Lo siento, no he podido evitar ver la película de saint seiya la saga del santuario y echar a volar mi imaginación con respecto a como traumaría este evento a los caballeros dorados. Se que ya hay un fic por ahí con un tema parecido, no le he copiado, de verdad. Mi objetivo es…sencillamente reírme un rato a costa de esa película, y como no, reírme con ayuda de Kanon, ¿Por qué él? Por que fue el único que no apareció en la peli y al que no arruinaron por completo jejejeje, la verdad, llevo pensando esto desde que vi la pelicula, hace como un mes jejeje. Espero sea de su agrado. Tengo muchas cosas que decir, como que estoy emocionada porque es la primera vez que escribo algo de los caballeros del zodiaco, y eso me emociona porque es mi serie favorita muajajajajaja. Y apenas conocí a la voz de Atena en las doce casas jajajaja. Me encanta, y ya me voy a seguiré diciendo incoherencias.
Travesura.
La tarde pintaba fresca gracias a la brisa marina, una bendición en ese tierra árida castigada por el sol, y en la cual Kanon decidió pasar su día libre, lejos del santuario de Atena, lejos de santuario marino y lejos muy lejos de todo lo referente al cosmos…ok, solo había ido a Atenas porque estaba aburrido de solucionar los problemas de Poseidón o de pelear con su hermano por la supremacía de la casa, pero no lo malentiendan, agradecía que el Dios de los mares le haya perdonado y le permitiera seguir siendo su general, y disfrutaba los momentos con su hermano y los caballeros de Atena…pero a veces se volvían un dolor en el trasero imposible de ignorar, cuando eso sucedía, simplemente los enviaba al demonio.
Y como estaba resultando un día tan agradable, lo remataria en algún bar y quizá en algún hotel con una linda chica. Sí, todo era paz y tranquilidad…hasta que paso al lado de una cartelera de cine, en cuyo espectacular se mostraba un enorme cartel enmarcado por luces de neón y que rezaba con impresionantes letras parecidas a las de stars wars: "caballeros del zodiaco, la saga del santuario". Siguió caminando ignorando el gran cartel hasta que algo en su cabecita hizo click y retrocedió sus pasos hasta volver a quedar frente al cartel. Enarco una ceja curioso, una sonrisa se dibujó en sus labios y se llevó a la boca la pequeña galleta de chocolate que tenía en la mano.
– Interesante – susurro dirigiéndose hacia la taquilla.
La galleta quedo suspendida en el aire a unos centímetros de la boca del gemelo menor, quien mantenía la boca abierta junto con unos enormes ojos que parecían aumentar su tamaño conforme pasaban los minutos de la cinta. En algún punto de la misma, su boca se abrió tanto que casi escucha el crujir de su quijada al desprenderse del resto de su rostro, los ojos los sentía secos, irritados al ser incapaz de cerrarlos un solo segundo durante la hora con cuarenta y cinco minutos doce segundos que duro la proyección.
Cuando todo hubo terminado, Kanon no salía de su asombro, permaneció inmóvil ante una pantalla negra. Las luces llevaban encendidas horas y ni siquiera el ruido de la aspiradora con la que el intendente limpiaba la sala era capaz de hacerlo volver en sí.
– Disculpe señor, pero es hora de cerrar – llamo el responsable de limpieza, un señor con su overol naranja y el cabello totalmente blanco sinónimo de su avanzada edad le sacudió ligeramente para llamar su atención, cosa que no logro, así que con toda la pena que su cansada alma podía albergar, se vio en imperiosa necesidad de ser más brusco.
– ¡Óyeme pedazo de imbécil! ¡Si te crees que tengo toda la vida para esperarte estas muy equivocado, así que empieza a moverte! – grito sacudiéndolo violentamente por los hombros.
Los gritos y las sacudidas lograron hacer reaccionar a Kanon, quien muy lentamente giro su rostro hacia su interlocutor, quien al ver ese rostro tan descompuesto por una enorme cantidad de emociones difíciles de describir, trago saliva con dificultad y retrocedió un par de pasos, empuñando su aspiradora para defenderse en caso de que este chico resultara ser un loco asesino en serie. El joven lo miro con esos ojos desorbitados y en sus labios se dibujaba lo que parecía ser una…¿sonrisa?.
- HAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHA – estallo de pronto el menor sin poder contenerse – HAHAHAHAHAHAHAHAHAHA – el pobre viejo retrocedió asustado llamando a los guardias inmediatamente, ese sujeto estaba totalmente loco.
Media hora después, Kanon estaba tirado en el callejón lateral del cine, su estómago dolía, su espalda dolía, su cara dolía (y no precisamente por su guapura extrema), incluso su orgullo dolía porque los guardias lo cargaron como si fuera un saco de papas y lo aventaron a la basura sin consideración; pero es que por más que lo intentara no podía parar de reír. Recordaba el nombre de la película y reía, recordaba a la tal Atena y reía, recordaba al guardaespaldas de la princesa y reía mas, recordaba el santuario y seguía riendo, pero lo peor era recordar a los caballeros, los recordaba y se destornillaba de risa, tenía que controlarse o "esos" caballeros harían lo que ninguno de los compañeros de su hermano pudieron hacer, matarlo, de risa, pero matarlo a fin de cuentas.
Una hora mas tarde, un poco más controlado pero igual o más adolorida que hace unos minutos, Kanon caminaba torpemente por la calle rumbo a la entrada del santuario marino, tenía que borrar algunas imágenes de su mente antes de regresar con su hermano, era por su propia salud, si llegaba a ver a alguno de los dorados, moriría.
Tres días después el gemelo se hallaba cómodamente instalado en su pilar, y a esos tres días le siguieron tres meses más. Sus compañeros y el mismo Julián lo veían sin comprender que sucedía con el, para empezar era raro que pasará tanto tiempo con ellos, y para rematar por momento se quedaba totalmente perdido en sus pensamientos para luego soltarse a reír como loco, era tan incontrolado ese ataque de risa que terminaba yéndose a su pilar sin dar alguna explicación. Pero lo mas inquietante sucedió después.
– Io, ¿Qué llevas ahí? – pregunto Julián al pelirosa.
– Un paquete para Kanon.
– ¿Para Kanon? – preguntaron a sus espaldas y un grupo de curiosas marinas pronto rodeo del portador de dicho encargo.
– ¿tendrá algo que ver con su raro comportamiento? - cuestiono Sorrento.
Movidos por la curiosidad todos emprendieron el camino al pilar del Atlántico Norte para entregar el mentado paquete. Al verlos, el protector de ese lugar se dirigió a Io con aire solemne y gallardo para tomar su paquete e entrar al pilar. Los demás se miraron entre si y fue Julián quien decidió seguir al gemelo menor. Dentro del pilar vieron como el dueño abría la caja con una delicadeza extrema, como si su contenido fuese altamente peligroso, delicado o importante. Una vez tuvo a la vista el objeto de su adoración, el rostro marcial de Kanon comenzó a desfigurarse en una mueca sádica y una carcajada llena de crueldad. Todos sus compañeros se ocultaron detrás del cuerpo de Poseidón, quien paso saliva con dificultad cuando creyó ver y escuchar como rayos y truenos rodeaban al gemelo, lo que sea que estaba tramando ese demente que había aceptado de nueva cuenta como general, esperaba que no los involucrara a ellos, o definitivamente renunciaría a su derecho divino.
