Hacía bastante calor, lo sabía porque Jacob no paraba de sudar y cada dos por tres se secaba el sudor de la frente con el brazo. Parecía desesperado, sin embargo sus manos no dejaban de moverse ágiles por la rueda de la motocicleta.

Yo había perdido la cuenta de las veces que le había dicho que no me gustaba ésa motocicleta. Porque aparte de tener ya sus buenos años, empezaba a estar oxidada. Ni siquiera sabía cómo había pasado la ITV.

Era sorprendente:

-Ness, pásame la rueda de repuesto.- me sacó de mi ensimismamiento su voz.

Con un leve y simple "claro", cogí sin ningún esfuerzo la rueda y se la pasé. Por un segundo sus manos rozaron las mías e hice una mueca:

-¡Qué asco! –exclamé mirándome los dedos llenos de un leve rubor negruzco.

Pude apreciar como se formó una sonrisa burlesca en la comisura de sus labios en el leve segundo en que dejé de frotarme las uñas con el clínex que acababa de sacar de mi mochila. No obstante decidí no reprocharle el comportamiento, nunca me había gustado hablar con Jake cuando estaba enfadado. Porque aunque en su boca bailase una pequeña sonrisa, sabía que por dentro sus dientes estaban apretados.

Resoplé y el flequillo me bailó juguetón encima de los ojos. El horizonte se hacía ante nosotros como la carretera del infierno. Una larga carretera en el medio de la nada teñida de naranja y vestida con un agobiante calor de verano.

Típico de Texas. Pensé.

Dejé de observar el horizonte donde no había nada excepto un desierto panorama digno de un cuadro del alemán Manfred Honig; para mirarme los pies. Enseguida noté una pestaña penetrar la cavidad de uno de mis ojos, y parpadeé hasta que la pude sacar.

Era una de las pocas cosas que podía llegar hacer sin arrepentirme:

-Okay, esto ya está. –Me dijo Jacob – Ahora sólo falta llegar.

Terminar de llegar…qué bien. La simple idea se me antojaba laboriosa. Sin embargo asentí y dejé que mis manos reposaran en la fuerte y redondeada cadera de mi lobuno padrino, para encaminarnos e aquella estúpida motocicleta hasta Dallas, con suerte sin tener que parar de nuevo.

-¡Maldita sea!-maldijo Jacob una vez pusimos pie a tierra.

Crucé los brazos y empecé un desagradable baile con la punta del pie. No habíamos podido dar ni veinte kilómetros cuando a la maldita moto se le había encendido la lucecita de la gasolina, y por supuesto, se había parado.

Esto es empezar con buen pie, ¿Por qué no me sorprende?

Miré con desgana el pequeño cartel que daba a conocer que dejábamos atrás Denton para llegar a la maldita Dallas. Aún así estábamos a bastante distancia del centro de Dallas, y estaba algo preocupada porque aunque yo no sudase, Jacob lo hacía.

Y bastante:

-Jacob, ¿Por qué no dejamos la moto y vamos… tú y yo hasta Dallas?... ya sabes.-los ojos de Jake coincidieron con los míos.

Con cierta sorpresa dejó de mirar la luz roja parpadeante de la motocicleta, para centrar toda la atención que su cansado cerebro podía procesar en mí:

-Pensaba…-asentí sin dejarle acabar la frase. Ya sabía lo que me iba a decir –Bien entonces.

Di media vuelta y en menos de un segundo ya no había rastro de mi musculado acompañante, si no de un grande y peludo lobo color canela que esperaba que me acercase a él para emprender nuestro camino.

Algo positivo hay, dejamos la motocicleta abandonada aquí. Con suerte se caerá a pedazos antes de que Jacob quiera volver a buscarla con una grúa. Pensé conforme tomaba un asiento mucho más confortable que en aquella tartana, en el lomo de Jacob y dejaba que él comenzase a correr a una velocidad imposible ante los ojos de un humano.

Pero yo no era humana.

Al menos, no del todo.


-Es suficiente, déjame bajar aquí. –le pedí a Jake antes de que nos pudiera ver alguien.

No es que me avergonzase de Jacob, si no de la imagen que podría dar ver a una chica como yo subida en… un lobo gigante. Probablemente sería digno de una portada del New York Times, y por qué no, de su propia historia en uno de los libros de Stephen King.

Jacob soltó un gruñido que ahuyentó a un par de gatos que había alrededor y que lo miraban con las pupilas dilatas de miedo. Yo ya estaba acostumbrada, pero eso no significaba que Jake no diese miedo en su forma animal.

Y a veces en su forma humana. Sí, sobre todo a Vic.

Vic era un chico que tenía aproximadamente mi edad, de aspecto urbano y gran sentido del humor. Nunca habíamos cruzado más de dos palabras, hasta que intentó pedirme una cita y Jacob casi acaba devorándolo.

Ahogué un largo suspiro. Jacob había aceptado una gran responsabilidad conmigo, y yo por supuesto lo entendía y lo aceptaba. Pero todavía así, no podía evitar preguntarme cómo habría sido esa cita con Vic si no hubiera estado Jake a mi lado.

Porque seguro que le habría dicho que sí.

No tenía amigos, y era una de las cosas que más deseaba tener. Intentaba no culpar al factor "medio vampira, medio humana" que estaba impreso en mi ADN; pero no obstante en el fondo era la razón por la que estaba llevando una vida casi de delincuente. No podía acordarme de cuánto tiempo habíamos pasado Jacob y yo en la última ciudad en la que estuvimos.

¿Fueron cuatro o cinco días?

Nunca llegaba a los siete días de la semana, eso era seguro.

Para muchos el despertar y preguntarse en qué ciudad estabas, era un sueño. Pero para mí no. Yo deseaba con fervor volver a Forks. Aunque… ¿para qué? Ya no quedaba nada allí.

Nada para mí.

Ahogué las lágrimas que peleaban por salir de los ojos, y miré a Jacob. Para mí quizás ya no quedaba nada, ¿pero para él?. Entre nosotros no solía haber secretos y me había contado lo mal que le había parecido en el primer momento el embarazo de mi madre.

Tragué una amarga saliva a causa de las lagrimas y algunos mocos, y enfoqué mejor la visión sobre su oscura mata de pelo (acaba de terminar de transformarse en humano otra vez); él me apodaba muchas veces `la mártir´ pero era inevitable preguntarse qué hubiese pasado si en vez de llegar hasta el final con su embarazo, mi madre hubiera escuchado a los demás.

Bueno… a Jacob.

Yo no existiría pero todos ellos podrían estar fingiendo comer una gran barbacoa en casa de mis abuelos paternos a la vista de cualquiera que anduviera por el extenso bosque de Forks.

Mis padres probablemente mostrarían una actitud súper enamorada que tendría a más de uno incómodo, y Jacob… Jacob a lo mejor tendría novia. O mujer. Estaría feliz con esa mujer sin rostro que yo dibujaba constantemente en mis sueños junto a él. Viviendo una vida normal.

Bueno, normal en lo que se refiere a `hombre lobo´.

Sí. Casi todos mis sueños acababan en lo mismo. En esa inexistente barbacoa con mi familia alrededor. Bebiendo y sonriendo. Charlando de cosas sin importancia.

Sin dolor.

-¿Lista?-me preguntó la voz de Jacob.

Parpadee una cuantas veces. Dejé de pensar en todo aquello para mover la cabeza de arriba abajo. Arriba abajo. Arriba abajo. Una y otra vez:

-¿Estás bien? – Tragué aire bien hondo, y forcé una sonrisa. Jacob arqueó sus espesas cejas y me cogió de la mano –como sea –murmuró.

Noté como mis dedos parecían frágiles dentro del abrazo que me estaba dando la mano sudada de Jacob. Entonces me acordé de que sus manos estaban sucias, y levanté nuestros brazos.

No. No estaban igual. Estaban peor, más sucias:

-Odio cuando haces esto-le susurré.

Ya podía sentir mi piel manchada del caucho de la rueda, el aceitillo de la moto y la arenilla del camino. Jacob simplemente se encogió de hombros y tiró de mía con fuerza pero a la vez con cuidado. Jacob realmente podía sorprender con la facilidad que tenía para dirigir pero a la vez cuidar las cosas.

Sobre todo a mí.

Cosa que yo jamás había sido capaz de hacer. Mi fuerza era igual a la de un neófito. `Un bebé vampiro´, Jake me había dicho en más de una ocasión que tuviese paciencia y todo llegaría a un término medio. Pero yo no veía que ningún término medio se acercase a mí.

Ni siquiera un `término casi medio´. Una vez Jacob bromeó diciendo que cuando todo esto acabase, debería apuntarme a jugar fútbol americano. Y supongo que él aun recordaría con avidez como mi puño se estampó en su costado y le rompí unas cuantas costillas.

Quise sonreír pero ese recuerdo enseguida me llevó a otro, cuando Jake se refería a `eso´, quería decir la pelea que se sucedió días después de que Irina me descubriese jugando con aquellos pequeños copos de nieve. Pensando en Irina, se me revolvió el estómago. No la odiaba, odiar era una palabra bastante fuerte, pero tampoco tenía sentimientos hacia ella. De ningún tipo. Gracias a ella, mi familia tuvo que separarse para salvaguardar mi existencia. Y aunque habían pasado ya unos cuantos años sin noticias de las hermanas Denali (o quizás ellas no querían que yo supiese nada de Irina), todavía me preguntaba si estaba viva. O si por el contrario el precio que había tenido que pagar había sido la muerte.

Una mueca se formó en mi boca; la simple idea de que alguien muriese (incluso si se trataba de Irina), debido a mí era desagradable.

Un sorprendente aire fresco sacó esas amargas ideas de mi cabeza, y entonces me di cuenta de que Jacob nos había llevado a ambos hasta un hotel. Miré alrededor y me fijé en las paredes, pintadas de una pintura sin apenas vida, lo que entonces fue un amarillo pastel era ahora un simple blanco sucio. Aunque me podía imaginar que ése color a ojos humanos era un simple blanco. Había dos pequeños sillones, uno junto al otro, situados frente a un pequeño televisor antiguo del cual sobresalían dos puntiagudas antenas que llamaron poderosamente mi atención.

Nunca había visto un televisor antiguo y me gustaba la forma que éste tenía. Me zafé del agarre de Jake para acercarme hasta él, sorteé los dos sillones y una mesa de café que estaba repleta de revistas de lo que parecía ser del corazón, y acerqué una de las manos hasta una de las antenas. Sonreí al tacto, esas finas y largas antenas estaban hechas de uno de los pocos materiales que podían hacer reaccionar mi piel.

A lo lejos dejé de oír la voz de Jacob y la del recepcionista para notar como el aliento de mi padrino removió algunos de mis rizos por la espalda:

-Ya está, ésta es tú habitación.

Sin dejar de mirar la antena que estaba tocando, asentí. Pero por lo visto aquello debió de molestar a Jacob porque me dio la vuelta jalándome del hombro y depositó la tarjeta en la palma de la misma mano con la que había tocado la antena.

Oh… espera. ¿Las antenas eran de quita y pon?.

Miré a Jake y por su expresión pude deducir que no, no lo eran. Con rapidez escondí la antena que se había partido detrás de la televisión, y cuando quise darme cuenta vi que no era un recepcionista, si no una recepcionista que no dejaba de mirar con ojos llenos en… ¿lujuria? A Jacob. Junté los labios hasta formar una fina línea, pero él se dio cuenta:

-Cállate –me advirtió.

Fue entonces cuando dejé de pretender y solté una risotada. Jacob estaba avergonzado. Y quería aprovechar ese momento porque no había tenido demasiados en los que pudiera bromear de él:

-Oh vamos Jake, no es tan vieja para ti.-le espeté mirándola aún con más atención.

No era que no me hubiera fijado bien. Si no que aquella mujer tenía cierto aire masculino. Sus rasgos eran cuadrados y fuertes y en su nariz descansaban unas grandes gafas de pasta que le hacían los ojos más grandes de lo normal. Sus manos eran largas y plagadas de venas verdes y azules que sobresalían como las antenas de aquella televisión. Tenía el pelo recogido en un rodete atrás y una sonrisa que probablemente pretendía ser sensual pero que daba la sensación que te iba a comer de un momento a otro.

Mi padrino soltó una serie de improperios por lo bajo, y los dos subimos por las escaleras hasta el segundo piso. Miré entonces el número que resaltaba en azul en la tarjeta que llevaba Jacob en la mano. No habíamos hablado de ello, pero desde hacía unos meses dormíamos en habitaciones separadas. Seguro que Jacob se sentía de alguna forma incómodo por los cambios que se habían producido en mi cuerpo desde hacía poco, aunque si hubiera sido por mí, aún compartiríamos habitación. Él era como mi padre.

Mi segundo padre.

Jamás podría verlo como algo distinto. Siempre había estado ahí para ayudarme, y cuidar de mí, cosa que de buena gana hubiese hecho mi verdadero padre su hubiésemos tenido la oportunidad de estar juntos:

-¿Vamos a bajar a cenar?-le pregunté a Jake dispersando un poco el tono bromista que había usado antes con él.

Jacob dejó de mirar las puertas, buscando el número de alguna de las que nos habían dado, e hizo un gesto con la boca:

-Depende de ti. A mí me da igual.

Y es que al igual que hasta hacía poco habíamos compartido habitación, habíamos `ido a cenar´ en cada hotel en el que habíamos estado para aparentar una normalidad que en ningún momento había existido, porque aunque los dos bajásemos, al final era Jacob el que comía todo. A mí no me gustaba la comida, prefería la sangre.

Mi cuerpo prefería la sangre.

Lo único que ingería era algo de agua de vez en cuando, nada más.

-La verdad es que me gustaría descansar hasta mañana –le acabé diciendo.

Siempre había tenido el deje de que Jacob se sentía algo… ¿avergonzado? Cuando tenía que comerse él toda la comida.


Pude observar como una vena prominente sobresalió de la frente de Jacob cuando asintió con la cabeza, arriba y abajo, varias veces. Después pude borrar la sonrisa una vez entré en la habitación que me habían dado en el hotel y me quité las deportivas dejándolas en la puerta del baño. Tras eso debí de usar la fuerza que era `usual´ en mí sin darme en realidad cuenta de ello ya que cuando me quise dar cuenta mis dedos sostenían el botón de mis vaqueros.

Hacía tanto calor que ni siquiera podía notar el frío del metálico botón.

Suspiré, y me quité los pantalones para examinarlos más de cerca aunque ya sabía que tendría que coser el dichoso botón si quería andar vestida por la calle. Me pregunté si algún otro vampiro fue o era igual de torpe que yo… a veces eran hasta aburridas todas esas situaciones.

Dejé reposar los vaqueros desteñidos en la cama y me acerqué hasta el mueble marrón que parecía sostener a una televisión de cubo con algo de dificultad, pero lo único que encontré fueron folletos turísticos y ninguna aguja e hilo. Con la idea de encontrar el pack de aguja e hilo que normalmente los hoteles solían dar en las habitaciones.

Una vez la carne de los dedos de mis pies abrazo el gélido contacto de las baldosas del suelo del baño, mis ojos se detuvieron en el reflejo cansado y casi ojeroso que me devolvía el espejo. Parpadeé y me acerqué un poco más, clavándome el lavabo en la cadera para examinar mejor mi rostro. Un rostro pálido moteado con unas pocas pecas casi imperceptibles y unos labios que necesitaban cacao inmediatamente.

Pero yo solamente me pasé la lengua por ellos.

Mis manos dejaron el pelo enmarañado para dejarse caer al lavabo y ahí pude ver lo que buscaba, la aguja e hilo para coser mis vaqueros. Arqueé las cejas y avancé hasta mi prenda de ropa desteñida que descansaba sin vida encima de aquella cama de 90 centímetros y revestida de un naranja chillón que me daba la bienvenida.

Esto no puede ser complicado. El abuelo Charlie puede coser.

-Oh, dulce victoria. – me dije a mí misma saboreando el momento cuando pude enhebrar la aguja a la primera.

Hinqué la aguja en la tela del pantalón, y la pasé por arriba y abajo, llegando a tener sujeto de nuevo el botón en el vaquero. Sin embargo una vez me puse los pantalones de nuevo, el botón cedió y se cayó al suelo.

Recogí el botón de debajo de la cama y fue entonces cuando oí un repiqueteó seguido en la puerta. Alguien estaba llamando, y ese `alguien´ debía ser Jake.

-Voy. – le dije a la sombra de Jacob la cual curiosamente se dibujaba en la entrada.

Me subí los pantalones todo lo que pude, y abrí la puerta. Jacob tenía una expresión difícil de descifrar, así que eso significaba problemas:

-¿Qué pasa? – le pregunté veloz como un rayo, casi atragantándome con las palabras. Bajé la mirada de sus ojos oscuros hasta sus manos, las cuales portaban ¿un teléfono móvil?... qué extraño. Habíamos optado por no llevar esos cacharros tecnológicos por miedo a ser descubiertos. – Un momento, ¿eso es un móvil?.

El resoplido que dio Jacob después provocó un baile descompensado entre los rizos desordenados de mi pelo:

-Acordé con tu tía Alice que llevaría este teléfono por si algo sucedía.

¿Tía Alice?. La boca se me llenó de saliva, la cual me empezaba a costar tragar y tomé aire. El escuchar el nombre de mi tía me produjo una placentera sensación en la boca del estómago. Jake nunca pronunciaba el nombre de ningún miembro de mi familia. Bueno a excepción de Charlie. Eso significaba que ella había contactado con él y ese simple hecho me hizo sonreír.

Mi familia todavía estaba al tanto de nuestro paradero.

Aún se acordaban de mí… por supuesto. En mis retorcidas pesadillas había llegado a soñar tantas veces que se olvidarían (si no lo había hecho ya) de mí, que ya incluso había comenzado a creerlo:

-¿Están bien?. – si Alice había llamado a Jacob era porque tenía que estar con mis padres al menos.

Las manos empezaron a jugar solas nerviosas, a lo que yo esperé ansiosa que Jake me contestase cosa que parecía estar siendo difícil en ese momento:

-Nessie, me ha llamado porque quiere que volvamos a Forks. – aprecié como la sonrisa que no había visto en meses, apareció en los labios carnosos de Jacob – Debe ser que ya no hay ningún problema con esos apestosos italianos. Podemos volver a casa, Nessie.

Solté todo el aire que mis pulmones habían retenido. Me costó entender a mi padrino unos segundos más de lo normal. Entonces parpadeé dejando que algunas lágrimas de alegría se escaparan por mis mejillas y correspondí al abrazo que Jacob me brindó con ganas.

-¿Mi madre ha hablado contigo?. –le pregunté aún encerrada en su abrazo.

Una de las cosas que necesitaba en aquél momento era que me dijera que sí. Escuchar la voz de mi madre era un sueño que iba a hacerse realidad después de tanto tiempo.

Necesitaba a mi madre.

Dejamos de abrazarnos para volver a adoptar una cara de póker. Ambos habíamos estado tanto tiempo huyendo y preocupándonos de no ser cazados que nos habíamos olvidado de cómo actuar después de una agradable y buena noticia como era esa. El volver a casa.

-La he oído de fondo. Debe ser idea de ella, me apuesto lo que quieras a que tu tía Alice hubiera preferido mantenernos aún en el camino unas semanas más hasta estar del todo segura.

Me gustó escuchar como la voz de Jake tenía un tono más agudo de lo habitual:

-¿Ha sido a causa de una visión de mi tía? – Jacob asintió y yo dejé de estirar las comisuras de mis labios sonriendo – Eso significa que puede verme nuevamente.

Mi padrino movió afirmativamente la cabeza escondiendo durante unos segundos sus rasgos detrás de esa espesa melena morena que tenía.

La principal razón por la que Jacob y yo tuvimos que empezar a huir fue que Alice dejó de poder vernos a él y a mí en sus visiones. Por el contrario éstas se volvieron sumamente violentas acerca de los demás. Incluido el abuelo Charlie al cual siempre habíamos mantenido al margen.

Todas estas noticias me estaban produciendo una agradable sensación de hormigueo por todo el cuerpo. Noté como se me erizó el vello de la nuca y me senté a orillas de la cama dejando a Jacob solo en el umbral. Le miré una vez crucé las piernas en posición de indio y le sonreí nuevamente:

-¿Y cuando ibas a contarme que cargabas un teléfono rosa, Jake?.