¡Hola!
Bueno, este es un fic alusivo a Navidad, pero como es usual en mí, fui más allá y armé otro tipo de asunto.
Anécdota chiquita: Este fic lo inicié la madrugada del seis de enero del año pasado, me faltaba la mañana de Navidad (2,440 palabras :U) pero como los Reyes estaban por llegar, no pude acabar y por ende, publicarlo esa mañana.
Esperé todo el año y… ¡aquí está!
¡Espero espero espero espero te guste mucho, y que si lo lees durante la cena porque no quieres hablar con tu familia o convivir :v te haga pasar un buen rato owo !
Muchas gracias por tu lectura, y si es el caso, tu review o favorito *pequeña reverencia* es un honor para mí que mi trabajo te guste n.n
¡Nos leemos en las notas finales!
Pd. Aunque según yo no hay modo de revolverse, lo que:
Está en letra vertical y entre comillas ("") es la narración de Raphael.
Lo en letra vertical pero sin comillas es la plática actual.
Lo en letra cursiva (inclinada) es el flash back que narra lo de la narración de Raphael :B
Es como dos fics es uno xD
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Esta noche
"Fue el día de nuestra primera Navidad.
Bueno, ya antes habíamos celebrado esa fecha y cenábamos algo especial, nos dormíamos tarde viendo películas y el día siguiente era de descanso. No entrenábamos, sólo vagábamos por la alcantarilla como si fueran vacaciones; pero ésa sería la primera Navidad que recibiríamos regalos.
Sensei dijo que por fin había logrado comunicarse con Santa a través de cartas que le dejaba en el tejado de alguna casa lejana y que él, al ver lo buenos niños que éramos, nos traería algo, aunque fuese pequeño."
—¿De verdad hablaste con él Sensei? ¿Y cómo es? ¿Es tan gordo como en las películas?
—Te repito que no pude verlo Miguel Ángel, sólo contestó mi carta y eso fue lo que me respondió —dijo Splinter guardando de nuevo la carta en su sobre.
—¡Sí! —gritaron tres pequeñas tortugas a coro mientras brincoteaban y gritaban de felicidad—. ¡Regalos, regalos!
La vieja rata apretó los labios.
—No se entusiasmen tanto chicos —dijo y los niños se detuvieron casi al instante—. Hay muchos niños en el mundo y Santa debe dejar regalos a cada uno de ellos, además él sólo es una persona, así que sólo deja un regalo.
—Pero si vendrá, ¿cierto Sensei? —preguntó Donnie sujetando fuertemente la mano de Mikey, quién miró unos segundos a su hermano mayor y después miró a su padre, expectante por la respuesta.
—Tú dijiste que era mágico Sensei, ¿no podrá el hacer algún milagro o así para que también alcancemos nosotros? —preguntó Leo retorciéndose los dedos con nerviosismo—. Somos buenos niños, tú lo has dicho muchas veces…
Splinter guardó la carta en el cintillo de su hakama y se hincó para abrazar a sus pequeños hijos.
—Y lo son, pero tienen que entender que son muchos niños y sólo unas pocas horas, además yo no he dicho que no vendrá —dijo y las sonrisas de los pequeños volvieron a iluminarse—. Sólo que les traerá únicamente un juguete, pero el vendrá.
—¡Sí! —gritaron de nuevo las tortuguitas y salieron de los brazos de su padre hacia sus habitaciones—. ¡Tenemos que hacer nuestra carta! ¡Y un dibujo para Santa, y algo de comer, y…!
"Pero yo no me moví. No le pregunté nada a Sensei, ni me acerqué para que me abrazara junto a mis hermanos. Tampoco corrí a mi habitación, sólo me quedé allí escuchando toda la conversación, pensando que de todos yo sería el único en no recibir nada.
No eran pocas las veces que Sensei me regañaba por enojarme con Mikey o contestarle mal a Leo, o hasta por interrumpir a Donnie mientras hacia sus cosas científicas; así que me pareció muy obvio que yo era malo y nada llegaría para mí."
—¿Raphael? —llamó Splinter al ver que sus hijos ya habían regresado de sus habitaciones y ahora se tendían sobre la sala para dibujar, pero no así el segundo más joven—. ¿Tú no irás con tus hermanitos a jugar?
La joven tortuga miró detenidamente a su padre y tras hacer un pequeño puchero le esquivó la mirada.
—¿Estoy castigado recuerdas? no tengo permiso de jugar —respondió fastidiado mientras jugueteaba su pie en el piso.
Esta vez fue Splinter quien le rehuyó la mirada y se acercó lentamente a él.
—Es que tienes que entender Raphael, eso que tú haces… —empezó a decirle en tono tranquilo y hasta cariñoso, pero el pequeño inmediatamente lo miró con miedo y tristeza y Splinter tuvo que detener su andar. Suspiró—. Raphael, no está bien que te salgas a pasear sin permiso, puedes perderte.
—¡No salí a pasear! —rebatió la tortuguita alzando la voz—. ¡Estaba enojado y quería calmarme! —notó que estaba gritando y bajando la mirada apretó los puños—. Perdón por gritarte, con permiso —dijo y se fue a su habitación.
"Recuerdo que entré a mi cuarto y me tiré en la cama, escondiendo mi cabeza bajo la almohada. Pensé que no tenía caso emocionarme con la idea de ese viejo rojo y mágico que si todas las películas que había visto no me mentían, me traería un trozo de carbón o una piedra con lodo y me usaría como ejemplo de lo que no se debe ser. Los niños buenos se reirían de mí y Santa se iría volando en su trineo mientras reía también, agitando la panza mientras su barba se movía de arriba abajo.
También recuerdo que me dieron ganas de llorar porque yo no quería ser malo. El regalo prometido no me importaba tanto, sino el de verdad volverme malo. Ser el villano de la gente buena y acabar en algún calabozo o cárcel, viviendo para siempre castigado por mis malos actos. De nunca poder controlar mi furia y que esta acabara conmigo como ya me había advertido muchas veces Sensei. Pero yo no podía controlarla… e incluso ahora hay veces en que siento que no puedo.
Pero eso tú ya lo sabes, y no sólo porque te lo haya confesado en alguna de esas meditaciones interminables.
Después tocaron la puerta."
—¿Raphael, puedo pasar hijo?
El joven ninja apretó la almohada entre sus manos y se mordió el labio.
—Como quieras.
Splinter abrió lentamente la puerta y lo vio tendido entre las sábanas de su cama. Cruzó la habitación perfectamente bien ordenada y se sentó a su lado.
—Deberías ir a jugar hijo, hoy llega Santa Claus y no querrás que te encuentre despierto cuando llegue esta noche.
—Me quedaré en mi habitación y pensará que estoy dormido —respondió con voz apática y algo apagada por estar su cara cubierta con la almohada—. ¿Además eso que tiene que ver con que vaya a jugar Sensei?
—Que no estarás cansado y en la noche no tendrás sueño, no estarás dormido y él no podrá dejar sus regalos.
Raphael apretó aún más la almohada contra su cabeza.
—¿Así que quieres que me vaya a dormir para que les deje su regalo a mis hermanos? —preguntó mordiéndose el labio.
—Y a ti también Raphael —respondió acariciado tiernamente su plastrón—. Él también tiene uno para ti.
El joven ninja quitó la almohada de su rostro y lo miró. Sus ojos verdes se encontraron con los marrones de su padre y aunque quiso decirle su sentir, no pudo. Sintió que su voz desaparecía de su garganta y sus pensamientos eran vaciados de su mente. No había nada qué pensar, qué decir, qué confesarle. Se obligó a mover los labios pero su voz siguió negándose a aparecer. Estaba mudo, incapaz de liberarse de sus miedos.
—Raphael, ¿Por qué no hablas conmigo? soy tu padre y no estoy enojado, vamos —animó con una palmadita en su brazo al notar su mirada triste y temerosa de nuevo—. Dime qué te pasa.
"No puedo" respondió en silencio mientras le miraba fijamente. Parpadeó un par de veces y dejó que su mirada viajara nerviosa por la habitación para darse valor e intentarlo otra vez, pero sólo su respiración agitada salió de sus labios. "No, no puedo" repitió bajando de la cama y saliendo rápidamente de su habitación "adiós Sensei".
Splinter escuchó la puerta cerrarse con fuerza y acarició con lentitud su ya larga barba. ¿Qué hacer con su pequeño hijo? Tanta furia, tanto enojo en su joven alma y sólo tenía seis años. Recordó a sus hijos que pintaban alegremente en la sala. Ellos no eran ni por asomo así. Claro que tenían su carácter pero nada tan impetuoso como Raphael. Además esa mirada… sus ojos verdes siempre lo miraban con miedo, expectantes a que un nuevo regaño llegara; incluso el día de la mutación su mirada hacía él fue así: enojada y desafiante, pero ocultando su miedo a que en cualquier momento le hiciera daño.
Suspiró y se dirigió con lentitud al dojo. Mientras entraba revisó que ninguno de sus hijos le siguiera y atrancó la puerta por dentro. Entró a su habitación e hizo lo mismo, después quitó la sábana que cubría una bolsa negra y la abrió, extendiendo su contenido en pequeños montoncitos.
Dos carritos y un cómic para Leonardo, un soldado y dos carritos para Miguel Ángel, un helicóptero a control remoto para Donatello y dos cómics para Raphael.
Suspiró sintiendo que a pesar de que había estado buscando por semanas y todo estaba prácticamente nuevo, aún seguía siendo muy poco para sus hijos. Que sus muchachos recibieran tan poco para Navidad le dolía profundamente en el alma, que ellos que se portaban tan bien y eran tan buenos recibieran mucho menos que niños egoístas y malcriados no le parecía justo; sin embargo, estaba plenamente consciente de que esa era su situación y que probablemente nunca cambiaría, así que guardó todo de nuevo en la bolsa, la cubrió y salió del dojo.
—Voy a salir un momento chicos, pórtense bien.
—Sí Sensei —respondió animosamente Mikey—. Pero yo no te prometo nada —añadió riendo—. ¿A dónde vas?
—Por unas cosas para la cena, quédense aquí, esta noche hay muchos humanos por todas partes y no quiero que los encuentren.
—Hai Sensei —respondieron al unísono, y allí fue donde Splinter notó la cuarta voz.
—¿Has decidido venir a jugar Raphael?
—Sí, sólo un rato —respondió el niño ya un poco más animado—. Pero no me gusta esa caricatura, así que estoy leyendo —dijo alzando un poco su cómic.
—Pero ya te dije que a mí tampoco me gusta, vamos a jugar tu y yo ¿sí Rapha? —preguntó Donnie bajando las navecitas que había hecho con latas de refresco—. ¿Puede Sensei?
Los cuatro niños lo miraron atentamente y Splinter se lo pensó un momento. Aunque iba en contra de su severidad con los castigos, ya antes le había dicho a Raphael que jugara y ahora no se lo podía negar, pero sobre todo, porque le convenía dejarlos jugando para que no pensaran en ir a buscarlo.
—Sí Donatello.
—Entonces juguemos los cuatro, así será más divertido —dijo Leo apagando el televisor—. Además estoy seguro de que volverán a pasar ese capítulo.
—Seguro que sí Leonardo —dijo acariciándole la cabeza—. No tardo, pórtense bien.
—Hai Sensei —respondió el de azul.
—Adiós hijos míos.
"Creo que salí a jugar por huir de Splinter y así no tener que explicarle nada, pero también tenía ganas de jugar así que la verdad no me costó mucho animarme y ponerme a tono con la loca historia que propuso Mikey para el juego.
La verdad estaba divirtiéndome mucho, era la primera vez en la semana que podía jugar y que mi nave fuera del bando de los buenos fue refrescante, ya que yo usualmente hacía al malo porque según Leo mis diálogos eran "muy geniales" y así la historia se ponía muy interesante. Pero creo que ese cambio fue muy notorio pues el juego pronto se puso aburrido y nos pusimos a hacer otra cosa."
—¿Qué cosa?
—Esferas.
—Aprieta más la bola de papel Mikey, ¡ah! ten más cuidado Miguel, me salpicaste la pierna.
—Lo siento Donnie —dijo el menor sacando la lengua.
—Yo me preocuparía más por el piso, está quedando lleno de pintura y brillitos —señaló Leo mientras observaba el batidillo del suelo.
—Sólo un poco Leo, si limpiamos bien Sensei no tiene por qué enojarse.
—Eso espero…
—Nah, ¿Qué tanto puede hacernos? —preguntó Rapha con un puñetazo amistoso al hombro de su hermano—. Diremos que fue Mikey y no nos dirá nada.
—¡Oye, yo oí eso! —gritó el pequeño ninja inflando las mejillas.
—Lo sé —respondió el otro aplastándole las mejillas y echándose a correr—. ¡A que no me alcanzas!
—¡A que sí! —gritó el otro persiguiéndolo y los dos mayores observaron la escena divertidos mientras continuaban pintando sus esferas.
—Veo que se divierten mucho —dijo una firme pero amable voz y los cuatro chiquillos voltearon hacia ella al reconocerla de inmediato.
—¡Sensei! —gritó Mikey parando de correr y agachándose para tomar una de sus esferas—. ¡Mira lo que hice, mira lo que hice!, ¿es bonita no?
—Vaya que sí Miguel Ángel —respondió mirando las diversas líneas perpendiculares y las estrellitas doradas que la decoraban—. ¿La hiciste tú sólo?
—Sí, yo la pinté solito —añadió muy orgulloso.
—Es muy linda hijo.
—¡Mira las mías Sensei! —gritó Leo tomando la que acababa de pintar y yendo con su padre.
—¡Y las mías! —gritó Donnie tomando las suyas.
—¡También las mías Sensei! —dijo Raphael y pronto Splinter se vio rodeado de decenas de esferas de papel.
Doradas, verdes, rosas, amarillas, con líneas, pinos verdes, regalos rectangulares, muñecos de nieve, gelatinas con forma de animalitos, con brillitos multicolores y hasta con grandes edificios de bufanda roja; todas las esferas hechas por sus hijos eran muy hermosas, y algo irregulares en la forma.
—¿Son bonitas no?
—Mucho, pero yo también les tengo una sorpresa —añadió la vieja rata sacando una caja de detrás de su espalda—. Esferas blancas.
—¡Wow… esferas de verdad! —dijo Donnie admirando el delgado cristal—. Son muy lindas Sensei.
—No más que las que ustedes han hecho hijos, así que para que éstas no se sientan mal, ¿qué les parece si las decoran igual de bonito que las otras?
—¡Sí! —gritaron los chicos y pusieron manos a la obra.
Sin embargo esas fueron especiales, en ellas pintamos la cara de cada uno de nosotros y así las esferas nos representaban como familia. Splinter hizo la de él, Tang Sheng y Miwa; cada uno de nosotros hizo la propia, sobró una, y quedaron bastante bonitas.
Pero lo malo vino cuando empezamos a colgarlas.
—Mikey, ya tienes media hora tratando de colgar tu esfera, déjame colgar la mía ya.
—No, aún no encuentro el lugar perfecto así que no puedes, tendrás que esperar.
—¡Mikey!
—Raphael —llamó severamente Splinter a su hijo—. Debes esperar a que tu hermano termine, las esferas son muy frágiles y pueden romperse con facilidad. —Vio cómo el menor reía del mohín de enojo de Raphael y añadió—: Y tu hermano no tiene media hora allí, ya demoró es cierto, pero ya está por acabar, ¿cierto Miguel Ángel?
—Cierto Sensei —respondió el niño con una sonrisa—. ¡Ah! aquí estará perfecta, sólo debo mover estas un poco…
Raphael miró de reojo cómo su hermano quitaba dos de las esferas que él había hecho y las sujetaba sin cuidado alguno en su mano, haciendo así que los brillitos en las bolas de nieve se cayeran y la pintura se estropeara.
—¡Estás rompiendo mis esferas! ¡Suéltalas ya! —gritó tratando de arrebatarle las otras a su hermano—. ¡Mikey! —gritó de nuevo pero al tratar de quitárselas provocó que el menor trastabillara del banquito al que se había subido y cayera de él, tirando su esfera en el proceso.
Ambos niños miraron la esfera hecha pedazos en el piso y Mikey inmediatamente empezó a llorar.
—¡La rompiste, rompiste mi esfera! —gritó entre sollozos el pequeño mientras tomaba los trozos verdes y naranjas entre sus manos—. ¡Eres malo Raphael, no te quiero!
—Pero Mikey yo…
—¡No quiero tus lo siento! —gritó de nuevo el pequeño soltando los trozos de cristal y tapándose los ojos con el antebrazo—. ¡Me rompiste! ¡Eres malo Raphael, malo, el peor de todos!
Profundamente triste por las duras palabras de su hermano, Raphael bajó la mirada y notó que en el piso también yacía su esfera, rota en tantos o más trozos que la de Mikey. Ni siquiera sabía en qué momento la había soltado pero de una cosa estaba seguro: allí, en esos cristales rojos y verdes estaba él, destruido por su ira como muchas veces le había advertido Splinter.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y pisó con fuerza su esfera.
—¡Sí, el peor de todos, ¿ves?! —gritó señalando el polvillo multicolor en el piso—. Tan malo que acabé conmigo mismo.
"Me eché a correr a mi habitación y lloré. Lloré y lloré hasta que tuve que quitarme la bandana de tan húmeda que estaba. Me sentía terrible pues mi ira había roto a Mikey, y a mí también. Mi hermano que siempre me invitaba a jugar después de los castigos había dicho que yo era malo, así que debía ser verdad. Yo era malo, y el peor de todos.
Después escuché pasos cerca de mi puerta y corrí a esconderme en la esquina detrás de ella."
—Raphael —llamó la firme voz de Splinter y el aludido aventó un bolígrafo a su cabeza.
—¡Vete! —gritó lanzándole ahora un carrito—. ¡Vete, vete ya!
Splinter miró a su hijo correr a la esquina contigua de su cama y desde allí lanzar su almohada. La atrapó con facilidad y observó que la habitación antes pulcra y bien ordenada ahora estaba hecha un caos, justo como si un huracán y un tornado hubieran tenido una pelea allí dentro.
—Raphael, deseo hablar contigo.
—¡Pero yo no!, ¡vete con tus hijos buenos y déjame aquí! —gritó el niño mirándolo con furia—. Vete y déjame Sensei…
Splinter bajó lentamente la almohada y tras cerrar la puerta, comenzó a avanzar hacia la tortuguita cuidando no pisar nada.
—¡No te acerques! —gritó y el roedor se detuvo de inmediato—. No quiero hablar, no… —Miró su habitación buscando algo más que lanzar y nuevas lágrimas cayeron gruesas y tibias por sus mejillas—. ¡Ni siquiera sé en qué momento se puso así! —confesó cubriendo con ambas manos sus sollozos—. ¡Sólo vete Sensei! mi ira es peligrosa y puede herirte así como hirió a Mikey —gimoteó un poco más y se talló los ojos con fuerza—. Así que vete antes de que "Raphael el malo" te mate.
Splinter sintió la furia fría de las palabras de su hijo calar en lo más hondo de su alma y se hincó frente a él, haciendo caso omiso a sus puños en alto.
—No eres malo —Tomó sus puñitos entre sus manos y los acarició suavemente—, sólo eres un niño demasiado enojado, con muchos sentimientos guardados y problemas para expresarte. —Bajó por completo sus manos y lo abrazó con fuerza—. Eres bueno hijo mío, aunque a veces tu furia te gane.
"Sentí que me había hecho de gelatina. Splinter me abrazó y yo me puse a llorar otra vez, sólo que se sintió mucho menos feo que la vez anterior. Lo abracé y lloré tratando de que en cada ruidito tonto que hacía entendiera cómo me sentía, porque la verdad me sentía incapaz de decírselo frente a frente. Oculté el rostro tan fuerte en su yukata que pronto sentí su suave pelo tocar mis mejillas y por alguna razón eso me hizo llorar más, quizá porque esa fue la primera vez que me sentí muy cerca de él, la primera vez que sentí que me quería en serio y no sólo me soportaba porque vivíamos juntos.
Quise decirle muchas cosas, entre esas que le agradecía que hubiera venido a abrazarme y no a regañarme como usualmente pasaba cuando venía a mi habitación, pero tampoco pude. Cada que abría la boca para decirle algo el llanto me ganaba y todo volvía a empezar otra vez, aun así cuando por fin logré calmarme él seguía allí conmigo, acariciándome la cabeza como si aparte de mí nada en el mundo necesitara su atención. Como si en ese instante yo fuera lo que más quería en el mundo.
Y aunque no hubiera tenido problemas para quedarme así por mucho más tiempo, me levanté de su regazo en cuanto sentí que ya no se me rompería la voz. Mi orgullo ya no aguantaba otra vergüenza así.
Mentira, fue porque necesitaba hacer algo."
—¿Sensei?
—¿Sí, hijo mío?
—Tengo que ir con Mikey —dijo el joven ninja empezando a bajar de la cama pero una firme mano en su pecho lo detuvo y miró a su padre, confundido—. ¿Sensei?
—No me malentiendas hijo, estoy de acuerdo en que vayas con Miguel Ángel, pero mi pregunta es: ¿Tienes o quieres ir?
La tortuguita bajó la mirada y se mordió el labio.
—Tengo que ir porque lo que hice no estuvo bien —respondió tras unos instantes de meditación—. Y quiero hacerlo porque quiero pedirle una disculpa a Mikey.
La mano en su pecho desapareció y a cambio recibió una sonrisa.
—Bien, entonces ve.
Raphael buscó rápidamente su bandana y la frotó un par de veces contra las sábanas para secarla un poco, se la volvió a poner y le dio una pequeña reverencia a su padre antes de abrir la puerta.
—Adiós Sensei —Dio un paso afuera y chocó contra otra pequeña tortuga, alzó a mirada y detrás de ella había dos más—. ¿Mikey? ¿Qué haces aquí?
—¿Yo?, emmm, ah… —balbuceo nervioso con las manos en la espalda—. Raphie, yo venía a pedirte perdón, no estuvo bien que quitara tus esferas sin tu permiso, ni que me tardara tanto para colgar las mías sólo para molestarte —Leo y Donnie le palmearon con cariño el caparazón y envalentonado por este gesto, el pequeño de naranja extendió las manos hacia su hermano—. Volví a pintarlas —dijo enseñándole sus esferas antes arruinadas—. Espero que hayan quedado igual a como tú las pintaste.
Raphael miró detenidamente las esferas en las manchadas manos de su hermano y contempló con especial detenimiento las nuevas líneas de colores que ahora adornaban el arbolito, así como el gran oso de peluche café que llenaba el espacio donde el papel había perdido toda su pintura. Alzó la mirada a su hermanito y lo abrazó fuertemente, acomodando su mentón en el hueco de su cuello.
—Gracias Mikey, quedaron muy bonitas, mucho más de a como yo las hice —Sintió nuevas ganas de llorar ante tan dulce gesto pero las aguantó, no iba a humillarse así frente a sus hermanos—. Y yo también lo siento mucho, no debí gritarte así ni mucho menos empujarte —Acarició lentamente su caparazón y tras apretarlo un poco más fuerte contra sí, abrió los ojos y bajó la mirada—. También lamento mucho haberte roto Mikey, yo no quería romperte, en serio.
Mikey sonrió levemente y se paró de puntillas para alcanzar el oído de su hermano mayor.
—Lo sé —susurró pegando su mejilla contra la suya, justo como en su "otra vida" lo habían hecho—. Yo lamento haberte hecho llorar —se separó un poco de su hermano mayor y le palmeó las mejillas de modo que hicieron un curioso ruido, después le empujó suavemente—. ¡A que no me ganas en llegar a la cocina!
Parpadeando sorprendido, Raph miró las cortas tiras de la bandana de su hermano desaparecer por el pasillo junto con el sonido de su risa y sin poder contener la propia, corrió para atraparlo mientras sostenía cuidadosamente las esferas recién recibidas en ambas manos.
"Volví a correr pero esta vez no lloré, no. Lo que hice fue sentarme en el piso junto a Mikey y proponerle hacer nuevamente nuestras esferas, él aceptó e hicimos nuevas bolas de papel. Esta vez Sensei nos ayudó y quedaron igual de redondas que las de cristal, y las decoramos con el polvillo que había quedado de nuestras esferas originales. Honestamente, me gustaron más así.
Mikey dejó que yo me subiera primero al banquito para colgar mis esferas a pesar de que yo quería que él lo hiciera primero, pero cuando vi que sólo lo hizo para poner la suya junto a la mía no pude evitar apenarme, así que le di un pequeño puñetazo en el hombro y él me abrazó como respuesta.
Es un tonto, pero lo quiero."
—Lo sé, pero aun así no entiendo su relación. Por eso… sólo lo dejé colgado, lo siento Raph.
—…Sabes cuál es mi respuesta a eso.
—Sí, por eso sólo te explico y me disculpo, por ti, no por él. También sé que precisamente por eso tu respuesta, así como mi disculpa, nunca van a cambiar.
—Estamos en tablas.
—Muy bien pequeños, ya es hora de dormir, anden —indicó Splinter con una palmada—. O llegará Santa Claus y los encontrará despiertos.
—¡Hai Sensei! —gritaron las cuatro tortuguitas y corrieron emocionadas a sus habitaciones—. Raphael —llamó y el niño de rojo se detuvo.
—¿Sí Sensei? —preguntó algo nervioso, pues realmente no sabía que deseaba su padre, sin embargo, completamente opuesto al regaño o sermón que esperaba por lo ocurrido en la tarde, lo único que recibió fue una suave caricia en la mejilla.
—Buenas noches hijo.
Raphael sonrió emocionado y aceptó el gesto cerrando los ojos.
—Gracias Sensei, tú también duerme bien —contestó y corrió a su habitación.
Splinter sonrió, feliz y enternecido de haber podido ver la mirada tranquila de su hijo una vez más, pues sólo esa donde sus ojos lucían muy rasgados por la manera tan fuerte en que fruncía el ceño se había visto por mucho tiempo.
"Abrí la puerta de mi habitación y allí recordé el desastre que había ocurrido hacía un par de horas y sin que yo supiera de qué manera había pasado. Aun así no deje que el mal recuerdo arruinara lo mucho que me había divertido ni la caricia de Sensei y me fui a dormir, esperando que Santa Claus comprendiera que si Mikey me había perdonado, era porque yo no era tan malo, o al menos no lo suficiente como para no recibir un regalo.
Al día siguiente me despertaron los gritos de mis hermanos y también, fueron los que me recordaron qué día era. A pesar de lo reconfortante de mi último pensamiento de la noche tenía miedo de ir a la sala, pero mi anhelo y curiosidad de saber si al final sí había merecido un regalo fue más y a paso lento fui hacia allá todavía reacomodándome la bandana.
Di vuelta al pasillo con los ojos cerrados y sus voces animadas se escuchaban más fuerte.
Leo y Mikey jugaban a una persecución policiaca con unos carritos sumamente ruidosos al doblar las esquinas.
Donnie los perseguía con el "Donniecóptero" mientras el piloto les amenazaba al disparar.
¿Pero y yo?
Yo tenía dos cómics, y bajo ellos, una pequeña cajita de cartón.
Tan lento como había abierto los ojos me hinqué frente a ella y la abrí con una y mil posibilidades cruzando mi mente. Pero contrario al carbón, piedra con lodo o nota de "Pórtate mejor y el próximo año será" estaba una tortuga.
Estabas tú."
—Woow, ¿qué es eso?
—¿A esa tortuguita no le tocó mutágeno Sensei?
—¿Santa Claus le trajo un bebé? ¿Raph ahora es papá como tú?
—No chicos, Santa le trajo a su hermano una mascota, pero dejémoslos solos un momento, mientras ustedes sigan jugando.
Los tres ninjas regresaron a su juego volteando a ver ocasionalmente a Raphael y la "tortuga sin mutágeno" en sus manos, mientras el de rojo sólo podía verla detenidamente.
"Eras pequeño, cabías perfectamente en la palma de mi mano e incluso sobraba un poco de espacio en los bordes, de modo que si doblaba los dedos podía cubrir parte de tu caparazón.
Lo sé porque lo hice y tú te asustaste, yo también, pero sólo tú metiste la cabeza en tu caparazón."
—Lo siento. Sal, no voy a hacerte nada.
"Esperé un poco y finalmente saliste, sonreí. Te puse boca arriba y recorrí tu plastrón cuan largo era con mi índice."
—Así que… así es como se ve una tortuga normal.
"Te volví a poner boca abajo y te puse con cuidado en el piso, y aunque intencionalmente te puse de espaldas a mí para que caminaras a donde quisieras, pronto diste media vuelta y te quedaste frente a mí.
Me miraste.
Me quedé sin aliento.
Gruñiste, me recosté frente a ti.
Empecé a hablar.
Tú y yo comenzó."
—¿Sabes? Hoy es Navidad, la primera en que Santa nos traería regalos y al parecer tú eres el mío. —La pequeña tortuga volvió a gruñir y Raphael sonrió al sentir en ello una contestación—. Aunque la verdad pensé que no recibiría nada hoy. —Recostó la barbilla en sus antebrazos y le esquivó momentáneamente la mirada—. Es que toda la semana estuve castigado porque me enojé mucho y salí varias veces sin permiso de la alcantarilla. ¡Pero es que necesitaba tranquilizarme! Si me quedo aquí los demás podrían hablarme y yo responderles gritando, o quizá con un empujón y eso me traería más enojo y problemas, por eso me salí. No quería… —Con lentitud el niño aventuró su dedo a la cabeza de la tortuga y empezó a acariciarla—, no quería lastimarlos, además si no salgo a tranquilizarme luego me duele el estómago y me siento peor, aparte de que tengo que pedir disculpas de algo que, pues… no puedo controlar.
"Te tomé con cuidado por los bordes y rodé sobre mi caparazón, luego te acomodé sobre mi pecho y, claro, adivinaste, seguí hablando mientras te acariciaba como si fueras un gato."
—Soy una tortuga Raphael.
—Lo sé, pero esa es la única manera en que lo puedo describir. Bueno, ¿por qué debo explicar cómo te acariciaba? Tú eres quien mejor lo sabe.
Slash negó un par de veces con la cabeza. Su mente respondió "cállate y continúa" pero no lo pronunció. Ese diálogo no era suyo, era de Raphael cuando estaba apenado, sólo que tantos años de escucharlo hablar lo traicionaban y hacían que sus respuestas se oyeran en la aparente privacidad de su mente. Además, nunca podría decirle a Raphael que se callara, nunca; y claro que era quien mejor sabía cómo le acariciaba. Volvió a negar con la cabeza.
—Continúa.
—Es que es raro. Me enojo y mi mirada se nubla, así como cuando al despertar tus ojos aún no funcionan bien y debes tallarlos un poco. Me tiemblan las manos y siento calor en el estómago que me hace respirar muy rápido y gritar todo, empujar todo, golpear todo…, por ejemplo la semana pasada…
Desde su lugar en el sillón, Splinter observó reconfortado la escena que se llevaba a escasos metros de él. Su tercer hijo, el segundo más bajito y con el que apenas ayer había logrado conectar un poco más profundamente, estaba sincerándose, sacando poco a poco todo eso que agobiaba su interior a la tortuguita que había hallado en su búsqueda de más suministros y quizá algo especial para Navidad.
Por un momento pensó en ir y tratar de unirse a la plática, obtener un poco de la preciada información que la recién llegada estaba obteniendo con tal sólo mirar atentamente a su hijo y así lograr entenderlo mejor la próxima vez, pero no lo hizo.
La información era de la tortuga, no suya; la confianza se estaba depositando en ella, no en él.
Su hijo podía hablar con ella, no con su padre.
Derrotado más no pesaroso pues esa había sido su motivación para darle a él la tortuga, sonrió mientras lo observaba cargar con ella por toda la alcantarilla para mostrarle su nuevo hogar, platicarle lo difícil que había sido desenredar las luces de Navidad y que las esferas blancas de papel que había hecho con Mikey eran las mejores.
—Sensei dice que nos representan como familia, que así nos recordamos que a pesar de a veces estar dispersos en nuestros propios asuntos e intereses formamos parte del mismo árbol y siempre estaremos juntos, y que si nos perdemos, siempre podemos seguir las ramas. O algo así, la explicación fue muy larga y creo me perdí por la mitad —explicó Raphael dejando a la tortuga entretenerse cuanto quisiera en el parpadear de las lucecitas. De pronto las esferas blancas cobraron otro sentido en su mente y volvió a mirar a la tortuguita, dudo un poco pero finalmente fue con su padre—. ¿Sensei?
—Oh, hola Raphael, dime, ¿te ha gustado tu regalo de Navidad?
—Sí Sensei, mucho. Spike y yo somos buenos amigos y ya le dije que mientras hago una para él, hoy puede dormir conmigo en mi cama —respondió meciendo alegremente a la tortuga mientras alternaba su sonrisa en Splinter y Spike—. Pero yo quería preguntarte algo.
Splinter parpadeó contrariado durante un instante.
—Si te refieres a qué come, hay lechuga en la parte de abajo del refrigerador, no necesitas compartir tus gusanos y algas, además de que él no come carne.
—Ahhh, ¿ves Spike? te dije que eras niño —señaló a la tortuguita acariciándole por debajo de la barbilla—. Pero no era eso lo que quería preguntarte Sensei, bueno, sí quería saber qué come pero es otra cosa la que quiero saber.
—Dime.
—¿Podemos…, puedo ocupar la esfera que sobró para Spike? él ahora es parte de la familia, y lo que dijiste de las esferas que nos representaban y eso… ¿Puedo?
"Sensei me miró un instante y después sonrió. Se levantó y estiró la mano pidiendo la mía, lo sujeté y fuimos con mis hermanos."
—Raphael ha decidido que su tortuga mascota no será sólo eso, sino su amigo, parte de la familia, y desea hacer la esfera correspondiente para el árbol. ¿Qué opinan ustedes?
Las tres tortugas voltearon a verse unos a otros, y tras un rápido consenso, fue Leonardo quien respondió por todos dejando caer con simpleza los hombros.
—Sí, está bien, ¿igual sobró una esfera no? —Mikey le asintió a Leo y agregó—: Hazla pronto Raph, para que los dos puedan venir a jugar de una vez.
"Aún hoy no puedo describirlo, pero fue cómo si aprobaran la relación no-mascota que tendría contigo. Como si fueran a tomar con normalidad que fuera a pasar todo el día hablando contigo, jugando contigo, estando contigo. Que a pesar de ser de la familia tú serías sólo mío, mi responsabilidad y amigo. Sólo…., sólo mío. En todos los sentidos…"
—Lo sé —respondió Slash enfocando su mirada en el cielo y permitiendo que por primera vez en toda la noche, su mano acariciara la cabeza de Raphael quien desde el inicio de su relato estaba sentado junto a él—. No es algo que necesites explicar.
En respuesta, Raphael cerró los ojos y se acurrucó discretamente bajo la mano de Slash, intensamente feliz de aquel contacto que secretamente anhelaba tanto volver a tener.
"Saqué la última esfera de la caja y comencé a pintar. Primero hice tu contorno, luego tus ojos, después puse el color y al final, dejé que mancharas una de tus patas en la pintura que quisieras y con ella decoraras la parte a un costado de tu rostro, escogiste negro. Te limpié y colgué tu esfera junto a la mía, te di de comer y fuimos a jugar.
Y esa es toda la historia de cómo llegaste conmigo."
Slash sonrió discretamente y palmeó un par de veces el caparazón de Raph.
La lucidez en los detalles, el cariño teñido en su voz, la simple forma en que había narrado todo… ¿con tanto amor recordaba Raphael ese día?
El honestamente no lo recordaba, pero deseaba hacerlo y por eso le pidió se la contara esta noche, curiosamente, una noche antes de Navidad. La justa fecha de su "cumpleaños" muchos inviernos atrás.
Y ahora que la sabía… ¿qué haría con ella, con tan dulce relato?
—Slash —La voz de Raphael rompió su ensimismamiento y volteó a verlo, notando que el muchacho le miraba fijamente y entre sus inquietos dedos un pequeño envoltorio de tela blanca se jugueteaba—. Quédate conmigo, regresa, por favor… —Desató el nudo de la tela y su esfera blanca, aquella donde su origen eclipsaba se reveló ante él—. Aún la conservo, e iba a ponerla hoy en el árbol pero siempre la pongo contigo. Este sería el primer año que no estarás y…, por favor Slash.
Él le miró tristemente, giró a medias para encararle y con la diestra acarició las tiras de su bandana, alternando el escrutinio de su mirada en su rostro sombreado de esperanza y deseo y la esfera blanca en sus manos.
Raphael, su Raphael le pedía una vez más que regresara, que estuvieran juntos, que todo volviese a ser como antes.
Si volvía, si regresaba a compartir la vida con el niño que había sido su mundo hasta ese crucial día de su mutación… ¿todo podría volver a ser como antes?
Sus pláticas, la convivencia, su confidencialidad… ¿la confianza de siempre existiría ahora que podía hablar y había pasado lo que pasó?
¿Su pelea en aquel tejado podría quedarse atrás?
—No Raphael —respondió y justo como la otra vez su mirada se entristeció de inmediato—. Yo… yo ya no pertenezco allá, tus hermanos y yo no podemos estar juntos, las cosas no son así. —Vio como tragaba duro y supo que lo que le decía le estaba doliendo en lo más hondo, aun así continuó—. Así como Spike y yo, hay una separación entre tú y yo y tú y tus hermanos que simplemente no puede coexistir, entiende… —El borde roto de su uña rasgó la tela de su bandana y su respiración se detuvo porque de alguna manera, así sintió que estaba haciendo con sus sentimientos: rasgándolos y e hiriéndolos con el que él creía era un suave roce, una tierna caricia.
Lo soltó de inmediato.
Pero es que no se podía volver… ¿cierto?
—Está bien —dijo con su voz de "buenas noches Spike" y una pequeña sonrisa, se mojó los labios y tras una larga pausa en la que parecía no saber qué decir volvió a hablar mientras lo miraba inquieto—. Es decir, está bien, no volveré a molestarte con eso, yo… no es tu culpa que ya no quieras estar conmigo —rió un poco y su sonrisa creció más, dándole el aspecto del mismo pequeño de seis o quizá ocho años que le leía comics hasta que se quedaba dormido.
"—¿Estás aburrido Spike? —preguntó al ver que miraba con hastío la pared—. Umm bueno, sé que no sabes leer pero puedes ver los dibujos mientras yo te leo ¿te parece bien esa idea? Sólo pon mucha atención, es que aún hay algunas palabras que me cuestan trabajo y me tardo en leerlas, pero no te preocupes, aprenderé pronto y podré leerle todo lo que tú quieras."
No podían volver. La distancia entre los dos era algo que estaba decidido y no había vuelta atrás…
"Te quiero mucho Spike"
…no cuando durante meses no se habían necesitado y esta era la primera vez que volvían a hablarse, a compartir una noche de plática hasta el amanecer.
—¡Spike, no!
Pero entonces, ¿por qué pedir verse de nuevo, por qué acceder?
"—Tú sabes, siempre hay espacio en el equipo para alguien más.
—Necesito ir por mi propio camino Raphael, me irá…mejor solo."
¿Era cierto?
—No —exclamó con súbita desesperación el más alto mientras, instintivamente, su mano detenía aquello que la había provocado—. Pero podría ser de otra manera Raphael.
El ninja dejó de envolver la esfera y volvió a sentarse, mirándolo fijo, confundido, pero con un dejo de esperanza.
—¿Cómo?
—Ven conmigo. Tú y yo en mi bodega, está en la zona de los muelles, nadie nos molestará allí. —Notó el ligero cambio en la mirada de Raphael y afianzó el agarre de sus manos—. Me refiero a que podríamos empezar de nuevo solos, sin presiones sobre qué pensarán o dirán; o preocuparnos si lo aceptarán, porque… ¿tu familia sabe que viniste a hablar conmigo?
Raphael negó con la cabeza.
—Los obligaré a aceptar.
—¿Y a mí? ¿Me obligarás a vivir con ellos después de lo que nos dijimos e hicimos? ¿Y tú? ¿Soportarás sus críticas a tú y yo de nuevo juntos?
Raphael bajó la mirada, y allí, en el conjunto de manos sobre sus muslos halló la causa de la reiterada negativa del más alto.
"Le pides regresar, cuando el que lo dejó ir y debe volver eres tú"
Alzó de nuevo la mirada y se levantó. Le entregó la esfera y con los primeros rayos del Sol asomándose entre los edificios, caminó en dirección a la alcantarilla.
El próximo, sin duda sería un año interesante.
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:B!
¿Qué decidió? ¿Qué rayos va a hacer Raphael? ¿Regresará con Slash? ¿Se quedará en casa? ¿Qué va a decir Casey? (:v la loca del Rasey ataca)
¿Van Hardy dejará de hablar como voz-off de comercial de telenovela?
¡No se pierdan el siguiente capítulo de esta madre que juro acabar algún día!
Lo juro porque tengo mil pendientes (no olvido los fics pedidos ¿eh?) y porque estoy a nada de caer al hospital. En realidad a base de fuerza de voluntad acabé éste, me siento fatal.
¡Feliz Navidad a todos nwn/ !
