La pesadilla de Twilight Sparkle

Estás acostada y te sientes algo incómoda, intentando dormir, después de toda la noche luchando contra tus propias alas para que se colocaran de una manera cómoda… lo lograste.

De pronto comienzas a escuchar un sonido seco de algo golpeando contra el piso, le restas importancia al pensar que puede tratarse de tu bebé dragón caminando, buscando algún vaso con agua. Pasados unos minutos estos sonidos no cesan, y comienzas a preocuparte.

Aún medio adormilada, abres tus ojos y miras a tu alrededor, aunque por la oscuridad no logras distinguir mucho. Esperas a que tus ojos se acostumbren a la oscuridad y te encuentras contigo misma, y al voltear al resto del lugar, te das cuenta de que estás reflejada en todas partes.

Iluminas con magia (de tu cuerno), y reconoces el lugar inmediatamente… Son las viejas minas de Canterlot, las cuales te traen malos recuerdos.

Comienzas a recorrer el lugar, ya sabes dónde está la salida, pero no puedes evitar preocuparte ya que, cuando estabas despierta, yacías en el castillo, en una habitación que te asignó la Princesa Celestia.

Los minutos comienzan a pasar y tu comienzas a desesperarte, debido a que crees que has corrido en círculos.

Comienzas a escuchar los mismos sonidos de hace un rato, acompañado de una risa malvada. Reconoces la voz y abres tus ojos cómo platos.

— ¡Sal de ahí, cobarde! — Le exiges a la dueña de la voz, la reina de los simuladores, Chrysalis, pero a modo de respuesta solo recibes una carcajada aún más fuerte.
— ¿Crees que saldré sólo porque tú me lo dices? — Pregunta burlonamente otra voz, y el sonido de cascos golpeando contra el suelo comienza a sonar más fuerte.

Te alteras y en un intento de intimidar a aquella poni, extiendes tus alas, pero inconscientemente comienzas a retroceder.

— ¿Qué quieres de mí? — Le preguntas intentando sonar valiente.
— ¡Esa corona debería ser MÍA! — La voz de aquella poni suena como si te tuviera mucho rencor. Hay un punto en que ya no puedes retroceder más, ya que chocas contra pared. Tragas saliva y te preparas para atacar en caso de ser necesario.

— ¿Tuya? — Preguntas con duda.
— MÍA, pero Celestia tenía que dársela a la primera estúpida que vio. — Concluyó aquella voz, hecha una furia. Sus pasos comenzaron a escucharse cada vez más y más cerca.

De pronto aquella poni sale de las sombras. Tiene más o menos tu tamaño, al igual que tú, es una unicornio, pero ella tiene pelaje naranja claro, crin y cola negros con ojos verdes. Su mirada está llena de odio, sientes como se te hela la sangre al ver sus ojos totalmente sin brillo y su sonrisa te obliga a temblar.

— Voy por tu cabeza, Twilight Sparkle. — Dice antes de comenzar a reír otra vez.

Intentas atacarla, pero de alguna manera ella evade todos los ataques y patadas que intentas darle. Te mira con expresión divertida, sonríe, ríe, y se burla de ti cada vez que respiras.

Segundos después estás totalmente exhausta ya que no has podido hacerle ningún rasguño. Caes al suelo sin poder evitarlo, y ella se pone delante de ti.

— Ahora es mi turno… — Dice llena de satisfacción y puedes ver una mirada con un toque de sadismo. Logras distinguir como su cuerno se ilumina de un color morado parecido al del rey sombra, y de pronto sientes una punzada de dolor en tu ala izquierda.

Puedes sentir cómo comienza a desprenderse de tu cuerpo, e incluso puedes verlo reflejado. Montones de sangre comienzan a salir de tu herida. Deseas que termine ya y el ala se desprenda totalmente, pero ella parece leer tus pensamientos y no te concede tu deseo. Al contrario, comienza a arrancarte las plumas una por una.

De tus ojos brotan lágrimas debido al dolor, pero tratas de no quejarte intentando mantener algo de dignidad. Intentas moverte o atacar, pero no puedes ya que ella te tiene totalmente inmovilizada con magia.

— ¡Princesa Twilight, Princesa Twilight! — Escuchas una voz conocida, y no puedes evitar sonreír al escucharla.
— Alguien ha venido a rescatarme… — Piensas y miras al reflejo de tu agresora, pero ella ni siquiera parece inmutarse.

Cierras tus ojos intentando disminuir el dolor de tu ala izquierda, aquella voz comienzas a escucharla más fuerte, y de pronto…

Despiertas, comienzas a jadear y estás empapada en sudor. Miras tu ala izquierda y vez que está unida, sana, y con todas sus plumas, pero extrañamente aún te duele.

— ¿Está bien, su alteza? — Te pregunta Flash, uno de los nuevos miembros de la guardia real. En su mirada notas que está totalmente preocupado, pero sólo te limitas a asentir con la cabeza.

¿Eso había sido sólo un sueño? Te preguntaste.

— La Reina Celestia desea verla en el comedor a las 1500 horas. — Te dice sin más.
— Gracias…

Flash hace una reverencia antes de irse de tus aposentos. Bostezas, y te vas al baño. Te acicalas lo más rápido posible, una vez que terminas te miras al espejo y te pones tu corona por simple formalidad. Tratas de poner tu mejor sonrisa, pero te es imposible ocultar tu inquietud.

Esperas a que llegue la hora indicada. No quieres salir de tu habitación. Das vueltas en círculos sin poder quitarte ese extraño sueño y el dolor de tu cabeza. El bebé dragón te mira preocupado, pero evita hacerte preguntas debido a tu expresión.

Llega la hora y vas hasta el comedor, caminas lentamente contemplando el largo techo, las largas paredes llenas de vitrinas, las persianas blancas y el comedor blanco con las sillas blancas… también extremadamente grande.

Miras a tu frente y rápidamente te sientas al lado de la blanca semidiosa, la cual te saluda cálidamente, cómo cada día desde que eres su estudiante.

— Buenos días, Twilight Sparkle.

— Buenos días. — Le devuelves el saludo sin muchos ánimos

— ¿Sucede algo? — Te pregunta con su voz elegantemente preocupada. A pesar de que ella es cómo tú segunda madre, no sabes que decirle, y ella lo nota. — Twilight, si nuestros súbditos te ven mal, pensarán que todo está mal…

Miras al suelo y después vuelves a mirar a la princesa Celestia. Ella parece mirarte de la manera en que una madre mira a su hijo (o una abuela a su nieto), y te sonríe para animarte a hablar. No sabes si contarle sobre tu sueño o no, ya que a ti no te parece tan serio, a pesar de qué te está afectando más de lo que piensas.

Antes de que puedas abrir el hocico, las puertas del gran comedor vuelven a abrirse, captando la atención de ambas.

— Perdona la tardanza, Tía. — Dice la princesa Luna con una leve reverencia, pero inmediatamente vuelve a poner la cabeza muy en alto, y aunque te mira con una gran sonrisa, tienes un mal presentimiento.

Tratas de devolverle la sonrisa, pero sabes que no puedes ocultar tus emociones. Aunque estás feliz por verla, no puedes disimular que aquel sueño fue tan real que te agobia.

Ella sigue avanzando elegantemente, y comienzas a notar que tras de ella hay una poni que te parece extrañamente familiar. Al principio lo atribuyes a de está saltando y tiene una gran sonrisa al igual que tu amiga Pinkie Pie. Ella te sonríe aún más y tú le sonríes también, sin siquiera preguntarte que hace ella aquí.

Decides ponerle más atención, y te das cuenta de que ella es un unicornio y que su crin de un negro brillante y profundo a la vez lo tapaba.

Su pelaje era cómo el de Applejack, pero era mucho más claro, y sus ojos también eran verdes cómo los de tu amiga.

Te das cuenta de que es el unicornio de tu sueño. Abres los ojos como platos y miras a Celestia en un intento de advertirle, pero sólo puedes verla a ella sonriendo y mirándote de la misma manera en que te mira a ti. No te agrada nada. Volteas de nuevo a aquella poni (a tu opinión, psicópata) y sigue mirándote con esa cínica sonrisa.

Aunque quieres atacar, te paralizas totalmente cuando te das cuenta de que ahora están cara a cara. Te mira fijamente y tú la miras, pero de pronto ella se arrodilla ante ti.

— Es un placer conocerla, su alteza. — Te dice antes de alzarse de nuevo, y sigue sonriendo.

— Twilight, ella es Green Ametist. Green, Twilight Sparkle. — Luna las presenta, y parece realmente contenta por su encuentro.
— Ella es tu nueva estudiante. — Te aclara Celestia.
— ¿Mi estudiante?

No puedes evitar sentirte algo aturdida.

Volteas a ver a tu atacante en sueños, la cual no cabe en sí de la felicidad.