Era verano, pero los días azules habían dado pie a una de esas tormentas de la estación, dejando a su paso un cielo gris lleno de nubes. En una casa torcida que parecía mantenerse en pie por arte de magia, y seguramente así sería, una joven estaba asomada a la ventana de su habitación viendo como gruesas gotas de lluvia que golpeaban el cristal caían al suelo del jardín, cada vez más embarrado, donde unos pequeños gnomos corrían a guarecerse bajo cualquier cosa que les salvara de morir ahogados en aquella intempestiva lluvia que les había pillado por sorpresa. Y al acercarse más al cristal, una chica pelirroja y pecosa le devolvió una triste mirada.
Ginny Weasley miraba al vacío mientras oía de lejos una radio mágica tirada encima de su cama. Se preguntaba dónde estaría Harry. Desde el verano anterior, en la boda de su hermano, no le había vuelto a ver ni había hablado con él, únicamente había recibido una carta de Ron por Navidades en la que decía que la echaban de menos, pero no sabía nada de sobre donde estaban, que habían conseguido sobre Horcruxes o sobre aquel famoso R.A.B. Aunque eso era lo que menos la importaba. Lo que verdaderamente se preguntaba era si Harry estaría herido o no, y si la había echado de menos tanto como ella lo había echo ese año.
De repente oyó como sonaba en la radio mágica los primeros acordes de su canción favorita. Recordó como una vez, caminando al lado del lago de Hogwarts, mientras el calamar gigante mecía el agua al nadar, Harry le había susurrado al oído la melodía:
Hoy no paro de pensarlo
Y no sé ahora muy bien que hago aquí
Te has marchado y has dejado
Otro hueco dentro de mí.
Nunca antes había sentido nada parecido con una canción, notaba cómo, a cada acorde de esa dulce guitarra, su cuerpo se estremecía y recordaba su voz al oído, susurrando lentamente cada palabra. Le notaba tan cerca... sentía como la abrazaba… Abrió los ojos y allí estaba de nuevo, apoyada contra la fría ventana de una habitación que se estaba quedando a oscuras. En aquella penumbra, se acercó lentamente al espejo y se miró. Ya no era aquella niña de ojos alegres y llenos de vida. Ahora estaban rojos y marcados por las lágrimas que derramaba al pensar que ya no estaba, que quizá no volviera a verle y por los recuerdos de tiempos ya vividos que no dejaban de acecharla.
Te recuerdo, porque fuiste
Y has sido la chispa que me ha hecho vivir.
Todo había cambiado, ya no podía vivir como antes. Después de haber salido con él, de haber sentido su cariño, de notar su presencia a su lado, de estar segura de que le quería, se había ido… y ahora no había nada por lo que seguir adelante, nada con lo que tener fuerzas para levantarse en aquellos días dominados por el pánico. La gente pensaba al verla que tenía miedo de todo lo que estaba ocurriendo en el mundo mágico, que no tenía sonrisa por todo el terror del ambiente, pero se equivocaban de punta a punta: sólo sufría de una extremada melancolía que la comía por dentro, que no la dejaba sonreír…
A tu lado me sentía protegido
Y dentro de ti
Ahora ya no existe risa
Ya no hay nada que me haga reír.
Le necesitaba tanto… Necesitaba sus besos, sus abrazos, su voz. A veces, en los momentos más tristes, cuando más le echaba de menos, pensaba en cuanto desearía poder notar sus labios una vez más, notar su fuerza con un beso que la llenara de valor para poder continuar adelante…Pero no regresaría, lo que la hacía lamentarse por aquellos sentimientos que nunca expresó, por aquel beso tímido que no fue capaz de darle o por una caricia que quedó perdida en el tiempo antes de hacerse realidad.
Y me acuerdo, del cariño
Y todos los besos que a veces no di.
Intentaba todas las mañanas levantarse con energía, con paso firme y enfrentarse al mundo, pero se derrumbaba cada vez que veía su fotografía o al despertar de un aturdimiento en el que recordaba algún momento especial en sus brazos o del sueño de aquella noche en el que estaba apunto de tocarle y entonces… despertaba.
Desde entonces no veo
Otra cosa en mi ser
Y ahora ya te has marchado
No te volveré a ver.
Tenía lágrimas en los ojos. Otra vez. No podía evitarlo aunque quería ser fuerte, pero pensar en Harry le hacía sufrir, aunque no podía parar de hacerlo. Era un círculo vicioso del que no sabía como salir. Lo único que sabía hacer era pensar en todo el tiempo que podrían haber pasado juntos. Ella le había querido desde siempre, y había aprendido a vivir sin sus sentimientos, a olvidarlos en el fondo se su corazón y no dejarlos salir hasta que llegara a su cuarto, y a oscuras, pudiera imaginar como sería estar con él, sin llegar a creerse que un día llegaría a ser realidad. Y tampoco que un día lo vería marchar hacia su destino con valor y la cabeza bien alta, y ella sólo podría pensar en todos aquellos momentos vividos a su lado: aquel beso bajo la sombra de un árbol, con el calor del verano acechándoles. Un paseo poco antes de la cena, viendo como caía el sol delicadamente sobre los terrenos de Hogwarts, tiñéndolo todo de ligeros toques de violeta y naranja, mientras la luna iba apareciendo tímidamente y se reflejaba en las cristalinas aguas del lago. O una fugaz caricia acompañada de un beso en la mejilla cuando por casualidad se encontraban entre clase y clase.
Ando solo y voy pensando
En las cosas que había por hacer
En los besos que eran nuestros,
Que ahora solo no puedo tener
Y me acuerdo, del cariño
Y todos lo besos que a veces no di.
Se secó las lágrimas. Su único consuelo era pensar que por mucho que pasara nadie le quitaría todo aquello, vivido, todo lo sentido, aquel amor que la llenaba el alma de soledad y de esperanza de verlo de regresar de nuevo, triunfante. No podía quitárselo ni el Mago Tenebroso más temible del planeta.
