 18 CARTAS 

Prologo: Última carta

Inglaterra Agosto 1998

Esta será la última carta que te escriba. Sé que 18 trozos de papel no compensan la ausencia de un padre durante toda una vida, pero ya te dije cuando empezó todo esto, que era lo único que podía ofrecerte.

Sé como te sientes, porque para mí tampoco es suficiente.

Me gustaría poder contarte mucho más. Hablarte sobre mí, sobre tu otro padre, sobre las cosas que he visto, y las que desearía ver, pero ya no me queda tiempo. El día que recibí mi herencia mágica y me convertí en un oráculo, supe que era el principio de mi fin.

Hace días te escribí acerca de un sueño que se repetía casi todas las noches, ¿te acuerdas? Anoche volví a soñar con ello y, por experiencias anteriores, sé que cuando uno de estos sueños es tan insistente es porque pronto tendré una visión. Temo eso más que nada en mi vida. No sólo la agonía de la visión, sino la posibilidad de que lo que vi en mis sueños se transformara en realidad. No podría soportarlo. Haría cualquier cosa para evitar que ocurriera.

Ya te conté que sabía que no llegaría a conocerte, y que una parte de mí me decía que mucho antes de tu nacimiento yo ya me habría ido, pero que no sabía porque, ni cuando, ni como. Aún no sé muy bien las respuestas a esas preguntas, pero algo me dice que me deprisa en terminar aquello que me queda pendiente, porque este sueño va a cambiarlo todo.

Mañana por la noche Lucius dará una fiesta para sus íntimos. Un grupo de mortifagos sangres puras. Un montón de serpientes envueltos en ricas telas, adoradores de un demonio de carne y hueso. Espero que cuando leas esta carta Voldemort no sea más que un mal recuerdo de tus mayores, pero a día de hoy, ese ser es nuestra pesadilla.

Para ser sincero, no pensaba malgastar una carta hablándote de él, pero ahora creo que puede serte útil conocerle; no sólo para comprenderme a mi o este último sueño, sino también para entender a tu otro padre.

Nunca he tenido al Señor Tenebroso delante, no le he visto, ni he oído su voz, sólo lo conozco a través de su leyenda y por las palabras de Lucius y, francamente ninguno de los dos me parece una fuente fiable. Pero siempre he creído que una persona refleja su manera de ser a través de los actos que va realizando en su vida. Nació bajo el nombre de Tom Marvolo Riddle, y no era más que lo que Lucius llamaría un sangre sucia. Fue alumno de Howgart, un Slytherin y el que ensucio el nombre de mi casa. Ese hombre responsable de la muerte de tus abuelos, el mismo que intenta condenar la vida de tu padre, el que se favorece con mi poder, y una de las personas a quien veo en mi sueño. Odia a los muggles y a los mestizos, sin tener en cuenta que él es uno de ellos. Y sin embargo es un enemigo peligroso porque con él consigue arrastrar en su maldad a los más nobles e influyentes magos de nuestro tiempo. El poder llama al poder, y el suyo crece con cada día que pasa. La última lección que te daré será esa, el hecho de que no sólo es importante lo que puedas conseguir; muchas veces es más valioso lo que los demás hagan por y para ti. El fanatismo y la codicia, las tradiciones y las diferencias de sangre, son un germen de odio perfectos.

Voldemort es un mago oscuro. Un ente poderoso y cruel, y eso es una peligrosa combinación.

Aun así, yo no creo en su victoria. Deje de hacerlo cuando conocí a tu padre. El niño que vivio, el que rechazo mi mano aquel día tanto tiempo atrás. Si existe un ser capaz de tal maldad, tiene que haber otro capaz de acabar con él. Ya le venció una vez, y ni siquiera fue consciente de hacerlo. Voldemort le arrebato a tu padre todo lo que un niño debería tener, por eso creo que tiene la fuerza necesaria para vencerle.

Su poder es igualable al del Lord, pero este basa sus actos en el deseo de dominio y en la maldad que le consume. Tu padre actúa con el deseo de alcanzar la paz, de tener una vida, un futuro, de poder cerrar los ojos con la seguridad de que podrá abrirlos al día siguiente. Si tu padre perdiera esta guerra, su destino sería la muerte; y cuando no te queda nada que perder te haces poderoso, porque sabes que lo único que te separa de la felicidad es Él.

Sólo hay una cosa que me atormenta, y es no poder estar el día que Harry acabe con Voldemort. Deseo con toda mi alma que tú tampoco estés allí, porque eso significaría que nunca llegaste a conocer este horror. Lo único que deseo para ti, es que puedas vivir tu vida, desde su principio hasta su final, en un lugar seguro, en paz, y que nadie nunca te arrebate la vida que nos quitaron a Harry y a mi.

Quiero que sepas que cuando te dije que os amaba a tu padre y a ti más que a nada en este mundo, era sincero en cada una de mis palabras. Ojala no habría tenido que escribir nunca estas cartas, porque eso significaría estar a tu lado, pero me conformare con que las leas.

No me despediré, porque para hacer eso tienes que haber conocido, y eso es algo que no he tenido la oportunidad de hacer, pero quiero que sepas que te quiero, mi niño, te quiero, y que espero que ahora sepas un poco más de mi.

PD: Y entonces sabrás de mi

Dejo la pluma sobre la mesa y repaso rápidamente lo escrito. Algo dentro le decía que apenas quedaba tiempo y era eso lo que le había impulsado a escribir la ultima carta. Busco con la mirada al elfo domestico que su padre usaba para vigilarle, y viendo que estaba distraído, susurro el hechizo que tan bien conocía, pues con esta ya eran 18 las veces que lo usaba. La carta desaparecio al instante. El hechizo de su padre aun le bloqueaba la mayor parte de su magia, pero cada vez que escribía una carta reunía la poca a la que aun tenia acceso y la volcaba en el papel.

Se sentía agotado, y el uso de la magia lo cansaba aun más. Se levanto con dificultad de la silla y se encamino a la cama. Los golpes, los hechizos, los insultos, las humillaciones y esas visiones estaban acabando con él.

Al pasar junto al espejo de cuerpo entero que colgaba en la pared de su habitación, se detuvo. Apenas reconocía la imagen que le devolvía. El muchacho de porte altivo y paso elegante que había sido toda su vida, había dado paso a una figura tambaleante que apenas se mantenía en pie. Ya no vestía túnicas exclusivas, ahora su cuerpo se cubría con una fina camiseta y un pantalón de pijama, ambos manchados de sangre. Su pelo, antes perfecto y bien peinado, caía ahora sobre su cara tapando los golpes que la cubrían y que habían transformado su perfecta y pálida piel en una superficie amoratada y herida. Bajo la mirada y no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lagrimas. ¿Dónde estaba el arrogante Draco que había sido durante esos años? En tan solo dos meses su padre había conseguido derrotarle. Ya no tenia fuerzas ni para soportar su propia imagen reflejada en el espejo. Quería llorar, quería tirarse al suelo y gritar. Gritar para recuperar su vida, para poder volver a los brazos de su amor, para poder conocer a su hijo. Apretó fuerte los ojos para forzar las lagrimas y que no se derramasen; por mucho que gritase, nadie le iba a ayudar, y a estas alturas la sensación de la llegada del final que tenia, parecía más una bendición que una amenaza.

Levanto la vista del suelo, y se encamino a la cama, su principal meta por el momento. Quería tumbarse y dormir, para que el dolor se durmiese con él y dejara de atormentarle.

No lo consiguió.

La habitación empezó a dar vueltas en torno a él. Intento agarrarse a algo para no caer pero nada estaba lo suficientemente cerca. Cayo al suelo de culo, mareado, mientras su visión se nublaba.

No importaba la cantidad de veces en las que había pasado por la misma situación desde su mayoría de edad. Cada vez era peor. El mundo que le daba vueltas, la visión que se le iba oscureciendo, el temblor que se apoderaba de su cuerpo, y la sensación de ahogo que le impedía llenar los pulmones de aire.

Apoyo las manos en el suelo, mientras escuchaba la estridente voz de su elfo preguntándole angustiado que ocurría. A estas alturas ya debería saberlo. Otra visión.

Gimió lastimeramente, porque ya no le importaba su orgullo o que su elfo pudiese escucharlo; lo único que quería es que alguien parara aquello. Una punzada de dolor le atravesó el cráneo y en cuestión de segundos cambio para dar paso a continuas oleadas que empezaban en la frente y llegaban hasta la nuca. Entonces el dolor se volvió más intenso todavía, como un mazo golpeando su cabeza desde dentro. Sintió la tensión abandonando su cuerpo, y sus ojos se cerraron a la inconsciencia.

Cuando volvió a abrirlos se sentía ligero. No era una sensación agradable, era la angustia de saberse fuera de su cuerpo. Miro a su alrededor. Estaba en una sala blanca con el suelo y las paredes de mármol. No había ventanas, sólo una puerta entreabierta delante de él, también blanca. Se sintió aturdido por tanta blancura y se giro. Si no estuviese dentro de una visión, su corazón seguramente se habría detenido. De espaldas a él estaba Voldemort

Su sueño se había convertido en visión.

El miedo se apodero de su cuerpo y se volvio hacia la puerta con la intención de salir corriendo, pero se detuvo al oír las voces tras él. Allí no sólo estaba Voldemort, también Harry y él mismo. Su otro yo se veía más delgado y pálido de la normal y estaba paralizado, como si el miedo se hubiese cebado también con él. Volvio la mirada hacia el moreno a su lado y el corazón le dio un vuelco al ver su abultado vientre. El hijo de ambos también estaba presente. En ese momento Voldemort levanto su varita y pronuncio el hechizo mortal, pero no estaba dirigido hacia Harry, sino a él.

Antes de que la magia oscura pudiera alcanzarle, Harry se puso delante, protegiéndole con su propio cuerpo. Hubo un resplandor verde y cuando la luz cedio pudo ver como Harry caía al suelo. La sensación de angustia y de rabia con que se levantaba las mañanas que había tenido el sueño, volvio, y pudo ver como el mismo dolor que empañaba su mirada consumía al otro Draco mientras apretaba el cuerpo sin vida de las dos personas que lo significaban todo para él. Harry había muerto. Por él, para protegerlo. Había entregado su vida y la de su hijo nonato para salvarlo.

Su cuerpo se inundo de una sensación de vacío y dolor que lo dejo aturdido, pero su mente seguía sin poder creer lo que sus ojos habían visto. Se sentía perdido. Entonces la risa del mago oscuro se extendió por la sala y se volvio tan opresiva como la blancura de la habitación.

Se giro sobre si mismo nervioso, angustiado, sin saber que hacer. Por un momento no supo que hacia allí, porque tenían que ocurrirle a él estas cosas. No podía verlo porque estaba de espaldas pero sabía que el otro Draco estaba llorando, porque eran lagrimas verdaderas las que caían por sus mejillas.

Sintió una sacudida dentro de su cabeza pero lo ignoro, y cerro los ojos en un intento desesperado de bloquear tanto dolor, tanta rabia. ¿Por qué tenia que perder lo único bueno que tenía en su vida? Las lagrimas seguían cayendo, pero algo más se unio a la sensación de humedad en su rostro. La sangre que salía por su nariz y que siempre acompañaba el final de sus visiones.

De repente se sintio muy mareado y una desagradable sensación nauseosa se hizo presente. Todo su cuerpo volvio a sentirse débil y perdio el equilibrio para caer al suelo nuevamente. Al abrir de nuevo los ojos vio que su situación había vuelto a cambiar. Otra vez estaba en su habitación, con el elfo domestico a su lado, cogiéndole la mano con preocupación en un gesto de consuelo.

"Estoy bien" Las palabras habían salido de su boca sin siquiera pensarlo, a fuerza de costumbre, y muy a pesar de que no eran ciertas.

Su elfo le ayudo a incorporarse hasta quedar sentado y le tendio un pañuelo limpio para limpiarse la cara. La sangre aun manaba de su nariz, cuando el elfo se levanto y dirigiéndole una mirada apenada se encamino a la puerta.

Draco no le culpaba, era su deber. Vigilarle. Ambos sabían que su misión era informar a Lucius cada vez que Draco tuviera una hemorragia nasal, sencillamente, porque eso significaba una nueva visión.

Pero esta vez Lucius no llegaría a saber lo que había visto. Lo que un oráculo presenciaba era una advertencia de futuro, pero lo que aun no ha acontecido puede ser alterado con los actos del presente.

De nuevo invoco su magia. La desesperación que sentía era suficiente para poder hacerlo. El hechizo, además, era simple. Unas pocas palabras murmuradas que acababan de evitar que la puerta de su habitación se cerrase a la salida del elfo.

Tenia muy claro lo que debía hacer, y con esa decisión logro ponerse en pie y salir del cuarto.

La alfombra persa que cubría el suelo del pasillo amortiguaba el ruido de sus pies descalzos al correr. La casa en ese piso estaba a oscuras, pero aquella noche la luna tenía una luminosidad intensa. De todos modos no necesitaba luz. Conocía la casa palmo a palmo, y por eso no le costo encontrar la única habitación de la mansión cuya puerta tenia grabada una rosa en su madera. La habitación con el balcón más alto también.

El tiempo apremiaba, en tan sólo unos segundos su padre alcanzaría su cuarto y lo encontraría vacío. No podía fallar.

Cerro la pesada puerta tras él y llego al gran ventanal que tenía enfrente. Abrió las puertas de par en par y salió hacia fuera. El viento era fuerte y mecía las cortinas blancas de lado a lado, mientras le revolvía el enmarañado pelo. Avanzo con pasos seguros y rápidos hasta la piedra grisácea que enmarcaba el balcón y, apoyando ambas manos en ella se subió. El cuerpo le temblaba y la piedra se sentía fría bajo sus pies desnudos.

Se quedo así, erguido sobre el balcón, con los ojos perdidos y la sangre aun resbalándole por la cara y se recordó porque estaba allí. Apretó los puños. Lo que debía ser, debía ser, y ya no había marcha atrás.

De repente se dio cuenta que esa era la primera vez en dos meses que sentía el aire fresco sobre su piel. Y también que sería la última.

Levanto la cabeza hacia el cielo y dejo que su propio peso lo empujara hacia delante. Si con los actos del presente podía cambiar lo que había visto ocurrir en el futuro, que así fuera.

Y aquel fue su último pensamiento mientras caía al vacío.