Espero que os guste el primer capi :))))))
El día en que encontró a Lyanna no hubo luna. Esa noche, después de haber salido de la torre, luego de un día tan horrible y a la vez abrumador, había estado tan oscuro como boca de lobo (una ironía que no le había parecido graciosa). Se acordaba porque había asomado la cabeza por la ventana, pensativo, mientras oía el lloro de un niño en el fondo.
No había estado tan negro como en un momento creyó. Primero observo el cielo y le pareció que no había habido ninguna luz, como una habitación sin ventanas, sin embargo, de repente, su vista se aclaró, como si se le hubieses puesto un velo en ella y miles de velas se habían encendido en el cuarto, iluminando tanto como la luna faltante, y las estrellas se habían hecho presentes.
Incontables, innumerables… Una estrella fugaz había roto el cielo y el llanto del bebé, repentinamente se silenció. No le había tomado realmente ninguna importancia, se había olvidado de eso, por completo, hasta años después, cuando se finalizaba una guerra horrible, que había costado miles de vidas solo por la ambición de un hombre.
Entonces, sin razón alguna, volvió a recordarlo todo, otra noche sin luna, como si estuviese allí en ese momento y los sollozos del niños se hacían más fuertes. Por instinto, subió la cabeza, contemplando el cielo y vio la misma señal que tiempo atrás, una estrella efímera, cruzando la negrura.
Pocos días después le llegó un cuervo con una carta, anunciando la mejor noticia desde hacía tiempo. Su esposa, Catelyn, había tenido otro niño, una segunda hija. Fue escueto, sin sentimientos de ningún tipo, solo le informó de lo sucedido, pero no pudo alegrarle más.
Y así paso los días, intentando apresurar el final de la guerra para poder estar en casa con su familia, esperando fervientemente no morir, para que el nuevo bebé no se quedase sin conocer nada de su padre y que a sus otros hijos no se les olvidase con el paso del tiempo su recuerdo. Y, también, tuvo que obligarse a no dejar que lo matasen porque el destino de un niño dependía de él, no podía dejar que la ira de su esposa por la existencia de Jon le arruinase la vida. Ya podía verlo vagando, sin poder hacer nada, alrededor de Invernalia y muriendo de frió o hambre o las dos cosas.
Terminó la última batalla poco después de eso y se dirigió en seguida a su hogar entre las celebraciones de los demás y las despedidas.
Pareció que el viaje fue un soplo de aire, porque en seguida estuvo allí, a las puertas de su casa, recibido en los brazos de su mujer y con los besos de sus hijos.
– ¿Dónde está Jon? – fue lo primero que pregunto luego de las bienvenidas fogosas y vio a Cat fruncir el ceño profundamente.
– Él está dentro – dijo a regañadientes. Nunca se había referido a Jon por su nombre, no desde que lo conoció. Se abstuvo de comentar nada más.
– ¿Y el bebé?
Eso pareció hacerla mucho más feliz y una sonrisa se encontró remplazando su expresión furiosa.
– Arya duerme en su cuarto – le informó contenta, aunque una nota de preocupación se instaló en ella –. No para de llorar, sin embargo, y eso me tiene muy preocupada. Pocas veces se calma.
Él también se inquietó por eso, pero lo dejó para después, centrándose primero en la bienvenida de una parte de su familia, acunando a su pequeña niña dulce, Sansa, y a Robb, un niño muy feliz de estar por fin en los brazos de su padre nuevamente.
Hubo una pequeña fiesta en su honor y todos los hombres del norte que se habían ido con él.
Antes de eso instaló a su nuevo huésped en su casa, Theon Greyjoy, quien no creía que pudiese celebrar mucho en esa fiesta.
Y al finalizar fue mucho mejor recibido en los brazos de su esposa, cuando ya todo el castillo estaba en silencio y descansando. Catelyn se durmió poco después, sin embargo, él se mantuvo despierto, tenía que visitar a dos personas más antes de que pudiese conciliar el sueño.
Se envolvió en sus ropas y salió del cuarto, dirigiéndose por los pasillos entretejidos de Invernalia.
Fue directo a una puerta cerrada, donde sabía que se encontraba Jon y abrió la puerta, sabiendo de antemano que ya estaría dormido.
Así se lo encontró, en su cama pequeña, acostado entre las sabanas y pieles, aunque ya no hiciese tanto frió, pues era por fin verano. Estaba soñando con una expresión preocupada y supuso que tenía una pesadilla, porque también se movía mucho.
No sabía cómo, pero un instante después, estaba sacudiéndolo y dispuesto a despertarlo, para que dejase de retorcerse. Y lo había conseguido rápidamente, saltó lejos de él, asustado y respirando con agitación, hasta que no un minuto después lo tenía agarrándose de su cuello como si su vida dependiese de ello (lo que no estaba muy lejos de la realidad, por desgracia).
– ¡Padre, volviste! – Exclamó con su voz infantil, apretándose con más fuerza contra él, aunque poco después se alejó más rápido que si hubiese estado ardiendo –. Yo lo siento, señor… – bajó al cabeza apesadumbrado.
Ned se confundió de su comportamiento, pero no tanto como le hubiese gustado, sabíendo lo que le habían deparado todos esos meses a cargo de Cat, su dulce y querida Car, que, por desgracia, dejaba que el rencor a una persona inocente la cegara.
Suspiró apesadumbrado y se dispuso a consolar a un niño que había sido tratado con puro despreció durante mucho tiempo, arrepintiéndose de dejarlo en disposición de Catelyn, pero sin más remedio.
Termino su conversación completamente herido y enojado por las cosas que el pequeño niño pensaba de sí mismo y aún más con lo que dijo a continuación.
– ¿Puedo ver a Arya? – preguntó sin mucha convicción – No la he visto desde que nació.
No parecía del todo dispuesto a conocerla, se dio cuanta rápidamente Ned, aunque tampoco parecía odiar la idea de hacerlo.
– ¿Qué te parece si mañana te llevo a verla? – sonrió alentadoramente, queriendo que él decidieses y pareció funcionar, porque asintió un poco indeciso, pero lo hizo – Bueno, ahora descansa y en el desayuno ve directo al salón. Mañana comerás con nosotros.
Quizás no debió expresarlo así, porque parecía estar excluyéndole de algún lado, aunque ya era demasiado tarde y dejó que se volviese a dormir, cerrando la puerta tras él.
No había insistido en que él acudiese para no provocar mala sangre en la fiesta, pero parecía que debería arreglar bastantes cosas, porque nadie parecía que estuviese dispuesto a proteger a Jon.
Sin embargo, de eso se encargaría al día siguiente, porque Ned quería conocer a alguien más. Y no perdió tiempo para llegar a la habitación que ocupaba el nuevo miembro de su familia.
El cuarto estaba oscuro, menos por unas cuantas velas que se esparcían por las paredes, dejando el centro, donde estaba el bebé, en penumbra. Cogió una de ellas y se acercó a la cuna de madera, para poder ver el rostro de su hija.
Se sorprendió mucho que lo que le recibiese allí fuesen dos ojos abiertos, grises.
De lo primero que se dio cuenta era de que Arya era un calco de todos los rasgos del norte, pero era abrumador el parecido, solo siendo un bebé, que tenía con su familia muerta y no tan muerta.
Ella era igual que Brandon, tenía un notable parecido a Benjen y le recordaba a su padre, pero, sobre todo, por encima de todos ellos, ella y su hermana eran como dos gotas de agua. Y, al mirar sus dos ojos abiertos, ellos se posaron en él (de donde la luz y los movimientos provenían) vio allí la inocencia infantil, la que fue sustituida, con rapidez, por algo que ni si quiera se había planteado ver en ninguna criatura recién nacida o, por lo menos, tan pequeña como ella, aunque no supo identificarlo.
Tan perturbado estaba por su mirada, la que ostentaba una inteligencia que le faltaba a niños de su edad, que no supo cuánto tiempo estuvo contemplándola. Pero no solo la observo por eso, la miró, también, en buena parte, porque le parecido estar delante de su hermana fallecida, contemplando un retrato vivo de Lyanna.
Ella era exactamente lo mismo que Lya al nacer, igual hasta en la mínima parte de su cuerpo. Él la había tenido en brazos tantas veces y, aunque antes hubiese estado borroso, la bruma y el polvo de esos recuerdos se quitaron. Ya no le parecía que hubiesen transcurrido siglos desde entonces, sino solo unas horas, unos segundos, unos minutos… ni si quiera lo tenía claro, pero, desde luego, no eran años lo que lo separaban de allí.
Y se quedó prendado de ella. Esa niña que había tenido, la que estaba delante de él, era más del norte que los hijos que había tenido y los que tendría, más incluso que Jon, a quien una mitad nunca pertenecería al hielo. Y lo sabía con una simple mirada.
No se acordaba de lo que pasó después, casi juro que se quedó allí toda la noche, contemplándola de la misma manera que ella lo estaba haciendo, sin embargo, el letargo se fue con una pequeña sonrisa que apareció en los labios de su hija.
Así pues, le devolvió la sonrisa, más feliz de lo que lo había estado en mucho tiempo y alargó la mano tocando su cara pequeña. Arya le agarró a su vez, casi en seguida, uno de sus dedos, con una fuerza nula, pero igualmente fuerte para un bebé y Eddard se encontró riéndose del simple hecho de estar allí con ella.
La quería desde el mismo segundo en que la vio, como a todos sus hijos, pero como si lo hubiese hecho desde hace mucho tiempo.
Se pasó allí un rato, disfrutando de la pequeña criatura que gracias a una parte de él había sido capaz de llegar al mundo y luego, cuando la observó bostezar, le acarició una vez más y la dejó descansar.
Esa noche se fue a dormir sonriendo, contento de estar de vuelta con su familia, una que se había extendido para dar cabida a un miembro más.
Al día siguiente, después de un desayuno terriblemente tensó, algo de lo que su dulce Sansa y su pequeño hijo Robb no notaron, intentó apartar a Jon de Cat cuidados y sin incurrir en la ira de su esposa por la atención que le daba al niño, una que en palabras de Catelyn era "demasiado buena para un simple bastardo".
Comprendía como debía de sentirse ella, lo sabía, que era una mancha en su matrimonio, pero él jamás dejaría a Jon, se lo debía a su honor y al amor que profesó una vez por la madre del niño.
Rápido en quitarlo de la mirada rabiosa de los ojos de su mujer, se dirigió con él a donde le había prometido, sabíendo que allí se encontraría Arya, pues la matrona no debía de haberla sacado de allí con el tiempo tan horrible que hacia fuera, para ser verano.
Desde esa mañana había nevado con fuerza, más que una ligera helada de verano. Se sabía que allí en el norte no siempre hacía buen tiempo y, aunque no como en invierno, también había unos días muy fríos, que en cualquier parte del sur lo calificarían como uno de los temporales más horribles de invierno, aunque a Ned, en su opinión, le pareciese bastante exagerado.
Hizo su camino al lado de una ventana, confirmando el tiempo y viendo la blancura absoluta, parecía que no habría tampoco una escapada fuera para sus niños, aunque a Sansa no le importaría demasiado, porque aún era demasiado pequeña para salir sola a su antojo al exterior y supuso que Robb y Jon podrían jugar dentro, sin hacer mucho ruido, para que Cat no se diese cuenta o pudiese hacer un poco de oídos sordos.
Debido a la nevada los pasillos tenían unos tonos muy fríos de colores, sin embargo, gracias a las aguas termales que se conducían por debajo de Invernalia y sus paredes, estas estaban templadas.
Su hilo de pensamientos fue cortado por unos ruidos fuertes y continuos que se hacían más evidentes conforme Eddard seguía adelante y que reconocería en cualquier lado. El llanto de un bebé.
Se apresuró a coger la mano de Jon con más fuerza (que había sostenido desde que salió del gran salón), para darse más prisa hacía las estancia de la niña.
Al abrir las puertas y entrar se dio cuenta de que nadie estaba allí, probablemente porque había salido un momento para hacer cualquier otra cosa, ya que Cat le había informado de que una matrona se encontraba allí la mayor parte del tiempo.
La habitación que por fin pudo ver bien iluminada, tenía unos cuantos muebles, todos en perfecto orden, alrededor de la cuna de madera clara (la cual, se acordaba Ned, era la misma que habían utilizado para Sansa), todos ellos siendo armarios o cómodas, con una mesa y un par de sillas, para sentarse en las largas horas que tendría de sueño la criatura.
Allí, en el centro, removiéndose sin parar, se situaba su hija, a la que la cara se le había puesto roja, por el esfuerzo de llorar.
Tuvo que tirar un poco de Jon, que se había quedado más quieto que una estatua en la entrada, pero cuando estuvo al lado del bebé, soltó a su hijo y se adelantó para coger a la niña, que pareció parar un poco su llanto por el bien de abrir los ojos y ver quien la sostenía.
Gradualmente sus sollozos se hicieron más suaves, como si fuera magia, aunque Eddard no eran un partidario crédulo de creer en ella, y se quedó contemplándole otra vez, como la noche anterior, aun soltando alguna lágrima de vez en cuando.
Fue entonces cuando se acordó otra vez de porque había ido allí, principalmente.
Se volvió a su niño y se arrodillo delante de él, con una sonrisa tranquilizadora, al ver que él estaba decidiendo si huir o no de allí y bajo sus brazos para que tuviese una mejor perspectiva, desde que su altura era considerablemente baja para un hombre adulto.
Su hija aún lo miraba fijamente, pero la atención del otro niño se había pegado a la cara de su nueva hermana.
– Jon, está es Arya – dijo, con una clara nota orgullosa en ella.
De repente, los ojos de la niña giraron hacía el otro lado, como si entendiese lo que estaba diciendo Ned y se clavaron con intensidad en Jon.
El lloró paró en seco, lo que llamó la atención del niño y le hizo mirar a su hermana. Eddard se quedó mirando la reacción de Jon, quien amplió los ojos cuando vio al bebé.
– Se parece a mí – y era verdad, los dos habían sacado sus facciones del norte, pelo castaño, ojos grises y tez pálida, los dos eran iguales, como ovejas negras entre tanto niño pelirrojo.
Esa afirmación estuvo a punto de sacar una carcajada de Ned, una que quedo muerta en su garganta cuando oyó la risa de su propia hija, que había sustituido al llanto fuerte que no hacía un minuto había estado allí.
Los ojos de Jon eran como platos para ese momento y un leve destello de admiración fue creciendo en él, sin embargo, Eddard no pudo ver nada más, porque, para ese entonces, ya estaba bajando la mirada hacia su hija, que no paraba de reír, con una voz infantil preciosa.
Sus mejillas se habían coloreado rosa de puro placer, no rojo, como cuando había estado llorando, y una de sus manos se estiraba hacía Jon, como si lo quisiese agarrar.
Fue entonces cuando tuvo consciencia de algo. No estaba seguro de cómo, pero sabía que era la primera vez que se había reído desde que nació.
En el próximo capítulo habrán pasado unos pocos años (Probablemente) :3
