De la autora: Bueno, en primer lugar decir que, obviamente, ninguno de estos personajes me pertenece. Son todos propiedad intelectual de la maravillosa JK Rowling.
En segundo lugar repetir que esto es un Severus Snape/Helena Ravenclaw. Creo que esta pareja es de lo menos común que hay, pero oye, por probar
Tercero, os agradecería que si, lo leéis, me escribierais un review. Cuantos más reciba, más ganas tendré de continuarlo Y si se lo recomendáis a la gente contaréis entonces con mi más absoluto agradecimiento.
¡Gracias y que lo disfrutéis!
Capítulo 1: El primer error.
Casi mil años. Casi mil años merodeando en aquel castillo. Se dice pronto, como los jóvenes magos y brujas de esa época suelen utilizar como expresión.
Casi mil años y todavía había cosas que no entendía de este mundo que tan moderno se había tornado. No concebía el tener la costumbre de tutear a la gente.
Para un fantasma del siglo XI, solo existía el "vos", y ese "tú" tan… Frívolo y confiado, la desconcertaba enormemente. Y ello no ayudaba a integrarse. Claro que Helena Ravenclaw jamás había sido hábil a la hora dehablar de integración. Si en vida había sido la solitaria hija de Rowena Ravenclaw y (aunque sin reconocimiento alguno) de Salazar Slytherin, como fantasma su situación no había variado demasiado.
Los alumnos no solían interesarse por ella, y los que lo hacían a menudo provocaban en la pobre Helena (o la Dama Gris, nombre más usado) cierto sentimiento de miedo y timidez. No podía evitarlo.
Y con no es no.
Había fallecido siendo una muchacha austera y sigilosa, distante, reacia a relacionarse socialmente. Era algo que no se podía remediar… O no se había intentado.
Pero, ¿era realmente su culpa? Tal vez debido al paso de largos años, porque había visto y conocido tanto en aquel castillo… Pero aún recordaba, no sin dificultad, que sus compañeros en Hogwarts nunca fueron agradables con ella.
En especial los Ravenclaw.
Todos consideraban su brillante expediente académico mero fruto del favoritismo surgido del ser hija de la fundadora de su casa. Esta situación dio pie, más tarde, a uno de los motivos que impulsarían a la solitaria Helena a cometer una tontería.
Pero esa es otra historia.
Pocos sabían que Rowena jamás fue una buena madre para Helena. La brillante y emprendedora mujer no tenía dotes maternales, no estaba hecha para ello. Quería a su hija, eso es indiscutible, pero Helena guarda el recuerdo de la buena de Helga cuidándola y jugando con ella.
Helena adoraba a su madre. La admiraba… Enfermizamente. Quería ser ella…
No.
Quería ser mejor que ella.
Qué mal acabó la cosa, ¿verdad? Pero, como ya he dicho antes, eso es otra historia.
A la Dama le gustaba imaginar, crear, estudiar, aprender, observar. Sobretodo observar.
Lamentablemente, ser fantasma tampoco da pie a mucho más. Peor se había acostumbrado a estar sola, a hablar poco con todos, incluso con los fantasmas (con cierto Barón lleno de familiar sangre plateada no había vuelto a cruzar palabra).
Y así, observando y observando, se percató de que, aún de una forma difícil de explicar, casi inefable, no estaba tan sola.
Alguien más compartía esa bendición o condena de austeridad continuada e incansable.
Y le resultaba interesante, muy interesante. En casi mil años de vagar por el conocido castillo, nunca antes había conocido a alguien tan… Similar a ella. Ni tan solitario.
Todavía recuerda ese primer día de Hogwarts, de 1971. Aquel muchacho de pelo negro y lacio, hasta los hombros, y ojos oscuros, difíciles de profundizar… Iba acompañado de una chiquilla pelirroja de llamativos ojos verdes y mejillas pecosas. Sin embargo, ella jamás importó demasiado, no para la Dama.
"Tiene cara de Ravenclaw."
Fue lo primero que pensó la bonita y fantasmal muchacha.
Tenía la costumbre de predecir qué alumnos pertenecerían a la casa de su madre.
Jamás había fallado. Nunca. Aunque solo jugara con el destino de aquellos alumnos que llamaban su atención.
No cabía en sí de asombro al escuchar un firme "¡Slytherin!" del envejecido Sombrero Seleccionador, que enviaría al joven… "Snape, Severus" había dicho McGonagall; a la casa de las serpientes.
Y así, aquel joven de piel cetrina y aura sigilosa, despertó la curiosidad del ancestral fantasma de Ravenclaw; quien falló por primera y única vez.
Los veteranos Slytherin lo recibieron: el Prefecto Lucius Malfoy, el corpulento Rodolphus Lestrange, su enclenque hermano, Rabastan y las famosas hermanas Black: la problemática Bellatrix, la reservada Andrómeda y la preciosa Narcissa.
Todos le dan la bienvenida, todos lo saludan. Al contrario de los que muchos creen, Slytherin siempre fue una casa muy cálida con los suyos. Helena lo sabía. Al fin y al cabo, tenía parte de Slytherin. O la tenía en vida.
Y el joven Severus sonríe tímido, y presta atención a sus compañeros… Y Helena siente envidia, por primera vez en casi un siglo de no- vida.
