Disclaimer: Los personajes son de Mitsuro Kubo y Sayo Yamamoto, MAPPA.


Tras el respaldo de la silla la soga que ataba sus manos se apretaba más, haciéndole daño cada vez que la forzaba para intentar liberarse y las abrasiones ya se pintaban claramente alrededor de sus muñecas delgadas, al igual que sus tobillos inmovilizados cada uno a una pata de la silla para evitar que escapara.

Seung Gil no volvería a rehuirle jamás.

Unos pechos desnudos rozaron el rostro del coreano que se apartó por reflejo, pero no podía escapar. Los pezones duros se restregaban en sus mejillas y el largo cabello de la chica le caía en cascada sobre los hombros. Estaba vendado, pero no necesitaba ver para saber quién era la demente que jadeaba con emoción sobre él, levantándole los mechones de la nuca para besarle desde el costado de su cuello blanquito hasta el mentón, subiendo con su lengua por la mejilla derecha y recogiendo el caliente líquido que había caído en forma de gota por debajo de la tela que cegaba al joven.

— Haré que te sientas tan bien que no querrás volver a ignorarme, Seung.

— No. —se removió inquieto cuando percibió que la morena se hincaba entre sus piernas, le abría el pantalón para sacar su miembro en reposo y le empezaba a dar estímulo con ambas manos.

Seung no quería descontrolarse, sin embargo, de solo saber que una asquerosa mujer lo tocaba su estómago empezaba a contraerse por las arcadas. Además, no entendía por qué le dolía tanto la cara. ¿Acaso Sala lo había golpeado mientras estuvo inconsciente?

— Pronto se notará que te gusta. —rió convencida antes de llevar sus labios a la necia polla que seguía colgando muerta entre sus dedos. Con su lengua rodeó la rosada y brillante cabeza, tirando del prepucio con sus dientes antes de mamar toda la longitud sin perder la sonrisa.

El repulsivo sonido que provocaba hacía que Seung apretara los dientes, y luego de que Sala terminara tragándolo entero hasta los testículos se apartó con un lametazo para ahora exprimir el "tímido" miembro entre sus pechos morenos. Seung Gil apretó tan fuerte los párpados que le causó un dolor espantoso y se alarmó, respirando agitado.

— ¿Qué… me hiciste?

Sala estrujó aún más sus pechos en torno a la hombría ajena, la cual ya se empezaba a sentir más firme entre la suavidad de sus bultos, y luego la dejó en paz. Se levantó para sentarse sobre las caderas de Seung y empezó a restregar su clítoris contra la polla endurecida a medias, mientras que ella ya estaba escurriendo algo de líquido y sus ojos brillaban excitados, adornados con un gran sonrojo de placer en su cara.

— Tu único problema conmigo es que no te agrada mi género, ¿verdad? —susurró sobre la oreja del coreano para luego mordérsela— Así que lo arreglé para que podamos estar juntos sin que te importe, solo debo hacer que te acostumbres a sentirme. No tendrás que mirar que soy una mujer… nunca más.

Con una enternecida sonrisa de felicidad y sus ojos abiertos como una loca Sala le retiró la venda, pero Seung Gil seguía sin poder ver. Parpadeó y parpadeó dolorosamente pero la luz no aparecía, mientras las gotas de sangre continuaron cayendo de sus cuentas vacías, negras como dos pozos profundos donde no había nada.