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Radiografía a una estrella de rock

Parte uno

Esta definitivamente era la peor idea de la historia, y siendo amigo de Taichi vaya que sabía de malas ideas.

Lo supo en cuanto su torpe representante, que parecía recién salido de preparatoria, lo sugirió. Supo que no debía acceder, pero también que no tenían muchas opciones.

Al igual que siendo una banda emergente no pudieron conseguir un mejor representante porque salía muy caro, tampoco todo lo que habían hecho para juntar dinero para su demo era suficiente. Necesitaban más y la idea, mirada fríamente, podía ser buena. No serían conocidos fuera de su país, pero dentro de Japón sí que habían conseguido una cantidad de seguidoras importante y era bien sabido todo lo que una groupie [1] era capaz de hacer solo por ver de cerca a su estrella musical favorita, ¿qué tal pasar todo un día con ella?

Así que dijo que sí. Algo como "¿Qué demonios? Hagámoslo. No puede ser tan malo" fueron sus palabras, y eso lo decidió todo; el estudio estalló en una pequeña algarabía llena de expectativas por lo que recaudarían. Desde luego él era el único reticente ante la idea de vender veinticuatro horas de su tiempo a una fanática. Si de por sí era celoso con su tiempo, con mayor razón con una desconocida.

Pero aceptó, aceptó por el bien de la banda y ahora pagaría las consecuencias.

Como líder del grupo fue el último en subir. De pie en medio del escenario, montado sobre un pequeño taburete y vistiendo aquel ridículo esmoquin que lo obligaron a usar, de brazos cruzados y con el ceño fruncido frente a cientos de locas…quiero decir, seguidoras, que gritaban su nombre y obscenidades, mientras las apuestas subían igual que la marea hasta alcanzar una suma ridícula, se había sentido poco más que una cosa. ¡Un muñeco de exhibición, una figurita coleccionable!

¡Que él no era algo que pudieran rifar! Eso quiso gritarles. Era una persona, y viendo a la pequeña multitud enfebrecida no estaba tan seguro de que lo tuvieran claro.

No obstante, hubiera podido soportar aquello un poco más, porque sentirse acosado no fue ni por asomo lo peor de la jornada.

Su pesadilla comenzó cuando una cabellera tan alborotada como la de Taichi se hizo notar al alzar su dueña un brazo para hacer su apuesta.

—¡Cuarenta mil yenes! [2] —gritó la chica.

¿Y quién era la loca que ofrecía tanto dinero por él? Ni siquiera necesitaba mirarla para saberlo. Hubiera reconocido su voz en cualquier parte y si no lo habría sabido por mera intuición. Por ese sudor frío que te baja por la espalda cuando ves una de tus pesadillas recurrentes hacerse realidad frente a tus ojos.

Jun Motomiya lo miraba desde el público con una sonrisa radiante en los labios. Parecía muy satisfecha con el silencio que se instauró en el lugar luego de que ella habló.

Yamato sintió que le daría algo ahí mismo. Había un contrato de por medio, uno que decía que no les podían pedir hacer cosas ridículas, denigrantes ni… sexuales.

¡¿Pero quién le aseguraba a él que Jun lo respetaría?! ¿Qué tal si le daba por amarrarlo a una cama o…? No, ni siquiera podía pensarlo.

Aterrado como pocas veces en su vida, lanzó una lastimera y desesperada mirada a su banda que aguardaba al costado derecho del escenario, pero todo lo que los infelices hicieron fue reírse de él y encogerse de hombros como si le dijeran "no podemos hacer nada".

Buscó a sus amigos entre el gentío. A los verdaderos. Solo encontró a Taichi, Takeru y Koushiro, los demás se habrían dispersado por ahí. De todos modos, no sirvió de nada porque los dos primeros lo miraron con gestos parecidos a los de sus compañeros de banda y el último con cara de que de verdad no podía hacer nada. A él sí le creyó.

—¡Cuarenta y cinco mil yenes! —gritó otra voz, perteneciente a una chica de cabello negro y ojos claros, según pudo comprobar Yamato. Quizá no todo estaba perdido. El problema fue que se relajó muy rápido.

Tras dedicarle a la nueva postora una mirada que podría haber asustado al mismísimo diablo, Jun decidió subir la apuesta. No había juntado tanto dinero para nada. Semanas trabajando como condenada y buscando dinero hasta debajo de las piedras no se irían al tacho de la basura así como así. ¡No, señor!

—¡Cuarenta y ocho mil yenes! —ofreció sin titubear.

Yamato sintió que comenzaba a tiritarle un ojo. ¡Que alguien lo sacara de ahí por piedad!

Alguien allá arriba tuvo que oír sus plegarias porque de pronto se hizo la luz. No, en serio. El chico le habría firmado a cualquier persona que cuando una nueva voz se alzó por sobre el barullo y él logró identificar a su salvadora entre la multitud, la vio bañada de luz. Tal vez algo tuviera que ver con que la chica que habló fuera conocida hace años como la elegida de la luz. O quizá, y lo más probable, fuera que solo se tratara de un oportuno rayo de sol cayendo en el momento justo.

—¡Cuarenta y nueve mil yenes! —dijo Hikari, atrayendo un montón de malas miradas por parte de las chicas que la rodeaban.

—¡Cincuenta mil yenes! —Jun picó demasiado rápido el anzuelo, o eso le explicaría la castaña después a Yamato.

—¡Cincuenta y cinco mil yenes!

Esta vez se hizo un silencio semejante al provocado por Jun hace unos minutos atrás. La chica se hubiera lanzado sobre Hikari de no ser porque Taichi, pendiente de sus movimientos, se adelantó y le dirigió una mirada amenazante.

—¿Alguien da más? —Yamato quiso golpear a Takashi, su baterista y encargado de dirigir la subasta, por volver a tentar a la gente cuando nadie más dijo nada en un espacio de lo que para el rubio se sintieron como minutos, pero probablemente debieron ser solo segundos—. ¿No? ¡Pues vendido a la bella señorita de cabello castaño que me informan que se llama Hikari!

El público asistente estalló en quejas y reclamos. Jun no había sido la única frustrada por no poder conseguir una cita con Yamato, pero de seguro ninguna resultaba tan atemorizante como ella.

Si las miradas mataran, Hikari hubiera muerto rostizada en el mismo segundo que osó arrebatarle de las manos su más grande posibilidad de estar a solas con su ídolo.

El rubio dirigió una cautelosa mirada a la hermana de su mejor amigo y vio como ésta la sonreía de manera alentadora y le alzaba el pulgar como si todo hubiera estado planeado, gestos que no pasaron para nada inadvertidos por la autoproclamada presidenta del club de fans de Ishida.

Lo último que Yamato vio antes de desplomarse sobre el escenario, fue a Jun saltando cual perro salvaje sobre la castaña.

Después todo se fue a negro.


Referencias:

[1] Groupie: En el sentido estricto de la palabra, es una persona que busca intimidad emocional y sexual con un músico famoso. Sin embargo, este término también se aplica a una joven admiradora de un determinado cantante o grupo musical, a los que sigue incondicionalmente [Wikipedia].

[2] Para la suma de dinero convertí pesos chilenos a yenes de acuerdo a un monto que me pareció razonable. Lo que Hikari ofrece al final serían como trescientos mil pesos, lo que equivaldría a 462,05 dólares de acuerdo a un convertidor de internet.


Notas finales:

Esta idea llevaba toda la semana rondando mi cabeza y finalmente hoy pude ponerme a escribirla. Desde luego es solo una introducción, pero tampoco será larga. Constará de dos capítulos más y listo.

¡Gracias por leer!