A ESCONDIDAS
Por Tita Calderón
Hoy es Domingo, nunca me han gustado los domingos, me deprimen, mejor dicho me deprimían…sobre todo cuando me obligaban a ir a misa, pero, los gustos cambian.
Camino fingiéndome indiferente sin mirar a nadie. Aunque todos de reojo me miran con curiosidad. Incluso llegó a escuchar un par de comentarios despectivos que se silencian al encaminarme sin prisa directo a la iglesia del colegio.
Hasta la hermana Grey abre los ojos pasmados al verme entrar al templo y sentarme en una de las últimas filas. Sus cejas se tensan y creo que está a punto de venir pero se detiene y mira al cielo, seguramente haciendo una oración, mientras me limito a hacer un asentimiento con la cabeza.
Soy uno de los últimos chicos en entrar a la iglesia antes que las niñas hagan su entrada.
Una a una, ingresan con la vista baja pero eso no les impide mirarme, una de ellas es la que se da cuenta de mi presencia y da un codazo a la siguiente y mientras se van sentando disimuladamente regresan a ver hasta encontrarme.
Poco me interesa que me miren…bueno, sólo una mirada es la que me interesa y precisamente ella no me ve. Camina cabizbaja sin dejarse inquietar por los codazos que se dan sus compañeras.
Rápidamente localizo donde se ha sentado, está casi por la mitad. Pero dejo de mirarla en un segundo, no quiero levantar sospechas, sobre todo porque sé que la Hermana Grey no me ha quitado la vista de encima, así que para evitar cualquier riesgo poso mis ojos en Elisa que está un par de bancas más atrás y le regalo un guiño de mala gana.
Tengo que tragarme la risa al ver como su mandíbula cae en caída libre y veo como la hermana Margaret se acerca para retarla.
Listo, he quitado la atención de mi preciado objetivo.
Cuando al fin se termina la misa espero paciente a que las niñas sean las primeras en salir, es ahí cuando sus ojos se topan con los míos, es solo un instante y levemente mis ojos se desvían a la izquierda.
Ella hace un leve asentimiento con los párpados y sé que me ha entendido.
Salgo al final de todo el grupo y apropósito me encuentro con la Hermana Grey y el Padre Ricardo.
Hago una leve venía con la cabeza y me alejo sin esperar ver su reacción.
Me apoyo en una de las enormes pilastras y miro alrededor como si estuviera aburrido de muerte, mientras veo como las hermanas y el padre, se alejan mirándome de cuando en cuando, seguramente preocupados por ver al rebelde hijo del duque en misa. Si supieran que la única razón, tiene un par de coletas.
Levanto los ojos al cielo fingiéndome resignado. Pero el sólo hecho de tener citas secretas con ella me agrandan el alma y me alegran la vida.
Ahora que todos se han dispersado me encamino hacia nuestro lugar secreto escondido entre los árboles.
Soy el primero en llegar y eso es bueno porque con eso me aseguro que nadie la siga. Desde que Elisa quiso tendernos aquella trampa soy muy precavido.
No tengo tiempo de recordar nada más porque escucho su silbido, sonrió. Es nuestra señal y nuestra manera de comunicarnos. Respondo con otro silbido y luego de un momento ella aparece entre los árboles ataviada con su uniforme oscuro que le hacen ver más rubia de lo que ya es.
En su rostro se dibuja una sonrisa que me agranda el pecho y sé que sin darme cuenta he correspondido de inmediato con otra igual.
-Hola
Estiro la mano y ella la toma enseguida. No sé cuándo amainarán los leves temblores que produce en mis nervios tocarla, pero no me preocupa porque estoy seguro que no se da cuenta pues su mano tiembla visiblemente en la mía.
La atraigo hacia mi pecho y me fundo en su perfume mientras la abrazo con suavidad.
-Hola Pecosa.
Quiero que el tiempo se detenga…sólo tenemos unos minutos.
Minutos robados al día para vernos a escondidas.
-Ves que no fue tan malo ir a misa por un par de horas. – comenta con una sonrisa.
-¡Calla! – le digo serio – Me dijiste que la misa duraría una hora y duró dos. – le recuerdo.
-Mejor, así te reivindicas por andar de ateo – bromea.
-No…tú eres la que se va reivindicar conmigo. – le aclaro.
-¿Yo?
-Si, tú.
-¿Cómo?
No contesto, simplemente busco sus labios y ella corresponde.
No importa que sólo sean unos minutos los que tenga con ella.
No importa que tenga que ir a misa por dos horas por verla unos minutos.
No importa ser sigiloso con tal de tenerla en mis brazos.
Ya vendrá un tiempo en el que tengamos todo el tiempo del mundo para encontrarnos y amarnos sin reservas.
Un tiempo en el que no tengamos que escondernos.
Un tiempo en el que podamos gritar al mundo entero que nos queremos.
Mientras tanto me conformo con encontrarnos a escondidas…
Notas de la Autora:
Mil gracias por leer este mini bien mini, que fue creado para la GF2013.
Si te gustó esta historia espero que me dejes un comentario.
