"Nos debíamos algo así".- concluyo él

Ciertamente así era. Largas noches se perdieron tratando de reprimirlo. El destiempo y el natural antagonismo aguardaban siempre acechantes.

Indebido, prohibido, pero aun así imposible les era ignorarse. Degustación eterna de un sabor amargo fue lo que dejo cada encuentro en aquellos cuerpos, la tensión constante del ambiente, una mentira sin perdón.

Sin embargo, después de otro siglo sin amor, él descarga sus pasiones en su honor. Porque en las noches el dolor es constante aun en las serpientes, las más acostumbrabas a vagar sin corazón.

El silencio es casi tan fuerte como el terror, de cualquier forma la exaltación se percata de las inseguridades. No hay quien pare el desenfreno de un heredero, y una leona solo puede ser víctima de impulsos y esclava de silencios cuando un alma de hielo le impone malgastarse.

Un baile acompasado en donde se descarga la pasión. Llegando el punto en donde no dejó nada sin corromper, nunca nada estuvo tan muerto y tan vivo en el mismo momento en que el mundo se cae a pedazos por buscar un lugar para escapar.

Y cuando la noche concluye y el día la fulmina, ambos vuelven a jugar un antiguo papel. Cuando vuelven a despertar, el ya encontró alivio a su dolor y un poco de perdón, mientras a ella le ha brindado una forma de rebelión.