Primavera

Tenshira

Caminaba sin prisas, para él llegar a la práctica no era una prioridad pues estaba sesenta minutos más temprano. El sendero que lo dirigiría al gimnasio estaba atiborrado, en toda su extensión sólo habían flores de cerezo. Pensó que era una escena espantosa y que el establecimiento no estaba exigiendo lo suficiente al personal de limpieza. Se abrió paso entre el rosa, pisando sin reparo alguno lo que para otros compatriotas era lo mejor que traía la primavera japonesa. Se detuvo a observar el cielo, unos pájaros irreconocibles por la distancia batían sus alas con singular calma. Recordó cuál era su objetivo y por qué reparar en cosas triviales no valía la pena y siguió su andar.

—Qué malgenio, eh —la voz sonaba detrás de su espalda, lamentablemente para él, fácil de distinguir. Era su superior. Tan molesto como siempre. Se giró a encararlo y quedó en silencio.

Satori Tendou estaba inclinado recogiendo las flores del camino, las suficientes como para tener una montaña hecha con ellas. Se las arrojó encima. Se retractó de pensar que se veía tierno, lo odiaba.

—¿Puede dejar de molestar?

El chico se le rió en la cara, cómo lo odiaba. Continuó con su tarea de recoger mientras él se dispuso a marchar de nuevo. Pero le llamó.

—Te ves como si te hiciera falta divertirte un poco —mencionó, un tono de voz que denotaba burla. En verdad lo odiaba.

—Debemos practicar ¿no era eso lo que acordamos? —cuestionó, molesto.

El mayor se irguió en toda su altura, si Kenjiro no estuviese acostumbrado le daría miedo. Se acercó a él, habiendo dejado su tarea de lado. Sonreía, y maldición que cuando sonreía no estaba nada bien.

—Aquí —advirtió, sus manos sobre su cabeza, rozando su cabello. Era una flor de cerezo, se encargó de quitarla por él, y por un momento pensó que no lo odiaba tanto—. Y sabes que no venimos sólo a practicar ¿o hace falta recordarte que somos... pareja? —terminó la oración colocando la flor a la altura de su oreja—. Y tú dijiste que querías tiempo de calidad conmigo —concluyó, mientras empezaba a reírse y adelantarse al gimnasio. En verdad lo odiaba.