Disclaimer: todos los personajes pertenecen a J.K. Rowling.

Capítulo 1: Infidelidad

Entré a la enfermería y le dije a Madam Pomfrey los síntomas que tenía desde hace varias semanas.

—Srta. Parkinson, —dijo ella con una expresión sombría, luego de que yo terminara de hablar— estos síntomas que usted me describe son inconfundiblemente de embarazo.

Yo me quedé en silencio varios segundos, sentándome sobre la camilla vacía más cercana mientras susurraba:— Es justo lo que pensé.

Madam Pomfrey me miró con la pena reflejada en sus facciones.

—No se atreva a mirarme así —dije furiosa, saliendo de mi aturdimiento. Me paré de la camilla y salí de la enfermería.

Corrí por los pasillos desiertos de Hogwarts hacia las mazmorras. Entré a la Sala Común de Slytherin y busqué a Draco con la mirada. Él no estaba allí. Subí las escaleras hacia las habitaciones de los chicos. Cuando llegué a la habitación de Draco golpeé la puerta tres veces. Escuché ruido dentro de la habitación. Volví a tocar la puerta, ésta vez con mayor insistencia.

—¡Ya voy! —dijo la voz de Draco desde el interior de la habitación. Varios segundos después Draco salió de la habitación con la camisa desabotonada y el pelo revuelto y cerró la puerta tras de sí.

—Necesito hablarte sobre algo muy importante, pero no podemos hablar aquí — le dije abriendo la puerta.

—¡No! —dijo Draco intentando detenerme.

Entonces alguien gritó en el interior de las habitación mientras yo entraba. Al principio pensé que habían sido sus compañeros de habitación pero luego me di cuenta que ese grito definitivamente provenía de una mujer. Yo me quedé paralizada en el marco de la puerta. Me giré hacia Draco que se cubría la cara con una mano y luego volví a mirar a la chica semidesnuda acostada sobre su cama, cubriéndose con las sábanas. Yo me giré una vez más hacia Draco. Una ola de calor recorrió todo mi cuerpo mientras mi corazón latía fuerte y rápido. Saqué mi varita sin pensar y apunté hacia Draco pero él me la arrebató de las manos antes de que pudiera hacer nada.

—Lo lamento —me dijo, pero no se escuchó real. Él estaba ahí parado, diciendo aquellas palabras y probablemente esperando que me arrojara en sus brazos a pesar de que había una mujer en su cama. Yo levanté la mano y lo golpeé en la nariz con el puño fuertemente cerrado.

—Yo también lo lamento —le dije mientras le arrebataba mi varita de sus manos y salía de la habitación, dejándo a un idiota sangrando por la nariz y una cualquiera acostada sobre su cama.