Título: Envuelta

Sinopsis: Eric Northman había estado trabajando muy duro desde el Año Nuevo y Sookie estaba cansada de ser dejada a un lado. Y ahora el Día de San Valentín se acercaba. ¿Su solución? Romper todas las reglas para asegurarse de que estaba en su lista negra. Entonces sorprenderlo cuando volviera del trabajo envolviéndose a sí misma en algo especial.

Corsés rojo cereza, alas de hada rojas y zapatos de tacón rojo cereza pueden verse bien en su Sookie, pero después de cuatro días de mal comportamiento, Eric sólo quería verla desnuda en cuatro patas, lista para ser azotada. ¿Y si entrar en espíritu festivo significaba hacer pruebas de resistencia de la cinta de seda roja y ser sujetada por alas de hadas? Eric está encantado de dar Sookie uno o dos de sus regalos antes de tiempo.

Disclaimer: Los derechos de autor de True Blood y Southern Vampire Mysteries no son míos, pertenecen a Charlaine Harris y Alan Ball.

Nota del autor: Estaba viendo True Blood de nuevo y cuando vi la escena de Eric en el calabozo con Ivetta, me inspiró para escribir esto espero que les guste. Y bueno no solo esa escena, también la de donde Eric sueña despierto con Sookie.

Este fic participa del Reto Especial de San Valentin: Bitter true or Sweet lies? del foro "True Blood: Faeries and Vampires don't mix, do they?"

Rated: M. Obvio teniedo en cuenta la serie de la que se trata.


Sookie se miró con su corsé rojo cereza y las alas de hada rojas en el espejo y sonrió. No importa qué tan preocupado hubiera estado Eric con el lanzamiento de su nuevo de negocio al mercado bursátil, no había manera de que él fuera capaz de ignorarla con ella vistiendo algo tan sexy como ridículo.

Se ajustó la correa del liguero en sus muslos firmes, bajó la mirada hacia sus tacones rojos de 10 centímetros, y miró la hora en su teléfono. Su avión había aterrizado hacía una hora, él estaría allí en cualquier momento. Enojado como el infierno. Se lamió los labios pintados con brillo rojo cereza y sonrió a su reflejo otra vez.

Eric le había enviado algunas tareas muy específicas para los días que había estado en Boston, tareas que Sookie había decidido ignorar o modificar. Sabía que estaba jugando con fuego al desobedecerlo, pero el lanzamiento del negocio a la bolsa de valores le había tenido a Eric todo el tiempo ocupado durante las últimas semanas, y Sookie estaba cansada de competir por su tiempo y atención. Tendría que castigarla, y con un poco de suerte, sería largo, duro, y prolongado. Probablemente más duradero que las seis horas con Ivetta.

La puerta principal se abrió de golpe, y Sookie chirrió. Ella giró, y contuvo aliento mientras él caminaba con paso duro y firme a su dormitorio. Sus hermosos y profundos ojos azules se centraron en ella. Su pelo rubio todavía tenía unos copos de nieve en él. El calor y la energía provenientes de su piel de mármol blanco la sobrecogieron y provocaron que su coño comenzara a empaparse. Dios, era delicioso cuando se ponía furioso.

— Lindo corsé. Quítatelo— dijo con voz dura como el acero.

— Bienvenido a casa, Señor.

— QUÍTATELO. Estas en serios problemas, pequeña hada.

En el estómago de Sookie revolotearon mariposas mientras comenzaba a desabrochar la parte delantera de su corsé. Eric dejó caer su chaqueta de cuero negro en el sillón en su dormitorio y se quitó la ropa con una veloz eficacia. Ella se quedó mirando su trasero cuando él se dio la vuelta, admirando su hermoso culo, firme y suave. No iba a cambiar ni un poco en el futuro, y no había cambiado en los años que lo conocía. Seguía siendo el hombre más sexy que había visto jamás.

Sus manos temblaban mientras se deslizaba las cintas del corsé, y el liguero del muslo para quitárselos. Había esperado que él se tomara más tiempo para admirarla en su cuidadosamente planeado atuendo antes de que este tocara el suelo. Pero al parecer eso no estaba en sus planes. Él estaba más furioso de lo que ella había esperado.

Eric se puso delante de ella, y ella se preparó para sentir su contacto, apretando sus ojos cerrados y esperando que sus manos la agarraran – pellizcaran, marcaran, reclamaran. No le importaba; ella estaba tan desesperada por sentirlo. Cuatro días era mucho tiempo, e incluso su contacto a lo largo de las últimas semanas había sido demasiado breve, interrumpido por llamadas telefónicas que Eric necesitaba atender de sus equipos financieros en el trabajo.

Sookie sintió su aliento recorrer toda su piel mientras él caminaba a su alrededor, pero todavía no la tocaba. Ella se mordió el interior de la mejilla en señal de frustración mientras él daba un paso atrás frente a ella. La maravillosa erección de Eric se balanceó con fuerza, dirigiéndose hacia el estómago de Sookie. Ella quería eso. ¿Cuánto tiempo la torturaría Eric antes de dejarla probarla o hundirla en su coño?

— Mi pequeña hada, ¿qué esperas lograr haciendo caso omiso de mis tareas para ti?

Ella se estremeció. — He hecho algunas pocas de ellas, Señor.

Eric le agarró la barbilla, y a Sookie se le fue el aliento. Finalmente. La tocó.

— Sookie, cuando te pedí que me enviaras una foto del culo, me enviaste una fotografía de Cupido agachado.

Sookie sonrió. — Para ser justos, era una foto de un culo. — Ella lo estaba provocando. Ella lo sabía. Había sido intencionalmente. Cualquier cosa para hacer que se enojara. Incluso la ira era mejor que nada. De cualquier manera, ella ganaba.

Eric apretó con más fuerza su mano en su barbilla, y la humedad se agrupo entre los muslos de Sookie. — Y cuando te he pedido ver tu deliciosa concha, tú me has enviado una foto de una concha de chocolate en una caja en forma de corazón con un gran moño.

Él deslizó su pulgar por el labio inferior de ella, y Sookie de inmediato abrió los labios y succiono su dedo con su boca, rodeándolo con su lengua.

— ¿Estas tan ansiosa de mí, pequeña hada?

Ella se sacó el pulgar de la boca y dijo — Sí. Mucho, Señor.

Eric se apartó y ella casi gruñó con frustración.

— Bueno, esas pequeñas bromas tuyas me han puesto de muy mal humor. — Dejó caer la mano para acunar su monte de venus. Ella automáticamente separo las piernas, pero él no sumergió los dedos en su necesitada raja. — ¿Qué crees que debemos hacer sobre tu desobediencia, princesa?

Apretó la palma sobre su clítoris, y esta vez la hizo gemir. —Castígame, Señor. Por Favor.

Eric dejó caer la mano. — Yo no estoy seguro de eso. Tú deseas demasiado ser castigada y yo estoy casi al límite. Creo que tal vez lo que necesitas es aprender a ejercer un poco más de paciencia. Aprender cómo se siente no conseguir lo que quieres.

Los ojos de Sookie se abrieron.

— ERIC. NO. POR FAVOR. Lo siento. Yo no creí que...

Dios, ¿realmente se alejaría de nuevo? ¿Encontraría su placer en otro lugar? ¿La dejaría necesitada y frustrada porque ella lo desafió? Imágenes de él, en el pasado con Ivetta inundaron la mente de Sookie, ella no quería eso.

Por un momento, la dureza de su mirada se suavizó, y vio al hombre que había debajo. Aquel del que ella se enamoró cuando tenía veintiséis años y él no tenía a dónde ir y Pam le pidió que cuidara de él. Ella había sido su todo, entonces, del mismo modo que él se había convertido en su mejor amigo y su apoyo. Y ahora, diez años más tarde, todavía lo era.

— Así es, pequeña hada. Tú no pensaste. Sólo querías algo, y no podías encontrar la manera de pedirme lo que deseabas, por lo que decidiste ser malcriada y desobedecerme.

Sookie contuvo el aliento y esperó, con miedo de que él siguiera adelante y la dejara de nuevo, la dejara deseándolo tanto.

— ¿Cuál es mi trabajo, princesa?—, preguntó poniendo su mano en la barbilla de Sookie y haciendo que ella inclinara el rostro hacia arriba para que se encontrara con sus ojos azules oscurecidos de deseo.

— Cuidar de mí —, respondió ella mientras se hundía en su mirada.

— Eso es correcto. Así que no me mires así. Como si no confiaras en que yo pudiera hacer mi trabajo. Sube a la cama y ponte en cuatro patas.

Sookie se giró y subió a la cama, ocultando de él el alivio en su rostro. Ella no debía dudar de él. Habían estado juntos mucho tiempo. Pero Eric siempre había mantenido una parte de sí mismo oculta de ella, y cuando uno de ellos se veía enterrado en el trabajo — Sookie como prominente psicóloga (después de que él la convenció de ir a la universidad) y Eric como el Director de Operaciones para la empresa manufacturera de New Blood — ella sentía aún más distancia entre ellos.

— Pide lo que quieras, pequeña hada—, dijo mientras ella se colocaba en la cama, tal y como él le había pedido con las rodillas separadas.

Ella le devolvió la mirada. — Lo que te haga feliz, Señor.

La verdad en sus palabras envolvió a Eric acogedoramente, como una cinta larga y sedosa. Su pequeña hada era perfecta en todos los sentidos. Bueno, todos los sentidos excepto uno.

— Lo que me hace feliz es que hagas lo que te digo.

Sookie movió su culo perfecto ligeramente y dijo —Estoy haciendo lo que me dices ahora.

Eric no pudo evitar dejarse llevar y mover su mano hacia adelante y golpeando su nalga izquierda, al instante poniéndola rosada.

—Pero no lo hiciste durante los últimos cuatro días.

Eric sabía que estaba siendo difícil porque había estado separado de ella y preocupado con la incorporación de New Blood al mercado bursátil durante las últimas semanas, pero él había esperado que ahora Sookie fuera capaz de verbalizar mejor su frustración en vez de ser desafiante.

— Yo estaba...— Ella se detuvo y lo miró, mordiéndose el labio inferior.

—Me puedes decir cualquier cosa a mí, pequeña hada. Quiero comunicación entre nosotros. Siempre he querido eso. — ¿Cómo es que ella no entendía esto?

Debido a que le ocultas partes de ti a ella. Se reprochó a sí mismo.

Lo hacía, pero era por necesidad. Sookie tenía que ser protegida de él, protegida de quién él era en realidad, del monstruo que podía ser. Sus necesidades eran mucho más de lo que esperaba que ella pudiera llenar.

— Te he echado de menos, Eric.

Sus palabras lo golpearon como golpes al cuerpo, ponderadas con anhelo y necesidad. Lo aterrorizo no poder darle todo lo que ella necesitaba.

— Estoy aquí, mi pequeña hada. Siempre estaré aquí.

Ella bajó sus pestañas. — Entonces castígame. Nalguéame, cógeme, poséeme. Eso es lo que quiero.— Ella hizo una pausa, bajando su voz a un susurro. — Cualquier cosa, Señor. Yo sólo te necesito.

Un gruñido sonó desde la parte posterior de su garganta. — Oh cariño, espero que no te arrepientas de haber dicho eso.— Se acercó a ella, amasando sus nalgas con sus grandes manos. Le encantaba ver cómo su piel bronceada pero aun así blanca como la nieve era casi una coincidencia exacta con su piel de mármol blanco. Eso lo puso tan duro, sobre todo cuando su piel se volvió roja debido a sus atenciones, sus marcas en ella calmaron algo muy dentro de él de una manera nada más lo había hecho.

— Las palabras de seguridad —, exigió.

—"Amarillo" de que vayas más despacio. "Rojo" para que te detengas. "Verde" para que me cojas más fuerte.

Eric se echó a reír. — También te he echado de menos, cariño. Te he echado jodidamente mucho de menos. — Y abrió su mano y golpeó la otra nalga.

Sookie gimió bajo y se movió como pidiendo más. Eric comenzó con una serie de nalgadas, trabajando en el culo y a lo largo de sus muslos de Sookie hasta que habían vuelto de un rojo cálido. Cada vez que su mano tocó su piel, ella se relajó más en el colchón. Con la otra mano, le metió dos dedos en su coño. Goteaba de mojado.

— Tan caliente para mí, princesa.

Sookie se empujó contra sus dedos, pero Eric se negó a darle lo que ella quería todavía. No después de que ella había jugado con él durante los últimos cuatro días. Nunca le iba a decir lo mucho que mucho que había disfrutado de las intencionales interpretaciones erróneas de sus demandas. Claro, que había estado frustrado, tal vez incluso enfadado, pero sólo porque él la había echado de menos desesperadamente. Fue el comienzo de un nuevo año, y él ya había perdido la temporada de Navidad. Le encantaba pasar la Navidad con su chica. Estar lejos durante los últimos meses le había puesto tan de mal humor como el infierno. Sí, sus respuestas a sus peticiones le hicieron reír, aunque nunca lo admitiría en voz alta. También habían provocado que su polla se pusiera dura y que su mano escociera con ganas de pegarle.

— No te muevas—, dijo, y luego cruzó a su armario de la habitación donde guardaba sus suministros. Y el regalo que había planeado para darle el día de San Valentín.

Eric cogió las esposas que generalmente usaba para retener las manos de Sookie, pero luego se dio cuenta de la bolsa que contenía papel para envolver, etiquetas para regalos, y cinta para lazos. Dejo caer las esposas, se le ocurrió una idea, y él se rió entre dientes. Agarró la cinta y su regalo, y volvió a la cama.

— Te ves tan hermosa como estas. No sé qué hacer primero.

Ella gimió mientras deslizaba sus dedos de nuevo en su apretada vagina. — Cualquier cosa. Todo. Por favor, Señor.

Se acercó a la cabecera de la cama y tomó una de sus muñecas en la mano. — Sé que eres un fanática de los días de fiesta, bebé. Todo eso de la Navidad, la música, las velas de canela, y el potpurrí de hojas de pino. La casa parecía el Polo Norte. Yo también te extrañé en esos días. Pero ahora el Día de San Valentín se acerca, así que te voy envolver como mi propio regalo, y te daré tu regalo un par de días antes. Date la vuelta. Ahora. Pequeña hada.

Sookie se giró para quedar sobre su espalda y parpadeó lentamente mientras lo veía envolver la cinta de seda gruesa alrededor de cada muñeca y asegurarla a la cabecera de la cama. Eric levantó la caja de regalo envuelta en papel dorado con un lazo plateado, y la expresión nublada de Sookie se despejó.

— ¿No crees que deberíamos esperar hasta el Día de San Valentín, Señor?

Eric subió a la cama y se arrodilló entre sus piernas. Él las empujo con suavidad para separarlas más mientras observaba su rostro. Sus dedos se deslizaron hacia abajo y bailaron sobre su clítoris endurecido. Sookie respiró hondo, pero él no añadió nada más que la presión más ligera. — Bueno, nena, si quieres esperar, me haría feliz mantenerte atada así durante unos días. Pero eso sería mucho tiempo para que pudieras esperar por un orgasmo, pero si eso es lo que quieres...

Sacó su mano de entre las piernas de ella y comenzó a acariciar su polla. Él la agarró con fuerza y consideró masturbarse con sus tetas antes de entregarle el regalo.

— No, Señor. Yo no... — Sookie sacudió la cabeza. —Necesito venirme. Me puedes dar el regalo si piensas que va a ayudar.

Eric sonrió mientras soltaba su polla. — Creo que va a ayudar, princesa.— Él abrió la caja y sacó un par de pinzas para pezón con alas de hadas que había encontrado en Etsy hace unas semanas.

Ella se quedó sin aliento. — Son preciosas, Señor.

Eric se inclinó y tomo uno de los pezones erguidos de Sookie con su boca con los colmillos completamente extendidos, lamiendo antes de que él pellizcara. Ella gimió y levantó las caderas. Dios, le encantaba la forma en que ella podía ser tan receptiva. Él presionó sus caderas hacia abajo con su peso mientras continuaba jugueteando con sus pezones. Por último, se desprendió y le pellizcó la carne rosa entre los dedos, y luego aseguró la primera pinza. Ella suspiró cuando él dejó las alas minúsculas para que asentaran contra su pecho, y de nuevo se maravilló de lo mucho que podía resistir. Una parte de él se preguntaba si podía empujarla aún más, pero que no sabía si podía controlarse a sí mismo después de que llegara a un punto determinado.

— El otro lado ahora, mi pequeña hada.

— Por favor, Señor, necesito. Estoy tan... Sufro, Eric. Tienes que...

Él aseguró la segunda pinza y se apoderó de su barbilla. — Yo sé lo que tú necesitas, mi pequeña hada. No me digas lo que tengo que hacer. Tienes que confiar en mí para hacerlo. ¿Entiendes?

Ella asintió con la cabeza. — Sí, Señor. Es sólo que...

Antes de que Sookie pudiera decir algo más, Eric empujó hacia adelante para reclamar su boca. Le pasó la lengua a lo largo de la comisura de sus labios, mordisqueando antes de meter su lengua en su boca y enredarla con la suya. Ella gimió, y él la agarró del pelo con una mano y deslizó la otra mano hacia su coño necesitado.

Se apartó y bajó la boca para juguetear primero con uno de los pezones atrapados en las pinzas y luego con el otro, todo el rato dando vueltas a su clítoris con el pulgar.

— Por favor, Señor. Por favor, por favor, por favor, por favor. Cógeme.

Levantó la cabeza y miró a su pequeña hada, sus brazos tensos por encima de su cabeza amarrados cinta de seda roja, sus pezones sujetos por las alas de hadas, con las piernas abiertas y esperando por él.

— Eres magnífica. El mejor regalo que jamás podría esperar. — En lugar de cumplir con su deseo, se echó hacia atrás y se sentó sobre sus talones, extendiendo sus labios inferiores abiertos. Su coño estaba arreglado, exactamente como a él le gustaba. Al menos ella había seguido esa instrucción con sus especificaciones. Él rozó sus dedos sobre sus labios externos y luego acarició pasando uno a través de su ranura, arrastrando más de su excitación hasta su clítoris.

La prolongación de su agonía era su juego favorito, sobre todo cuando había sido tan traviesa como lo había sido en los últimos días. Tal vez algún día aprendería que no pagaba desafiarlo. Por otra parte, la vida sería aburrida si cambiaba.

Sookie echó la cabeza hacia atrás y gimió hacia el techo, sus pezones subiendo y haciendo que las alas de las pinzas se agitaran. — Eric...

Eric observó su rostro mientras jugueteaba, empujando la piel que cubría su clítoris hacia atrás con una mano y moviendo con rapidez un dedo sobre ella con la otra.

Sookie clavó los talones en la cama y levantó su torso.

Eric apretó en su vientre. — Quédate quieta, pequeña hada.— Su voz era más que profunda. Dura. Él no se había dado cuenta que tan excitado estaba hasta que habló. Necesitaba estar dentro de ella, al menos tanto como ella le suplicaba que lo hiciera.

Sin embargo, Eric rodeó su clítoris y rozó su dedo sobre él una y otra vez. Conocía a su pequeña hada bien. Ella tendría un nudo en el estómago. Sookie se lo había descrito a él muchas veces, una sensación de rigidez que brotaba en su interior como la necesidad construyendo un crescendo.

Cuando pensaba en ella estaba demasiado cerca del clímax, Eric soltó su clítoris y acarició los labios vaginales de Sookie para repartir su humedad por ellos. — Así rosa. Así mojada. — le pasó dos dedos por el coño desde la parte superior hacia su culo. — Mi pequeña hada ha sido traviesa estos días anteriores.

Sookie gimió en respuesta.

— ¿Crees que las niñas traviesas merecen la liberación?

Nada. Así era como él sabía que ella estaba cayendo en su estado mental favorito. Ya no podía responder a él con su boca.

Gracias A Dios. Porque él estaba a punto de venirse en su estómago aun si él quería o no.

Eric le quitó los dedos de su coño, se agarró a ambos lados de su cuerpo, y la penetro con un fuerte empuje de su polla. Sookie gritó, y su coño se cerró sobre él mientras se acercaba, su cuerpo temblaba con el orgasmo.

Eric salió de ella y la penetro de nuevo, moviéndose más rápido y ocasionando su orgasmo hasta que apretó alrededor de él con más fuerza. Esta vez Eric se acostó sobre el pecho de Sookie haciendo que las pinzas para pezón se agitaran, presionándolas con el pecho y luego la mordió en el cuello prolongando sus orgasmos hasta que se vino con ella, se derramo en ella hasta que ambos comenzaron a respirar con dificultad.

Largos segundos pasaron mientras Eric miraba hacia abajo a su princesa de las hadas. Su mundo. Vio como los ojos de ella volvieron a su cara, y ella perdió bastante de la mirada vidriosa hasta que él supo que lo estaba viendo de nuevo. Y luego Eric sonrió.

Por último, cuando ambos se habían recuperado y Eric había aflojado las cintas de las muñecas para liberar sus manos y había retirado las pinzas de los pezones, Sookie envolvió su cuerpo alrededor de él.

— Aún faltan dos días más para el Día de San Valentín —, susurró.

— Probablemente debería...— Él empezó a levantarse, pero ella le apretó con más fuerza.

— No, Eric. Es fin de semana. El trabajo puede esperar. Yo no quiero que tú salgas de esta cama para hacer otra cosa que darme de comer los próximos dos días. Te lo estoy pidiendo. No, te lo suplico. Por Favor. Quedaté.

Eric la besó en la cabeza y miró a la expresión suplicante en su rostro. Sookie era de suya y él que haría cualquier cosa para hacerla feliz.

— Está bien, pequeña hada, soy todo tuyo. Por los próximos dos días, voy a estar a tu entera disposición.

Sookie lamió un camino desde el cuello de Eric hasta su pecho, rodeando sus pezones con su talentosa lengua. — Me envolviste con cintas, por lo que creo que es tiempo tu estés envuelto en algo.— Ella deslizó su mano hacia abajo y empuño su polla endurecida.

— Pequeña hada, ya me tienes envuelto alrededor de tu dedo. ¿Qué más necesitas que eso?

— Nada, Señor. Por ahora, es suficiente.

La voz de Pam lo trajo de vuelta a la realidad. – Eric, creo que deberíamos aumentar la cuota para beber directamente de la vena de Sara, porque algunos de ellos también quieren coger con ella.

Bueno un vampiro puede soñar, ¿no les parece?