DISCLAIMER: Obviamente, todo lo que escriba a continuación no ha salido de mi cabeza (¡ojalá!), si no de la fantástica mente de J.K Rowling, a la que le debo tantos sueños incompletos y miles de horas de lectura debajo de un almendro.

N/A: ¡¡NOTA IMPORTANTE! NO es un fic de cambio de casas. Solo es un trimestre, y si quisiera, podía cambiarlo. Pero escribo esto una vez acabado y me da pena cambiarlo y la verdad, lo cambiaría si no fuera porque tendría también que cambiar algunas escenas importantes que ocurren en la torre de Gryffindor. Pero podrían pasar en otro lado del castillo igual. Así que espero que le deis una oportunidad, os gustará :) Muchiiiisimas gracias por leer.

Memorias de una pelirroja indecente

—¿Porqué me persigues?

—¿Porqué me persigues ?

Aquello era de locos. ¿Cómo podrían haber llegado a esa situación? ¿Porqué habría un único y solo camino que llevase a los carruajes, y sin embargo, Hogwarts era un intrincado desbarajuste de escaleras y pasillos?

—Quita de aquí, Weasley— le gruñó, sin mirarla—. Podrías pegarme tus pulgas.

—Que te den.

Cuando Ginny bajó del expresso un cuarto de hora más tarde y con la marca de haberse quedado dormida contra el cristal, no se imaginó jamás que tendría que disputarse el último carruaje con él. No con él. Y sin embargo allí estaban: andando al unísono y mirándose de reojo dispuestos a no dejarse vencer por su inesperado contrincante.

Weasley V.S Malfoy. Que empiecen las apuestas.

—¡Aparta, comadreja!

—¡Qué te crees tú eso! —murmuró con esfuerzo y sin perderlo de vista.

Gracias a eso pudo esquivar con habilidad la zancadilla traidora que había intentado ponerle, pudiendo dar un salto hacia la izquierda y sortearlo con agilidad.

Punto para la comadreja.

—Debo reconocer que tienes reflejos —le confesó Malfoy jadeando, intentar esconder una sonrisa. Ginny no conocía a nadie al que le brillaran tanto los ojos cuando estaba a punto de insultar—. ¿Será porque vuestra madre os tira la comida al suelo y tenéis que pelear por ella?

—Bueno, al menos mi madre no parece que le hayan metido un palo por el...¡Eh!

Después de dos segundos de estupefacción, Ginny reaccionó y echó a correr. La maldita serpiente la había distraído adrede solo para poder salir pitando y poner distancia entre los dos, ahora que el carruaje ya se asomaba por un recodo no muy lejos del camino. Y gracias a aquella maniobra, ya iba en cabeza y a unos dos metros de distancia por delante. La maldita serpiente lo iba a conseguir, por todos los diablos. Malfoy iba a subir a ese carruaje y la iba a dejar atrás, justo lo que ella pensaba hacer. Pero no estaba dispuesta a rendirse. Con un último spring y sintiendo como casi se le doblaban las rodillas por el esfuerzo, intentó acortar las distancias hasta que dio con la imagen que más temía desde que bajó del tren.

—¡No! —gritó sin querer, desesperada.

Vio a Malfoy lanzar una risotada y montarse de un salto en el carruaje, brincando hacia delante en un rápido movimiento y logrando así alcanzar las cuerdas amarrada a las bocas de los thretals.

—¡Vamos, jodidas bestias! —las azuzó, desesperado.

Pero por suerte para ella fue tarde para él. En esos escasos segundos que perdió intentando poner a los animales en movimiento, Ginny ya había tomado la ventaja necesaria para dar un enorme salto, elevarse en el aire y caer a plomo contra contra el suelo del carruaje. Aterrizó bruscamente y se dio un golpe en las rodillas que la dejó paralizada durante unos segundos, pero aquello ni siquiera le importó. ¡Lo había conseguido!

Y en ese mismo instante, los trethals decidieron emprender la marcha por su cuenta, totalmente ajenos a los debates internos de sus pasajeros y sus posibles complicaciones.

Fin del primer asalto.

Malfoy, aún en la parte delantera, bufó decepcionado mirándola desde arriba con superioridad.

—Qué suerte has tenido...

—A esto se le llama agilidad, ¿sabes?

Mientras Malfoy volvía a dentro y se sentaba frente a ella con cara de pocos amigos, Ginny, ya sentada y mirándose las rodillas detenidamente, volteó sutilmente la cabeza solo para mirarle. Nunca sabía que oscuros planes podrían rondar aquella cabezita rubia que ni siquiera se dignó a mover cuando ella le preguntó:

—¿Porqué has bajado tan tarde del tren? —De pronto sentía curiosidad. No creía que fuera capaz de haberlo hecho adrede, pero fastidiar era el deporte favorito de Draco desde que tenía la desgracia de conocerlo—. ¿Qué estabas intentando hacer?

—Opositar para auror, claro —le espetó, sin mirarla aún—. ¿A ti qué te parece?

Seguía igual de estúpido, mezquino y desafiante que siempre. Sin embargo, no le había pasado inadvertido que el verano había imprimido bajo sus ojos un cansancio lila en forma de ojeras.

Ginny, aunque ya se esperaba una respuesta parecida, bufó cruzándose de brazos.

—¿Tú, auror? Vaya ironía.

—Qué perspicaz —contestó este con indiferencia.

Ginny chasqueó la lengua interiormente y miró hacia adelante. El verano también le había pasado factura y parecía que había perdido tanto talento como eficacia a la hora de contestar. Tendría que ir con cuidado. Sin embargo y contra todo pronóstico, Malfoy no parecía ni siquiera interesado. En realidad, no parecía interesado nada más que en el paisaje de su alrededor, y siguieron callados durante un buen rato. Hasta que empezó a hacer calor.

Todo fue por la maldita calor.

Aquel día estaba a punto de pasar a ser el más caluroso del año si las temperaturas no se dignaban a bajar. No había viento, ni una pequeña brisa que moviese las hojas de los árboles y Ginny, que se sentía allí atrapada como nunca en su vida, ya había empezado a notar el sudor bajarle por la espalda y parte del escote. Decidió quitarse la túnica pero a los dos segundos, ya se estaba desabrochado el primer botón de la camisa. Luego se desabrochó el segundo, distraída, pero ni siquiera pudo llegar al tercero.

—No vas a conseguir que te lleve al Bosque Prohibido, comadreja, pero por mí puedes seguir.

Ginny, que ni siquiera se había percatado de sus propios movimientos, lo miró interrogativa durante unos instantes hasta que cayó en la cuenta.

—Eres un cerdo, Malfoy —le espetó por fin, asqueada e intentando cubrirse—. ¿No tienes otra cosa mejor que hacer?

—Pues la verdad es que no. —Y cuando por fin sonrió, pudo contarle uno a uno aquellos dientes increíblemente blancos—. ¿Qué pensabas que podíamos hacer en este apestoso carruaje?

«Muchas cosas», pensó Ginny, «como tirarte de él, por ejemplo». Pero decidida a no seguir por aquellos derroteros intentó desviar la atención de Draco hacia las columnas de humo que se veían a lo lejos como fantasmas.

—Mira, ya casi estamos. Tal vez hasta tengamos suerte y lleguemos a tiempo...—murmuró.

Pero Malfoy seguía clavando sus ojos en ella.

—No cambies de tema —le dijo lentamente, entornando los ojos. Se había resbalado por el asiento y tenía un codo apoyado en el respaldo en actitud arrogante—. Me estaba divirtiendo contigo por una vez...

Prefería mil veces al Malfoy engreído e intimidatorio que no a esa serpiente imprevista y desafiante que hacía que sintiera calentar el aire con un solo pestañeo de sus ojos grises. Por eso apartó la mirada y se concentró en el vasto paisaje de Hogwarts. Quizá por eso no lo vio venir. Tal vez ni siquiera se lo imaginó

—¿Pero qué coño te crees que estás haciendo, Malfoy? —le espetó, horrorizada, intentando retroceder. Con una mirada furibunda y capaz de derretir el hielo, intentó que Malfoy dejara de inclinarse hacia ella como si quisiera salvar la distancia que los separaba, pero no le sirvió de mucho. —¡Deja de acercarte si no quieres que...!

—Oye —le preguntó él, sin embargo, curioso e inclinándose cada vez más—. ¿Es verdad que también tienes pecas por...?

—¡Malfoy!

Y de repente, a los thestrals les pareció el momento idóneo para pararse con una fuerte sacudida. La inclinación de sus cuerpos y lo precario de sus posturas solo les sirvió para caer a plomo contra el suelo del carruaje. No fue una caída dolorosa pero Malfoy, que había caído sobre ella, parecía hervir de rabia como un caldero en ebullición.

—¡Por todo los putos galeones de...! ¡Weasley! ¡Quita tus sucias pezuñas de mi cara si no quieres que convierta en un gusarajo! ¡Te lo advierto, puedo hacerlo!

—¡Cuando te quites de encima lo haré, imbécil! —Ginny intentaba incorporarse pero Malfoy pesaba demasiado—. ¡Muévete de una vez!

El suelo del carruaje era pequeño y se habían encajado en una postura más bien extraña, y por alguna razón inexplicable, Draco no encontraba la manera exacta de ponerse en pie.

—¿En serio conoces el embrujo para convertirme en gusarajo y no puedes ni siquiera levantarte del suelo usando las manos? —Ginny se estaba divirtiendo considerablemente, tenía que reconocerlo. Cabrear a Malfoy era casi un imposible que no había conseguido jamás.

—¡Hueles como una manada de escogrutos, joder!

Y por fin, después de mucho forcejear airado, Draco consiguió levantarse.

—Voy a estar oliendo a mierda durante un mes, Weasley le dijo mientras la miraba desde arriba con cara de resignación, sacudiéndose el polvo de los pantalones.

Pero Ginny solo se levantó y le dio un empujón por toda respuesta, ¿para qué le iba a contestar? Ya habían llegado. Saltó del carruaje sin mirarle, dejándolo solo y refunfuñando palabrotas mientras ella caminaba decidida y con la espalda recta por el camino de tierra. No pensaba esperarlo. Ya podía llevarse allí la noche entera rumiando maldiciones si le apetecía. Pero no llevaba siquiera un minuto andando cuando ya escuchó el característico andar Malfoy detrás ella, arrastrando los pies. Bufó cansada y lo ignoró.

—Eh, Weasley.

Cómo no, aún no había terminado con ella. Ginny no se dio la vuelta al instante sino que esperó a que él llegara a su altura.

—Tu mochila —le dijo de pronto.

Y se la tiró a la cara mientras pasaba de largo por su lado, rumbo al castillo.

Placeres ocultos

—Así que es por eso por lo que casi te pierdes el banquete...—Hermione, a su izquierda, la mirada sin saber si sermonearla o consolarla.

Lo que parecía que había sido un siglo— el carruaje, la caída, la mochila— solo fue un momento y simplemente se perdieron la Selección. McGonagall, a las puertas del Gran Comedor, les dio una charla muy conveniente sobre lo que era llegar tarde "y sin excusas, señorita Weasley"; y cuando por fin los dejó entrar, Dumbledore ya había dado las dos palmadas pertinentes para hacer aparecer de las cocinas la magnífica, fabulosa y ostentosa comida de los banquetes.

E'to e'tá de muedte —exclamó su hermano Ron atacando sin cuartel a las salchichas con bacón y salsa de melcochas. Por suerte, parecía más interesado en atragantarse con la comida que de la conversación que mantenían entre ellas dos.

—Vamos, no pongas esa cara, Gin. —Hermione ignoró el comentario de Ron y se llenó el plato hasta arriba de judías verdes—. Podría haber sido peor. Podrías haber acabado debajo de las ruedas del carruaje, por ejemplo.

—¿Peor?—exclamó Ginny, incrédula—. ¡He pasado casi un cuarto de hora a solas con él!

—¿Y qué tendrá eso que ver? La cuestión es que estás aquí de una pieza y que si tienes bastante suerte no tendrás que volver a pasar por eso nunca más.

Ginny suspiró por toda respuesta y Hermione, dando por acabada la conversación, se dedicó a una charla insustancial con Harry sobre las vacaciones de verano, dejándola a solas con sus turbios pensamientos. Pensamientos que, sin querer y sin saber porqué, se detenían en la misma imagen una y otra vez como si sus recuerdos se hubiesen rayado en la misma parte: unos ojos grises, casi turbios. Una mirada lasciva que hacía que sintiese calor y asco a partes iguales, inclinándose hacia ella cada vez más...

Demasiado grises. Demasiadas pecas. Demasiada calor.

—¿Ginny?

—¿Mpf?

Hermione se había vuelto para mirarla, totalmente perpleja.

—Te vas a comer la servilleta.

Miradas, miradas, miradas

—¡Magos y brujas! ¡Estudiantes todos! —gritó Dumbledore desde su púlpito, dispuesto a dar su discurso anual después de la cena—. ¡Bienvenidos a un nuevo curso escolar! Y como siempre, recordar las normas que...

Ginny desconectó de inmediato. Después de haber pasado seis años escuchando lo mismo una y otra vez aquello carecía de interés general, y se dedicó a pasear la mirada entre las distintas mesas sin nada mejor que hacer. En la de Ravenclaw debían de pensar lo mismo, porque a parte de los de primero los demás alumnos se dedicaban a charlar disimuladamente entre ellos o a mirarse las uñas de las manos detenidamente. En la mesa de Hufflepuff ocurría otro tanto: Hannah Abbott, Ernie Macmillan, Zacharias Smith...Aburrido, aburrido, aburrido. Estaba a punto de resignarse y volver a centrar su atención en Dumbledore y en su rutinoso discurso cuando el pulso se le paró de pronto. Porque a dos mesas de la suya, un poco más a la izquierda de donde ella se encontraba y un poco más centrado, él le sonreía. Siniestramente, además.

Habría podido jurar que si no fuera por la oratoria de Dumbledore hacia un público más bien poco atento, Malfoy podría haber escuchado los zumbidos de su mente a toda potencia.

«¿Qué...?».

Esa cara no era buena. Esa cara decía tengo malas intenciones. Esa sonrisa de cabrón indecente no paraba de lanzarle destellos desde la otra punta del comedor y estaba a punto de caer infartada al suelo.

«¡Piensa, piensa, piensa!».

«Ginny», se dijo a sí misma, «tienes seis hermanos, dos de ellos a punto de salir de Hogwarts con un diploma a los más cabrones de todos los siglos. ¿Qué has dicho o hecho para qué lo vaya a poder utilizar en tu contra?».

Malfoy estaba apunto de ganar un premio a la mirada mas insistente del año.

«A lo mejor no es nada», se tranquilizó. «Vamos, es Malfoy, solo quiere asustarte. Se ha caído encima de ti y tú te has reído. A lo mejor es solo que se le ha ocurrido un chiste muy ocurrente y está intentando mandártelo telepáticamente».

Pero esta vez Ginny no tuvo tanto suerte. Malfoy rompió el contacto visual para sacar algo de debajo de la mesa. Una cosa naranja. Con puntillitas. Una cosa naranja con puntillitas.

Su mente se retrotrajo hacia unas horas atrás, a la Madriguera.

Micropuffs

—¡Ginny!—susurró de repente Hermione, dándole un codazo sutil—. Parece que hoy te han echado un hechizo confundus.

Pero solo pudo mirarla por un instante antes de empezar a gemir y plantar la cara contra la mesa. Estaba acabada. A-CA-BA-DA.

—¿Pero qué te pasa ahora? —insistió Hermione zaradeándola hasta que consiguió que la mirase de nuevo—. No será otra vez por lo de Malfoy, ¿verdad?

Ginny asintió, a punto de llorar.

—¿Pero todavía estás con eso? Ya te he dicho antes que todo esto no...

—¡Mira! —la interrumpió de repente, señalando hacia la mesa de Slytherin.

Hermione miró en el mismo momento en el que Malfoy escondía algo debajo de la mesa con rapidez. Entornó los ojos.

—¿Qué es eso qué ha...?

—¡Mis bragas...! —siseó Ginny por fin, a punto de perder los nervios—. ¡Tiene mis braguitas naranjas con micropuffs!

Hermione abrió y cerró la boca un par de veces. Luego, haciendo gala de esa dominio sobre sí misma que ya todos le conocían le pidió, por favor, que le contase toda la historia de nuevo sin saltarse ningún detalle. Sobre todo lo de las braguitas.

—Debió de cogerlas antes de devolverme la maleta —concluyó, de prisa y con el corazón en un puño—. ¿Para qué diablos la abriría?

No se atrevía a mirar más allá de su mesa y se concentró en la respuesta que estaba a punto de darle una Hermione bastante reticente.

—Por Merlín, es Malfoy, ¿qué esperabas? ¿Abrir la maleta y encontrarte un vociferador que te cantara: «mi caldero hierve por ti»?

Ginny parpadeó confusa unos instantes.

—¿Mi caldero qué?

—Nada, tu madre...Celestina Warbeck...—Hermione bufó fastidiada—. ¡Escúchame y deja de comerte las uñas! Esas bragas pueden ser de cualquiera, ¡y aunque tuviera tus iniciales puestas! Te recuerdo que estamos en el colegio de magia —puso énfasis en la palabra— y hechicería. Yo misma podría agarrar una de mis bragas y decir que son de McGonagall.

Pero Ginny apenas la escuchaba y seguía lamentandose en voz alta.

—Debí dejar la estúpida maleta con las demás para que se la llevaran los elfos domésticos, pero yo no. ¡Yo tenía que llevármela!

—¡No tiene pruebas, Ginny!

Pero ésta ya había vuelto a plantar la cara contra la mesa mientras gimoteaba como un bebé.

—Es un jodido manipulador —se quejaba—. Es un ca...

—¡Sólo son una bragas, por el amor de Merlín!—le susurró Hermione en su oído, incrédula, a punto de perder los nervios—. ¡Deja ya de...!

—¡Pero son mis bragas!—protestó—. Nadie ha visto jamás mis bragas. A lo mejor se cree que las he usado...¡por Merlín! —Ginny se llevó una mano al corazón—. ¿Crees qué las habrás cogido por eso?

—Esto es increíble.

—Lo sé, ¡te lo estoy diciendo!

—¡Shh!—Chistó, mandándola a callar con gesto enérgico. Pero Hermione ya no la miraba, observaba a Dumbledore como si fuera la primera vez que lo veía.

Aquel director loco que tuvimos

—...las clases seguirán siendo compartidas al igual que las excursiones y las visitas. No sólo fomentaremos la unión entre las casas, sino que estrecharemos lazos aún mas fuertes entre nosotros, sin distinciones. Y por eso el Ministerio de Magia, bajo la coordinación de los profesores de este colegio, han aceptado la fusión entre las cuatro casas durante un trimestre.

La palabra «trimestre» reverberó entre las paredes del Gran Comedor, hasta acabar colandose entre sus grietas y recovecos para desaparecer, lentamente, en una de las torres del castillo. Tanta magia fluyendo por los pasillos durante décadas y décadas debía de estar en alguna parte, debería de haberse filtrado de alguna manera. Pero la mente humana es joven e inexperta al lado de la piedra que la construye y por eso nadie supo jamás que el castillo había adquirido una mente propia e inteligente que ahora mantenía fija en Dumbledore.

—¡Está de broma! —exclamó de pronto una voz en la mesa de Hufflepuff después de que se hiciera un silencio ominoso en el comedor.

Y a partir de ahí empezó el caos.

Ron saltó, señalando a la mesa de Slytherin y gritando que: «ya compartían demasiado aire con ellos como para que le quitaran también el de su Sala Común. Y otra estudiante de Slytherin dijo que: «era el único sitio donde no veía esa cabeza de ghoul con viruela de dragón de Roger Davies».

Cientos de voces se alzaron a la vez mientras Dumbledore sonreía como si estuviera escuchando una sinfonía de ranas del pantano y no el estallido airoso de cientos de estudiantes a punto de la rebelión.

—Bueno, veo que habéis acogido la noticia con gran alboroto —exclamó feliz, intentando hacerse oír con las manos levantadas. Hermione bufó incrédula a su lado—. La medida no se pondrá en marcha hasta el veinticinco de septiembre pero la lista de los alumnos seleccionados está ya expuesta, gracias a Filch, en el pasillo que lleva al segundo piso. Os deseo a todos buenas noches y, ¡bendito seáis, si soñáis con Hogwarts!

Y dicho esto, se dirigió con paso decidido hasta las puertas del Gran Comedor y desapareció.

La leyenda cuenta que fue un gryffindor el que se levantó primero y echó a correr, y que luego le siguió un slytherin. Otros dicen que fue un ravenclaw, aunque en realidad nadie de los que estuvieron allí recuerda ni están seguros de quien persiguió a quién, ni quien echó un piernas de gelatina a quién. Pero todos estuvieron de acuerdo en que aquello fue la carrera más numerosa que Hogwarts vio en sus tiempos. Ella, si pudiera opinar, si pudiera hablar con piedra y granito y los humanos no fueran unos adolescentes jóvenes e inexpertos y se permitieran el lujo de escuchar sin hablar primero, sabrían que sí.

La lista de Dumbledore

—¡Quita de en medio, cerebro de plympi! —Malfoy pegaba codazos a diestro y siniestro sin importar a quién se llevase por delante. Lo tenía claro. Iba a ver esa lista costase lo que costase. E iba a hacerlo ya.

—¡Draco! ¡Espérame! —Pansy, por otro lado, intentaba embrujar a un chico de tercero pero apenas podía levantar el brazo para sacar la varita—. ¡Malditos mocosos de...!

—¡Vamos, Pan! ¡No pienso esperarte!

Se dio la vuelta en el momento justo en el que ésta prendía fuego a la túnica de dos estudiantes, y aunque solo fueron unas chispas de nada, consiguió que salieran corriendo y adelantar así un par de pasos más. Malfoy le guiñó un ojo y ella sonrió de lado, sacandole la lengua. Sin embargo, la masa de estudiantes lo llevó casi en volandas y lo arrastró de allí como si fuese un maldito juguete, alejándolo de Pansy pero acercándolo a lista un poco más.

Mientras tanto, tres metros más atrás, Ginny pugnaba por respirar entre Harry y Hermione. Escuchaba a Demelza gritar a su izquierda:

—¡Esto me recuerda cuando se pusieron a la venta las entradas para ver a ir a la Brujas de Macbeth, tía! ¡Una pasada! ¡Hasta hubo una accidente de escobas voladoras!

Filch también tenía problemas. Había cogido a la Señora Norris y la alzaba por encima de su cabeza, mareado y estrujado por la turba. A los gritos de Demelza se le sumaba su ya conocido:

—¡Estudiantes! ¡Estudiantes fuera de sus camas!

Ginny no sabía si reír o llorar. Por supuesto, el asunto de las bragas quedaba debidamente postergado.

—Si me llevan a Slytherin me tiro al Lago. —No sabía cómo pero escuchó la voz de Harry a sus espaldas, cerca de su oído—. O me encargo de darle de comer a la escrogrutos de cola explosiva.

—¡Ron!— se quejó Hermione, a su lado—. ¡Me estas clavando la varita!

—¡Pero si no sé ni siquiera dónde está!—Hermione se puso colorada al instante—. ¡Y haz el favor de empujar debidamente o me dejas delante! ¡Eh tú! ¡Qué se nos cuelan!

Ni los que habían llegado a la lista podían marcharse ni los que querían llegar lo hacían. Hubo un momento en que la masa compacta de brazos, piernas, torsos y demás era como una bola de un péndulo oscilando de lado a lado pero sin moverse.

Ginny no aguantaba más. Pedía un milagro o allí mas de uno iba a salir con un mocomuerciélago en plena cara. Era famosa por ello.

—¡O me dejas pasar o vas a saber lo que son mocos, enano! —Sentía lástima por ellos, pero no entendía muy bien que hacían allí cerca de siete alumnos de primero con cara de circunstancias y a punto de llorar.

—¡Ginny, no digas eso! —le recriminó Hermione, que casi era un ente compacto con su hermano. Luego se dirigió a los niños—. ¡A ver chicos, detrás de mí! ¡Vamos a ir reculando!

Los alumnos de primero casi lloraron de la emoción y Ginny aprovechó la ocasión para intentar colarse entre ellos. A fuerza de encajar y apretarse, se sintió volar de pronto para volver a chocarse con dos alumnos que intentaban sacar a una algunos compañeros caídos en la batalla.

«Vamos Ginny», se alentó «ya queda poco. ¡Ya queda poco!».

Los primeros, gracias a Merlín, ya habían podido escapar de la muchedumbre y pudieron avanzar dos pasos más. Ginny pudo hacerse un hueco a solo tres metros de distancia de la lista pero justo cuando otro compañero desistía de su intento y dejaba un hueco libre y preciado, lo vio. Allí estaba él. En los dos segundos exactos que dudó en acercarse a Malfoy era o no una buena idea, una chica de último curso se le adelantó como un ciclón y se plantó justo detrás de él, rebotando contra su espalda por la presión de salir del embudo que se había formado.

El grito de Malfoy fue inmediato.

—¡Pedazo de alcornoque! ¿A ti quién te ha criado, una manada de lobos?

Draco quiso mirar hacia atrás para ver a la bestia parda, hija de un basilisco capado que le había pisado, cuando de pronto sus ojos se encontraron con los de Ginny. Por una fracción de segundo tuvo la sensación de que le sonreía de alguna manera, solo a ella, como si no hubiese nadie más en aquel lugar y aguantó con estoicismo todo lo que podía aguantar en esas circunstancias. Pero enseguida Malfoy pareció perder interés en ella, centrándose solamente en seguir insultando a la chica que le había pisado como si no hubiese un mañana.

Ginny suspiró con alivio. ¿Se habría salvado?

—Como me vuelvas a tocar te juro que vas a saber lo que es un sectumsempra, estúpida.

No supo en ese instante si la chica se acobardó por aquellos ojos grises o porque sabía realmente que era lo hacia un sectumsempra y por eso reculó, pero de pronto el hueco se hizo más grande y Ginny pudo plantarse justo detrás de Draco. Pudo no hacerlo, en realidad. Pudo quedarse en el sitio y esperar. Pudo haber buscado cualquier otro resquicio ahora que la marea de estudiantes parecía hacerse más pequeña, pero no lo hizo. Quiso aprovechar el momento, pues no tendría a Draco a su merced mucho tiempo más. Si quería hacerse con sus bragas era ahora o nunca, y por eso se pegó deliberamente a su espalda con toda la suavidad que pudo. De pronto sentía el culo de Malfoy sobre su capa, su espalda en su cara, ese olor característico de: soy rico Weasley, mas rico de lo que tu serás jamás. Y aprovechando el momento en que Malfoy estaba intentado sacar la varita para embrujar a un chico de delante, con mucha cautela, Ginny estiró los brazos alrededor de su cintura y buscó sus bolsillos...

Pero Draco era un buen buscador. Y tenía reflejos.

—Las manos quietas, Weasley —le dijo suavemente agarrándola de las muñecas con fuerza—. ¿Qué creías? ¿Qué no me iba a dar cuenta?

Ginny intentó zafarse moviéndose de un lado a otro, sin mucho éxito.

—¡Suéltame ahora mismo, Malfoy! —le amenazó—. ¡Suéltame o...!

—¿O qué? —Ginny no podía verle la cara, pero por Merlín que estaba segura de que estaba sonriendo—. Mira, vamos a hacer una cosa —le propuso de repente—. Vas a ponerte delante, donde yo pueda verte. Y vas a estarte quietecita si no quieres que tus braguitas cuelguen del asta de Slytherin en el próximo partido.

Y tiró de ella hacia delante con tanta fuerza que, cuando quiso darse cuenta, ya estaba envuelta entre sus brazos. De pronto sentía ardiendo las partes de su cuerpo donde Malfoy se estrujaba contra ella, moviéndose ligeramente con la turba, cada vez más aplacada gracias a la muy oportuna intervención de Flitwick. Ginny no podía soportarlo más. Empezaba a tener calor y además, ya era la segunda vez en aquel día que se encontraba pegada a su cuerpo y no estaba dispuesta a que aquello se convirtiese en una especie de rutina.

—Vamos Malfoy —se lanzó, a la desesperada—. ¿No llevas años diciendo que si quisieras podrías matar con la mirada? No vamos a salir de aquí jamás. ¡Haz algo!

Sabía que su única baza era picarle en el orgullo, pero Malfoy no tragó. Era demasiada inteligente para eso.

—Yo jamás he dicho que lo que hiciera con la mirada fuera matar, precisamente—contestó, distraído—. Si quieres puedo enseñártelo.

—No, gracias. ¿Porqué a todo lo que digo le sacas un doble sentido?

—Porque me aburro, Weasley.

Otra vez ese tonillo, otra vez esa manera de separar los labios al llamarla. Weeeeasley. Por Merlín, ¿porqué lo haría?

—¡Venga, cara de tebo!—gritó de pronto Malfoy a un estudiante bajito por delante de él—. ¡Apártate de una puñetera vez!

Había vuelto a perder el interés en ella y solo centró en mantenerla pegada a él mientras avanzaba e insultaba a los demás. El interpelado, justo delante de la lista y sin mirar atrás, huyó encuanto Draco le lanzó una de esas miradas de hielo. Y de pronto y sin previo aviso Draco la empujó con todas sus fuerzas contra la pared y comenzó a leer. Cuando Ginny levantó la cabeza, después de haberse cerciorado que seguía en su sitio después del golpe, no pudo llegar a imaginarse como unos simples ojos grises podían despedir tal cantidad de odio. Si verdaderamente Draco hubiera podido matar con la mirada, ella habría muerto allí mismo.

—¿Qué pasa? —le preguntó, pero no estaba como para ponerse a averiguar que bicho le había picado.

Ginny alzó la cabeza y se enfrentó a la lista repasándola de arriba abajo una y otra vez, ajena al maremoto gris que ni siquiera intuía detrás de su espalda. Pero por fin, después de mucho esperar y sufrir, parecía que su nombre no estaba escrito en ninguna parte. Estaba apunto de gritar de felicidad y hacer un baile de la victoria en honor a Malfoy cuando algo llamó su atención, sin saber muy bien que era. Había algo escrito en la lista, un nombre que le resultaba familiar, quizás. Tan familiar, que la había agarrado de pronto por la túnica mientras la arrastraba hasta el pasillo que doblaba a la izquierda.

No supo que decir, ahora que lo tenía delante. Sereno sí, pero con unos ojos capaces de traspasar barreras de magia antigua. Así que con un hilo de voz, sin querer despertar a la bestia dormida que intuía en aquella mirada turbia murmuró despacio, ¿qué otra cosa podía hacer, si no?

—Bienvenido a Gryffindor, Sly.

...

N/A: ¡NOTA IMPORTANTE! NO es un fic de cambio de casas. Solo es un trimestre, y si quisiera, podía cambiarlo. Pero escribo esto una vez acabado y me da pena cambiarlo, y la verdad, lo cambiaría si no fuera porque tendría también que cambiar algunas escenas importantes que ocurren en la torre de Gryffindor. Pero podrían pasar en otro lado del castillo igual.

Muchas gracias por haber leído hasta aquí y ojalá dejen review, me alegraría muchísimo :) Y ánima a seguir escribiendo.