si me quedo aquí?

- No, en absoluto -dijo sonriéndole-. Sólo digo que me duermo con facilidad, así que si me estás hablando y me duermo sólo no me mates.

- No creo que te hable. Me voy a quedar aquí para que me contagies el sueño -dijo Hime recostándose junto a Len.

- Está bien -dijo Len acomodándose en el suelo y bostezando-. Que descanses -dijo cerrando los ojos y entregándose a los brazos de Morfeo al instante.

Hime miró sorprendida al joven al notar la facilidad con la que dormía. Luego se entretuvo mirando el techo.

Alaïs necesitó de dos horas de caminar, tropezar con varios borrachos y sentir frío para decidirse a volver a la posada. Su gran duda ahora era recordar cuál era el camino para llegar hasta ahí, por lo que cerró los ojos y dejó que sus pies la llevaran. Cuando al fin llegó a un lugar que le resultaba vagamente familiar, se decidió a entrar. De pronto, recordó que no traía llaves así que se encaramó por una ventana, pero no se encontró con la habitación que ella recordaba, sino con la de una pareja que se encontraba durmiendo; intento salir con sigilo, pero tropezó e hizo un gran escándalo que despertó a los dueños. Por suerte para ella, su accidente se produjo en el marco de la ventana y su cuerpo cayó hacia afuera, evitando el bochorno. Cuando al fin encontró el lugar correcto, se deslizó por la ventana, pero un pequeño error de cálculo la llevó a la habitación de Shintaro, que por suerte no se percató de su presencia. Alaïs salió de la pieza decidida a nunca más aceptar caramelos de extraños, aunque Len insistiera, ya que la ponían muy rara.

Hime sintió el sonido de que alguien entraba, pero no se preocupó en lo absoluto, al parecer Len realmente despedía un aura de "dulces sueños" porque los párpados le pesaban toneladas.

Alaïs vio a Len y Hime durmiendo, así que no quiso despertarlos por los que se sentó y apoyo la espalda en el suelo mientras miraba la muralla; detestaba el insomnio y su torpeza momentánea del día de hoy.