EN EL AMOR Y EN LA MAGIA
Por Cris Snape
Disclaimer: El Potterverso es de Rowling.
Esta historia ha sido escrita para el Desafío 10 propuesto en el foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black". Después de intentar decidirme por una temática y de mantener una interesante conversación en uno de los topics del foro mencionado anteriormente, he decidido que cada capítulo tendrá como tema central las relaciones amorosas entre brujos o brujas y muggles. Serán textos de extensión variable y me meteré en faena con una de mis parejas favoritas de todo el Potterverso: Isla y Bob Hitchens.
1
Cuchillo
De un tiempo a esta parte, Bob tiene frío todo el rato. A pesar de que en Sidney casi siempre hace calor, el hombre ha vuelto a encender el fuego y se mantiene muy cerca de la chimenea, sentado en un comodísimo sillón de reciente adquisición y envuelto en una gruesa manta que, pese a todo, no puede hacer que deje de temblar.
Bob sabe perfectamente lo que le pasa. Han pasado muchos años desde que dejó de ejercer como médico, pero aún puede reconocer cuando una persona se está muriendo. Muchas veces ha tenido que enfrentarse a los ojos de los enfermos moribundos y ahora le ha tocado el turno a él. Y no tiene ningún miedo.
Es viejo. Muy viejo. Ha conseguido vivir más de nueve décadas y su cuerpo maltrecho le exige un descanso. Cada vez le cuesta más moverse y a veces se le olvidan las cosas. Y Bob realmente no quiere que se le olvide nada. Ha tenido una vida plena, con sus momentos buenos y sus momentos malos, y lo que más desea es poder recordarlo todo hasta el final.
Mira a Isla. También es vieja, pero la magia que corre por sus venas parece haberle otorgado la juventud eterna. Aunque también tiene más de noventa años, aparenta muchísimos menos. Sus manos aún son ágiles y su genio se mantiene intacto. Está sentada frente a él, troceándole con decisión un trozo de carne asada. A Bob siempre le ha gustado la carne, pero no tiene hambre.
— Isla —Musita con voz débil, alzando una mano para intentar detener sus frenéticos movimientos—. Llévame a la cama, por favor.
Ella le mira fijamente. Frunce el ceño y alza el cuchillo que sostiene y le señala con él. El filo brilla con la misma fuerza que sus ojos.
— Primero tienes que comer algo. Mira lo débil que estás. Si no te alimentas, empeorarás.
— Isla…
— A callar Robert. Deja que termine de arreglarte el filete, anda.
— Isla —Bob extiende una mano arrugada y llena de manchas y la coloca sobre la de su mujer. Pese al cansancio, acierta a sonreír—. No quiero comer nada.
— No digas tonterías. Tú mejor que nadie sabes lo importantes que son los nutrientes para…
— Cariño —Bob le aprieta la mano y la mira a los ojos, intentando transmitirle la serenidad que le embarga en ese instante—. Es inútil, Isla. Me estoy muriendo.
— ¡Ni se te ocurra decir eso! No te estás muriendo.
— Tienes que dejarme ir, mi vida. Estoy cansado.
Isla aprieta los dientes. La mandíbula le tiembla y Bob lamenta mucho que llore por su causa. Jamás ha querido hacerle daño, pero el final está cerca y no le queda más remedio.
— Doy gracias a Dios por haber vivido todos años junto a ti, pero ha llegado mi hora.
— Bob…
— Por favor, cariño. Llévame a la cama.
Ve las lágrimas deslizándose por sus mejillas y extiende una mano para enjugarlas. A él tampoco le hace mucha gracia tener que morirse, pero está convencido de que irá a un buen lugar y que Isla, su querida Isla, algún día se reunirá con él. La bruja se incorpora entonces. Bob ni siquiera se mueve cuando ella le besa tiernamente los labios.
— No quiero que te mueras, Bob.
— Estaré bien.
— No puedes saberlo.
— Pero lo sé. Si me dejas marchar, estaré bien.
Isla Hitchens vuelve a apretar los dientes y asiente. Sabe que Bob lleva mucho tiempo enfermo y supone que debería haberse acostumbrado a la idea, pero no quiere perderlo. Es el amor de su vida, el compañero leal que ha estado siempre ahí. ¿Cómo va a vivir sin él? También sabe que está sufriendo, que la enfermedad le consume por dentro y que el dolor aumenta día a día. Y, aunque le duela, no puede ser tan egoísta. Se pone en pie y echa mano de la varita.
— Te levitaré hasta la habitación. ¿De acuerdo? No quiero que te caigas y te hagas daño.
— Claro —Bob sonríe y cierra los ojos—. Sabes que me gusta mucho verte hacer magia.
— Mentiroso. La magia aún te da miedo.
— Bueno, un poco sí.
Isla suelta una risita y dirige con cuidado el sillón en el que descansa Robert. Cuando llegan al dormitorio que llevan toda la vida compartiendo, le ayuda a tumbarse en la cama y le tapa con las mantas. Bob sigue teniendo frío, pero se siente muchísimo mejor al mirar a su esposa a los ojos. Sabe que el final está muy cerca y se pierde en esa mirada. No piensa en nada más mientras la vida abandona poco a poco su cuerpo. Y cuando exhala su último suspiro, sonríe y siente que todo ha merecido la pena.
He matado a Bob. Esta viñeta podría tomarse como una escena perdida de mi fic "Cuatro Estaciones". Historia que, por cierto, quiero retomar en breve. Por lo pronto, os anuncio que el próximo capítulo estará protagonizado por los señores McGonagall. A ver qué saco de ellos. Espero vuestras opiniones sobre éste. Besetes y hasta la próxima.
