Taylor procuraba no pensar mucho sobre su poder primario.
Desde que había salido de la taquilla su cabeza estaba llena de diseños, los cuales había anotado detalladamente en varios cuadernos. Estos eran mayoritariamente medicinas, aunque también tenía instrucciones para hacer algunas cosas realmente peligrosas.
Armas biológicas. Sabia como crearlas, conocía sus efectos y tenía ideas sobre cómo mejorarlas, algo que la asustaba. Si alguien se enteraba era muy probable que la ejecutasen y eso la estresaba.
Su poder secundario, sin embargo, le daba cierta esperanza de que sus sueños de ser una superheroína pudiesen cumplirse. Tenía gravados en sus músculos y cerebro cómo hacer cada arte marcial en existencia y no le costaba mucho combinarlas. También era mucho más fuerte y ágil que cualquier niña de su edad y peso, lo que suponía que era un poder secundario obligatorio.
Por tanto, cuando escucho a Lung ordenar la muerte de unos niños, se sintió lo bastante segura como para vencer a sus esbirros.
Acertó en lo referente a los pandilleros, pero el supervillano era otro cuento. La había usado como si fuese una pelota antes de romper su columna contra su rodilla y abrirle el pecho con sus garras mientras sonreía.
Esa sonrisa fue lo último que vio antes de caer en la oscuridad.
Estaba muerta.
Entonces, ¿por qué razón se sentía más fuerte que nunca?
Con cuidado, Taylor abrió los ojos mientras escuchaba a Lung ladrando órdenes a sus siervos. Cuando volvió a mencionar a los niños, algo explotó dentro de ella.
Puro odio. Odio hacia sí misma por dejarse vencer fácilmente. Odio hacia Lung por matarla temporalmente. Odio hacia los superhéroes que no estaban allí para parar a ese cabrón durante años a pesar de que sus actividades ilícitas eran conocimiento público. Con eso en mente, se levantó y miró a sus aspirantes a asesinos.
Era el momento de la revancha.
Un poco curioso acerca de por qué sus hombres estaban tan asustados, Lung se dio la vuelta y se sorprendió a la chica que creía haber matado levantada y sin rastro de las heridas que le había provocado. «Debe tener una capacidad regenerativa», pensó para sí mismo mientras se preguntaba si sería mejor arrancarle la cabeza o los pulmones para terminar permanentemente con ella.
Entonces desapareció de su vista.
Un grito le avisó de que uno de sus seguidores había sido lanzado contra una pared. Otro le informó de que el vigilante que debía avisarles si se acercaba la policía tenía sus piernas rotas. Pronto todos sus seguidores comenzaron a caer con las extremidades torcidas o a ser lanzados por el aire como muñecos mientras la chica aparecía de repente junto a ellos antes de incapacitarlos y desaparecer ante sus ojos solo para que todos escuchasen gritos y la viesen a cien metros de distancia rompiéndole la pelvis a otro pandillero.
«La chica o es muy rápida o se teletransporta», dedujo con rabia antes de ser inesperadamente empujado contra un edificio cercano, rompiendo una pared de ladrillos en el proceso.
Tosiendo debido al polvo y los escombros, echó un vistazo a su adversaria y sus ojos antes de que aplastase los suyos con los dedos.
Furioso, Lung empezó a usar su poder para adaptar su cuerpo de forma que pudiese vencer a su enemiga, pero ni siquiera envolver su cuerpo en llamas impedía que esta continuase arrancándole extremidades y órganos sin aparente esfuerzo hasta que, finalmente, cayo en la inconsciencia cuando su capacidad regenerativa y habilidad adaptativa decidieron que no podían seguir ese ritmo.
Armsmaster se quedó con la boca abierta por la sorpresa al llegar al callejón donde, de acuerdo con una llamada anónima que el PRT había recibido, Lung estaba peleando contra otro parahumano.
Había casi treinta matones de los ABB gimiendo de dolor en el suelo, muchos con sus brazos y pierna en ángulos que indicaban que alguien había roto sus huesos, aunque su estado no era comparable con el de Lung, a quien le faltaban todas las extremidades, tenía los pulmones y el estomago claramente visibles y tratando de introducirse otra vez en su cuerpo y la cabeza tan golpeada que era poco menos que una pulpa sanguinolenta.
Y, justo encima suya, con sus manos enguantadas cubiertas de sangre, se encontraba una chica menuda, aunque un poco alta para su edad aparente, cuyo disfraz parecía ser un abrigo con capucha de cuero negro. Al apagar su moto, ella giró la cabeza para verlo.
Su cara estaba cubierta por una máscara de tragedia negra que impedía distinguir cualquier rasgo físico excepto por sus ojos, que eran de un tono amarillo anaranjado, brillando en la oscuridad como los de un gato. Sus pupilas eran más parecidas a las de una serpiente, pero eso no le impidió saber que lo estaba mirando con rabia, como si le estuviese diciendo que debería haber llegado antes.
En un parpadeo, la chica se había marchado y el superhéroe decidió que lo mejor sería llamar al hospital.
Al coger su comunicador no se dio cuenta de la presencia del grupo de adolescentes disfrazados que estaban corriendo del lugar como si el mismísimo diablo los persiguiera.
Al volver a su habitación Taylor se sentía completamente conmocionada por sus acciones y poderes.
Se había sentido mejor que nunca, totalmente libre cuando los había aplastado. Esa era una sensación que jamás había sentido y, para su sorpresa, le encantaba. Amaba tener a sus enemigos debajo de ella, suplicando por una piedad que no pensaba concederles, y, si esto era lo que Sophia sentía cuando la humillaba, no deseaba parar.
Y sus poderes... Taylor sonrío. Si había segundos eventos desencadenantes, lo que le había pasado tras casi morir a manos de Lung claramente tenía que ser uno.
Ahora solo le quedaban dos cosas por hacer.
La primera de ellas era elegir un nombre. Tras varios minutos de pensamiento eligió uno adecuado. Se llamaría Vector, como los vectores de transmisión de las enfermedades, tanto las naturales como las que ella era capaz de crear y mejorar.
La segunda era si iba a ser un héroe o un villano, pero podía consultarlo con la almohada. Mientras intentaba dormir comenzó a revisar sus prioridades.
Buscar libros sobre virología, medicina y genética iba a ser una prioridad, ya que necesitaba conocer los mejores usos y posibilidades de sus poderes y los resultados desagradables de los mismos.
¿Igual era capaz de crear variedades menos letales? Posiblemente, pero necesitaría mucha financiación y menos zombis y monstruos como resultados, aunque igual creaba algunos deliberadamente para servir de seguridad...
