La Cajita De Yesca
Hola chicos/as. Este fic es una adaptación del clásico cuento homónimo escrito por Craneth Williams, con los personajes de Inuyasha. Es un three shot temporal en lo que me regresa la inspiración. Lo escribí hace tiempo pero no lo había subido. Espero que les guste y por favor comenten.
Inuyasha es un soldado medio demonio que caminaba a paso de marcha sin un rumbo fijo. Hacía poco había acabado la última guerra del reino y él, al igual que casi todos sus compañeros fueron mandados a casa a la espera de ser llamados para resolver algún nuevo conflicto.
Solo que el a diferencia de los demás soldados no tenía un lugar al cual regresar. Había quedado huérfano desde muy pequeño, y a pesar de ser hijo de un famoso general demonio solo había podido conseguir un empleo como soldado Razo.
"nadie quiere a un mestizo…" pensaba mientras caminaba. Esa era la cruel realidad de su vida. Ahora solo le quedaba buscar algún lugar donde poder trabajar y vivir hasta que haya una próxima guerra.
-después de tantos años de guerra, y ahora desempleado- murmuro cansado mientras se recargaba contra un árbol seco. Las campanadas de una iglesia llamaron su atención.
-debe de haber algún pueblo cerca- pensó en voz alta.
-ojala alguien tenga algún trabajo para un soldado mestizo pobre, hambriento y sin dinero-se dijo mientras se secaba el sudor de la frente, lo cierto es que además de la mochila que llevaba al hombro, su uniforme y un sable al costado no poseía nada.
-¿Quién anda ahí?- De pronto un sonido a sus espaldas le llamo la atención, por auto reflejo desenvaino su espada y rodeo el árbol.
Más he aquí que se encontró con una vieja bruja. "¡Uf!, ¡qué espantajo!" pensó al mirarla de arriba a abajo, de cabellos grises, ojos color glaciar y con aquel labio inferior que le colgaba hasta el pecho.
-¡Buenas tardes, valiente soldado! -le dijo sonriendo.
- ¡pero que hermoso y afilado sable llevas, y qué mochila tan grande! Eres un soldado hecho y derecho.- Inuyasha arqueo una ceja y bajo su arma pero no la guardo. Si algo había aprendido en la guerra era a no confiarse ni bajar la guardia.
-eso no es asunto tuyo anciana- le estepo, pero la vieja solo sonrió mas.
-apuesto que un joven mestizo fuerte y gallardo como tú, podría llevar un tesoro pero bien grande a tus espaldas- se rio.
-¿eh? ¿Te estas burlando de mi bruja?- le gruño mostrando sus colmillos. La bruja casi bailo de júbilo, no se había equivocado, realmente era un medio demonio exactamente como lo necesitaba.
-por supuesto que no muchacho, no pretendía ofenderte, solo que no he podido evitar escuchar que estabas hambriento y sin dinero- Inuyasha relajo su postura.
-¿no te gustaría poseer un tesoro de moneras de oro, plata y cobre?- sonrió la vieja desdentada. El muchacho guardo su espada.
-¡feh! Claro que me gustaría- comento cruzándose de brazos.
- pues yo sé dónde podrías encontrar uno, con más monedas de las que to abras visto en tu pobre vida - Inuyasha decidió ignorar el insulto, no todos los días te ofrecían hacerte rico.
-continua- pregunto con abierto interés.
-¿Ves aquel árbol tan corpulento? -prosiguió la vieja.
-Por dentro está completamente hueco. Pues bien, tienes que trepar a la copa y verás un agujero; te deslizarás por él hasta que llegues muy abajo del tronco. Te ataré una cuerda alrededor de la cintura para volverte a subir cuando llames. ¡Así de fácil!- sonrió la bruja mostrando unas encías destentadas.
-¿Y qué voy a hacer dentro del árbol? -preguntó el soldado.
-¡Sacar dinero! -exclamó la bruja.
-adentro hay tres cofres llenos de oro, plata y bronce, entras te llenas los bolsillos y la mochila y ya está- le explico.
- bien ¿y luego como pretendes que salga de ahí? – pregunto aun dudoso, pues el árbol era muy alto y seguramente el hueco dentro de él sería bastante profundo.
- muy fácil, te atas a la cintura esta cuerda y cuando estés listo, yo te subiré – le indico sonriente la anciana mostrándole una larga y gruesa soga.
-¡No está mal! Pero, ¿qué habré de darte, vieja bruja? Pues supongo que algo querrás para ti.- exclamó el. "todo suena demasiado bien" pensó.
-No, ni un céntimo. Para mí sacarás un viejo yesquero, que mi abuela se olvidó ahí dentro, cuando estuvo en el árbol la última vez. -contestó la mujer.
-¿y porque no te bajas tu por ella?- le estepo.
-soy demasiado vieja, y mis huesos demasiado quebradizos y débiles, además que el tesoro está protegido…- "así que era eso…" pensó Inuyasha contento de haber desconfiado de la bruja.
-pero descuida, si sigues bien mis instrucciones, nada malo te ocurrirá…- Inuyasha le cupo la punta del sable en la garganta.
-como sea alguna trampa te…- comenzó a amenazarla.
-no esas tonto, solo soy una ancianita ¿Qué daño podría hacerle a un mestizo joven como tú?- lo interrumpió riendo nerviosamente.
-Bueno, pues átame ya la cuerda a la cintura - convino el joven medio demonio. "aunque bien podría salirme de un salto en caso dado" pensó con desconfianza.
-Ahí tienes -respondió la bruja extendiéndole la soga. Inuyasha se la amarro a la cintura con tres fuertes vueltas y un complicado nudo.
-¡oh casi lo olvido!- grito de pronto la vieja cuando el joven peli plateado estaba encaramándose al árbol.
-¿y ahora que te ocurre anciana?- pregunto molesto, ¿Qué quería ahora esa vieja?
-vas a necesitar esto…- le contesto extendiéndole una manta roja, arqueando una ceja el soldado la tomo y la ato a su cintura. Inuyasha bajo por el estrello tronco del árbol hasta tocar el suelo, a pesar de que todo estaba obscuro él no tenía problemas para ver, gracias a sus ojos de medio demonio.
-¿ya llegaste? ¡Dime que vez!- le grito la anciana desde el exterior.
-¡es como lo dijiste vieja! ¡Es una cueva enorme y al fondo hay tres puertas!- contesto Inuyasha.
-¡muy bien, ve a la primera, no olvides seguir todo lo que te diga y no te pasara nada!- el muchacho camino a la primera puerta que era de un tamaño algo reducido. Pero al entrar se encontró con un enorme perro color café sentado sobre un cofre de madera, que le gruñía furioso.
-¿puedes ver al perro sobre el cofre?- escucho el eco de la voz de la vieja.
-¡imposible no verlo! ¡Pero si tiene ojos del tamaño de tazas de café!- grito Inuyasha. El pero arque una de sus cejas.
-¡olvídate de eso! ¡Extiende el mantel que te di y ponlo encima así no te morderá!- el perro gruño y enseño los colmillos cuando el soldado se acercó a él.
-oye amigo no me gruñas que yo también tengo colmillos- le dijo mientras lo tomaba en sus brazos y lo cargaba "¡PERO COMO PESA ESTE ANIMAL!" se dijo antes de dejar caer al perro sobre la roja tela.
-¡uf! Más vale que esa bruja no me haya mentido- exclamo rendido, se acercó al cofre y lo abrió.
-¡era cierto! ¡Miles de monedas de cobre!- sonrío metiendo las manos hasta el fondo y sacando un buen bonche.
-con esto podré vivir bien, y quizás comprar una casa- se decima mientras metía las monedas en su mochila.
-¿muchacho, puedes ver mi cajita de yesca?- grito la bruja desde fuera.
-¡aquí solo veo una fortuna en cobre!- respondió Inuyasha.
-¿enserio? ¡Pues si esas te gustaron te encantaran las siguientes!- la escucho reírse con burla, como un niño gozando de alguna trastada.
-¿siguientes?- pregunto el, con las de cobre le bastaría bastante bien hasta la próxima guerra…
-bueno ni modo cobrizo, tengo que ponerte en tu lugar- le dijo al perro aunque este empezó a gemir con tristeza.
-lo se amigó tú también me caes bien, pero el deber me llama.- lo cargo y lo dejo sobre el enorme cofre que aun tenia considerables monedas.
Se dirigió a la otra puerta con la mochila tintineándole por las monedas, la segunda puerta era de un tamaño mediano más decente, entro y la abrió con cuidado.
-¡caray!- exclamo al ver un segundo cofre con un perro plateado el doble de grande que el anterior.
-¡este tiene los ojos como platos de sopa!- grito.
-¡si, si claro! ¡Ahora repite lo de la otra vez y no te ocurrirá nada!- le recordó la bruja. Inuyasha trago saliva, una cosa era el perito de cobre pero este si podría hacerle verdadero daño.
-buen perrito, no te enojes…- comenzó a decirle poniendo el mantel pegado al cofre y comenzó a empujarlo cuando el perro agacho la cabeza y lo miro a los ojos.
-Mejor harías no mirándome así -le dijo.
-Te va a doler la vista. – dio un último empujón y sentó al perro sobre el delantal. Al ver en la caja tanta plata, dio un grito de satisfacción y se llenó los bolsillos y la mochila de las monedas del blanco metal.
-¡ja! ¡Ahora si soy rico!- se puso a reír, con eso no solo podría comprarse una casa, podría conseguir una mansión y criados para buena parte de su vida.
-¡si me alegro por ti!- grito sarcástica la bruja, hacía poco que había empezado a anochecer y comenzaba a impacientarse.
Mientras Inuyasha tomaba más monedas el perro le dio un lametón en el rostro tirándole el gorro militar y dejando al descubierto sus propias orejas caninas, las cuales despertaron el interés de su compañero.
-si amigo, tenemos las mismas orejas- "que irónico ¿no?" a completo mentalmente.
-¿vez por ahí mi yesquera?- volvió a molestar la vieja bruja, la cual desde hacía rato no dejaba de tamborilear con sus pies.
-¡feh! ¡La única caja que hay por aquí contiene esta preciosa plata!- bufo fastidiado el soldado, ¿Qué afán con esa cajita cuando la plata y el cobre valían mucho más?
-¡entonces ve a la siguiente puerta!- Como pudo cargo al enorme canino y lo dejo en su lugar, este también gimió triste. Salió del cuarto y abrió la última y más grande de las puertas.
-pero que raro- pensó al entrar.
-aquí no hay nada, solo el sonido del mar- gruño, seguro que no había más monedas aquí.
-un momento… pero si la costa está demasiado lejos de aquí…- pensó, así que movió sus orejas y olfateo el aire, no percibió el aroma yodado del agua de mar, y si eso no era agua entonces aquel sonido era…
-uh oh- pensó mientras volteaba lentamente, tal como lo temía.
-¡Buenas noches! -dijo el soldado llevándose la mano a la gorra, mientras sus rodillas no dejaban de templar, pues perro como aquel no lo había visto en su vida.
-¿ya la viste?- grito la vieja.
-¡¿TE REFIERES AL ENORME PERRO DORADO CON OJOS DEL TAMAÑO DE RUEDAS DE CARRETA?!- grito mientras retrocedía lejos de las fauces del perro que le doblaba la altura.
-¡tampoco hay que exagerar!- ¿exagerar? ¡Ese animal podría comérselo de un bocado!
-¡si tú lo dices! Aunque yo sí que lo puedo ver bien- desplego con suma lentitud el mantel rojo.
-calma, calma lindo perrito…- decía mientras intentaba empujar al perro, pero este no se dejaba, ni modo, tendría que cargarlo. Con toda la fuerza que fue capaz de juntar levanto al perro con sus brazos y apenas pudo caminar medio paso cuando él con todo y perro callo.
-bueno… ya está en el mantel… ahora solo tengo que quitarlo de encima de mí- exclamo el soldado intentando salir de debajo del enorme can.
El perro, ahora sumiso y manso comenzó a darle lametones el rostro con tal fuerza que en un instante Inuyasha salió disparado contra el cofre volcándolo por completo.
-ouch…- se quejó. El perro ladro como preguntando "¿estás bien?" Inuyasha solo ajito la mano.
-¡vaya! ¡Ay suficiente oro para comprar un palacio!- ¡Señor, y qué montones de oro! Habría como para comprar la ciudad de Copenhague entera, con todos los cerditos de mazapán de las pastelerías y todos los soldaditos de plomo, látigos y caballos de madera de balancín del mundo entero. ¡Allí sí que había oro, palabra!
Se llenó los bolsillos, la mochila, la gorra y las botas de tal modo que apenas podía moverse. ¡No era poco rico, ahora! Volvió a poner al perro sobre la caja, cerró la puerta y se asomó al hueco.
-¡Súbeme ya, vieja bruja!- grito por el hueco del tronco, formando una bocina con sus manos.
-¿Tienes el yesquero? -preguntó la mujer.
-¡Caramba! -exclamó el soldado.
-¡pues lo había olvidado!- Y fue a buscar la cajita, con la yesca y el pedernal dentro. No tardo tanto en encontrarla, pues cerca del hueco del tronco, justo enfrente de las puertas había un esqueleto, uno con uniforme militar como el suyo, y con el yesquero en la mano.
-¿Por qué habiendo tanta riqueza en este sitio la buja solo quiere esto?- se preguntó Inuyasha viendo la raquítica caja de madera. La vieja lo sacó del árbol, y nuestro soldado se encontró de nuevo en el camino, con los bolsillos, las botas, la mochila y la gorra repletos de oro.
-¿Para qué quieres el yesquero? -preguntó el soldado con curiosidad.
-¡Eso no te importa! ¡Zopenco estúpido! -replicó la bruja furiosa.
-Ya tienes tu dinero; ¡ahora dame mi cajita! – grito pegando un brinco para quitársela, pero Inuyasha fue más rápido.
-¿Con que sí, eh? -exclamó el mozo extendiendo su brazo sobre la cabeza para dejar el yesquero fuera del alcance de la anciana.
- ¡Me dices enseguida para qué quieres el yesquero, o desenvaino el sable y te corto la cabeza!- la amenazo.
-¡No! ¡TE HE DICHO QUE ME DES MI CAJITA!-insistió la anciana mujer intentando arañarle los ojos, Inuyasha la empujo hacia atrás con algo de fuerza, pero no la suficiente para hacerle daño.
La anciana lo miro iracunda, extendió una de sus esqueléticas manos formando una bola de fuego, Inuyasha había estado en lo correcto, era una bruja. Salto a un lado apenas a tiempo de evitar la bola de fuego, la cual hizo cenizas al contacto parte del tronco del árbol hueco.
- debiste aceptar tu fortuna por las buenas y marcharte estúpido mestizo, pero ahora… ¡te convertiré en sapo y esta noche cenare ancas de rana! – se regodeo la bruja mientras sus manos brillaban con lo que parecía fuego negro, aun en el suelo Inuyasha Pareto con fuerza la empuñadura de su sable, nunca le había gustado arrebatar una vida, pero en ese instante era ella o él.
- lo siento ¡no me dejas otra opción! – murmuro desenvainando su sable y saltando en dirección a la bruja.
Y así Inuyasha le cercenó la cabeza y dejó en el suelo el cadáver de la bruja, el cual se volvió polvo en cuestión de segundos, dejando solo su ropa en el piso. Puso todo el dinero en su delantal, se lo colgó de la espalda como un hato, guardó también el yesquero y se encaminó directamente al pueblo. Era una población magnífica, y puesto que estaba literalmente escurriendo de dinero entró en la mejor de sus posadas.
-como lo escucha- le decía al encargado de la recepción.
-quero la mejor habitación, porque seguro tiene una enorme bañera – en ese momento una pulga le pico y comenzó a rascarse tras las orejas. Dejando al encargado con una mirada de repugnancia ¡¿Qué se creía ese mestizo para venir a hacer exigencias a su posada?!
-no tiene idea hace cuanto no he podido bañarme- sonrió volviendo a acomodarse la gorra en la cabeza.
-créame que me hago una idea señor-gruño el empleado frunciendo la nariz.
-¡oh! Y también quiero una gran cena, con filetes, jamón, huevos, mantequilla, ¡de todo!- exclamo, su boca haciéndose agua con solo imaginarse los platillos.
-¿y se puede saber cómo un em… hombre como usted planea pagar todo eso?- dijo escéptico el encargado, dudando que un soldado raso, y aún más siendo mestizo pudiera pagar por tantas atenciones. Inuyasha solo inflo el pecho con pose orgullosa y dejo caer su mochila llena de monedas.
-¡OH DIOS!- grito el encargado viendo todo aquel dinero.
-perdóneme señor, ¡enseguida le atenderemos!- Inuyasha fue conducido a una habitación lujosa, se dio un magnifico baño y luego comió todo lo que quiso hasta reventar. Luego se tumbó en la cama más suave que había sentido jamás.
- sí señor, creo que me va a gustar esto de ser rico – rio estirándose, por fin la suerte se ponía de su lado.
El criado que recibió orden de limpiarle las botas se le ocurrió que eran muy viejas para tan rico caballero; pero es que no se había comprado aún unas nuevas. Al día siguiente adquirió unas botas como Dios manda y trajes elegantes. Y ahí tienen al soldado mestizo convertido en un gran señor. Y admirado por varios y envidiado por más.
Continuara…
