CAPITULO 1.

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"ENAMORADA"

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El invierno se internaba en el valle de Wiltshire, donde radicaba Candice junto a sus padres y hermano menor, pero a ella eso no le importaba, estaba feliz recorriendo los campos amplios y verdes que brindaban una hermosa vista a las colinas, la felicidad la embargaba a cada momento, se sentía plena y dichosa, sujeta a la mano de Anthony, su novio, nada más podía importarle, ahí estaba él junto a ella, sonriendo de la misma forma, corriendo unos tras otros, en un juego que era tan divertido, mucho más cuando caían al césped y tumbados sobre él se miraban a los ojos para terminar inmersos en un tierno beso.

- Te amo Candy, no sabes cuánto te quiero – le sonreía Anthony.

- Yo también Anthony, también te quiero mucho, pero tengo miedo, miedo a lo que pueda suceder más adelante, aun no has hablado con mi padre y no quisiera demorar más, esta espera de poder estar juntos y casarnos se me hace eterna – añadió la rubia, sentándose sobre la verde alfombra natural que les brindaba la naturaleza.

- Si amor, ya te dije que iré y hablaré con tu padre, es solo que siempre que he intentado hacerlo, algo se interpone en mi camino, ¿recuerdas la última ocasión?, en que alguien antes que yo, llego a visitarle – añadió Anthony cabizbajo.

- Si tienes razón, pero, ya no será así, te aseguro que la próxima visita que realices, se llevara a cabo, mi papá hablara contigo y podrás pedirle mi mano, de ese modo no tendremos que ocultarnos más como lo hacemos, me podrás visitar seguido en casa – le sonrió la rubia y él le correspondió.

- Claro, espero que eso suceda pronto, porque muero en que ya seas mi esposa – índico él.

Los enamorados volvieron a tumbarse sobre el césped, dándose dulces besos, ellos ni siquiera imaginaban lo que ocurría en la mansión de los White, en donde la señora White, se había dado cuenta de que sus ingresos ya no eran los mismos de antes, la debacle económica comenzaba a enraizarse en ellos, las deudas aumentaban y su marido no dejaba la manía de apostador que tenía.

- ¿Te has dado cuenta Christopher?, ¡debemos muchas libras gracias a ti!, ¡eres de lo peor!, solo te la pasas apostando y tomando en el bar, ni siquiera te importa tu familia – replico Nicole White con enfado.

- Ya vas a empezar – respondió él, comenzando a tomar una copa de licor que traía en sus manos.

- ¡no voy a empezar!, deja de decir lo mismo de siempre y ¡haz algo por dios!, ¿o pretendes que tu familia se quede en la ruina? ¡que acabemos con todo nuestro patrimonio y la gente se burle de nosotros! ¿eso es lo que quieres acaso? – señalo Nicole, poniéndosele de frente a su esposo.

- Queda aún por hipotecar la casa, si lo hacemos nos podrán dar un dinero suficiente para cubrir algunas deudas – respondió su esposo con tranquilidad.

- ¡¿Qué?! ¿hipotecar la casa? ¡eso jamás!, la gente se enterará y comenzarán las especulaciones, si es que no ya las hay, que estoy mil por ciento segura que así debe ser, no puedo creer que estés tan tranquilo, no, simplemente es increíble, pero como siempre, yo veré que hacer, ¡eso júralo Christopher, pero mi familia nunca se irá a la ruina, nunca!


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Mientras discutían su hermosa hija, iba llegando con el rostro sonriente, entrando desconcertada al despacho de su padre, al notar que su madre había salido furiosa de ahí.

- ¿sucedió algo papá? – cuestionó Candy a su padre.

- No hija, tú no te preocupes, es tu madre que todo lo exagera – indico el señor White, meneando su copa, misma que Candice le impidió tomar.

- ¡Papá!, deberías dejar de tomar, no está bien que lo hagas, seguramente por eso mi mamá se enfada – replico la rubia, desconociendo la situación por la que atravesaban.


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Como todos los fines de semana, la señora White luego de asistir a misa, llegaba a reunirse con una de sus amigas más allegadas, misma en la que confiaba de manera plena, su nombre, Marquesa Rachel Coleman, quien usualmente estaba enterada siempre de los pormenores de su localidad, mucho más de la realeza, que era su círculo social.

- Entonces ¿Qué me dices de tu hija, ya lograrán desposarla? – cuestionó Rachel con interés, mientras compartían una mañana de café, en una cafetería frente al parque principal.

- No, Candy, es muy renuente en ese aspecto, se niega a aceptar el cortejo del Conde de Wellington, alega que no le interesa, está empeñada en esa tonta idea del amor, que me parece absurda, pero en fin, creo que lo consentida que la tiene su padre se lo quitare pronto, ella no puede seguir así, arruinará su vida, solo de imaginar que puede enamorarse de un don nadie, me produce escalofríos ¿te imaginas?

- No pues, estoy sumamente de acuerdo contigo, es un hecho que si no te apresuras a desposarla, algún oportunista podría seducirla y siendo una chica ilusionada con el amor como dices, cualquiera que le hable bonito, no dudará en aceptar, ¿pero sabes?, el Conde de Wellington, es un hombre muy viejo para ella, es un anciano de setenta años, si bien es cierto que es millonario, pero tu hija es una doncella y a lo mejor exista un hombre más joven para ella – añadió Rachel.

- Si lo sé, pero nadie igual de poderoso que el duque, además él ya se ofreció a cortejarla, al menos dio el primer paso, solo que ella aun no le acepta, pero yo me encargaré de que así sea, mucho más ahora – indico Nicole, mirando a un punto fijo.

- ¿Por qué lo dices Nicole?

- Ah no por nada en especial, solo me refería a la edad, Candice está ya en la edad de hacerlo y si se pasa más tiempo, podría ser una solterona toda su vida y no queremos que eso suceda, a su edad yo ya hasta estaba esperando a Nicolás – respondió Nicole, evadiendo el cuestionamiento de su amiga, ya que no deseaba que se enterara nadie de su lamentable situación económica.

- Si, en eso estoy de acuerdo, pero ahora que recuerdo, sé de alguien que acaba de arribar a la ciudad, es un joven heredero, me parece que se llama…- dijo Rachel intentando recordar y Nicole le miró con interés - ¡Terrence Grandchester!, si ese es su nombre, al parecer es proveniente de Londres, es un joven muy apuesto, le conocí la otra vez en casa del Marques Robinson, ese día casualmente llego a presentarse con él, al parecer a comprarle algunas tierras, ese joven anda haciendo negocios aquí, comprando y aceptando hipotecas. Desde luego que al darme cuenta de su rimbombante apellido, decidí cuestionar al respecto y la esposa del marques me indicó que era nuevo en la ciudad, que su padre había fallecido, dejándolo por completo dueño de todo, incluso de su título nobiliario, al ser su primogénito y único hijo.

Los ojos de Nicole White, brillaron al escuchar todo lo que Rachel le había informado acerca de ese nuevo hombre que aparecía en el pueblo, lucía tan atractivo para su hija, que ella no dudo ni un segundo en pensar invitarlo a cenar en su casa, con la excusa de darle la bienvenida al lugar, ya que ellos eran nobles al igual que él, deseaba hacerlo sentir en confianza, pero con la intención de que mostrará algún interés en su bella y joven hija.


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En la mansión Grandchester, el recién mudado, se encontraba a punto de leer un informe acerca de la nueva adquisición de bienes en ese pueblo, sin embargo de pronto alguien llego a interrumpirlo, era una de sus mucamas, Annie Britter.

- Buenas tardes señor Grandchester, ha recibido una correspondencia – exclamo la chica, dándole en sus manos al apuesto joven un sobre.

- Gracias señorita, puede retirarse – le indicó a Annie y ella solo le sonrió siguiendo su camino.

- ¿Quién será? – exclamo para sí mismo Terry, abriendo el sobre.

Buen día Duque de Grandchester, me apena un poco enviarle esta correspondencia, pero quisiera que usted comenzará a sentirse como en su hogar, recibiendo una calurosa bienvenida de nuestra parte, en nombre de la familia del Conde White y de él mismo, estaremos gustosos de que acepte nuestro ofrecimiento a cenar hoy en nuestra residencia alrededor de las seis de la tarde, la ubicación exacta del domicilio, se la he dejado escrita detrás del sobre.

Que este bien, esperamos confirme su asistencia. Gracias.

- ¿una invitación? – pensó Terry – quizás debe ser de esa gente que intenta quedar bien conmigo al considerarme heredero de una gran fortuna, ¡bah! No creo ir, para nada estoy interesado en superficialidades.

Al decirlo Terrence, partió en dos el papel y lo tiro al bote de basura, a él lo que menos le agradaba era que las personas fueran tan superficiales, si bien era cierto que él formaba parte de esa gente de la nobleza, no se consideraba como tal, era un hombre generoso y humilde, empático con sus empleados y las personas a su alrededor, luchador de los derechos en contra de la monarquía, hecho que sus compatriotas desconocían de él.

Entretanto recibía una visita a su hogar, quien le visitaba era un buen amigo suyo, Albert Ardley, un chico que conocía de hace muchos años, el cual al igual que él, compartía los mismos intereses que él.

- Hola ¿Qué tal?, que alegría me da verte – le sonrió Terry al recién llegado.

- Hola Terry, que agradable saber de ti de nuevo, pensé que ya no te mudarías a este lugar, por lo regular tu nunca has salido de la ciudad, Londres era tu vida – le dijo Albert.

- Si lo sé, pero eso cambio, luego de la muerte de mi padre pues supe que mi vida debía cambiar, necesitaba aire fresco y que mejor cerca de estas hermosas colinas ¿no lo crees? – apuntó observando el hermoso panorama que se apreciaba fuera del gran ventanal que tenía en el recibidor principal.

- Sí, eso ni dudarlo es hermoso, bueno en fin, creo que igual es tiempo de que sientes cabeza y busques una esposa, aunque en este lugar no creo que haya muchas – exclamo Albert.

- Quien sabe, pero ahora mismo no pienso en eso, primero debo reunir las tierras necesarias, así como propiedades, quiero que nuestro plan se lleve a cabo pronto, necesito ayudar lo más que se pueda a la gente que lo necesita, liberarlos de esos que los oprimen manteniéndolos como esclavos, dándoles un empleo digno, donde puedan sacar adelante a sus familia de una manera honesta y humanitaria, no me gusta tener todo para mí, tengo demasiado, es justo que lo comparta y que mejor, que ayudando a quien realmente lo vale ¿no lo crees? – cuestiono a su amigo.

- Te entiendo, pero ese afán tuyo de actuar como un defensor de derechos, puede meterte en problemas, vivimos en una monarquía aunque no lo queramos reconocer, ojala y nuestra libertad llegue pronto, pero mientras debemos aceptar lo que tenemos, no queda de otra – respondió Albert.

- Pues sí, de eso no tengo duda, aunque no puedo estar cruzado de brazos, ¿sabes?, hablando de superficialidades que tanto odio, acabo de romper un papel que me hicieron llegar una familia muy influyente de este lugar – indico Terry.

- ¿así? ¿y que querían?

- Pues según parece quieren que vaya a cenar a su casa, dice que quieren darme la bienvenida, pero yo no quiero ir, estoy seguro que son esos típicos nobles, que solo te buscan por interés, te sonríen porque saben lo que eres…

- Sí, pero me apena decirte que eres uno de ellos….

¡no como ellos!, tengo un título nobiliario que mi padre me heredo, pero eso no quiere decir que actué acorde a lo que esperan de mí, eso no es así…

- Yo digo que deberías ir, no creo que tenga nada de malo, a lo mejor algo haya de bueno en eso, anda ¡asiste!, no pierdes nada – le sugirió Albert y Terrence solo mostro seriedad.

Terrence se quedó dudoso, de si en verdad lo mejor era asistir a esa cena, la convivencia con gente de la nobleza, no le agradaba del todo, pero tal y como lo decía Albert, él era uno de ellos y no le quedaba más remedio que actuar como lo que se esperaba, aunque dijera lo contrario.


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En la residencia White, Candy se preparaba de igual forma, pero para el día siguiente, se mantenía anhelante de que Anthony, fuese a pedir su mano, y ya habían acordado que lo haría, así que ella solo podía soñar con ese momento de llegar al altar a su lado, pero justo cuando se mantenía en sus ensoñaciones tumbada sobre su cama imaginándose su vida con el hombre que quería, su madre irrumpió en su habitación.

- ¡Candy!, necesito que te arregles – le dijo su mamá.

- ¿arreglarme? ¿Por qué? ¿iremos a algún lugar? – cuestiono ella.

- No, solo cenaremos – añadió Nicole – pero recibiremos a un invitado muy especial, así que debes vestirte con el mejor atuendo que tengas.

- ¿mejor atuendo?, no comprendo mamá, si solo es una cena, ¿Por qué habría de arreglarme tanto?

- ¡Que lo hagas te digo!, esta no será una simple cena, cuando termines te espero en el comedor, mandaré a Pony que te ayude – le indicó y ella se quedó pasmada y confusa.

Al poco rato la señorita Pony llego a la habitación;

- Mi niña Candy, su madre me mando a ayudarla a arreglarse, dice que recibirán una visita muy importante ¿es verdad? – cuestionó.

- Pues no lo sé nana, yo estoy igual de sorprendida, mi madre dice que es una cena muy especial, pero no entiendo que pudiera ser tan especial, como para que tenga que lucir tan bien arreglada, pero ¡bah!, no importa, nada opacará mi felicidad – señalo la rubia con una gran sonrisa.

- ¿y eso por qué? – cuestiono Pony con interés mientras sacaba un hermoso vestido abombado en tono salmón, del armario de Candice.

- Pues es que mañana al fin Anthony podrá hablar con mi padre, él vendrá a pedir mi mano, ¿no es maravilloso nana?, ¡me siento tan feliz!, es lo mejor que me ha pasado en la vida, lo quiero tanto – replico la rubia entusiasmada.

- Si es muy agradable saberlo, ¿pero su madre ya lo sabe? – cuestiono Pony.

- No señorita Pony, pero eso no importa, será una sorpresa, Anthony me había sugerido que le diría primero a mi padre, que tenía la intención de cortejarme, pero yo le dije que mejor le diga la verdad, que nos amamos y que queremos casarnos, seguro mi padre aceptará – sonrió Candy.

- ¿y usted cree que su madre lo haga? – cuestiono Pony intrigada.

- Pues no lo sé, ella siempre ha dicho que quiere que me case, así que con seguridad aceptará que así sea, no creo que se oponga – señalo ella.

Candice estaba tan feliz que ni se imaginaba lo que cruzaba por la mente de su mamá, quien estaba más que dispuesta a desposarla, no con Anthony, sino con un hombre que ella considerara conveniente para su hija, alguien que los liberara de la ruina en la que estaban inmersos y a punto de caer sin remedio.


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La hora de la cena llegó y Terrence aun dudaba si en verdad debía asistir, estaba mirando el reloj que traía en su bolsillo y se percataba de que ya era tiempo de salir de casa, rumbo a ese lugar.

- ¿cenará esta noche señor? – cuestiono su mucama Annie.

- No gracias Annie, hoy iré a una cena que me invitaron, ¿por cierto, tú conoces a la familia del conde White? – cuestiono Terrence con interés.

- Si claro que los conozco, son muy influyentes en este lugar, pero se corren rumores de que el conde está perdiendo su fortuna gracias a sus diversas apuestas en los casinos, pero quien sabe que tanto hay de cierto – dijo Annie encogiéndose de hombros.

- De modo que están en esa situación – pensó Terrence, para responderle a Annie – gracias Annie, te veré por la mañana.

- Claro – respondió ella.

El joven y apuesto caballero Grandchester, se quedó con esa duda sembrada en sus entrañas, deseaba averiguar si era cierto lo que Annie le había informado, de ser así, era muy probable que por eso le mandaran a llamar, con la excusa de darle la bienvenida, al recordarlo de esa forma, sentía un tanto de irritación, pero aun así, como ante todo era un caballero decidió cumplir su promesa y acudir a esa cena, sin esperar lo que encontraría allá.


Hola gracias a todos por sus comentarios, aquí les dejo el primer capítulo de esta historia, ojala y sea bien recibido, mañana a lo mejor suba otro, espero que me puedan dejar sus comentarios al respecto. Que estén bien, gracias.

Nos leemos pronto.

¡Chau!