Hey, hola. Esta historia la tenía planeada hace años atrás. Ahora la encontré entre mis archivos y dije: ¿por qué no terminarla? Es una historia corta, de solo tres partes.
AU; rated T por palabras "fuertes" (tengo la costumbre de maldecir cada tanto); posible OoC, pero no lo creo tan así, he pensado que Boomer podría ser ese adolescente un poco odioso por las constantes burlas que sufrió por parte de sus hermanos.
BASADO EN: "Fell for You", de Green Day.
Gracias por leer.
PRIMERA PARTE.
Sea como fuere, Boomer sabía que tarde o temprano terminaría en una relación con Bubbles, sin embargo, preferiría que fuera más tarde que temprano. Y no es porque la chica le desagradara, sino porque simplemente no quería tener una relación cuando ya estaba en su último año escolar, en donde los exámenes finales equivalen más por las postulaciones a las universidades.
Y Boomer aspiraba a la mejor universidad.
Cada que llegaba a la escuela –solo, puesto que sus hermanos preferían llegar cuando quedaban segundos antes de que sonara la campana–, iba a su casillero para poder sacar sus útiles, pero siempre terminaba encontrándose con la amable y bastante parlanchina rubia.
–¡Buenos días, Boomer!
El aludido no terminaba de cerrar la puerta de su casillero, se giraba hacia la izquierda y podía recibir esa amigable sonrisa que le brindaba todos los días que se veían –que eran bastante frecuentes, no solo en la escuela, todo por la culpa de sus hermanos.
–Buenos días –le respondía, también sonriéndole, pero su sonrisa no igualaba –en nada– la sincera sonrisa de la chica.
Tal y como pasaba, de lunes a viernes, se iban juntos hacia sus respectivos salones, considerando que no iban en la misma clase. Mientras Bubbles estaba en el salón 2, Boomer estaba en el salón 4, el más adelantado.
Era el único de sus hermanos en ese salón, pero compartía clases con una de las hermanas de Bubbles: Blossom.
–¿Te contaron de la salida al parque de diversiones este sábado? –le preguntó mientras subían las escaleras–. Pienso que será una salida fenomenal –Boomer rodó los ojos.
–Ellos solo no quieren dejarnos solos en la tranquilidad de nuestras pacíficas casas porque piensan que sería una buena idea para fomentar lazos –respondió, clavando su vista en el piso–. Es decir, sí, la salida al parque de diversiones es interesante, pero no deja de ser una excusa para sacarnos de casa. Dios, por qué siempre tenemos que acompañarlos a sus citas. Deberían hacer citas dobles, o individuales, así dejan de jodernos tanto.
No se dio ni cuenta cuando la sonrisa amigable de Bubbles se había tornado algo nostálgica. Apretó sus labios y chasqueó la lengua. Se dio cuenta de que la había cagado.
–Disculpa, no quise decir que-
–¡No te disculpes! –se apresuró Bubbles–. No es tu culpa, es que… estaba pensando en que sí tienes razón…
Boomer, a pesar de la disculpa de la chica, se sintió horrible consigo mismo, porque él era el que debía disculparse. Antes de que pudiera decirle algo, ella se excusó y se fue junto a una chica de su clase. No escuchó muy bien qué le dijo, pero creía que era algo relacionado con la exposición de algo.
Sin más, se dirigió a su salón. Nunca era el primero en llegar, por tanto, no le extrañó ver a sus compañeros reunidos alrededor de la mesa del profesorado, conversando, volteándose cuando lo vieron llegar.
–Buenos días –dijo Boomer, pasando hacia su asiento, al final de la sala, pero al lado contrario donde se encontraba la ventana.
–¡Hey, Boom!
Solo cinco meses y medio más y adiós a ese sobre nombre tan desagradable, pensaba.
Hizo un gesto con la mano, pero al momento en que se quería acomodar en su asiento para poder jugar en su consola portátil, el único chico que era su amigo en ese salón –considerando que Blossom es más que amiga, puesto que es su cuñada–: Alex.
Alex era pelirrojo, y medía casi metro con noventa mientras que él con suerte superaba el metro con setenta y cinco (eso lo hacía el más bajo entre sus hermanos, por un centímetro), tenía grandes ojos marrones y la cara llena de pecas. Eso era lo que más llamaba la atención de varias chicas en la escuela.
Y aunque Alex le agradaba mucho, tenía ciertas ganas de golpearlo hasta la muerte por cada vez que le decía Boom, por ese molesto juego de palabras, simulando que su nombre era como una explosión.
–Hey –respondió, en tanto veía que su amigo se ubicaba en el único pupitre contiguo–, buenos días.
Pero Alex no le volvió a decir ninguna palabra, solo se le quedó mirando, con ambos codos apoyados en el pupitre, su mentón apoyado en sus manos y esperando por alguna palabra que quisiera salir de la boca de Boomer. Este último intercalaba la mirada entre Alex y algún punto muerto que se encontrara al lado izquierdo de su rostro.
¿Qué debía decirle? Es más, ¿cuál era la pregunta a la que debía responder? Porque si lo miraba de esa manera, es porque esperaba alguna respuesta. Se miraron por un par de segundos más y cuando Boomer estaba dispuesto a sacar su consola portátil, fue cuando por fin Alex se dispuso a hablarle, con una sonrisa de lo más burlona en su rostro, presumiéndole, de esa manera, esa sonrisa perfecta que consiguió después de dos años con brackets.
–Bubbles y tú… –Oh, no, ya empezamos, pensó–, ¿ya salen?
Pasó una mano por su rostro, maldiciendo internamente. Dejó su mano sobre su boca, pero no le respondía nada. Un suspiro pesado, una mirada de pocos amigos y Alex comenzó a reír, golpeando un poco el pupitre y apoyando su espalda en el respaldo de la silla. Sin embargo, Boomer no cambiaba la expresión en su rostro, miró a sus otros compañeros, pero si se habían volteado al escuchar la risa de Alex, no los había visto, porque parecían seguir en lo suyo.
–¿Quién te dijo semejante mierda, Alex? Ya te he dicho mil y una veces que ella y yo no estamos saliendo… aún.
Alex ya había dejado de reírse para cuando Boomer articuló esa última palabra. No era como si no se esperara esa respuesta, puesto que desde que eso había ocurrido –la primera vez que Boomer dijo: "Aún no tengo una relación con ella" – hace ya un par de meses atrás, era un tema recurrente de conversación.
–Estaban comentando que te vieron con ella –Boomer iba a replicarle, pero Alex no dejó que hablara–. Lo típico de siempre, lo sé, pero, ¿no crees que esa chica en verdad se está ilusionando con tener una relación contigo?
Sí, lo sé.
–Quiero decir –añadió–, las chicas –hizo un gesto con la cabeza para que mirara a algunas de sus compañeras– se la pasan diciendo que ustedes harían una muy buena pareja.
–Estoy harto de ese tema –respondió, deslizándose un poco en su silla–. Siempre lo mismo. Pasará cuando tenga que pasar. Tampoco es como si en verdad estuviera muy entusiasmado por tener una relación con ella.
–Mi pregunta es esta… ¿Siquiera te gusta?
Boomer nunca pensaba mucho esa respuesta, era siempre la misma y esta ocasión no iba a ser una excepción.
–No, no me gusta Bubbles.
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Bubbles, al verlo entrar a la cafetería, le hizo señas desde la mesa que ocupaban los seis: ellos dos y sus respectivos hermanos. Fue por su bandeja, pidió el menú del día y se acercó, sonriéndoles a las dos molestas parejas que, sin importarles estar en un lugar público –considerando que toda la escuela se encuentra ahí– compartían unos cuántos besos… o discutían por pequeñeces.
Para la mala suerte de Boomer, le tocaba estar junto a Butch y Buttercup, quienes, desde que empezaron su –maldita– relación, han estado peleando día tras día, por estupideces, en verdad estupideces. El motivo de hoy: Buttercup se llevó la última gelatina de piña.
–Deja esa actitud de infante y acepta la realidad, por favor: la gelatina es mía –dijo la chica, llevando su trozo de pizza a su boca, mascándola con cierta brusquedad a causa de su molestia.
–No me digas qué hacer, estúpida –entrecerró los ojos, frunciendo el ceño–. Eres mi novia, sabes que la piña es mi sabor favorito de gelatina y aun así tuviste el puto descaro de tomar esa gelatina… ¡Y yo me tuve que quedar con la de naranja! ¡No es justo!
Boomer solo le dedicó una expresión de cansancio a Bubbles, quien cubrió su boca mientras con su mano libre señalaba a Brick y Blossom, el par de pelirrojos que, como estaban celebrando un año y medio de relación, estaban de melosos, dándose besos cortos y alimentándose el uno al otro.
Qué gran ambiente nos brinda este puto día, pensó en decirle, sin embargo, no se sentía con el derecho de decir tales palabras en frente de Bubbles.
–Y bueno –también tomó su trozo de pizza–, ¿qué tal tus clases?
No podía hacer nada más que distraerse del ambiente que esas dos molestas parejas habían creado, así que entablar una conversación con Bubbles les serviría a ambos, dado que ninguno parecía, en verdad, estar muy cómodo con estar en medio de un ani-mes-versario –¿se le dice así?– y una pelea de un par de infantiles.
Trató de escuchar atentamente todo lo que Bubbles le contaba, y lo hizo, desde que comentó aquel incidente de la profesora de literatura, que derramó café en el libro de clases, hasta lo que Robin –¿quién es Robin?– le había sugerido que usara en la salida del fin de semana al parque de diversiones.
Dios… El parque de diversiones.
Miró a la parejita que tenía a su lado y ellos, junto con los melosos, estaban hablando sobre esa famosa, divertida –y molesta– y entusiasta salida. Pero como hablaban todos al mismo tiempo, era difícil descifrar lo que querían decir.
Distinguió el "llevemos mucho dinero, así podremos comprar de esas papas con queso" de Buttercup, el "¡La casa embrujada! ¡Tenemos que ir a la casa embrujada!" de Brick. De pronto, los cuatro dejaron de hablar y miraron al par de rubios que se encontraban –intentando– comiendo su almuerzo.
–Ustedes –dijo Blossom, aclarando su garganta para llamar su atención–, también van.
–Y conste que no les estamos preguntando –añadió Brick.
Boomer chasqueó la lengua, tomó su bandeja con su almuerzo a medio terminar y se puso de pie, dejando a todos confundidos ahí en la mesa… Pero dejando a Bubbles con una sensación bastante molesta en el pecho.
Sin embargo, se volteó, mirándola fijamente y le hizo un gesto con la cabeza para que se fuera junto con él. Ella no lo dudó más, ni siquiera notó que esa molesta sensación se había convertido en un cosquilleo en su estómago.
Ambos dejaron la cafetería, con sus respectivas bandejas y con una mirada bastante curiosa por parte de sus respectivos hermanos.
–Disculpa –dijo Boomer, cuando por fin pudieron sentarse en una de las mesas que se encontraban afuera de la cafetería.
Como seguían en invierno, no eran mesas muy concurridas, todos preferían la calefacción que brindaba la cafetería.
–No hay problema, Boomer, de hecho… Es mejor acá, nadie va a molestarnos ni a hacernos sentir incómodos con sus… cosas de novios –respondió, sonriéndole amablemente mientras volvía a tomar el tenedor para pinchar un trozo de tomate de su ensalada.
–¿Por qué comes ensalada cuando puedes elegir una comida caliente? –dijo, tratando de desviar el tema de conversación–. No me digas que estás a dieta, porque es el momento en que me pongo de pie y te dejo comiendo sola –amenazó, señalándola con el dedo índice y luchando por mantenerse serio.
Eran las bromas que solían compartir cuando estaban solos, sin la presencia de alguno de sus hermanos o algunos de sus compañeros. Y es que si se encontraban con alguien más cerca, empezarían con las malditas insinuaciones sobre una supuesta relación.
–No estoy a dieta –respondía con una falsa indignación, dejando el tenedor en la mesa y colocando ambas manos en su cintura–. Es solo que no tenía ganas de pizza, solo quería verduras.
–Más te vale.
A ambos les parecía increíble cómo disfrutaban incluso más de su amistad cuando estaban a solas.
Boomer sabía que Bubbles era una persona amable. Cuando la conoció por primera vez, pensó que era una llorona, pero no podía recriminárselo, porque sus hermanos decían que él era un llorón. Sin embargo, ya cuando habían cumplido doce años, y ya estaban en la secundaria, les tocó compartir muchas clases juntas, entre ellas, las clases de laboratorio.
Disfrutaban compartir las clases de laboratorio, porque pasaban haciendo bromas. En física, Boomer se divertía al verla calcular las velocidades de los objetos; el biología, al verla casi romper a llorar por tener que abrir un ojo de vaca o un riñón; y en química, lo asombrada que quedaba cuando los colores de la sustancias cambiaban.
Bubbles, por otra parte, consideraba que Boomer era una persona verdaderamente aterradora, junto con sus hermanos… Pero se había llevado una gran sorpresa cuando pudieron entablar una conversación en clases, sin llegar a hacerse comentarios despectivos el uno al otro. ¡Boomer era demasiado amable! De hecho, el más amable entre sus hermanos… Bueno, amable no era precisamente el término, sino que accesible.
La diferencia que existía entre ambos, era una, fundamentalmente una: para Boomer, ellos no eran nada más que amigos; para Bubbles, ellos podrían ser como novios.
Y todo por culpa de sus hermanos, que se les ocurrió gustarse, enamorarse… Como sea que se le diga.
En algunos momentos, cuando estaba con Bubbles a solas –como en esta ocasión–, a su cabeza venían instantáneamente las cualidades positivas de la chica, y claro, lo que le llamaba la atención de ella.
El aspecto físico pasaba a segundo plano, porque si fuera por eso, estaría tratando de ligar con Princess, a quien la pubertad le cambió esa horrible y chillona voz, le dio una figura de reloj de arena, y su rostro quedaba demasiado exótico con esas pecas por sobre su nariz…, sin embargo, al entablar una conversación con ella, era posible notar lo tóxica que podía ser cuando alguien se interpone en su camino.
Princess era la chica más guapa de la escuela, pero no tanto por su belleza, sino que por el miedo que terminaba generando en todos.
Lo que rescataba de Bubbles era su simpatía y su constante manera de encontrarle el lado positivo a todo. Literalmente todo. Absolutamente todo. Esa amabilidad con la que se ofrecía para ayudar hasta cuando ella no podía ayudarse a sí misma. Lo increíblemente fácil que se le hacía entablar una conversación con cualquier persona.
Si tuviese que elegir una chica para ser su novia, estaba un dieciséis por ciento seguro de que elegiría a Bubbles… pero un ochenta y cuatro por ciento le decía que no quería novias ni mucho menos quería repetir el mismo patrón que implantaron sus hermanos.
Mas era de esperarse que terminaran juntos, ya lo sabía.
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Cuando llegó a su casa, subió hasta su habitación –que por suerte, tenía para sí solo, así no tendría que liar con sus hermanos cuando traían a sus novias– y dejó su mochila sobre su escritorio, extrayendo el libro de Historia para empezar a planificar el tema de su informe de fines de semestre.
No sabía si había alguien en casa, no sabía si estaban sus padres o sus hermanos, pero eso era lo que menos le importaba.
Durante hora y media, estuvo buscando noticias sobre cualquier tema que refiriera a un pasado para hacer un análisis con la historia contemporánea. Cuando por fin encontró qué abordar, se puso a buscar textos, incluso una canción –cabe añadir que por la canción fue que recordó la noticia–.
Se deslizó en su silla y se giró hacia su cama.
Quiso caer del susto luego de ver que sus hermanos estaban bastante cómodos en ella.
–¡¿Qué hacen aquí?! –preguntó, tomando el cuaderno borrador que tenía en el escritorio y lanzándoselos–. ¿No saben tocar, par de energúmenos?
Tanto Brick como Butch estaban riendo. Este último tenía el cuaderno borrador, lo abrió para ojearlo y al no encontrar nada, dejó de reír y se lo lanzó de vueltas –a diferencia de Boomer, no tenía la intención de golpearlo, sino que cayera directamente a sus manos.
–Qué aburrido tu cuaderno, no tiene notas acerca de Bubbles –dijo, volviendo a recostarse, y Brick sobre su abdomen.
–¿Qué esperabas encontrar? –preguntó desafiante, utilizando ese seco tono de hablar–. ¿Hasta cuándo debo decirles que no me gusta Bubbles para que se les quede grabado en sus diminutos cerebros?
–Vamos, Boomer –esta vez, fue Brick quien habló–, no entiendo por qué haces que esa linda chica espere tanto por salir contigo.
–Es solo mi amiga –rayos–, hasta cuándo siguen con ese tema. Ustedes mismos saben que terminaremos saliendo… Pero ¡eso no significa que tenga que ser ahora!
Ambos se sentaron en la cama de su hermano menor, quien los miraba un tanto constipado por la extraña seriedad que se había apoderado de ellos. Intercambiaban miradas entre ellos y se hacían señas para decidir quién hablaría primero.
Algo sabían y tenían miedo de decirle, ya que a diferencia de las miradas que ambos intercambiaban cada vez que querían hacerle una broma, ahora estaban concentrados, nerviosos… y eso terminaba por asustar a Boomer.
–¿Qué les pasa?
–Boomer –el tono de voz de Brick hacía notar su posición como el hermano mayor–, tienes que saber algo… que nos enteramos hoy.
–Me están asustando.
–Le gustas a Bubbles.
Boomer chasqueó la lengua.
¿En serio? ¿Esa era la noticia que le tenían y que parecían muy nerviosos de contar? No les respondió, solo bufó, giró su silla y se concentró, de nuevo, en su informe. Podía escuchar, claramente, los murmullos de sus hermanos. Estuvo con el bolígrafo sobre el papel de su cuaderno borrador un par de segundos, sin escribir nada, sino que tratando de disimular su intento de descifrar lo que ellos estaban hablando.
–Boomer –llamó Butch–, ¿no tienes nada que decir al respecto?
–Ya lo sabía.
La respuesta fue directa, nada de eufemismos ni rodeos. Empezó a garabatear unos títulos que encontró en internet, haciendo tal y como antes de darse cuenta de que sus hermanos estaban ahí, en su habitación, con él. Pero ellos estaban ansiosos por saber más de la historia. Querían conocer más de eso… ¿Acaso Bubbles se le había confesado?
–¿Cómo lo-
Pero Brick fue parado en seco. Boomer se volteó violentamente, mirándolos con el ceño fruncido. Por la mente de ambos pasaba aquella incógnita: cómo es que el llorón de Boomer de cinco años pudo terminar siendo un odioso a sus diecisiete… Al menos, con ellos.
–Porque cualquiera se da cuenta –respondió–. Sé que le gusto, sé que vamos a estar juntos… ¡Todo eso ya lo sé!
–Y si lo sabes, ¿por qué no haces algo al respecto? –preguntó Butch, frunciendo el ceño–. Si sabes los sentimientos que tiene ella por ti, que por cierto ella misma nos lo dijo hoy, imagínatela toda sonrojada y balbuceando aquellas palabras, ¿por qué no salen y ya?
–Porque yo no quiero tener novia. A mí no me gusta Bubbles de esa forma, a mí me agrada como amiga. Por el momento, solo como amiga, ¿es muy difícil de entender?
–Sí, porque si dices que van a terminar juntos, ¿por qué no hacerlo y ya? –inquirió Brick.
–¡Porque, por el momento, ella no me gusta! No me he imaginado tomándole la mano, caminar junto con ella hasta el puto muelle y ahí besarla. ¡No me he imaginado eso!
El silencio se apoderó de aquella habitación. Boomer decía la verdad, y lo que acababa de relatar fue exactamente lo que hicieron ambos hermanos –por separado– con sus respectivas novias. El menor maldijo por lo bajo, pasó ambas manos por su rostro y bufó pesadamente. Butch se puso de pie y caminó hasta él. Corrió su flequillo con su mano derecha, dejando a la vista aquel aro que tenía en aquella ceja, y con su mano izquierda palpó el hombro de su hermano.
–Entiendo. Disculpa por entrometerme.
Le dedicó una sonrisa de sincera disculpa y salió de la habitación de su hermano, quejándose con un grito por el hambre que sentía. Brick, por otro lado, mordía su labio y miraba un punto muerto en el estante de libros que tenía Boomer en su habitación.
–Brick –lo llamó–, no te apresures en buscarme novia. Sé que terminaré saliendo con Bubbles, solo que ahora estoy más preocupado de terminar bien la escuela.
–¿Y el sábado? ¿Irás?
–Sí, sí iré. Ella quiere ir, y no quiero que quede de violinista mientras ustedes cuatro le presumen sus relaciones –arqueó una ceja–. No hay problema con eso.
Gracias por leer.
La segunda parte de esta historia será publicada el viernes 11 de enero, por temas de edición.
Nuevamente, gracias por leer. Agradeceré cualquier visita y/o review. Hasta el viernes.
