Hola.
Después de haberme enamorado de la historia de Terry y Candy decidí a mi manera darle el final que yo hubiera deseado. Este es mi primer intento como escritora, así que por favor perdonen todos mis errores (que espero sean pocos aunque siendo honesta lo dudo). Obviamente no poseo a ninguno de los personajes, estos son propiedad de a Kyōko Mizuki, y Yumiko Igarashi, solo me tome la libertad de jugar un poco con ellos.
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Sea por destino o por elección.
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Capítulo 1. El dolor es conocido por todos.
Londres Inglaterra. Febrero 1915.
Sentado en su despacho leyendo un reporte que recién había recibido desde América el Duque de Grandchester sentía un profundo pesar al leer la noticia de lo ocurrido a su hijo Terrence después del accidente en el que se vio involucrada la actriz Susana Marlow, por lo que sus investigadores describían él podía deducir que su hijo se había topado con una encrucijada que lo obligaba a dejar a la mujer que amaba para cumplir con lo que él consideraba su "deber". Con inmenso dolor imagino a su hijo padeciendo lo que él mismo había sufrido.
El duque se levanto y arrojo los papeles que leía al fuego, mientras en su mente repasaba los últimos años de su vida, recordando el dolor de la separación, la angustia del no saber si al menos "ella" si había logrado ser feliz, pues era un hecho que él no lo había sido. Meditando llego a la misma conclusión de siempre, la última vez que había sido feliz fue hace más de 15 años cuando tuvieron que separarse. Ilusamente creyó que al traer a Terrence con él podría aferrarse a esa felicidad, había sido una apuesta que había perdido, de hecho la sola presencia de su hijo era un recordatorio constante de lo mucho que aun la amaba, pues cada vez que lo veía la veía a ella, y el sentimiento que le llegaba era el de un profundo dolor por haberla perdido, un dolor que al pasar los años se mantuvo constante, que no decayó ni un ápice, un dolor con el que tuvo que aprender a vivir o mejor dicho a sobrevivir, porque la vida se le había ido con ella.
– Eleonor – exhalo – Si tan solo hubiese sido más fuerte.
Arrojando su copa al fuego decidió que no permitiría que su hijo fuera tan infeliz como él mismo había sido y seguía siendo. Él sabía que tenía una deuda con Terrence y con Eleonor pues al separarlos no tan solo la hizo infeliz a ella, sino que también había arruinado la infancia de su hijo, al obligarlo a vivir en un lugar donde era despreciado por su madrastra y sus hermanastros, no fue capaz de dar a su hijo amor, ni un hogar, pues un hombre roto y débil como él no es capaz aun queriendo de dar estas cosas, lo único que había dado a su hijo fueron cosas materiales e indiferencia ante su alocado y desenfrenado comportamiento en el colegio.
Recordó a la perfección la última ocasión en la que su hijo se había acercado a él solicitando ayuda, para salvarla a ella, a esa chica rubia y pecosa de la que estaba enamorado (y aunque ni él mismo pudiera admitirlo empezaba a amar) y él, su padre, una vez más lo había decepcionado, dándole la espalda y restándole importancia por creerlo un capricho más de su hijo, una de sus tantas travesuras para hacerlo enojar y enlodar su apellido.
¡Cuán equivocado había estado!, en el momento que la conoció supo que su hijo era tan importante para ella como lo era ella para él, la manera en que le suplico que lo dejara buscar su felicidad en América, él candor y dolor reflejado en sus ojos le mostró que aunque ella sufría por que él se había ido prefería saberlo feliz siguiendo sus sueños, buscando su lugar en el mundo. Con solo una mirada esa niña le mostró la clase de amor que él no fue capaz de mostrar, un amor que pone al otro por encima de uno mismo, esa clase amor que debió mostrar él al dejar a Terrence con Eleonor, la clase de amor de aquel cuya felicidad es saber a su amado feliz.
En ese momento el duque decidió que haría todo lo que estuviera en sus manos para impedir que su hijo fuera feliz al lado de la mujer que amaba, con esa determinación tomada se levanto para llamar a su secretario para que preparara su partida hacia América, hacia Nueva York, hacia la ciudad de "ella".
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New York. Marzo 1915.
Al salir de casa de su madre Terry se detiene como siempre a caminar en el bosquecillo cercano, al vivir la famosa actriz Eleonor Baker en una majestuosa mansión un poco lejos de la ciudad y con solo unos pocos vecinos el lugar esta como siempre vacío, lo que permite a Terry pensar en su pecosa y maldecir una vez más al destino que como siempre se ha empeñado en hacerlo infeliz, en mostrarle lo que es la felicidad para luego arrebatárselo, Terry exhala una bocanada del humo de su cigarrillo mientras ríe al recordar que Candy odiaba su mal hábito, como lo regañaba cada vez que lo veía fumando en su segunda colina de Pony, como ella nombro a esa colina en el colegio San Pablo.
– Si tanto odias que fume ven aquí a obligarme a tirarlo – dice Terry al cielo en donde ve la cara de su pecosa, a la par que levanta su cigarrillo y da otra fumada, después ríe, lo tira y suspira al pensar que si realmente ella viniera y se lo pidiera sería capaz hasta de tragarse la cajetilla entera de cigarros. Continua caminando un rato más con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón, intentando como siempre retrasar el momento en el que tendrá que ir de regreso a la ciudad, de regreso a su tormento que parece no terminar y visitar como cada noche por unos minutos a Susana, mientras se pregunta por millonésima vez como podrá soportar toda la vida esta miserable sensación de agobio y de culpa que se mezcla con el rencor y el odio que no puede evitar cuando la ve, y desea como cada vez que Susana no lo hubiera salvado, pues hace mucho llego a la conclusión de que hubiese preferido morir o quedar él inválido a tener que separarse de Candy y no volverla a ver.
– ¿Qué estarás haciendo pecosa?, ¿Ya pudiste olvidarte de mí?, o mejor aun ¿Ya me odias por ser un maldito cobarde que no pudo correr tras de ti y decirte "No me dejes" "Quédate conmigo"? – decía Terry mientras manejaba su auto temerariamente de regreso a la ciudad.
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Terry exhalo una bocanada de aire mientras se preparaba para dar lo que él consideraba era la mejor actuación de su vida - una que tendría que dar hasta su muerte o la de ella - es decir la de un novio considerado y preocupado. Como cada vez considero dar la vuelta y no volver nunca a esa casa y como siempre termino por tocar a la puerta mientras esperaba a que la sirvienta abriera y lo dejara pasar, una vez dentro se dirigió a la salita de Susana sin esperar a ser anunciado.
– Adelante – dijo Susana.
– Hola Susana – saludó Terry sin acercarse a ella y permaneciendo de pie.
– Ya te dije que prefiero Susy, Terry – sonrió mientras bajaba el libro que había estado leyendo – ¿Como estuvo la visita a tu madre?, la próxima vez me gustaría acompañarte, después de todo soy tu prometida y lo lógico es que conviva un poco con tu madre antes de que nos casemos.
Ante sus palabras Terry se estremeció, no podía evitarlo, cada vez que Susana hablaba de convertirse en su esposa tenía que contenerse a sí mismo para no gritarle ¡No insistas con eso!, ¡No te amo!, ¿Cómo podría casarme contigo si aun amo a otra y nunca podre dejar de amarla?, sin embargo solo se giro hacia la ventana y exhalo por décima vez desde que llego a esa casa.
– Lo siento Susana pero sabes que mi relación con mi madre es complicada y no quisiera complicarla más presentándome acompañado.
Susana se molesto con su respuesta, odiaba que Terry quisiera mantenerla lejos de su vida, nunca le pedía que salieran, solo la visitaba en su casa y se quedaba solo unos minutos alegando que debía irse pues al día siguiente tenia función, incluso en días como hoy, el cual ella sabia él no tenía que presentarse en el teatro, solo venia en la noche, preguntaba por su salud, se quedaba unos minutos y se retiraba.
Aprovechando que la salud de su madre se había desmejorado un poco después de su accidente Susana podía hacer en su casa lo que deseaba por lo que llamo a la sirvienta y pidió que le trajera vino para ella y un licor para Terry, desde hace un tiempo Susana había notado que casi siempre Terry llegaba a su casa con un ligero aliento a alcohol, sin importar la hora de su visita siempre parecía que él ya había bebido algo, al principio la extrañaba ese comportamiento en él, pero después descubrió que si le ofrecía una bebida a Terry - obvio que no fuera té o café - él se quedaba un poco más de tiempo, lo que ella considera era lo que necesitaba para poder conquistarlo y hacer que se enamorara de ella y olvidara a Candy, por eso ella se dedicaba a leer los periódicos para buscar temas de los cuales pudiera platicar con él, leía completa la sección de espectáculos y las reseñas de las obras que se presentaban tanto en Broadway como en otros lugares intentando mantener su atención lo más posible, claro, Terry no era un buen conversador pues casi siempre le contestaba con monosílabos, pero lo importante es que pasaban tiempo juntos, o eso es lo que se decía a si misma Susana.
Por su lado a Terry le parecí eterno el tiempo que pasaba con Susana, la verdad es que por más que se esforzaba no podía verla más que como una obligación, una imposición de la cual no podía librarse, la escuchaba hablar pero realmente no ponía atención a aquello que ella le decía, se dedicaba a mirar su copa y contestaba solo cuando era necesario.
– ¿No te parece que tengo razón Terry? – preguntó Susana.
– Eso creo Susana – contesto Terry, la verdad es que no había prestado atención a lo que decía, pero viendo que a ella no le importaba y continuaba hablando, él continúo viendo su bebida.
Después de unos minutos más Terry interrumpió el monólogo de Susana y le dijo que debía retirarse luego de asegurarse que ella estaba sintiéndose bien y que su madre también estaba estable.
En momentos Susana se desesperaba con su actitud indiferente, pero se consolaba así misma diciendo que lo único que él necesitaba era tiempo, paciencia y amor, Susana estaba segura que con el tiempo Terry se daría cuenta de que Candy realmente no lo amaba, pues de haber estado ella en la misma situación ella nunca lo hubiera dejado, es más, pensaba que ella no la hubiera detenido de arrojarse de la azotea del edificio - después de todo lo único que ellos necesitaban para estar juntos sin ningún obstáculo es que yo hubiera muerto- se decía a si misma que no era una mala persona solo que cualquier sacrificio debía hacerse para estar con la persona que amaba, en este caso ella había sacrificado su pierna pero consideraba que era un justo pago por poder estar para siempre al lado de Terry.
– No te preocupes Terry, yo te ayudare a olvidarla, seremos muy felices juntos, ¡Te lo juro, yo haré que me ames! – le dijo a la puerta por la que acababa de salir Terry.
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Terry hizo lo que aparentemente se estaba volviendo una costumbre después de ver a Susana, es decir entrar en un bar y tomar unas copas para poder adormecer sus sentidos.
– Lo de siempre Jake – pidió Terry.
Jacob "Jake" el cantinero ya lo conocía y sabía que era mejor no intentar iniciar una platicar con él por lo que al entregarle su bebida se retiró sin decir ni una palabra. No le pareció extraño cuando vio que una linda pelirroja se le acercaba, pues si bien el muchacho era de modales muy bruscos también era muy atractivo y no era la primera chica que intentaba, al verlo solo iniciar una conversación con él, pero Jake sabía que el muchacho seguramente la despediría con una frase cruda y la chica se iría indignada. Por lo que lo sorprendió que tras el primer intercambio de palabras la chica se sentó junto a él.
– Hola Romeo.
– Hola Julieta.
– ¿No sabía que tenías edad suficiente para entrar a este tipo de lugares?
– No sabía que incluso conocieras lugares como este. ¿Qué haces en un lugar como este?, ¿Acaso ninguno de tus admiradores quiso llevarte a cenar a un buen lugar?
– De ahí vengo Grandchester, solo necesitaba que tomar un trago después de otra espantosa cita, ¿Por qué todos los hombres son unos cerdos idiotas? – preguntó la pelirroja mientas tomaba un trago de su copa.
– Tal vez tu eres la que solo atrae a tipos idiotas Klasse – contestó a la vez que intentaba recuperar su copa.
– Muy gracioso Grandchester, y tú, ¿No deberías estar cenando con alguna guapa admiradora? o en el peor de los casos son tu novia – dijo mientras terminaba de un trago su bebida y hacía señas para que le trajeran otra.
– Déjalo Klasse, si solo viniste a preguntar tonterías, mejor lárgate.
– Con ese genio que tienes seguramente tú también tuviste un mal día, no es que diga que usualmente eres un tipo con buen carácter – se río de su propia broma – ¿Te paso algo que te puso así de desagradable?, ¿Quieres contarme? –pregunto a la vez que daba otro trago.
– No Klasse, no quiero contarte, ¿Por que cuando bebes te pones así de entrometida?
– Ya sé, seguramente vienes de ver a tu noviecita. ¿Te volvió a insistir en que pongan fecha para la boda?
– Déjalo Klasse, no estoy de humor.
– Tú nunca estas de buen humor Grandchester – mientras tomaba otro trago.
– Estaba de buen humor hasta que llegaste a molestar y a robar mi copa.
– Quien bebe solo no está de buen humor, ahoga su mal humor en alcohol, lo cual no es saludable – dijo la pelirroja, haciendo gestos como si diera cátedra, mientras seguía bebiendo.
– Eres tan molesta Klasse, ¿Por qué no te vas?
– Si el solo verla te pone de mal humor, ¿Cómo te las arreglaras para casarte con ella?
– ¡Suficiente!, ¿Te largas o te largo Klasse?
– Ya me voy. Solo quería platicar un rato con un compañero de tablas y aparentemente de copas después de un mal día pero con tus groserías solo estas logrando que mi día sea peor – dijo Karen poniéndose de pie y apurando su copa.
– ¿Estás sola Klasse? – preguntó Terry notando por primera vez que era muy tarde ya.
– Claro, si tuviera cualquier acompañante no me hubiera acercado a ti, hasta un perro sería mejor compañía que tú, ¿Debería adoptar a un perro?, creo que son más leales que cualquier hombre que conozca – empezó a divagar.
– No deberías entrar sola en un lugar como este – la interrumpió Terry.
– Ya te dije que voy a conseguir un perro, uno grande que me ayude a deshacerme de pretendientes indeseable, ¡Eso es lo que haré! – sonrió triunfante Karen.
– Estas ebria, te acompaño a tu casa – dijo Terry mientras se levantaba.
– Tranquilo Romeo, yo puedo cuidarme sola. Llevo viviendo sola en New York más tiempo que tu – lo empujo para que se sentara de nuevo.
– Dije que te acompaño – volviéndose a poner de pie.
– Dije que puedo cuidarme sólita – mientras intentaba que se sentara de nuevo.
– Karen, basta de estupideces, te llevo a tu casa y punto – dijo mientras la jalaba hacia la puerta.
– Espera a que consiga mi perro y veras como ni tu ni nadie podrá intimidarme – dijo Karen mientras Terry la obligaba a subir a su automóvil.
– ¿Si eres tan infeliz con ella porque no la dejas?
– Basta Karen, no te metas en mis asuntos.
– La vida es demasiado corta para desperdiciarla estando con alguien a quien no amas.
– Dije basta Karen – empezaba a arrepentirse de no haberla dejado en el bar.
– Solo digo que necesitas ser muy idiota y necio para seguir con alguien a quien no amas, porque déjame decirte que es obvio que no la amas.
– Karen si eres tan lista por qué no arreglas primero tu vida y me dejas en paz con la mía.
– Por que tus problemas tienen una solución más simple. Solo tienes que dejarla y buscar a tu enfermera. ¡Simple!
Al oír el nombre de Candy casi se sintió enfermo, en mala hora Karen se había enterado de toda la historia entre Candy, Susana y él, pero la mujer era lista y después de conocer a Candy en Florida y platicar un rato con ella en el teatro antes de la función solo necesito unas simples conjeturas para imaginase todo el trama completo, mismo que no se quedo con la duda y un día en una reunión de la compañía se dedico a preguntar hasta que él le dijo todo, claro aprovechándose de que él había tomado un poco de más y de que cuando ella menciono que conocía a Candy él no pudo dejar de hablar de cuanto la quería y de cómo se arrepentía de no haberla detenido o de irse con ella. Obviamente desde ese día Karen no dejaba de decir su opinión, la cual era "Deja a Susana y busca a Candy".
Cuando llegaron al edificio en el que vivía Karen Terry tuvo que ayudarla a salir del auto y a abrir la puerta de su departamento pues ya la pelirroja empezaba a dormir la borrachera., lo que sea que le hubiera pasado en su cita la había afectado demasiado, al grado de emborrachare y tener una actitud tan apagada. Normalmente cuando Karen bebía se dedicaba a reír y coquetear y después de unos tragos de más hasta a cantar.
Después de despedir (mejor dicho correr) a Terry, Karen se metió a la cama y empezó a pensar en lo que había sido su día y su vida en general, ella se definía a sí misma como un espíritu libre, alguien a quien no le importaba lo que pensaran de ella, para cualquiera que no la conociera era una niña mimada que solo quería divertirse, que le gustaba ganar la atención de los hombres y la envidia de las mujeres. Aquellos que la conocía un poco mejor sabia que ella quería demostrarse a sí misma y al mundo que era una gran actriz, que podía poner el mundo a sus pies con su talento y su belleza, que no necesitaba ni de sus padres, ni de ningún hombre para triunfar.
A Karen le apasionaba el teatro, al igual que para cualquiera que nació para ser actor el aplauso del público la llenaba de júbilo y felicidad, el mejor lugar en el mundo era sobre el entarimado, la mejor manera de olvidarse de los problemas era convirtiéndose en su personaje, olvidando tu dolor propio y viviendo a través de la obra que interpretaba. El teatro era su más grande amor, los aplausos el único alimento que necesitaba.
Karen al igual que Terry había vivido una infancia triste en un hogar sin amor y había salido de su casa sola para probar suerte en Broadway, sus padres a menudo le escribían para decirle que dejara de hacer el ridículo y avergonzarse y avergonzarlos, le pedían que volviera a Florida, que se casara con alguien rico y de buena familia y ayudar a mantener el estatus de su familia.
Cada vez que Karen recibía una carta de su familia, la leía mientras comentaba "La vergüenza de la familia", "Un marido es lo que necesito", "Como si tener un marido de buena familia hubiera hecho feliz a mi madre".
Karen deseaba encontrar el amor, una vez habría creído encontrarlo pero se enamoro de una ilusión, de una persona falsa que le había roto el corazón, aun ahora después de mucho tiempo no podía olvidar la traición y la humillación que había sufrido, porque Karen amaba igual que actuaba y vivía, intensamente, entregando todo. Ahora solo le quedaba el dolor del cual le estaba costando trabajo salir, por eso no podía entender a Terry, amar a alguien y dejarlo para ella era impensable, prefería ser catalogada como la persona más insensible y egoísta del mundo por seguir a su corazón, que ser tan estúpida como para perder al amor de su vida.
– Si de mí dependiera Grandchester, ya estarías casado con Candy - le dijo a la pared – No te preocupes, seguiré diciéndote lo idiota que eres hasta que lo entiendas y vayas a buscarla – ahora el regaño iba a la lámpara.
– En cuanto a ti estúpido innombrable, ¡Te voy a olvidar!, y mi mejor venganza será que me veas tan feliz y enamorada de alguien mucho mejor que tú, que sentirás nauseas – grito al techo – Te lo juro estúpido animal, te arrepentirás de no haberme valorado, ¡Si que eres idiota!, perder a la más hermosa y mejor actriz del mundo – dijo mientras se tapaba la cabeza con el cobertor decidida a dormir y olvidar.
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De regreso a su departamento Terry no podía dejar de pensar en lo que ese mismo día le habían dicho su madre y Karen, ¿No entendían la culpa que sentía por la situación de Susana?, ¿Como podía dejarla sabiendo que ella había arruinado su vida y su carrera por salvarlo?, ¿Acaso pensaban que era un monstruo egoísta que solo pensaba en su felicidad?
Por culpa de Karen hasta la borrachera que pensaba que le ayudaría a dormir hoy se le había bajado como odiaba a esa entrometida, se recostó en el sofá y empezó a recitar sus diálogos esperando con eso calmarse un poco para poder dormir aunque sea un rato. Finalmente saco un cigarrillo y empezó a realizar su pasatiempo favorito (y el que más feliz e infeliz al mismo tiempo lo hacía) recordar los momento felices al lado de su pecosa.
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Colorado. Abril 1915.
Candy ordenaba los suministros que acababan de llegar ayudándose de una pequeña lámpara colgada en el muro, hace rato había oscurecido pero ella se decía que era importante que las cosas estuvieran adecuadamente desempacadas con el fin de saber si todo lo que habían solicitado estaba completo y en perfectas condiciones, llevaba un tiempo ya trabajando y viajando como enfermera en el hospital móvil para la construcción del ferrocarril, el trabajo era agotador y las condiciones en las que vivía eran muy desagradables, pero ella no solo no se quejaba, sino que trabajaba hasta casi caer agotada, todos se sorprendían de lo mucho que trabajaba e incluso algunos empezaban a preocuparse por su salud al verla tan delgada y con grandes ojeras bajo sus hermosos ojos, Candy solo sonreía y contestaba que estaba bien. Solo ella sabía que en realidad no podía permitirse el lujo de detenerse, pues detenerse implicaba que se pondría a pensar y eso solo le lastimaría su corazón.
– Basta de pensar en tonterías Candy – se dijo mientras se daba un pequeño coscorrón, obligándose así a concentrarse – Es mejor continuar trabajando, estos suministros no se ordenaran mágicamente – dijo mientras seguía desempacando cajas – Él está con la persona adecuada, así eso te rompa el corazón sabes que ambos hicieron lo correcto.
Sentándose en una silla admiraba su trabajo, le tomo mucho tiempo pero finalmente había terminado de limpiar el pequeño lugar que usaban para atender a los heridos de la construcción, después de todo aunque el lugar era pequeño y muy poco adecuado para esa labor, al menos estaba impecablemente limpio lo cual Candy se decía es muy importante para que las heridas no pudieran infectarse.
Horas después acostada en su cama por más que lo intentaba no podía dormir volver a dormir después de haberse despertado de una de las tantas horribles pesadillas que últimamente la acompañaban cada noche – Si tan solo pudiera ordenar a mi corazón y mi cerebro olvidar cuanto te amo todo sería más fácil, podría pensar en ti como un amigo más – exhalo mientras consideraba levantarse y buscar cualquier cosa que pudiera hacer para evitar estar sola con sus pensamientos.
– Tal vez podría ir a ayudar en la cocina – se dijo – Después de todo el desayuno se sirve en solo 2 horas y siempre necesitan manos extras, aunque la ultima vez creo que fui más un estorbo que una ayuda – recordó – No importa lo mala que sea cocinando – se dijo – Siempre puedo ofrecerme a limpiar las mesas y barrer un poco el piso – dijo levantándose por fin – ¿Por qué no pudiste empeñarte más en que aprendiera a cocinar Albert?, ¡Te culpo totalmente de eso a ti!, ¿Qué clase de amigo eres? – sentenció mientras hacia un gesto con sus manos como una maestra regañona – Creo que de los mejores pues siempre te encargabas tú de las comidas – Sonrió sacando la lengua un poco apenada al recordar cuan fácilmente había cedido a Albert la responsabilidad de hacer todas las comidas.
– Espero que tú, Annie y Archie estén todos bien, cuanto quisiera volver y estar con ustedes – pensó recordando a todos sus amigos – Pero en este momento no sería de mucha ayuda pues con lo triste que estoy solo sería una carga para ustedes, y con lo de Stear no quiero llevarles más tristeza – exhalo – ¡Stear vuelve pronto!, todos necesitamos que regreses sano y salvo – dijo, estremeciéndose al pensar en cuan peligroso era el lugar en el que estaba su querido amigo y en cuanto debían sufrir Archie y Paty – Yo prometo que pronto superare esta tristeza y podre volver con una gran sonrisa con ustedes y con mis dos madres, solo necesito un poco más de tiempo, ya sea para realmente olvidar o al menos para aprender a reír nuevamente no importa cuán triste este – sonrió con tristeza mientras caminaba hacia la cocina.
Al terminar otro extenuante día de trabajo Candy se dirigía a su recamara (si es que al pequeño espacio que le designaron para dormir y descansar se le podía llamar así) cuando vio el cielo estrellado solo pudo preguntarse qué estaría haciendo Terry – Seguramente habrá terminado ya de dar su función y se habrá retirado a descansar – pensó – ¿Estará cenando con Susana? – se preguntaba – De ser así me alegro.
Tiempo después mientras se preparaba para ir a la cama Candy seguía con sus divagaciones, súbitamente algo ensombreció su semblante – Por supuesto que estoy feliz de que estén juntos – dijo desechando cualquier pensamiento negativo de su cabeza – Solo deseo que al menos el pueda ser feliz y hacerla feliz a ella, aunque eso implique que nosotros estemos separados para siempre – dijo arrojándose a la cama – Debo dejar de pensar en él, ahora él pertenece a ella y nunca volveré a verlo – dijo Candy mientras una lagrima surcaba su mejilla.
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Con esto termina el primer capítulo, me comprometo a actualizar lo más pronto posible, siendo honestas no se hasta donde llegara esta historia ni que camino tomara, solo se que Terry y Candy tendrán el final feliz que se merecen.
Saludos.
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