Disclaimer: El anime de Hetalia Axis Power pertenece a Estudio Deen y a Hidekaz.

Advertencias: AU, Lime, Muerte de personajes, Personajes OC, Sobrenatural, Ideas poco desarrolladas (?)

Dedicatoria: ¡Para Venom Rocks! Aunque haya cambiado su alias sigue siendo Venom (?). Espero que hayas tenido buenas fiestas y que hubieses tenido un buen comienzo de año :DDD ¡comenzamos con estos pequeños escritos! Espero que sea el reinicio de una fructífera serie de escritos. ¡No tienes idea de cuánto te extrañaba! Siempre es un placer hacer estos intercambios contigo –abrazos-.

Ahora, una GRAN disculpa si esta historia no es lo que esperabas. Investigué como me pediste y también desarrollé tanto como pude, pero por la falta de costumbre de la pareja, más la nueva temática… ¡espero que no te decepciones! Me esforcé mucho a pesar de mi miedo XDD

Aclaraciones: -La línea de la historia es propiedad de Venom Rocks.

-El relato se ubica a principios del siglo XIX.

-Escocia está personificando a un Demonio de tipo Igneo.

¡Gracias! Disfrútenlo mucho :DD

Owari.

Escocia: Alasdair McAllister.

NyoGales: Gwyneth Llywelyn.

Irlanda: Bryan Llywelyn.

Irlanda del Norte: Ryan Llywelyn.


"Igneous"


Primer Acto


Estaba cansada. Tan cansada.

Bajó con cuidado del carruaje, ayudada por la mano que el cochero le ofreció. El viento frío que le cortó las mejillas también caló en su nariz, sintiendo que por un momento perdía la respiración.

Si no fuera motivada por la idea de que adentro encontraría una cama, no sería capaz de sostenerse.

El ambiente era gris, con nubes ocultando los pobres rastros de un cielo azul. Combinaba con el verde de los árboles, el color pálido de las flores del otoño. Iba bien con el negro de su vestido, con los rastros plateados de la cruz que colgaba de su cuello.

Lo único que deseaba era llegar a la cama y volverse a hundir en las sábanas, justo como lo hizo por más de cuatro meses. Como pretendía hacerlo por los próximos días, quizá por los años que le quedaban de vida.

Muchos dijeron que necesitaba espacio, que un ambiente en el campo la ayudaría a recuperarse. La palabra "paz" fue mencionada tanto que le lastimaba los oídos.

¿Qué iban a saber ellos?

A un paso instintivo llegó a la puerta, y con la llave que le dieron sus hermanos, abrió la madera para dejar ver el oscuro interior. Sintió el polvo, las partículas que volaban y cubrían las sábanas de los muebles. Dio un par de pasos para entrar, y mientras abría una pesada y sucia cortina, el cochero fue introduciendo las maletas.

Había sólo campo alrededor. El cielo gris no tenía fin, y los árboles le parecían pilares de los antiguos templos de Roma.

Se apretó el vientre por encima de los pliegues de tela.

Necesitaba una cama, o de lo contrario iba a caer el piso y a llenarlo de blasfemias.

Un dolor semejante… ¿cómo podrían pensar que encontraría la paz? En ningún lugar de la Tierra existía algo como eso…

Quizá sólo en otro mundo, bajo el cuidado de una entidad superior que le respondiera la pregunta universal.

¿Por qué?

Vio a un lado, hacía el hombre que terminó de dejar las maletas y que le hablaba, pero a quien no comprendía. Escuchó palabras al azar, como el número de habitaciones, que le enviarían comida con una sirvienta, algo de encomendarse a Dios e implorar resignación.

Tal vez tenía razón, no había implorado lo suficiente.

Observó por la ventana su caminar, y posteriormente su partida. El carruaje desapareció en el camino y se quedó ahí, sola…

Sola.

Temblaron sus manos y jaló tanto la cortina que la rasgó. De forma irónica, con la otra mano sobre su vientre se acarició con tanta suavidad que casi pudo sonreír.

Probablemente se trató de un castigo… ¿pero por qué? ¿Sobre qué? ¿Qué fue aquello tan ofensivo que le ameritó una condena así?

Dijeron muchas veces que una viuda joven era una imagen muy triste, pero que encontraría consuelo en la palabra del Señor. Dijeron también que una mujer que perdía a su bebé debía confiarse al Todopoderoso, ya que su vientre volvería a dar fruto.

Dijeron muchas cosas. Muchas estúpidas y dolorosas cosas.

Sintió que le faltó la respiración, que no iba a soportar más tiempo de pie.

Temblando, mareada, débil, fue subiendo las escaleras, guiándose instintivamente entre las puertas. Abrió la que estaba subiendo de frente, importándole poco las sábanas sucias, los muebles roídos, el polvo que volaba entre las corrientes de aire.

Observó la cama frente a sí, y lo único que pudo hacer fue tirarse ahí, como si hubiese sido fulminada.

¿Paz? ¿Cómo podría tener paz? Estando sola, recientemente lúcida luego de un periodo de depresión profunda e histeria compulsiva.

Las mangas de su vestido no eran largas sólo por la moda, sino porque había marcas en sus brazos que debía ocultar.

Sus hermanos pensaban en su tranquilidad, en la resignación que encontraría en la palabra de Dios. El crucifijo de su cuello le parecía ridículo como objeto de superación, pero quizá la luz plateada en su atuendo completamente negro significaba algo.

Quizá. Quizá no.

Con el rostro mirando hacía la ventana de la izquierda, nuevamente se acarició el vientre.

Primero Arthur. Ahora su bebé.

¿Esa cruz podía decirle por qué ocurrió todo eso?

El por qué Arthur fue obligado a ir a una guerra que no le correspondía, muriendo en batalla y recibiendo por orden del ejército sólo una bandera del Reino Unido. El motivo de su obligada partida a pesar de que tenían poco de haberse casado, de que esperaban a su primer bebé con toda la ilusión.

No escuchaba nada de ese crucifijo.

El por qué perdió a su bebé de un día para otro teniendo ya casi cuatro meses, cuando despertó una mañana y su sábana ya estaba llena de sangre. La razón por la cual su bebé se fue, a pesar de que era el único consuelo que tenía para aceptar la pérdida de Arthur.

¿Por qué no se manifestaba la supuesta divinidad de esa cruz en su cuello?

Fueron meses de depresión, meses en que no pudieron dejarla sola temiendo que hubiera perdido la razón. Junto a la convalecencia del aborto, podía recordar a los médicos que la amenazaban de internarla en un sanatorio si no volvía amar a la vida.

¿La vida? ¿Amarla? Sonaba tan estúpido como la idea de que estando sola olvidaría.

Al menos esa fue la esperanza de sus hermanos, que recurrieron a esa opción antes que permitir que la recluyeran en un extraño lugar.

Enviarla a una antigua casa de campo que era propiedad de su familia, en medio de la nada; lejos de los ruidos de la ciudad, del invento de la luz eléctrica, de los colores y las modas.

Quizá estaba agradecida. Quizá no.

Pero… había aprendido a rezar… de alguna manera lo hizo, orando tan fuerte en sus pensamientos con la esperanza de que Dios escuchara.

No estaba segura para qué.

Pasaron las horas y no hubo ruido más que el de su respiración. Incluso dudaba que fuera por su causa y sí más por el soplido del viento, ya que dejó las puertas abiertas, y en otoño el aire era más impertinente haciendo y deshaciendo a su paso.

Se quedó en esa cama hasta que tuviera la iniciativa de moverse para comer, para asearse…

Antes lo hacía para que Arthur la viera tan hermosa como la primera vez que se enamoró de ella. Después lo hizo para cuidar a su bebé, esperando con todo su corazón que fuera un niño.

Y ahora…

Ahora.

No entendía aún por qué, pero sujetó nuevamente el crucifijo y comenzó a rezar.

Padre Nuestro se escuchaba además del aire, en medio de la oscuridad de la casa, del campo, de ese pequeño mundo al que había sido reducida su existencia.

Apretó tan fuerte el crucifijo que se le grabaron las siluetas.

¿Por qué?

Ah, vaya, así que estaba de nuevo esa sensación.

Rezaba tan fuerte, como si alguien fuera a tenderle una mano para superar los sucesos del último año.

Su completa desesperación.

No había nadie más que ella en ese diminuto y sofocante mundo.

Si cayera en la oscuridad, ¿qué encontraría en el fondo?

¿Qué había en ese agujero que representaba el abismo?

Tal vez sólo faltaba eso, dejarse caer.

O quizá ya estaba ahí.