El camino de Abby
Disclaimer: Si Luka y Abby fueran míos, ya estarían juntos hace rato.
Capítulo I
Y ahora qué? Ya no puedo quedarme acá. Si me quedo voy a hacer algo que sé que va a terminar mal. Sam me quiere, Sam empezó a amarme. Pero aunque seguir con esto por un lado sería fácil, yo sé que voy a terminar arruinándolo. No la amo, eso es lo único que tengo claro. Ella es joven, linda, inteligente. Alex es un muy buen chico, medio revoltoso pero quién soy yo para juzgarlo si a su edad era igual.... tal vez un poco más "hiperkinético" aún. No es fácil, no es fácil dejar esta oportunidad que tengo, pero qué remedio? Intenté amarla en todos estos meses pero como me dijo Abby una vez: "la química es algo que está ahí o no, no podés forzarla".
Abby... también tengo que hacer esto por ella. Antes podíamos fingir que habíamos terminado y seguíamos siendo amigos pero hace tiempo dejó de ser así. Apenas si nos saludamos cuando nuestros turnos se cruzan. Ella está distante y yo también. No sabemos qué tema tocar, el ambiente se siente pesado, incómodo. Lo raro es que más allá de todo eso, la sigo sintiendo cerca... puedo sentirla como si nada hubiese pasado. Y es que al final de cuentas, ella siempre estuvo ahí para mí.
Nunca le conté pero cuando Nicole se fue a Montreal sentí que se derrumbaba todo. No la amaba, pero la idea de tener un hijo a quien amar le había dado un nuevo sentido a mi vida... y quién sabe, tal vez con el tiempo lograría olvidar a Abby. Esa tarde que Nicole me dijo que en realidad no estaba embarazada entré en shock, no podía reaccionar. Después pasaron unas semanas en las que llegué a odiarla, aunque ese no sea el término adecuado. La verdad es que sólo odié a unas pocas personas en mi vida.
Cuando dije que iba a ir a Bosnia por dos meses le dije una mentira "blanca". Por qué? No sé, en verdad no tenía motivos para hacerlo porque me sobraban bastantes días de vacaciones que había ido acumulando y bien podría haberle dicho que me tomaba un par de días de vacaciones después de Bosnia y que planeaba ir a Canadá, no a Croacia como le dije. Pero por alguna rázon no pude.
Mi amigo solía ser el jefe de Nicole en el bar, así que no me costó mucho averiguar cuáles eran sus contactos en Chicago y cómo podía hacer para encontrarla en Canadá. Bien podría haber sido un detective privado en lugar de médico, pero nunca abusé de mi habilidad para rebuscármelas cuando necesito algún tipo de información.
Ni bien llegué allá fui a buscarla. Ella estaba trabajando de moza en una cantina bastante "under". Cuando me vio capté que quería escapar de esa situación, pero puso una sonrisa forzada y me saludó, no sabía qué otra cosa hacer. Fui directo al grano... esperé a que terminara su turno y a las 7 am. fuimos a tomar un café. Charlamos sobre todo lo que había pasado y la forcé a confesar qué había sucedido en realidad, porque no terminaba de creer que ella me hubiese hecho semejante cosa. Me contó todo... y... en ese momento dudé qué hubiese sido mejor... si vivir en la nube relativamente rosa protectora de Abby o caer con los pies sobre la tierra y sentir la pérdida de otro hijo a quien no tuve oportunidad de conocer. Pero en el fondo de todo puedo sacar una sóla cosa en limpio: Abby me quería lo suficiente como para buscar protegerme, y esa idea me reconfortó y me reconforta hasta hoy.
Hoy le confirmé a Weaver la fecha de mi vuelo y cuando me preguntó con su tono no-tan-sarcástico de costumbre cuándo pensaba volver, no pude contestarle. Ella me dijo que es la última vez que permiten que falte tantos días al County y que ni sueñe con tener vacaciones o días por enfermedad en los próximos diez años. La escuché, sí, la escuché... pero mi mente estaba a dos camillas de distancia. Abby estaba ahí parada con su lindo delantal blanco analizando un par de radiografías de tórax aparentemente de un niño de unos 5 años. Sabía que después de todo el discurso de Weaver tenía que ir a hablar con ella.
Su mirada después de la noticia estaba perdida. Se quedó por un momento sin decir nada y cuando pensé que estaba por sonreir para desearme un buen viaje como de costumbre, ella puso su típica cara de enojada y me dijo con un dejo bastante marcado: "Buena suerte", tomó las dos radiografías y salió caminando a paso apresurado. Para ser sincero, hay veces que no la entiendo.
Me despedí del resto de mis compañeros no obteniendo la aprobación de ninguno y acá estoy, armando mi valija intentando decidir si tengo que llevar o no toda mi ropa. Tal vez el invierno dure más de lo que espero en Kinshasa.
