Ni un año había pasado desde que regresé a la época feudal, y el inicio de mi pesadilla. Cuando regresé, me quedé extremadamente feliz por reencontrar a mis amigos y ver como ellos rehicieron sus vidas. Y obviamente lo mejor de todo fue tener regresado al lado de Inuyasha.
En poco tiempo estábamos comprometidos.
Mi peor error.
Inuyasha no era la persona que yo pensaba que era. Siempre pensé que, por detrás de aquella testarudez e infantilidad, hubiese alguien cariñoso y atencioso, principalmente por yo ser su futura compañera. Pero estaba engañada, él era bruto, celoso y controlador. No quiere que hable con ninguno otro hombre o que haga cosas para mejorar el control sobre mis poderes.
Sin embargo, yo no le obedecía, no era ese tipo de mujer. Nunca seria.
Preparé una nueva flecha y disparé.
Sonríe cuando vi que ella atinó el blanco, en ese instante también apareció Inuyasha.
— ¿Yo no te dice que estabas prohibida de entrenar? – preguntó al mismo tiempo que me arrancaba mi arco de las manos —. No tienes mi autorización.
— ¿Tú autorización? – no quería acreditar en lo que estaba escuchando, tenía esperanzas que él hubiese cambiado de ideas después de nuestra conversación anoche —. Yo soy una mujer libre, aún no estoy casada contigo.
— Soy tu alfa, eres mía, tienes que me obedecer.
Sin me dar hipótesis de contestar, partió mi arco como si no fuese nada.
— Es mi último aviso Kagome, no volverás a entrenar o luchar, o habrá consecuencias.
Giró sobre sí y me dio la espalda, y se fue dejándome sola.
Mientras lo veía alejándose, mis lágrimas caían sin fin. Ya no reconocía el Inuyasha que quería que yo me tornase más fuerte.
Me senté acostada al árbol, ya que mis piernas no iban aguantar mi peso por mucho más tiempo. En esa posición, sentada en árbol y agarrando fuertemente mis piernas para poder descansar mi cabeza en las rodillas, lloré por mi mala escoja…
— Lloras siempre por causa del híbrido. – comentó el yōkai en mi frente.
Lentamente levanté mi mirada hasta que mis ojos azules cruzasen con aquellos ojos dorados fríos.
— Sesshomaru.
Con movimientos rápidos limpie lo que restaba de mis lágrimas y me coloqué en pie, mientras él apasionaba algo del suelo.
— Si buscas a Rin, ella está jugando con las hijas de Sango cerca del rio.
— Hmp. – me mostró mi arco destruido —. ¿Por qué es que tu arco está así?
Suspiré.
— Inuyasha no quiere que entrene. – admití bajando la mirada.
— Típico del híbrido.
No entendí lo que él quería decir con eso, en verdad no estaba entendiendo nada de lo que estaba sucediendo.
— Sesshomaru, ¿que estoy haciendo mal? – él levantó su ceja en modo de interrogación —. Yo ya no reconozco a Inuyasha, hasta ya dudo de mis sentimientos…
Empecé a llorar de nuevo, me sentía en bajo, sin control en mi propia. Solo conseguí cesar cuando el yokai levantó mi barbilla y me obligó míralo en los ojos.
— ¿Dónde está la humana que derrotó a Naraku? – interrogó Sesshomaru un poco molesto —. Le hiciste frente, ¿pero ahora tienes miedo del híbrido?
— Tu no entiendes, yo…
— Tienes dudas. – completó para mi gran sorpresa —. Tal como todos los humanos.
— ¿Y tú no? ¿No tienes dudas? – pregunté sin pensar.
— No.
— ¿Ni en relación con tus sentimientos? – insistí.
En esta vez, no obtuve respuesta de su parte, ni su habitual "Hmp". Eso significaba que él también ya dudó de sus sentimientos.
— Tienes dudas porque él no es como imaginabas.
Cerré los ojos por un segundo. Sesshomaru tenía razón. Y lo peor de todo es que es mucho más fácil hablar con el gran Sesshomaru que hablar con Inuyasha. La gran diferencia de los hermanos es que él más viejo siempre me escucha y solo me contesta cuando necesario, y también una persona que podemos hablar de cualquier tema, no es un ignorante, y él más joven no me deja hablar o entonces mi ignora.
Observé atentamente el yōkai en mi frente. Desde que regresé, nuestras conversaciones eran muy frecuentes, me sentía bien con él.
— Inuyasha comportase como si fuese mi dono.
— Es normal miko. – al escuchar eso le dirigí una mirada furiosa, la cual él ignoró —. Es así como los yōkais y los hanyōs se comportan con sus compañeras o futuras compañeras, quieren que ellas sean sumisas y hagan todo lo que ellos quieren.
— ¿Tú eres de la misma opinión?
— Es nuestra naturaleza. Sin embargo, eso sería aborrecido.
— Pero tu dijiste…
— Yo no soy como los otros, yo quiero una mujer que llene mi vida, que me desafié y no tenga miedo de mí.
— Entonces, ¿es por lo que aún no tienes una compañera? – él asintió —. Debe ser difícil encontrar una mujer así.
Nos quedamos en silencio mirándonos a los ojos, hasta que yo noté que ya era muy tarde y que necesitaba de regresar a la aldea.
— Es hora de regresar, gracias por la compañía Sesshomaru.
— Hmp.
Sonríe y dirigirme a la aldea.
— Kagome. – dice Sesshomaru para llamar mi atención —. Si necesitas de mi ayuda con el híbrido, llámame.
Asentí con una enorme sonrisa. Por lo menos tenía un aliado, o mismo un amigo.
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— ¿Por qué es que él estaba contigo? – cuestionó furioso mientras me olía de cima a abajo.
— Nos encontramos y hablamos, como siempre.
— ¿¡Siempre!? Debo presumir que tienes algo con ese asesino.
— No lo llames de asesino.
— ¿Lo defiendes? – preguntó incrédulo —. Él intentó matarte inúmeras veces, ¿no recuerdas?
No, pero Sesshomaru que conozco ahora hizo con que lo perdonase.
— ¿No me digas que todavía guardas rencor después de estos años todos?
— Tú no sabes nada, te dejaste manipular.
Furioso salió de mi casa, dejándome de nuevo sola.
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— ¿Dónde vas?
— Voy a ver el hijo de Sango, está enfermo. – contesté mientras guardaba mis cosas en una bolsa.
— Yo voy contigo.
— ¿No confías en mí?
Inuyasha me miró seriamente.
— ¿Por qué dices eso Kagome? – preguntó amablemente.
Suspiré, desde nuestra última discusión, después de él desaparecer por un día entero, él estaba diferente. Un poco más amable. Pero eso no me haría olvidar lo que él me hizo en este último año. Mis dudas aún existían.
— Tú sabes por qué. – contesté en voz baja.
Inuyasha bajó las orejas, él sabía que yo todavía estaba molesta con él.
En la casa de Sango, cuidé del pequeño en silencio.
— No te preocupes Sango, dentro de dos días él estará como nuevo.
— Gracias Kagome. – agradeció Sango mientras cargaba su hijo —. ¿Cómo está tu relación con Inuyasha?
La miré en los ojos, ella sabía de todo, era mi confidente. Ahora ella estaba preocupada.
— No sé…
No pude terminar la frase que tenía presa en mi boca, pues Rin entró a correr.
— Señorita Kagome, venga rápido.
— ¿Dónde Rin?
— Con el amo Sesshomaru, él nos está esperando.
La pequeña, ya no tan pequeña, Rin me agarró y me llevó para fuera de casa sin me dar tiempo para me despedir de Sango, solo el tiempo suficiente para yo poder ver su sonriso de burla en su rostro.
Caminamos en dirección al rio.
Lo vi de inmediato, acostado al árbol y de ojos cerrados. Me acerqué a él, y cuando estaba a pocos pasos de él, sus ojos abrieran.
— Miko.
— Sesshomaru, no te esperaba tan temprano.
— ¿Ansiosa por estares libre de la familia Inu?
— Pensé que estuvieses ocupado con tus tierras, escuché que había problemas.
Sesshomaru no me contestó, simplemente me miró fijamente, hasta si inclinar para me entregar algo.
— El híbrido no pondrá destruir este arco.
Inspeccione mi nuevo arco, era muy más bonito que el anterior, y en aquella época solo las personas importantes como Sesshomaru tenían acceso a tan buenos materiales.
Lo facto de si tener dado al trabajo de lo obtener para mí, me dejó muy feliz. Por lo menos alguien si preocupaba por mí.
Sin pensar, aproxime más al yōkai y besé su rostro.
— Gracias Sesshomaru.
No me impidió de lo besar ni reclamó.
— Humana insolente, ¿cómo te atreves a tocar en mi amo bonito? – Jaken estaba enojado e indignado.
— Cállate Jaken.
— Pero amo bonito... – él no tuvo oportunidad para terminar la frase porque una patada de su amo no lo permitió.
Miré preocupada a su fiel sirviente.
— ¿No te preocupa causarle algún daño permanente o matarlo?
El yōkai miró por un segundo a su sirviente, para después mirarme durante algún tiempo antes de contestar.
— No.
No conseguí contener mi riso.
Solo paré de reír cuando sentí su mirada penetrante sobre mí. Él detestaba que se riesen de del.
— ¿Te divierto? – cuestionó para mi sorpresa.
— Bien, yo…
Infelizmente no tuve tiempo de le contestar, pues Inuyasha apareció en medio de los árboles, y con su velocidad sobrehumana, si aproximó de Sesshomaru apuntándole su espada.
— ¿Qué haces aquí bastardo?
— Jaken, lleva a Rin de vuelta a la aldea. – ordenó el yōkai.
Su sirviente rápidamente obedeció, dejándonos solos.
— ¿Qué es qué esperas conseguir con esto Sesshomaru?
— No sé de qué hablas.
— Estás siempre detrás de Kagome, ¿esperas conseguir la espada a través de ella?
— No me interesa tu estúpida espada.
Inuyasha no le gustó la forma como su medio hermano se dirigió a su espada y resngó.
— ¿Entonces porque es que siempre le ofreces presentes? – interrogó para después apuntar para mi nuevo arco —. ¿Qué pretendes con tu aproximación?
— No te debo explicaciones.
— Ella es mía, por eso…
No soportaba que él continuara a decir que yo le pertenecía.
— Abajo. – susurré en modo automático, y él de inmediato cayó —. Inuyasha, tu mejor que nadie sabe que yo no soy tuya ni lo voy a ser. – hablé lo más tranquila posible.
En el camino para la aldea, antes de los perder de vista, pude ver el rostro de satisfacción de Sesshomaru.
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Desde lo que sucedió, Inuyasha desapareció, simplemente le dijo a Miroku que iba a estar fuera durante un mes.
Yo aprovecharía ese tiempo te tranquilidad, buscando nuevas plantas medicinales y estudiando, y claro aprovechando la naturaleza. Lo que estragó el momento fue la lluvia, tuve que correr para procurar un lugar donde pudiese me abrigar. Felizmente encontré un árbol suficientemente gran para me proteger.
Me quedé acostada en árbol, mirando fijamente la lluvia, mientras pensaba lo que iba a hacer con mi vida.
Suspiré, mis hipótesis de estilo de vida eran reducidas.
— ¿Qué haces aquí sola miko?
Solté un grito, lo que hizo con que el yōkai cerrase los ojos.
— Sesshomaru. – afirmé después de reconocerlo —. Me asustaste.
— Hmp.
Sin más comentarios, él si sentó a mi lado, observando la lluvia conmigo.
— Estás muy calada. – miré a Sesshomaru que ahora prestaba atención a mi —. ¿Es por causa del híbrido?
— No propiamente, él ahora está lejos, el problema ahora es mi vida.
— ¿Cómo así?
Respire hondo y pensé cómo decirlo.
Sin embargo, su estola fue más rápida, moviéndose y haciéndome cosquillas. No resistí y empecé a reír sin parar, cambiando drásticamente de humor.
— Para Sesshomaru.
Como un buen perro, él obedeció y se me quedó mirando esperando una explicación.
Con la estola de él en mi regazo, la acaricié para distraerme.
— Ya no tengo dudas de mis sentimientos, el problema ahora es escoger, fui muy precipitada en venir a esta época dejando mi familia y toda mi vida para tras. No me siento integrada en este mundo…
— Sientes que no perteneces aquí.
— Exacto, hasta hago de todo para pasar el mínimo tiempo en la aldea.
Él yōkai simplemente me escuchó y se quedó pensativo.
— ¿Recuerdas lo que te dije cuando regresaste?
Pensé un poco, ya sabia a lo que él se refería.
— Si necesitase de alguna cosa, bastaba decirte o pedirte.
— Entonces pide.
Arregle mis ojos de asombro, no pensé en tal cosa. Rápidamente me recupere.
— Sesshomaru, llévame lejos de aquí. – pedí amablemente mientras lo miraba en los ojos.
En segundos yo me encontraba en sus brazos y volando. Debía de haberme asustado, sin embargo, solo me quedé encantada con la vista, ya que viajar en los brazos de Sesshomaru permitía ver mucho más, ya que él era un yōkai y volaba, y no saltaba alto como un hanyō.
— ¿Para donde vamos? - pregunté al mismo tiempo que me agarraba a su armadura.
— Para un sitio diferente, lejos de todo lo que tú conoces.
— Mis amigos se quedarán preocupados con mi ausencia.
— Jaken los informará, no te preocupes.
Tiempo después apareció en nuestro campo de visión un palacio debidamente protegido por murallas y guardias. Sesshomaru los ignoró y aterrizó suavemente en el jardín dentro de las murallas. Los yōkais más próximos hicieron una reverencia.
