Antes que nada, Rurouni Kenshin no me pertenece ni lo quiero.(Demasiados
problemas legales) Solo hago esto para divertirme y darle vuelo a mi
imaginación torcida.
---------------------------------------------------------------------------- -------------------------------------------------- En la antigüedad, los romanos, una vez consolidado su imperio, y no teniendo nada mejor que hacer, se volcaron a la diversión. El ocio comenzó a dominar sus vidas y de pronto se encontraron aburridos. Las obras de teatro necesitaron ser más cruentas para acaparar la atención, llegando a ejecutar a presos para hacer mas "realista" el espectáculo. A partir de allí, se fue de diversión perversa, en diversión perversa, llegando al más imponente de los espectáculos: El coliseo. Deleitarse y gozar con la muerte y sufrimiento de otros. Oler su sangre. Ver a humanos ser devorados por animales salvajes, o desmembrados por máquinas especiales. O lo más grande de todo. Los gladiadores. La muerte era comercial. Las vidas, productos perecederos. La sangre, moneda de cambio.
---------------------------------------------------------------------------- -------------------------------------------------- Capitulo 1 Sobreviviendo.
En el mundo secreto criminal de Kioto, la diversión es un lujo difícil de conseguir. ¿Cómo poder divertirse si ya lo has probado todo?
No existe videojuego capaz de entretener. Los parques de diversiones son mas aburridos que el sermón del domingo. Las discotecas y bares están mas memorizados que las tablas de multiplicar. Y los prostíbulos llegan a parecer un segundo hogar con decenas de "esposas" fastidiosas.
¿Qué otra cosa podría brindar emoción?
Clandestinamente, en la ciudad, existía un pequeño coliseo reservado para la elite criminal de la ciudad. Los que se daban cita en ese lugar, gozaban de la diversión más macabra y sangrienta que la ciudad podía ofrecer.
Por fuera parecía una bodega, situada en la parte rica de la cuidad. Pero por dentro se encontraba uno de los más funestos escenarios para la muerte. El coliseo.
Una arena del tamaño de una cancha de tenis, solo que circular, cubierta por un domo de hierro en forma de red, que permitía a todo observar a la muerte desde una distancia segura y evitar que los contendientes escaparan. Los charcos de sangre coagulada y uno que otro miembro revelaba que momentos antes se celebró un combate con resultados satisfactorios.
La audiencia estaba compuesta por individuos de varias razas, todos teniendo en común los trajes caros y acompañantes con vestidos escotados y reveladores, haciendo honor a su obvia profesión.
- Damas y caballeros. - Decía un obeso presentador, saliendo de una puerta de hierro, de uno de los lados de la arena. Usaba un smoking barato y una calva brillante, cubierta por unos cuantos cabellos aislados. - El siguiente combate es algo especial para todos ustedes.
Trataba de controlar las nauseas que sentía al caminar entre la sangre y los restos humanos que no alcanzaron a quitar. Llegó al centro.
- Después de casi un año de audiencia en este lugar, y después de un exitoso tour lleno de victorias por todo el Japón y parte de China, llega con ustedes el inmejorable ganador de 100 combates ¡Udo Jinnei!
La audiencia enloqueció.
Udo Jinnei era conocido por todos por su gran crueldad. Y aquellos que nunca lo habían visto en combate, oyeron en algún lugar sus hazañas. Matar a 4 rivales al tiempo, atravesar a 3 a la vez, partirlos a la mitad y en plena batalla sacarles los ojos u otras cosas.
De otra puerta, salió un sujeto alto, vestido como un antiguo samurai. Cubierto totalmente por un viejo y gastado saco tradicional claro. Su cabeza portaba un tradicional sombrero de paja. Portaba 2 espadas, como dicta la tradición, y avanzó con lentitud y seguridad.
El anunciador, acostumbrado a convivir con asesinos, sintió miedo por el simple hecho de estar frente a él. Aunque sabía que nadie lo mataría, el miedo estaba presente. Jinnei se paró a un escaso metro del gordo hombre. Se quitó el sombrero mostrando su cabello gris azulado. Cara delgada e inhumanos ojos completamente negros, con un circulo violeta como iris.
La multitud gritaba emocionada. No importa que clase de rival se enfrentara a él, Udo encontraba la forma de hacer las cosas emocionantes.
- El retador - gritó el hombrecito sobre el griterío -. Proveniente del bajo mundo de Kioto, ¡el temible Fantasma!
El nombre era totalmente desconocido. Sin embargo, por respeto a los que iban a morir, la audiencia aplaudió de forma cortes y fría. De temible, tampoco parecía tener algo ese "fantasma". De una puerta, contraria a donde salió Jinnei, salió un pequeño espadachín. Iba envuelto en una larga gabardina negra de cuero. Una media máscara de plástico cubría el lado izquierdo de su cara y un sombrero de ala ancha (como los usados por los gángsters de la antigüedad) mantenía su cabello en el anonimato.
Parecía ser una cabeza mas bajo que Jinnei y muy delgado. Pero el anunciador, si con Jinnei sitió miedo, con este tipo le entraron ganas de orinar. Lo de "Temible" no era ninguna broma. ¿Quién será este?
El veterano espadachín lo observó caminar. Mantenía la cabeza agachada y los ojos cerrados. Pese a eso, su andar era tremendamente seguro y sus movimientos, precisos.
- Damas y caballeros, hagan sus apuestas. - Gritó el obeso personaje y agradeció poder retirarse momentáneamente de la arena.
Jinnei comenzó a caminar alrededor del Fantasma.
- Así que, tú eres el "temible" fantasma. - dijo sin obtener respuesta alguna. Abrió su abrigo, revelando una antigua espada samurai muy bien mantenida. - ¿Sabes algo? Esta preciosidad ha matado a mas de 100 persona como tú. - Seguía sin respuesta. - Por lo visto no hablas mucho, ¿Te comieron la lengua los ratones?
Para ese entonces, ya había hecho un circulo completo alrededor de su pequeño rival, siempre buscando el contacto visual. Para cuando terminó en su lugar de origen, el fantasma tenía los ojos abiertos. Los ojos eran dorados, parecían resplandecer, contrastando con la oscuridad que envolvía su rostro. Por primera vez en mucho tiempo, Udo Jinnei sintió miedo.
- Las apuestas han terminado. - Gritaba el anunciador desde un punto fuera de la arena. ¡Gracias a Dios! - ¡Que comience el combate!
La audiencia gritaba de nuevo, alentando a los luchadores. (Realmente a Jinnei, pues el 99% de las apuestas estaban a su favor. ¡Típico!)
Pero él estaba enojado. Ese niño, porque eso parecía, lo había hecho dudar. Le había provocado miedo, MIEDO. Nadie, nadie hace eso con Udo Jinnei, el poderoso Jinnei. El filo de su espada probará su sangre.
Desenvainó la larga y curva hoja y se aproximó a él corriendo, dispuesto a destajarlo diagonalmente. Y este tipo, ¡ni siquiera ha sacado su arma!
Un arco de plata apareció en el lugar donde estaba la víctima y Jinnei se felicitó por un golpe rápido y preciso.
Le tomó un segundo darse cuenta que la audiencia guardaba silencio.
- Lento, muy lento. - Regañó una fría voz a su espalda.
Udo giró para encontrarse con el fantasma. Esa fue una maravillosa muestra de velocidad. Tan rápido que su cerebro no pudo registrarlo. Solo conocía pocas personas capaces de hacer eso. Y él las mató a todas.
- Lamento haberte subestimado amigo. - Trató de ocultar su sorpresa, y mentalmente ajustó su velocidad. - Pero no te preocupes, no volverá ha pasar.
El fantasma no contestó. Agrió la gabardina presumiendo su vestimenta negra. También poseía una katana, como la de Jinnei.
Este registró la posición de pelea que tomó el enlutado. Ligeramente encorvado, cuerpo girado a la izquierda, su mano derecha sujetando en mango de la espada y la izquierda, sosteniendo la funda de la espada.
"Posición Battou, pequeño de ojos dorados." Una sonrisa se formó en su cara.
- Tú eres Battousai. - Le dijo al contrincante en un susurro.
- Bien, ahora que lo sabes, morirás. - Respondió este con voz calmada, fría y distante. Empezó el ataque.
Corriendo a gran velocidad se acercó a Jinnei y desenvainó la espada cerca de él. El espadachín pudo apreciar el poder de la técnica Battou. A pesar de su tamaño pequeño, la fuerza empleada en ese primer ataque fue tal que, por un acto de voluntad o suerte, Udo no perdió la espada.
Para Battousai, en cambio, reía internamente ante los desesperados intentos de su rival para vencer su ataque. Este tipo no representaba ningún tipo de reto porque simple y sencillamente era demasiado débil. Insignificante. Una basura.
Separaron las espadas dando un salto hacia atrás. El fantasma envainó rápidamente la suya, preparándose para el siguiente ataque. Nuevamente las espadas chocaron y la gente, a cada ataque gritaba aún mas, celebrando la aparición de la muerte, apoyando a su luchador favorito.
Jinnei soltó un tajo horizontal, que habría cortado la cabeza del otro, si este no hubiera saltado muy alto, evitando el golpe. En el aire, tomó el mango de la espada con ambas manos y descendió. Udo alcanzó a ver el movimiento y bloqueó el golpe, sosteniendo la katana por encima de su cabeza con las manos a cada lado de esta. Un dolor atravesó su espalda cuando Battousai asestó el golpe y, usándolo como apoyo, aterrizó a su espalda. Escuchó una espada envainarse.
- Dime algo, Jinnei. ¿Porqué no paras de jugar? - El aludido dio media vuelta, encontrando que el fantasma cruzaba los brazos en resignación. - He oído hablar mucho acerca de ti y un tipo de técnica mortal. ¿Por qué no la usas? Me aburro.
No era tanto las palabras, era el tono de voz y la realidad de la situación. Fueron pocos ataques realmente, pero en cada uno había puesto toda su fuerza, sin lograr igualar la vitalidad de Battousai. Las cosas que escuchó del tipo ese no le hacían justicia, era por mucho más fuerte de lo que había escuchado. Lo sabía y se lo restregaba en la cara.
- No juegues con fuego. No querrás que te ataque con todo mi poder.
- ¿En serio? - La media cara visible de Battousai sonrió. - Eso es lo que quiero. Te lo dije: Me aburro contigo.
El agarre de la espada del tipo alto se hizo mas fuerte.
- Bien, ¿eso quieres?
Sostuvo la hoja de la espada frente a sus ojos, reflejándoselos a si mismo. Por un momento parecieron brillar y la masa muscular de Jinnei aumentó casi al doble. Con un movimiento se quitó el abrigo, vistiendo una camiseta negra de algodón, totalmente ajustada a su nueva masa muscular.
"Shin no Ippou" Pensó Battousai. "El ejecutante puede usarlo para hipnotizar a sus rivales, o para aumentar su propio poder. Bien. Esto será interesante."
- ¡Prepárate a morir! - Gritó a todo pulmón y se arrojó hacia él.
El fantasma bloqueó el golpe horizontal que lanzó Jinnei, el golpe fue tan brutal que lo empujó hacia atrás. En sus ojos ambarinos se notaba sorpresa. Udo, satisfecho lanzó otro ataque, y otro, y otro más. A cada sablazo parecía que el enano se ponía mas y mas a la defensiva, cosa buena. (La multitud gritaba enloquecida) Parecía que Battousai encontraba un rival digno de tomar en cuenta.
Parecía.
En un bloqueo bajo, invirtió el filo de su katana girándola en sus manos y la agarró de reversa y con un rápido movimiento la levantó.
- Ryu Tsui Tsen. - gritó y la punta afilada cortó la piel del pecho de Jinnei, dejándole un corte vertical. Jinnei pudo hacerse para atrás a tiempo, porque sino.....
- Maldición, maldición, ..... - susurraba Jinnei con los dientes apretados para calmar el dolor del corte.
- Veo que tienes prisa por morir. - Dijo el fantasma fríamente. Había quitado su expresión de sorpresa, sustituyéndola por una de desprecio y burla.
Udo se sorprendió ahora. Durante el ataque, su rival parecía mas débil de lo que era antes. Al principio parecía que el fantasma estaba fuera de guardia, que el factor sorpresa estaba en contra suya. Eso y el hecho de que la fuerza de Jinnei fuera mas grande debía asegurar su victoria. Pero ahora, con esa expresión de burla e insolencia, parecía que jugó con él todo el tiempo, dándole esperanzas. Maldito.
Se preparó para atacar. Postura Battou.
"Va ha tomar la ofensiva" analizó Jinnei al tiempo que alistaba su espada al contraataque. "Técnica Battou. Desenvainará la espada con un movimiento de supervelocidad causando la muerte segura a quien la recibe. Pero, si logro evadir el ataque, quedará en una mala postura para la defensa durante fracciones de segundo, suficientes para poder matarlo. Pero, ¿Tendré la velocidad necesaria para evadirlo?"
Con esas dudas, Jinnei observó a Battousai avanzar. Ojos brillando y el abrigo ondeando por el aire que desplazaba. Al momento en que el fantasma adelantaba su pie derecho y comenzaba a sacar la espada Jinnei dio un paso hacia atrás. Sintió el aire desplazado por la espada se su contrincante y sonrió. Era su oportunidad.
- ¡¡¡Muere!!! - Gritó, levantando su espada para agarrar fuerza u destajar el hombro del fantasma.
Un dolor intenso brotó de su hombro provocando que soltara su espada.
Battousai lo había golpeado con la punta de saya, la cual "desenvainó" usando el movimiento del primer golpe. Una buena técnica Battou.
- Sou Ryu Sen - Le dijo a un Jinnei arrodillado. - Doble Dragón. Con este golpe he roto el hueso de tu hombro y debido a eso, aunque quieras, no volverás a usar una espada con ese brazo.
Los ojos del fantasma parecieron perder su brillo, como si se oscurecieran un poco, atenuando la dureza de su mirada.
- Ya no tiene caso matarte. - Envainó la espada y dio media vuelta.
Ante la atónita mirada de la audiencia y las protestas que comenzaban a surgir, el fantasma se retiraba.
- ¡¡ALTO!! Aún no estoy derrotado. - Gritó el herido guerrero y se puso de pié. Los gritos de la gente lo aclamaban.
El fantasma se detuvo en seco y cerró los ojos. Escuchando. Previendo.
- Le di la oportunidad de vivir y la rechaza. Lo mataré. - Dijo en un susurro, a si mismo.
Jinnei agarró la espada con su bazo bueno y corrió al fantasma, para matarlo ó morir peleando. En un instante estaba apunto de destajar la cabeza de su oponente y en el otro el frío acero acarició su pecho herido. Battousai apareció frente a él, sus ojos brillaban nuevamente y estaban llenos de odio.
- Escogiste tu orgullo por encima de tu vida. Idiota.
Sin mas palabras movió la espada y cortó ropa, piel, músculos y órganos internos. Su gabardina de cuero quedó manchada de sangre que se hacía invisible en el color oscuro de la prenda.
Udo Jinnei caía de rodillas, aún había vida en él, pero no podía hacer nada para defenderse. Inclinó la cabeza hacia delante, sin poder quejarse, solo esperó.
El fantasma adoptó la posición de un verdugo y sin ceremonias, separó la cabeza del tipo de su cuello. Esta rodó unos cuantos metros.
La multitud estaba asqueada y fascinada por los sucesos. De pronto se puso de pié, voceando el nombre del vencedor, sin importarles la gran cantidad de dinero que perdieron. El espectáculo había valido la pena.
(Los reportes indican que solo un triste empresario en bancarrota se benefició de la muerte de Jinnei, multiplicando en 100 lo que había apostado. Suficiente para pagar las hipotecas atrasadas de su negocio.)
- EL GANADOR!!!!! - En anunciador salía de su puerta habitual, tan excitado que muchos pensaron que él participó en la batalla. - Damas y caballeros. ¡El FANTAS.........
Una espada le impidió seguir hablando.
El fantasma lo había atravesado por el corazón.
- MUERTE. - Gritó a la audiencia enmudecida. - ¿Eso es lo que quieren? Yo les daré mas muerte.
Miraba a la gente con profundo desprecio y asco, casi indignado. Levantó su espada y señaló a uno de los presentes.
- ¡Watsuki Nobuhiro! - Gritó a un hombre alto y gordo. - ¡He venido a tomar tu vida!
El tal Watsuki, era un importante fabricante de drogas sintéticas. Iba acompañado por una mujer voluptuosa de vestido muy escotado y cabello teñido; y dos guardaespaldas grandes y tan feos como un aviso del fisco. Dispersos por todo el auditorio, media docena de guardias armados con automáticas tomaban sus posiciones. La gente realizaba una discreta retirada táctica.
- ¿En serio? - Se burló el objetivo. - Debes considerar tu situación hijo. Estas bajo la mira de 6 rifles de alto poder, en una posición desventajosa de fuego cruzado. No tienes manera de escapar de esto.
El pequeño asesino no se inmutó y Watsuki tronó los dedos.
Gritos, gemidos y lamentos fueron callados ante el estruendo del fuego continuo de 6 rifles automáticos de alto poder. El ruido solo duró un segundo, antes de que los tiradores se dieran cuenta que su blanco desapareció ante sus ojos. Un triángulo de malla de metal caía pesadamente en el lugar donde el tipo había estado.
Una risa gutural atrajo la atención de todos los interesados (el resto estaba mas interesado por sus vidas.) Encima de domo de metal, a un lado de una abertura triangular, estaba el fantasma. Espada desenvainada mirando con desprecio a todos los presentes.
- Tontos. ¿En verdad creen que soy tan fácil de matar? - volvió a reír guturalmente, provocando escalofríos a Watsuki.
- ¡Disparen! - gritó este, visiblemente alterado por la impresionante visión de esos ojos dorados.
Si se le pidiera que contara lo que sus ojos observaron, jurarían que el fantasma se teletransportó al lado del Guardia 1, que estafa al frente de él, y provocando un arco de luz con su espada, desapareció de nuevo. Los reflejos tardíos de los otros reaccionaron soltando una nueva lluvia de balas que el guardia recibió en su chaleco blindado. Un chorro de sangre, como un aspersor, recorrió la delgada línea del corte provocado por una espada extremadamente afilada y se separó en 2 partes: Cabeza, hombro y brazo derecho; y el resto terminaron en el suelo, a centímetros de distancia. El auditorio a esas alturas, estaba desierto.
Mas arcos de plata aparecían mientras los disparos diminuían en volumen. Finalmente, cabezas, miembros, cuerpos partidos a la mitad, y chorros y chorros de sangre sustituyeron a unos vitales e incautos guardias de seguridad con mala paga. Solo 5 gentes quedaban con vida.
El espadachín apareció justo enfrente de Watsuki, unas gradas mas abajo. Sus ropas, espada, cara y etc. Bañadas en la sangre de sus víctimas. La sonrisa cruel y ojos destellantes (sin olvidar la tenebrosa y sencilla máscara) hicieron que los guardias, capaces de asustar al coco, temblaran como niñas asustadas.
Battousai giró 90 grados y cerrando los ojos declaró: "Si quieren vivir, huyan ahora."
Abrió los ojos y estos, nuevamente perdieron un poco su resplandor. Como si el centro de ellos se tiñera de azul.
Uno de ellos titubeó. Pero el otro, ansioso de un jugoso bono por rescatar al jefe, llevó su mano derecha al interior de su chaqueta. Su arma calibre 50 estaba cerca. Casi podía sentirla. Sus dedos acariciaban la cacha y estaban a punto de agarrarla por completo. Ya la tenía. Un movimiento más, solo uno...
Una espada entró por su boca, separando sus dientes unos milímetros y atravesó su cuello, cortando la espina. La punta salió de la parte baja de la nuca, roja como la arena del coliseo.
Su cuerpo se puso flojo y por un momento, pareció que el fantasma lo sostenía con la espada, evitando que cayera al suelo.
- ¿Tu también? - Murmuró al otro sin molestarse en verlo. Sus ojos eran parcialmente oscuros. Nuevamente. La presencia y el aura asesina mantenían a Watsuki paralizado y la mujer gemía de terror.
El guardia aceptó la invitación y corrió hacia la salida, arrojando su arma al suelo. En eso, la espada abandonó la boca de su víctima y esta cayó al suelo con un sonido seco.
La caída de su asesinado guardaespaldas pareció sacar a Watsuki se su parálisis y emprendió la huida, amenazando al cobarde guardaespaldas con despedirlo de su cartel. De pronto algo se le abalanzó, abrazando sus piernas e impidiéndole correr.
La prostituta gritaba algo como "No me dejes" y Nobuhiro tropezó, haciendo que toda su humanidad besara el duro y frío concreto.
Por segunda vez, sus ojos encontraron ese par de luces amarillas en la penumbra parcial de un sombrero de ala ancha.
- Prepárate a morir. - Sentenció secamente e incrustó su espada en el cuello del individuo arrodillado.
La punta penetró por la base del cuello y siguió una ruta vertical a lo largo del torso, cortando los bronquios a lo largo, rebanando las arterias principales y terminando en las vísceras. Watsuki tenía los espasmos propios de un moribundo entrando al mas allá de la mano de la huesuda.
La mujer observaba fascinada como Battousai retiraba la espada goteante de líquido rojo y la limpiaba con la mano en un clásico movimiento. La larga y curva katana se enfundaba con elegancia.
- Si deseas vivir, huye.
- No. - Declaró valientemente la mujer
Battousai cerró los ojos y suspiró.
- Me debes dinero.
Una sonrisa adornó el rostro del fantasma y giró para enfrentarla. Su mano derecha sacó la espada de la vaina y la colocó cerca de cuello de la arrodillada mujer.
- Aunque, si quieres un revolcón, lo haré gratis para ti. - Dijo la hembra y pasó un dedo por el filo de la espada, practicándose un ligero corte. Se llevó el dedo a la boca en un gesto obsceno y provocativo.
Battousai movió el filo a lo largo del cuello de la mujer, inclinándose y rozando la espada sin cortar su blanca piel.
- Puedo matarte, si lo deseo. - Susurró colocando su rostro cerca de la ramera. Sonreía de satisfacción y lujuria.
- Me excitan los hombres poderosos. - Gimió con voz suave y besó la boca del asesino. Este respondió agresivamente, soltando la espada y apretando fuertemente los senos de la prostituta.
Sin aviso, rompió el contacto con ella y guardó la espada.
- Por el momento no tengo tiempo. Pero te visitaré un día de estos. Toma. - De uno de los bolsillos del pantalón sacó un pequeño fajo de billetes y los arrojó a los pies de la mujer. - Hiciste un buen trabajo, informaré a Hiko de tu desempeño, él sabrá recompensarte.
De pronto, desapreció.(Lo de desapareció era relativo, y ella lo sabía. Trabajar para gente como esa la acostumbraron a muchas cosas. Sabía que solo se movía muy rápido.) La mujer se humedeció los dedos y posteriormente los ojos, haciendo que el rímel se corriera.
Una prostituta siempre es de las mejores actrices. Una realidad tan patente como E=mc al cuadrado.
Guardó en fajillo de billetes entre sus senos y con paso intencionalmente vacilante, se dirigió a la salida, lloriqueando falsamente.
En un callejón, a no muchas calles de la zona de masacre, un pequeño personaje se detenía a descansar. La lluvia había empezado..... sabrá Buda cuando. Pero, para cuando el asesino se detuvo, era bastante fuerte, lo que permitía a la sangre del abrigo diluirse y limpiarse.
Se quitó el sombrero mostrando un largo cabello de color indefinido ante la oscuridad que lo rodeaba. La mascara fue retirada también, permitiendo apreciar un rostro mas bien infantil.
El Hitokiri Battousai Himura terminaba su trabajo.
Suspiró en la lluvia y se dirigió a una ventana cercana, levantando la cabeza para verse directamente. El reflejo le devolvió su rostro, marcado por una profunda cicatriz en forma de cruz en la mejilla izquierda. Se ató el cabello (que gracias a un relámpago se pudo apreciar que poseía un color rojo como la sangre que derramó) en una cola de caballo, a la altura de la nuca.
- Lo hiciste de nuevo. - Le dijo al rostro reflejado con un tono muy cercano a la decepción y pesar. Este, en vez de ser una copia perfecta de él, era diferente.
Donde los ojos del "original" eran de un azul profundo (Bendito sea Dios por los rayos), el "reflejo" los tenía dorados, destellantes. La cola de caballo era alta y su expresión cruel y sonriente, contrastaba con la expresión de tristeza de su original.
Por un momento se quedaron viendo fijamente a los ojos, reflejo y original, hasta que el triste individuo rompió el vidrio con un puño, practicándose pequeños cortes en los nudillos. Cerró los ojos.
Al abrirlos, nuevamente el fulgor dorado los cubría, al igual que la sonrisa. Sacó un paquete de cigarrillos del saco (La lluvia había cesado convenientemente) y encendió uno. Después de algunas fumadas emprendió su camino al distrito comercial de Kioto. A su base.
Con el gran Shishou.
El cementerio nunca ha sido un lugar muy popular, razón por la cual él se siente muy bien ahí. No hay mucha gente, y la poca que se da cita, siempre callada, o sosteniendo conversaciones con la gente muerta.
De repente se preguntó ¿cuántas de esas tumbas, él era responsable? Una, diez, cien. Había perdido la cuenta de cuanta gente había matado desde que empezó su travesía. Pero los fantasmas rondaban en cada noche, negándole el preciado descanso, plagando sus sueños de pesadillas llenas de gemidos, lamentos y sangre, mucha sangre.
De la organización, parecía que era el único que tenía ese problema. El lobo, siempre sonriente, dispuesto a dar una estocada como propina si no hay un cenicero en la mesa. El gallo, juntando los dientes que le tumba a sus oponente. EL Shishou, lleno de seguridad ante sus acciones y la forma de dirigirlos. ¿Por qué no puede ser como ellos? ¿Olvidar los rostros y los gritos de la gente que mata?
Su razón está frente a él.
La poca gente que caminaba por el cementerio, ya ni prestaba atención al joven de cabello rojo y abrigo negro que parecía estar permanentemente clavado frente a esa tumba. Muy bajo, no mas de 1.60 y tan flaco, que parecía mujer (en especial por ese cabello atado en una cola de caballo baja). Vestido de negro, con un largo abrigo a pesar del intenso sol que brillaba en Kioto. Callado, con su cara desprovista de emoción alguna.
Kenshin Himura visita a su esposa por primera vez en mucho tiempo. Alza la vista y descubre unas nubes de tormenta que se acercan, a pesar del sol que le quema la espalda. Nubes oscuras. Recuerdo.
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Recuerda la tibia luz del sol que se filtra por la chocita que se tardó tanto en construir ese día. Se siente tranquilo, contento y muy relajado. Una pesadez se apodera de sus ojos invitándolos a cerrarse y entregarse a una dulce inconsciencia. Pero eso implicaría desconectarse de la realidad, y la realidad era que estaba enamorado. Abrazaba a una joven de 17 años que disfrutaba el tiempo con su amado Himura. Apenas 5 cm mas baja que él, de largos cabellos negros y expresión, generalmente fría y sin sentimiento (producto de problemas familiares), sonreía sinceramente al vagabundo que tenía detrás.
Vagabundo, así lo llamaban. Un tipo sin oficio ni beneficio, sin estudios, trabajando de jornalero en los arrozales de su familia. Un chico adolescente de 18 años que le había robado el corazón desde la primera vez que lo vio. Cuya única habilidad era ser buen trabajador. Si su padre se entera de que se estaban viendo, de que ese día faltó a la escuela por estar con el chico, que ese día se entregaron por primera vez.....
Nuevamente, el tiempo lo dirá. Solo viven en el presente.
¿Alguna vez Kenshin se sintió tan a gusto con una persona? Realmente no. Ni si quiera con su padre. Si así se le pudiera llamar a su maestro. La única persona que se preocupó por él de pequeño y al menos le dio casa y comida con la condición de ser su alumno. Y vaya que era difícil. Después de 10 años con él, sin duda era mas fuerte que cualquiera que conocía (exceptuando al Shishou) Pero la falta de estudios (el maestro solo le enseñó lo básico para la vida) y en ser huérfano sin padres, evitaron que tuviera un trabajo normal, siendo solo un jornalero que trabajaba en un plantío de arroz.
Y eso le permitió conocerla. Su bella Tomoe. Su vida.
- Te amo. - Le susurró este a la chica, provocando que se ruborizara, por enésima ves en esas pocas horas.
- Te amo. - Respondió, provocando la misma respuesta en él.
Una brisa leve enchinó su piel. Las nubes de la tormenta estaban ahora encima de ellos y unas cuantas gotas comenzaban a caer.
- Tomoe-chan - Susurró el chico a su joven amante. - Será mejor que nos resguardemos. Está a punto de llover. - El tono que usó declaraba que no tenía ninguna intención de moverse de allí.
- Ken-chan, - Le dijo ella mientras una sonrisa pícara adornaba su cara. - Uno no se resguarda de la lluvia.
Dejándolo con una pregunta en la boca, Tomoe se levantó y salió de la improvisada choza. ¿Acaso existía una cosa más hermosa que ella, desnuda y sonriente frente a él.
- Haces el amor.
Ken sonrió y se levantó para abrazarla.
Ambos se sonrojaban por el echo de que se amarían a campo abierto, donde gente (cosa imposible dado lo lejos que estaban de la humanidad) podía verlos. Reían mientras sus manos hacían las exploraciones de rutina y sus cuerpos se unían bajo la fresca lluvia de verano.
Kenshin despertó del viaje al recuerdo, sonriendo al recordar a su amada esposa de joven. La lluvia aplastaba los flecos de su cabello sobre su cara y empapaba sus ropas. No tenía intenciones de moverse. Quizás no visitaba la tumba de la señora Himura muy seguido, pero, casi diariamente, su mente seguía la misma rutina. El viaje al recuerdo era lo único que le quedaba al pequeño espadachín.
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¿Cuánto tiempo pasó hasta que su familia se enteró de su relación? ¿Cuánto, para que su padre la amenazara con enviarla a Siberia, África u otro lugar apartado para que no lo viera? Poco, realmente muy poco.
Su madre lloraba diciendo "como pudiste hacernos esto" cuando se enteraron de que estaba embarazada. Su padre "No aceptaré rameras en mi familia" y sus hermanos "¿Estas engordando hermanita?"
Kenshin, se casó con ella y su familia los despreciaron. Viajaron a Kioto sin mas posesiones que una pequeña maleta llena de ropa y lo que llevaban puesto.
Claro, la habilidad de Kenshin con la espada, le permitió trabajar como Sensei de Kendo. Eso les ayudo bastante, pero Tomoe no pudo terminar la escuela. Quizás lo único que lamentaba. Fuera de eso eran felices.
Pero como siempre, la felicidad no dura mucho.
Akira Kiyosato, supuesto prometido de Tomoe (criado a la antigua, comprometido con ella por negocios) viajó hasta Kioto para recuperar el honor que supuestamente Kenshin le robó al embarazar a su "novia". Llegó en plena clase. Kenshin enseñaba movimientos básicos a los niños cuando Akira se presentó con 2 katanas, dispuesto a batirse a muerte con él.
Los dueños del dojo observaron como, con la espada envainada, Kenshin derrotó a Akira sin mucho esfuerzo (relativamente hablando, éste pudo hacerle una cicatriz vertical en la mejilla izquierda.) El tipo se largó, con el brazo roto y el orgullo mancillado una vez más.
Gracias a esto Kenshin, quien temía perder el empleo, obtuvo una promoción en el dojo, y el permiso de enseñar su técnica. La que llamó Estilo X (una versión atenuada del Hiten Mitsurugi Ryu)
Pasaron los meses.
Su primer hijo. Himura Yahiko. Pequeñito, heredero de la tez morena del abuelo y el cabello café de (se supone los abuelos de Tomoe). A partir de allí, fueron una familia completa. Alegre y feliz.
Sus suegros llegaron 1 año después de que los hecharon, para conocer al su nieto. El ansiado perdón fue obtenido (en parte por la derrota de Akira, demostrando que Ken protegería a su linda niña) y los regalos al pequeño Yahiko eran recibidos. Parecía que nada podía ser mejor. ....
- Parece increíble las cosas que suceden en un año, ¿verdad? - Preguntó Kenshin a la lápida. Su expresión se endureció.
- Lo siento Shishou, ya cumplí la deuda de honor que tenía con usted. Por favor, no me pida más. El gran (literalmente) maestro de Kenshin les hizo una visita social, cuando Yahiko cumplía 4 años. Kenshin, debido su éxito como maestro, fue capaz de comprar una casa más grande (para los futuros niños que pensaban tener en cuanto Tomoe terminara la universidad.) e instalar un Dojo particular. Dinero no les faltaba.
- La deuda de honor aún no está cubierta, estúpido. - La voz profunda provocó escalofríos a la joven madre, quien preparaba la cena. - Esta se saldará hasta que muera, y tu lo sabes.
- Desde un principio te dije que no sería parte de tu grupo, y lo sostengo. Te pagué el entrenamiento que me diste con lo que pasó con Tokuwagua y el Bakufu.
- Me debes la vida también.
- Eso también te lo pague cuando te salvé del atentado de Kanryu
Silencio.
- Piénsalo de todos modos. Para bien o para mal, eres mi pupilo, estúpido, pero lo eres. Eso te convierte en un blanco.
- Lo sé. Estoy preparado para eso.
- Y ya no estas solo.
Eso último sonó más a amenaza. Tanto que a la chica se le cayó el tazón de sopa que tenía en las manos. ¿Los estaba amenazando a todos ellos?
El impresionante hombre de cabello largo se marchó, y Kenshin se quedó solo, reflexionando.
- Ken, ¿pasa algo malo? - Preguntó ella, asomando la cabeza por la puerta abierta, encontrando a Kenshin bebiendo algo de sake. Raro en él.
- Tomoe, - fue la respuesta, hecha con la sonrisa patentada de despreocupación habitual en él. - No hay nada de que preocuparse.
- ¿Estas seguro Ken? - Insistió. Lo conocía demasiado como para saber cuando mentía.
- Claro que sí. Oye, ¿Qué te parece si vamos a comer algo fuera? Dejemos la cena para el almuerzo.
Tomoe se vio obligada a aceptar, dispuesta a aceptar esa pequeña derrota. Pero sabría cual es la razón
Y lo supo. Meses después.
Un grupo de hombres encapuchados entró al dojo y causó destrozos. Uno de ellos, extremadamente alto trató de violarla, riendo a cada momento. El final hubiera sido trágico, sin la aparición de Kenshin. Espada enfundada, rompió el hombro del sujeto con un practico Ryu Sho Sen. Y después de confirmar el estado de ella, salió a buscar a su hijo.
Momentos después Tomoe escuchó un grito de lamento. Corrió, solo para escuchar estertores de muerte y sangre fluyendo por el piso. De la habitación de su hijo, Kenshin salía con la cabeza baja, sosteniendo una espada desenvainada chorreante de sangre. Se acercó a él. Cuando levantó la vista, el brillo azul de sus ojos fue sustituido por un fulgor dorado. Sin decirle una palabra se marchó de allí. Tomoe entró a la habitación y deseó no haberlo hecho nunca.
El capitán Fujita de la policía de Kioto levantó el acta de los asesinatos y se aseguró que la única testigo disponible tuviera protección las 24 horas del día por si los asesinos querían borrar las pruebas. De Kenshin no se habló nada, como si ellos lo ocultaran de algo.
Fueron semanas horribles, encerrada, sin noticias de su esposo. Temiéndolo muerto, perseguido o peor aún, asesino.
El llegó a la media noche.
Vestía totalmente de negro, confundiéndose con la noche y las sombras de la habitación. La ventana le sirvió de puerta y el viento de timbre para entrar. La casa de seguridad no era tan buena, pensó.
La encontró acostada, cubierta por las mantas para combatir el frío de la noche. No quiso despertarla ni tocarla con esas manos cubiertas de sangre. Fue ella la lo hizo.
- Kenshin - habló suavemente, como temiendo que la figura de su esposo se desvaneciera como un fantasma. - Has vuelto.
Comenzó a llorar, se levantó y abrazó a su marido, encontrándolo frío y distante.
- El nombre del asesino es Makoto Shisio. - Le dijo sin saludar. Como pasándole información solamente.
- Esa noche me buscaban a mí, y los atacó para provocarme. Esta noche culminará la cacería que empecé hace semanas, y la justicia se hará, bendecida por la muerte.
Tomoe no lo había notado, pero sus ojos cambiaban de Dorado a azul oscuro, y viceversa. Finalmente los ojos amarillos dominaron su expresión.
- Esta noche, ejecutaré al maldito que mató a Yahiko.
- Ken .....
- Aquí estarás a salvo. Esta es una casa de seguridad de Hiko. Nada te tocará. Adiós.
No pudo decir mas. Kenshin, desapareció dejándola llena de dudas y temores. Su esposo no era el tierno u sencillo maestro de Kendo que conocía y amaba, sino un cruel asesino. Pudo sentirlo en su aura, en su espíritu. Trató de buscarlo, observando a través de la ventana abierta y vio el cementerio, a unos kilómetros de allí. La muerte lo bendeciría.
Ese era el lugar. El cementerio.
Se vistió rápidamente y salió del edificio sin que nadie pudiera verla.
Kenshin se sacudía el agua del cabello. La tormenta se terminó tan rápido como había empesado. Alzó la vista para ver un arcoiris que se alzaba majestuoso en los cielos limpios de Kioto. Se tocó la cara, específicamente un parche color carne que ocultaba su cicatriz. La vista era majestuosa, pero en sus ojos solo veía oscuridad.
La madrugada apenas empezaba y el ambiente era gélido. Kenshin se encontraba frente a una amplia cripta. Esperando. El reto había sido lanzado. Ojo por ojo y diente por diente. Matas a mi hijo, mato al tuyo. Me atacas, te ataco. Intentas matarme, te asesino. Los ojos parecían faros de advertencia, esperando.
- Jamas pensé que fueras tan sensible, Himura. - Soltó una voz desde la oscuridad. - Pero debo decirte que fue tu culpa.
- ¿Por qué no te muestras Shishio? - Gritó a la oscuridad. - ¿Acaso me tienes miedo?
- Miedo. Es una palabra que nunca he aplicado en mí. No temo a nada. Todo es débil excepto yo.
La cripta se abrió y un sujeto alto, vestido como un antiguo samurai salió de ella. Moreno, de cabello negro atado en una alta cola de caballo.
- Considero debilidad incitar a un enemigo mediante su familia. Solo predispone y afecta al contrario. Perjudica su capacidad.
- Débil. ¿Crees que soy débil? ¿Qué maté a ese niño para indisponerte? Te equivocas.
Quedaron frente a frente. Los ojos dorados de Himura se encontraron con los ojos rojos de Shishio.
- La renuencia a matar, es una cualidad que debilita a cualquier espadachín que se respete a si mismo. Busqué a Hiko debido a su estilo incomparable para que compitiera contra el mío. Pero el ya es demasiado viejo para enfrentarse a mi. Por eso te busque, al heredero del Hiten Mitsurugi Ryu para un enfrentamiento. Si te vencía, el Shinsengumi sería mío.
- Si lo que querías era un enfrentamiento, podrías haberlo hecho de forma legal. Te hubiera complacido.
- Te mandé a Akira, con el pretexto de quitarte a tu esposa. Pero le perdonaste la vida. Ni siquiera desenvainaste la espada que te dio. ¿De que me servías, si no quieres pelear en serio? Tuve que provocarte. De esa forma todo el poder que tenías escondido ha salido. En tan solo 2 semanas, has exterminado casi a todo el Jupongatana. Eres fuerte. Así es como te deseaba ver.
Kenshin cerró los ojos.
- En ese caso, te complaceré. - Se lanzó al ataque.
Todo se vuelve confuso. Shishio pelea de forma increíble con un estilo que jamás había visto antes. El Hiten Mitsurugi es una técnica que asegura la victoria del que la usa. Pero debe tener claridad de mente, y usarla para proteger a las personas de los peligros de la era. Nunca ha sido una técnica asesina, ni el que la usa debe convertirse en eso. Un ser corrupto por el poder. ¿Me dejo llevar por eso? ¿A eso he llegado al matar por venganza? ¿Soy como él? La duda mata.
Kenshin recibió un estocada en el costado, no fue mortal de milagro, pero lo hizo arrodillarse y soltar la espada. Todo acaba.
- Torpe, estúpido. Débil. Muere, Himura.
Shishio se preparaba para ejecutarlo. Kenshin cerró los ojos. ¿De que servía vivir, si el remordimiento y la culpa lo perseguiría para siempre? ¿Si ni siquiera fue bueno para vengar a su hijo? La muerte es bienvenida.
Un gemido lo sorprendió. Y el peso de un frágil cuerpo lo obligo a abrirlos.
Tomoe.
Atravesada por la espada de Shishio. Este se escapaba y la risa de él aún resuena en sus oídos.
- Kenshin.
La estocada entró por su pecho, atravesando el corazón, matándola.
¿Qué decir? ¿cómo actuar? Mató a los asesinos de Yahiko, pero al no matar a Shishio, la sangre de ella cubría sus manos.
- Kenshin, - Su voz se volvía un mero susurro, su aliento se acababa. - no seas así, no mates. Por favor, nunca lo hagas.
Tan conmocionado estaba por los sucesos que pasaban tan rápidamente, ni siquiera sintió el corte que una pequeña daga hacía en su mejilla. No mates. La cicatriz fue sellada.
-Es difícil cumplir una promesa, ¿lo sabes? - dijo en voz alta, quitándose el parche, mostrando su marca, su estigma. Una cicatriz en forma de cruz. Sus dedos viajaron a través de ella. - Pero tenía que hacer justicia.
Himura Ken ..... no, otra persona ... miraba el cuerpo sin vida de su es..... una mujer de cabello negro. Ojos dorados relampagueantes en la oscuridad y una sensación de frialdad se apoderó de él. Shishio Makoto, Tu vida es mía.
Solo 3 horas le tomó localizarlo, encerrado en una bodega, custodiado por múltiples guardaespaldas. Basura. Ni siquiera pudieron sacar las espadas o las armas a tiempo. 5 muertos a la vez, 4 destajados de arriba a bajo. Nuevo récord.
- Himura, veo que has decidido luchar otra vez. - Alistó la espada, listo para un nuevo round. - O quieres que suprima el dolor que sientes.
- Dolor, quien dijo que siento dolor. - La voz era terriblemente cruel y fría. La voz de otra persona. - Quería agradecerte por haberme liberado Shishio. Estar bajo el dominio de ese tipejo es bastante desquiciaste.
¿Liberar? ¿Estaba encerrado? Shishio no sabía que pensar. Es cierto que parecía otra persona, pero que estaba encerrado. Finalmente eso no importaba, una vez muerto, tendría mucho tiempo para analizar su respuesta.
El pelirrojo giró la espada, invirtiendo el filo.
- Como muestra de mi infinito aprecio, te concederé el combate que querías.
¿Con el filo invertido? Shishio arqueó una ceja en incredulidad. Fue lo último que observó, antes de que su mundo se volviera oscuro.
El asesino asestó 9 golpes simultáneos. (Hombros, brazos, manos, la cabeza y entre las piernas. El último, fue en la frente con el mango de la espada) Kuzu Ryu Sen.
Cuando el conocimiento regresó a la mente de Shishio, se encontró amarrado a un pilar de la bodega. El asesino fumaba frente a él.
- Lo he estado pensando, como nunca había salido al mundo exterior, nunca he tenido nombre. Por lo tanto creo que me llamaré Battousai. ¿Te gusta?
Eso si que sorprendía. Era frío, cruel, distante. Era todo un asesino. ¿Qué es ese olor?
- Te dejé un premio, como muestra de buena voluntad. Es gasolina. Como tenías prisa por ir al infierno, considere que agradecerías tener un adelanto de la situación.
Shishio comenzó a sudar.
- Adiós.
Como si fuera en cámara lenta, el cigarro encendido fue arrojado de la mano de Battousai, cayendo lentamente y aterrizando en el charco de gasolina que estaba alrededor de Shishio.
Los gritos de dolor aún resuenan en la mente de Kenshin.
- Durante mucho tiempo evité venir a visitarte, después de que te enterramos. Pero era muy difícil dar la cara después de que no he cumplido mi promesa. Lo siento. Pero me hice a mi mismo una promesa, de que los vengaría a ambos, una vez así, dejaría de matar. Y parecía que funciono. Pero ..... - Sus ojos se tiñeron ligeramente de dorado. - Shishio sigue vivo. No se como pero vivo.
De forma silenciosa, un par de piernas se colocaron detrás de él. Un hombre joven, vestido de oficial de policía tosió para llamar su atención.
- Señor Himura, el capitán Fujita me ha pedido que le avise que tiene cita con él a las 3 en el Shirabeko.
Kenshin checó la hora en su reloj. 2:30
- ¿Tan pronto?
- Lo siento señor, tardé un poco en encontralo.
Kenshin no respondió, solo asintió. Una vez que el joven oficial se retiró, Kenshin volvió a hablar.
- No me enorgullezco de mi vida, ni tampoco pido que me perdones, eso lo decidirás tu. Pero si algo he aprendido, es que: La vida no es realmente tan importante cuando no la disfrutas. Tendré la venganza aunque termine ardiendo en el infierno, como Battousai, o como Kenshin. Olvídate de mí Tomoe, por favor, cuida a nuestro hijo y descansa en paz. Libérate de este asesino que no supo cumplir una promesa.
Reprimiendo lagrimas en sus ojos, se levantó y practicó una reverencia.
Se alejó del cementerio en silencio, llorando internamente.
A Kioto.
A una nueva asignación.
A matar.
N.A. Esta historia se compondrá de 5 capítulos y será el preludio a un Crossorver con otras series. Cualquier comentario y duda, no duden (que tarado) en enviar un Review, el cual tomaré en cuenta.
---------------------------------------------------------------------------- -------------------------------------------------- En la antigüedad, los romanos, una vez consolidado su imperio, y no teniendo nada mejor que hacer, se volcaron a la diversión. El ocio comenzó a dominar sus vidas y de pronto se encontraron aburridos. Las obras de teatro necesitaron ser más cruentas para acaparar la atención, llegando a ejecutar a presos para hacer mas "realista" el espectáculo. A partir de allí, se fue de diversión perversa, en diversión perversa, llegando al más imponente de los espectáculos: El coliseo. Deleitarse y gozar con la muerte y sufrimiento de otros. Oler su sangre. Ver a humanos ser devorados por animales salvajes, o desmembrados por máquinas especiales. O lo más grande de todo. Los gladiadores. La muerte era comercial. Las vidas, productos perecederos. La sangre, moneda de cambio.
---------------------------------------------------------------------------- -------------------------------------------------- Capitulo 1 Sobreviviendo.
En el mundo secreto criminal de Kioto, la diversión es un lujo difícil de conseguir. ¿Cómo poder divertirse si ya lo has probado todo?
No existe videojuego capaz de entretener. Los parques de diversiones son mas aburridos que el sermón del domingo. Las discotecas y bares están mas memorizados que las tablas de multiplicar. Y los prostíbulos llegan a parecer un segundo hogar con decenas de "esposas" fastidiosas.
¿Qué otra cosa podría brindar emoción?
Clandestinamente, en la ciudad, existía un pequeño coliseo reservado para la elite criminal de la ciudad. Los que se daban cita en ese lugar, gozaban de la diversión más macabra y sangrienta que la ciudad podía ofrecer.
Por fuera parecía una bodega, situada en la parte rica de la cuidad. Pero por dentro se encontraba uno de los más funestos escenarios para la muerte. El coliseo.
Una arena del tamaño de una cancha de tenis, solo que circular, cubierta por un domo de hierro en forma de red, que permitía a todo observar a la muerte desde una distancia segura y evitar que los contendientes escaparan. Los charcos de sangre coagulada y uno que otro miembro revelaba que momentos antes se celebró un combate con resultados satisfactorios.
La audiencia estaba compuesta por individuos de varias razas, todos teniendo en común los trajes caros y acompañantes con vestidos escotados y reveladores, haciendo honor a su obvia profesión.
- Damas y caballeros. - Decía un obeso presentador, saliendo de una puerta de hierro, de uno de los lados de la arena. Usaba un smoking barato y una calva brillante, cubierta por unos cuantos cabellos aislados. - El siguiente combate es algo especial para todos ustedes.
Trataba de controlar las nauseas que sentía al caminar entre la sangre y los restos humanos que no alcanzaron a quitar. Llegó al centro.
- Después de casi un año de audiencia en este lugar, y después de un exitoso tour lleno de victorias por todo el Japón y parte de China, llega con ustedes el inmejorable ganador de 100 combates ¡Udo Jinnei!
La audiencia enloqueció.
Udo Jinnei era conocido por todos por su gran crueldad. Y aquellos que nunca lo habían visto en combate, oyeron en algún lugar sus hazañas. Matar a 4 rivales al tiempo, atravesar a 3 a la vez, partirlos a la mitad y en plena batalla sacarles los ojos u otras cosas.
De otra puerta, salió un sujeto alto, vestido como un antiguo samurai. Cubierto totalmente por un viejo y gastado saco tradicional claro. Su cabeza portaba un tradicional sombrero de paja. Portaba 2 espadas, como dicta la tradición, y avanzó con lentitud y seguridad.
El anunciador, acostumbrado a convivir con asesinos, sintió miedo por el simple hecho de estar frente a él. Aunque sabía que nadie lo mataría, el miedo estaba presente. Jinnei se paró a un escaso metro del gordo hombre. Se quitó el sombrero mostrando su cabello gris azulado. Cara delgada e inhumanos ojos completamente negros, con un circulo violeta como iris.
La multitud gritaba emocionada. No importa que clase de rival se enfrentara a él, Udo encontraba la forma de hacer las cosas emocionantes.
- El retador - gritó el hombrecito sobre el griterío -. Proveniente del bajo mundo de Kioto, ¡el temible Fantasma!
El nombre era totalmente desconocido. Sin embargo, por respeto a los que iban a morir, la audiencia aplaudió de forma cortes y fría. De temible, tampoco parecía tener algo ese "fantasma". De una puerta, contraria a donde salió Jinnei, salió un pequeño espadachín. Iba envuelto en una larga gabardina negra de cuero. Una media máscara de plástico cubría el lado izquierdo de su cara y un sombrero de ala ancha (como los usados por los gángsters de la antigüedad) mantenía su cabello en el anonimato.
Parecía ser una cabeza mas bajo que Jinnei y muy delgado. Pero el anunciador, si con Jinnei sitió miedo, con este tipo le entraron ganas de orinar. Lo de "Temible" no era ninguna broma. ¿Quién será este?
El veterano espadachín lo observó caminar. Mantenía la cabeza agachada y los ojos cerrados. Pese a eso, su andar era tremendamente seguro y sus movimientos, precisos.
- Damas y caballeros, hagan sus apuestas. - Gritó el obeso personaje y agradeció poder retirarse momentáneamente de la arena.
Jinnei comenzó a caminar alrededor del Fantasma.
- Así que, tú eres el "temible" fantasma. - dijo sin obtener respuesta alguna. Abrió su abrigo, revelando una antigua espada samurai muy bien mantenida. - ¿Sabes algo? Esta preciosidad ha matado a mas de 100 persona como tú. - Seguía sin respuesta. - Por lo visto no hablas mucho, ¿Te comieron la lengua los ratones?
Para ese entonces, ya había hecho un circulo completo alrededor de su pequeño rival, siempre buscando el contacto visual. Para cuando terminó en su lugar de origen, el fantasma tenía los ojos abiertos. Los ojos eran dorados, parecían resplandecer, contrastando con la oscuridad que envolvía su rostro. Por primera vez en mucho tiempo, Udo Jinnei sintió miedo.
- Las apuestas han terminado. - Gritaba el anunciador desde un punto fuera de la arena. ¡Gracias a Dios! - ¡Que comience el combate!
La audiencia gritaba de nuevo, alentando a los luchadores. (Realmente a Jinnei, pues el 99% de las apuestas estaban a su favor. ¡Típico!)
Pero él estaba enojado. Ese niño, porque eso parecía, lo había hecho dudar. Le había provocado miedo, MIEDO. Nadie, nadie hace eso con Udo Jinnei, el poderoso Jinnei. El filo de su espada probará su sangre.
Desenvainó la larga y curva hoja y se aproximó a él corriendo, dispuesto a destajarlo diagonalmente. Y este tipo, ¡ni siquiera ha sacado su arma!
Un arco de plata apareció en el lugar donde estaba la víctima y Jinnei se felicitó por un golpe rápido y preciso.
Le tomó un segundo darse cuenta que la audiencia guardaba silencio.
- Lento, muy lento. - Regañó una fría voz a su espalda.
Udo giró para encontrarse con el fantasma. Esa fue una maravillosa muestra de velocidad. Tan rápido que su cerebro no pudo registrarlo. Solo conocía pocas personas capaces de hacer eso. Y él las mató a todas.
- Lamento haberte subestimado amigo. - Trató de ocultar su sorpresa, y mentalmente ajustó su velocidad. - Pero no te preocupes, no volverá ha pasar.
El fantasma no contestó. Agrió la gabardina presumiendo su vestimenta negra. También poseía una katana, como la de Jinnei.
Este registró la posición de pelea que tomó el enlutado. Ligeramente encorvado, cuerpo girado a la izquierda, su mano derecha sujetando en mango de la espada y la izquierda, sosteniendo la funda de la espada.
"Posición Battou, pequeño de ojos dorados." Una sonrisa se formó en su cara.
- Tú eres Battousai. - Le dijo al contrincante en un susurro.
- Bien, ahora que lo sabes, morirás. - Respondió este con voz calmada, fría y distante. Empezó el ataque.
Corriendo a gran velocidad se acercó a Jinnei y desenvainó la espada cerca de él. El espadachín pudo apreciar el poder de la técnica Battou. A pesar de su tamaño pequeño, la fuerza empleada en ese primer ataque fue tal que, por un acto de voluntad o suerte, Udo no perdió la espada.
Para Battousai, en cambio, reía internamente ante los desesperados intentos de su rival para vencer su ataque. Este tipo no representaba ningún tipo de reto porque simple y sencillamente era demasiado débil. Insignificante. Una basura.
Separaron las espadas dando un salto hacia atrás. El fantasma envainó rápidamente la suya, preparándose para el siguiente ataque. Nuevamente las espadas chocaron y la gente, a cada ataque gritaba aún mas, celebrando la aparición de la muerte, apoyando a su luchador favorito.
Jinnei soltó un tajo horizontal, que habría cortado la cabeza del otro, si este no hubiera saltado muy alto, evitando el golpe. En el aire, tomó el mango de la espada con ambas manos y descendió. Udo alcanzó a ver el movimiento y bloqueó el golpe, sosteniendo la katana por encima de su cabeza con las manos a cada lado de esta. Un dolor atravesó su espalda cuando Battousai asestó el golpe y, usándolo como apoyo, aterrizó a su espalda. Escuchó una espada envainarse.
- Dime algo, Jinnei. ¿Porqué no paras de jugar? - El aludido dio media vuelta, encontrando que el fantasma cruzaba los brazos en resignación. - He oído hablar mucho acerca de ti y un tipo de técnica mortal. ¿Por qué no la usas? Me aburro.
No era tanto las palabras, era el tono de voz y la realidad de la situación. Fueron pocos ataques realmente, pero en cada uno había puesto toda su fuerza, sin lograr igualar la vitalidad de Battousai. Las cosas que escuchó del tipo ese no le hacían justicia, era por mucho más fuerte de lo que había escuchado. Lo sabía y se lo restregaba en la cara.
- No juegues con fuego. No querrás que te ataque con todo mi poder.
- ¿En serio? - La media cara visible de Battousai sonrió. - Eso es lo que quiero. Te lo dije: Me aburro contigo.
El agarre de la espada del tipo alto se hizo mas fuerte.
- Bien, ¿eso quieres?
Sostuvo la hoja de la espada frente a sus ojos, reflejándoselos a si mismo. Por un momento parecieron brillar y la masa muscular de Jinnei aumentó casi al doble. Con un movimiento se quitó el abrigo, vistiendo una camiseta negra de algodón, totalmente ajustada a su nueva masa muscular.
"Shin no Ippou" Pensó Battousai. "El ejecutante puede usarlo para hipnotizar a sus rivales, o para aumentar su propio poder. Bien. Esto será interesante."
- ¡Prepárate a morir! - Gritó a todo pulmón y se arrojó hacia él.
El fantasma bloqueó el golpe horizontal que lanzó Jinnei, el golpe fue tan brutal que lo empujó hacia atrás. En sus ojos ambarinos se notaba sorpresa. Udo, satisfecho lanzó otro ataque, y otro, y otro más. A cada sablazo parecía que el enano se ponía mas y mas a la defensiva, cosa buena. (La multitud gritaba enloquecida) Parecía que Battousai encontraba un rival digno de tomar en cuenta.
Parecía.
En un bloqueo bajo, invirtió el filo de su katana girándola en sus manos y la agarró de reversa y con un rápido movimiento la levantó.
- Ryu Tsui Tsen. - gritó y la punta afilada cortó la piel del pecho de Jinnei, dejándole un corte vertical. Jinnei pudo hacerse para atrás a tiempo, porque sino.....
- Maldición, maldición, ..... - susurraba Jinnei con los dientes apretados para calmar el dolor del corte.
- Veo que tienes prisa por morir. - Dijo el fantasma fríamente. Había quitado su expresión de sorpresa, sustituyéndola por una de desprecio y burla.
Udo se sorprendió ahora. Durante el ataque, su rival parecía mas débil de lo que era antes. Al principio parecía que el fantasma estaba fuera de guardia, que el factor sorpresa estaba en contra suya. Eso y el hecho de que la fuerza de Jinnei fuera mas grande debía asegurar su victoria. Pero ahora, con esa expresión de burla e insolencia, parecía que jugó con él todo el tiempo, dándole esperanzas. Maldito.
Se preparó para atacar. Postura Battou.
"Va ha tomar la ofensiva" analizó Jinnei al tiempo que alistaba su espada al contraataque. "Técnica Battou. Desenvainará la espada con un movimiento de supervelocidad causando la muerte segura a quien la recibe. Pero, si logro evadir el ataque, quedará en una mala postura para la defensa durante fracciones de segundo, suficientes para poder matarlo. Pero, ¿Tendré la velocidad necesaria para evadirlo?"
Con esas dudas, Jinnei observó a Battousai avanzar. Ojos brillando y el abrigo ondeando por el aire que desplazaba. Al momento en que el fantasma adelantaba su pie derecho y comenzaba a sacar la espada Jinnei dio un paso hacia atrás. Sintió el aire desplazado por la espada se su contrincante y sonrió. Era su oportunidad.
- ¡¡¡Muere!!! - Gritó, levantando su espada para agarrar fuerza u destajar el hombro del fantasma.
Un dolor intenso brotó de su hombro provocando que soltara su espada.
Battousai lo había golpeado con la punta de saya, la cual "desenvainó" usando el movimiento del primer golpe. Una buena técnica Battou.
- Sou Ryu Sen - Le dijo a un Jinnei arrodillado. - Doble Dragón. Con este golpe he roto el hueso de tu hombro y debido a eso, aunque quieras, no volverás a usar una espada con ese brazo.
Los ojos del fantasma parecieron perder su brillo, como si se oscurecieran un poco, atenuando la dureza de su mirada.
- Ya no tiene caso matarte. - Envainó la espada y dio media vuelta.
Ante la atónita mirada de la audiencia y las protestas que comenzaban a surgir, el fantasma se retiraba.
- ¡¡ALTO!! Aún no estoy derrotado. - Gritó el herido guerrero y se puso de pié. Los gritos de la gente lo aclamaban.
El fantasma se detuvo en seco y cerró los ojos. Escuchando. Previendo.
- Le di la oportunidad de vivir y la rechaza. Lo mataré. - Dijo en un susurro, a si mismo.
Jinnei agarró la espada con su bazo bueno y corrió al fantasma, para matarlo ó morir peleando. En un instante estaba apunto de destajar la cabeza de su oponente y en el otro el frío acero acarició su pecho herido. Battousai apareció frente a él, sus ojos brillaban nuevamente y estaban llenos de odio.
- Escogiste tu orgullo por encima de tu vida. Idiota.
Sin mas palabras movió la espada y cortó ropa, piel, músculos y órganos internos. Su gabardina de cuero quedó manchada de sangre que se hacía invisible en el color oscuro de la prenda.
Udo Jinnei caía de rodillas, aún había vida en él, pero no podía hacer nada para defenderse. Inclinó la cabeza hacia delante, sin poder quejarse, solo esperó.
El fantasma adoptó la posición de un verdugo y sin ceremonias, separó la cabeza del tipo de su cuello. Esta rodó unos cuantos metros.
La multitud estaba asqueada y fascinada por los sucesos. De pronto se puso de pié, voceando el nombre del vencedor, sin importarles la gran cantidad de dinero que perdieron. El espectáculo había valido la pena.
(Los reportes indican que solo un triste empresario en bancarrota se benefició de la muerte de Jinnei, multiplicando en 100 lo que había apostado. Suficiente para pagar las hipotecas atrasadas de su negocio.)
- EL GANADOR!!!!! - En anunciador salía de su puerta habitual, tan excitado que muchos pensaron que él participó en la batalla. - Damas y caballeros. ¡El FANTAS.........
Una espada le impidió seguir hablando.
El fantasma lo había atravesado por el corazón.
- MUERTE. - Gritó a la audiencia enmudecida. - ¿Eso es lo que quieren? Yo les daré mas muerte.
Miraba a la gente con profundo desprecio y asco, casi indignado. Levantó su espada y señaló a uno de los presentes.
- ¡Watsuki Nobuhiro! - Gritó a un hombre alto y gordo. - ¡He venido a tomar tu vida!
El tal Watsuki, era un importante fabricante de drogas sintéticas. Iba acompañado por una mujer voluptuosa de vestido muy escotado y cabello teñido; y dos guardaespaldas grandes y tan feos como un aviso del fisco. Dispersos por todo el auditorio, media docena de guardias armados con automáticas tomaban sus posiciones. La gente realizaba una discreta retirada táctica.
- ¿En serio? - Se burló el objetivo. - Debes considerar tu situación hijo. Estas bajo la mira de 6 rifles de alto poder, en una posición desventajosa de fuego cruzado. No tienes manera de escapar de esto.
El pequeño asesino no se inmutó y Watsuki tronó los dedos.
Gritos, gemidos y lamentos fueron callados ante el estruendo del fuego continuo de 6 rifles automáticos de alto poder. El ruido solo duró un segundo, antes de que los tiradores se dieran cuenta que su blanco desapareció ante sus ojos. Un triángulo de malla de metal caía pesadamente en el lugar donde el tipo había estado.
Una risa gutural atrajo la atención de todos los interesados (el resto estaba mas interesado por sus vidas.) Encima de domo de metal, a un lado de una abertura triangular, estaba el fantasma. Espada desenvainada mirando con desprecio a todos los presentes.
- Tontos. ¿En verdad creen que soy tan fácil de matar? - volvió a reír guturalmente, provocando escalofríos a Watsuki.
- ¡Disparen! - gritó este, visiblemente alterado por la impresionante visión de esos ojos dorados.
Si se le pidiera que contara lo que sus ojos observaron, jurarían que el fantasma se teletransportó al lado del Guardia 1, que estafa al frente de él, y provocando un arco de luz con su espada, desapareció de nuevo. Los reflejos tardíos de los otros reaccionaron soltando una nueva lluvia de balas que el guardia recibió en su chaleco blindado. Un chorro de sangre, como un aspersor, recorrió la delgada línea del corte provocado por una espada extremadamente afilada y se separó en 2 partes: Cabeza, hombro y brazo derecho; y el resto terminaron en el suelo, a centímetros de distancia. El auditorio a esas alturas, estaba desierto.
Mas arcos de plata aparecían mientras los disparos diminuían en volumen. Finalmente, cabezas, miembros, cuerpos partidos a la mitad, y chorros y chorros de sangre sustituyeron a unos vitales e incautos guardias de seguridad con mala paga. Solo 5 gentes quedaban con vida.
El espadachín apareció justo enfrente de Watsuki, unas gradas mas abajo. Sus ropas, espada, cara y etc. Bañadas en la sangre de sus víctimas. La sonrisa cruel y ojos destellantes (sin olvidar la tenebrosa y sencilla máscara) hicieron que los guardias, capaces de asustar al coco, temblaran como niñas asustadas.
Battousai giró 90 grados y cerrando los ojos declaró: "Si quieren vivir, huyan ahora."
Abrió los ojos y estos, nuevamente perdieron un poco su resplandor. Como si el centro de ellos se tiñera de azul.
Uno de ellos titubeó. Pero el otro, ansioso de un jugoso bono por rescatar al jefe, llevó su mano derecha al interior de su chaqueta. Su arma calibre 50 estaba cerca. Casi podía sentirla. Sus dedos acariciaban la cacha y estaban a punto de agarrarla por completo. Ya la tenía. Un movimiento más, solo uno...
Una espada entró por su boca, separando sus dientes unos milímetros y atravesó su cuello, cortando la espina. La punta salió de la parte baja de la nuca, roja como la arena del coliseo.
Su cuerpo se puso flojo y por un momento, pareció que el fantasma lo sostenía con la espada, evitando que cayera al suelo.
- ¿Tu también? - Murmuró al otro sin molestarse en verlo. Sus ojos eran parcialmente oscuros. Nuevamente. La presencia y el aura asesina mantenían a Watsuki paralizado y la mujer gemía de terror.
El guardia aceptó la invitación y corrió hacia la salida, arrojando su arma al suelo. En eso, la espada abandonó la boca de su víctima y esta cayó al suelo con un sonido seco.
La caída de su asesinado guardaespaldas pareció sacar a Watsuki se su parálisis y emprendió la huida, amenazando al cobarde guardaespaldas con despedirlo de su cartel. De pronto algo se le abalanzó, abrazando sus piernas e impidiéndole correr.
La prostituta gritaba algo como "No me dejes" y Nobuhiro tropezó, haciendo que toda su humanidad besara el duro y frío concreto.
Por segunda vez, sus ojos encontraron ese par de luces amarillas en la penumbra parcial de un sombrero de ala ancha.
- Prepárate a morir. - Sentenció secamente e incrustó su espada en el cuello del individuo arrodillado.
La punta penetró por la base del cuello y siguió una ruta vertical a lo largo del torso, cortando los bronquios a lo largo, rebanando las arterias principales y terminando en las vísceras. Watsuki tenía los espasmos propios de un moribundo entrando al mas allá de la mano de la huesuda.
La mujer observaba fascinada como Battousai retiraba la espada goteante de líquido rojo y la limpiaba con la mano en un clásico movimiento. La larga y curva katana se enfundaba con elegancia.
- Si deseas vivir, huye.
- No. - Declaró valientemente la mujer
Battousai cerró los ojos y suspiró.
- Me debes dinero.
Una sonrisa adornó el rostro del fantasma y giró para enfrentarla. Su mano derecha sacó la espada de la vaina y la colocó cerca de cuello de la arrodillada mujer.
- Aunque, si quieres un revolcón, lo haré gratis para ti. - Dijo la hembra y pasó un dedo por el filo de la espada, practicándose un ligero corte. Se llevó el dedo a la boca en un gesto obsceno y provocativo.
Battousai movió el filo a lo largo del cuello de la mujer, inclinándose y rozando la espada sin cortar su blanca piel.
- Puedo matarte, si lo deseo. - Susurró colocando su rostro cerca de la ramera. Sonreía de satisfacción y lujuria.
- Me excitan los hombres poderosos. - Gimió con voz suave y besó la boca del asesino. Este respondió agresivamente, soltando la espada y apretando fuertemente los senos de la prostituta.
Sin aviso, rompió el contacto con ella y guardó la espada.
- Por el momento no tengo tiempo. Pero te visitaré un día de estos. Toma. - De uno de los bolsillos del pantalón sacó un pequeño fajo de billetes y los arrojó a los pies de la mujer. - Hiciste un buen trabajo, informaré a Hiko de tu desempeño, él sabrá recompensarte.
De pronto, desapreció.(Lo de desapareció era relativo, y ella lo sabía. Trabajar para gente como esa la acostumbraron a muchas cosas. Sabía que solo se movía muy rápido.) La mujer se humedeció los dedos y posteriormente los ojos, haciendo que el rímel se corriera.
Una prostituta siempre es de las mejores actrices. Una realidad tan patente como E=mc al cuadrado.
Guardó en fajillo de billetes entre sus senos y con paso intencionalmente vacilante, se dirigió a la salida, lloriqueando falsamente.
En un callejón, a no muchas calles de la zona de masacre, un pequeño personaje se detenía a descansar. La lluvia había empezado..... sabrá Buda cuando. Pero, para cuando el asesino se detuvo, era bastante fuerte, lo que permitía a la sangre del abrigo diluirse y limpiarse.
Se quitó el sombrero mostrando un largo cabello de color indefinido ante la oscuridad que lo rodeaba. La mascara fue retirada también, permitiendo apreciar un rostro mas bien infantil.
El Hitokiri Battousai Himura terminaba su trabajo.
Suspiró en la lluvia y se dirigió a una ventana cercana, levantando la cabeza para verse directamente. El reflejo le devolvió su rostro, marcado por una profunda cicatriz en forma de cruz en la mejilla izquierda. Se ató el cabello (que gracias a un relámpago se pudo apreciar que poseía un color rojo como la sangre que derramó) en una cola de caballo, a la altura de la nuca.
- Lo hiciste de nuevo. - Le dijo al rostro reflejado con un tono muy cercano a la decepción y pesar. Este, en vez de ser una copia perfecta de él, era diferente.
Donde los ojos del "original" eran de un azul profundo (Bendito sea Dios por los rayos), el "reflejo" los tenía dorados, destellantes. La cola de caballo era alta y su expresión cruel y sonriente, contrastaba con la expresión de tristeza de su original.
Por un momento se quedaron viendo fijamente a los ojos, reflejo y original, hasta que el triste individuo rompió el vidrio con un puño, practicándose pequeños cortes en los nudillos. Cerró los ojos.
Al abrirlos, nuevamente el fulgor dorado los cubría, al igual que la sonrisa. Sacó un paquete de cigarrillos del saco (La lluvia había cesado convenientemente) y encendió uno. Después de algunas fumadas emprendió su camino al distrito comercial de Kioto. A su base.
Con el gran Shishou.
El cementerio nunca ha sido un lugar muy popular, razón por la cual él se siente muy bien ahí. No hay mucha gente, y la poca que se da cita, siempre callada, o sosteniendo conversaciones con la gente muerta.
De repente se preguntó ¿cuántas de esas tumbas, él era responsable? Una, diez, cien. Había perdido la cuenta de cuanta gente había matado desde que empezó su travesía. Pero los fantasmas rondaban en cada noche, negándole el preciado descanso, plagando sus sueños de pesadillas llenas de gemidos, lamentos y sangre, mucha sangre.
De la organización, parecía que era el único que tenía ese problema. El lobo, siempre sonriente, dispuesto a dar una estocada como propina si no hay un cenicero en la mesa. El gallo, juntando los dientes que le tumba a sus oponente. EL Shishou, lleno de seguridad ante sus acciones y la forma de dirigirlos. ¿Por qué no puede ser como ellos? ¿Olvidar los rostros y los gritos de la gente que mata?
Su razón está frente a él.
La poca gente que caminaba por el cementerio, ya ni prestaba atención al joven de cabello rojo y abrigo negro que parecía estar permanentemente clavado frente a esa tumba. Muy bajo, no mas de 1.60 y tan flaco, que parecía mujer (en especial por ese cabello atado en una cola de caballo baja). Vestido de negro, con un largo abrigo a pesar del intenso sol que brillaba en Kioto. Callado, con su cara desprovista de emoción alguna.
Kenshin Himura visita a su esposa por primera vez en mucho tiempo. Alza la vista y descubre unas nubes de tormenta que se acercan, a pesar del sol que le quema la espalda. Nubes oscuras. Recuerdo.
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Recuerda la tibia luz del sol que se filtra por la chocita que se tardó tanto en construir ese día. Se siente tranquilo, contento y muy relajado. Una pesadez se apodera de sus ojos invitándolos a cerrarse y entregarse a una dulce inconsciencia. Pero eso implicaría desconectarse de la realidad, y la realidad era que estaba enamorado. Abrazaba a una joven de 17 años que disfrutaba el tiempo con su amado Himura. Apenas 5 cm mas baja que él, de largos cabellos negros y expresión, generalmente fría y sin sentimiento (producto de problemas familiares), sonreía sinceramente al vagabundo que tenía detrás.
Vagabundo, así lo llamaban. Un tipo sin oficio ni beneficio, sin estudios, trabajando de jornalero en los arrozales de su familia. Un chico adolescente de 18 años que le había robado el corazón desde la primera vez que lo vio. Cuya única habilidad era ser buen trabajador. Si su padre se entera de que se estaban viendo, de que ese día faltó a la escuela por estar con el chico, que ese día se entregaron por primera vez.....
Nuevamente, el tiempo lo dirá. Solo viven en el presente.
¿Alguna vez Kenshin se sintió tan a gusto con una persona? Realmente no. Ni si quiera con su padre. Si así se le pudiera llamar a su maestro. La única persona que se preocupó por él de pequeño y al menos le dio casa y comida con la condición de ser su alumno. Y vaya que era difícil. Después de 10 años con él, sin duda era mas fuerte que cualquiera que conocía (exceptuando al Shishou) Pero la falta de estudios (el maestro solo le enseñó lo básico para la vida) y en ser huérfano sin padres, evitaron que tuviera un trabajo normal, siendo solo un jornalero que trabajaba en un plantío de arroz.
Y eso le permitió conocerla. Su bella Tomoe. Su vida.
- Te amo. - Le susurró este a la chica, provocando que se ruborizara, por enésima ves en esas pocas horas.
- Te amo. - Respondió, provocando la misma respuesta en él.
Una brisa leve enchinó su piel. Las nubes de la tormenta estaban ahora encima de ellos y unas cuantas gotas comenzaban a caer.
- Tomoe-chan - Susurró el chico a su joven amante. - Será mejor que nos resguardemos. Está a punto de llover. - El tono que usó declaraba que no tenía ninguna intención de moverse de allí.
- Ken-chan, - Le dijo ella mientras una sonrisa pícara adornaba su cara. - Uno no se resguarda de la lluvia.
Dejándolo con una pregunta en la boca, Tomoe se levantó y salió de la improvisada choza. ¿Acaso existía una cosa más hermosa que ella, desnuda y sonriente frente a él.
- Haces el amor.
Ken sonrió y se levantó para abrazarla.
Ambos se sonrojaban por el echo de que se amarían a campo abierto, donde gente (cosa imposible dado lo lejos que estaban de la humanidad) podía verlos. Reían mientras sus manos hacían las exploraciones de rutina y sus cuerpos se unían bajo la fresca lluvia de verano.
Kenshin despertó del viaje al recuerdo, sonriendo al recordar a su amada esposa de joven. La lluvia aplastaba los flecos de su cabello sobre su cara y empapaba sus ropas. No tenía intenciones de moverse. Quizás no visitaba la tumba de la señora Himura muy seguido, pero, casi diariamente, su mente seguía la misma rutina. El viaje al recuerdo era lo único que le quedaba al pequeño espadachín.
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¿Cuánto tiempo pasó hasta que su familia se enteró de su relación? ¿Cuánto, para que su padre la amenazara con enviarla a Siberia, África u otro lugar apartado para que no lo viera? Poco, realmente muy poco.
Su madre lloraba diciendo "como pudiste hacernos esto" cuando se enteraron de que estaba embarazada. Su padre "No aceptaré rameras en mi familia" y sus hermanos "¿Estas engordando hermanita?"
Kenshin, se casó con ella y su familia los despreciaron. Viajaron a Kioto sin mas posesiones que una pequeña maleta llena de ropa y lo que llevaban puesto.
Claro, la habilidad de Kenshin con la espada, le permitió trabajar como Sensei de Kendo. Eso les ayudo bastante, pero Tomoe no pudo terminar la escuela. Quizás lo único que lamentaba. Fuera de eso eran felices.
Pero como siempre, la felicidad no dura mucho.
Akira Kiyosato, supuesto prometido de Tomoe (criado a la antigua, comprometido con ella por negocios) viajó hasta Kioto para recuperar el honor que supuestamente Kenshin le robó al embarazar a su "novia". Llegó en plena clase. Kenshin enseñaba movimientos básicos a los niños cuando Akira se presentó con 2 katanas, dispuesto a batirse a muerte con él.
Los dueños del dojo observaron como, con la espada envainada, Kenshin derrotó a Akira sin mucho esfuerzo (relativamente hablando, éste pudo hacerle una cicatriz vertical en la mejilla izquierda.) El tipo se largó, con el brazo roto y el orgullo mancillado una vez más.
Gracias a esto Kenshin, quien temía perder el empleo, obtuvo una promoción en el dojo, y el permiso de enseñar su técnica. La que llamó Estilo X (una versión atenuada del Hiten Mitsurugi Ryu)
Pasaron los meses.
Su primer hijo. Himura Yahiko. Pequeñito, heredero de la tez morena del abuelo y el cabello café de (se supone los abuelos de Tomoe). A partir de allí, fueron una familia completa. Alegre y feliz.
Sus suegros llegaron 1 año después de que los hecharon, para conocer al su nieto. El ansiado perdón fue obtenido (en parte por la derrota de Akira, demostrando que Ken protegería a su linda niña) y los regalos al pequeño Yahiko eran recibidos. Parecía que nada podía ser mejor. ....
- Parece increíble las cosas que suceden en un año, ¿verdad? - Preguntó Kenshin a la lápida. Su expresión se endureció.
- Lo siento Shishou, ya cumplí la deuda de honor que tenía con usted. Por favor, no me pida más. El gran (literalmente) maestro de Kenshin les hizo una visita social, cuando Yahiko cumplía 4 años. Kenshin, debido su éxito como maestro, fue capaz de comprar una casa más grande (para los futuros niños que pensaban tener en cuanto Tomoe terminara la universidad.) e instalar un Dojo particular. Dinero no les faltaba.
- La deuda de honor aún no está cubierta, estúpido. - La voz profunda provocó escalofríos a la joven madre, quien preparaba la cena. - Esta se saldará hasta que muera, y tu lo sabes.
- Desde un principio te dije que no sería parte de tu grupo, y lo sostengo. Te pagué el entrenamiento que me diste con lo que pasó con Tokuwagua y el Bakufu.
- Me debes la vida también.
- Eso también te lo pague cuando te salvé del atentado de Kanryu
Silencio.
- Piénsalo de todos modos. Para bien o para mal, eres mi pupilo, estúpido, pero lo eres. Eso te convierte en un blanco.
- Lo sé. Estoy preparado para eso.
- Y ya no estas solo.
Eso último sonó más a amenaza. Tanto que a la chica se le cayó el tazón de sopa que tenía en las manos. ¿Los estaba amenazando a todos ellos?
El impresionante hombre de cabello largo se marchó, y Kenshin se quedó solo, reflexionando.
- Ken, ¿pasa algo malo? - Preguntó ella, asomando la cabeza por la puerta abierta, encontrando a Kenshin bebiendo algo de sake. Raro en él.
- Tomoe, - fue la respuesta, hecha con la sonrisa patentada de despreocupación habitual en él. - No hay nada de que preocuparse.
- ¿Estas seguro Ken? - Insistió. Lo conocía demasiado como para saber cuando mentía.
- Claro que sí. Oye, ¿Qué te parece si vamos a comer algo fuera? Dejemos la cena para el almuerzo.
Tomoe se vio obligada a aceptar, dispuesta a aceptar esa pequeña derrota. Pero sabría cual es la razón
Y lo supo. Meses después.
Un grupo de hombres encapuchados entró al dojo y causó destrozos. Uno de ellos, extremadamente alto trató de violarla, riendo a cada momento. El final hubiera sido trágico, sin la aparición de Kenshin. Espada enfundada, rompió el hombro del sujeto con un practico Ryu Sho Sen. Y después de confirmar el estado de ella, salió a buscar a su hijo.
Momentos después Tomoe escuchó un grito de lamento. Corrió, solo para escuchar estertores de muerte y sangre fluyendo por el piso. De la habitación de su hijo, Kenshin salía con la cabeza baja, sosteniendo una espada desenvainada chorreante de sangre. Se acercó a él. Cuando levantó la vista, el brillo azul de sus ojos fue sustituido por un fulgor dorado. Sin decirle una palabra se marchó de allí. Tomoe entró a la habitación y deseó no haberlo hecho nunca.
El capitán Fujita de la policía de Kioto levantó el acta de los asesinatos y se aseguró que la única testigo disponible tuviera protección las 24 horas del día por si los asesinos querían borrar las pruebas. De Kenshin no se habló nada, como si ellos lo ocultaran de algo.
Fueron semanas horribles, encerrada, sin noticias de su esposo. Temiéndolo muerto, perseguido o peor aún, asesino.
El llegó a la media noche.
Vestía totalmente de negro, confundiéndose con la noche y las sombras de la habitación. La ventana le sirvió de puerta y el viento de timbre para entrar. La casa de seguridad no era tan buena, pensó.
La encontró acostada, cubierta por las mantas para combatir el frío de la noche. No quiso despertarla ni tocarla con esas manos cubiertas de sangre. Fue ella la lo hizo.
- Kenshin - habló suavemente, como temiendo que la figura de su esposo se desvaneciera como un fantasma. - Has vuelto.
Comenzó a llorar, se levantó y abrazó a su marido, encontrándolo frío y distante.
- El nombre del asesino es Makoto Shisio. - Le dijo sin saludar. Como pasándole información solamente.
- Esa noche me buscaban a mí, y los atacó para provocarme. Esta noche culminará la cacería que empecé hace semanas, y la justicia se hará, bendecida por la muerte.
Tomoe no lo había notado, pero sus ojos cambiaban de Dorado a azul oscuro, y viceversa. Finalmente los ojos amarillos dominaron su expresión.
- Esta noche, ejecutaré al maldito que mató a Yahiko.
- Ken .....
- Aquí estarás a salvo. Esta es una casa de seguridad de Hiko. Nada te tocará. Adiós.
No pudo decir mas. Kenshin, desapareció dejándola llena de dudas y temores. Su esposo no era el tierno u sencillo maestro de Kendo que conocía y amaba, sino un cruel asesino. Pudo sentirlo en su aura, en su espíritu. Trató de buscarlo, observando a través de la ventana abierta y vio el cementerio, a unos kilómetros de allí. La muerte lo bendeciría.
Ese era el lugar. El cementerio.
Se vistió rápidamente y salió del edificio sin que nadie pudiera verla.
Kenshin se sacudía el agua del cabello. La tormenta se terminó tan rápido como había empesado. Alzó la vista para ver un arcoiris que se alzaba majestuoso en los cielos limpios de Kioto. Se tocó la cara, específicamente un parche color carne que ocultaba su cicatriz. La vista era majestuosa, pero en sus ojos solo veía oscuridad.
La madrugada apenas empezaba y el ambiente era gélido. Kenshin se encontraba frente a una amplia cripta. Esperando. El reto había sido lanzado. Ojo por ojo y diente por diente. Matas a mi hijo, mato al tuyo. Me atacas, te ataco. Intentas matarme, te asesino. Los ojos parecían faros de advertencia, esperando.
- Jamas pensé que fueras tan sensible, Himura. - Soltó una voz desde la oscuridad. - Pero debo decirte que fue tu culpa.
- ¿Por qué no te muestras Shishio? - Gritó a la oscuridad. - ¿Acaso me tienes miedo?
- Miedo. Es una palabra que nunca he aplicado en mí. No temo a nada. Todo es débil excepto yo.
La cripta se abrió y un sujeto alto, vestido como un antiguo samurai salió de ella. Moreno, de cabello negro atado en una alta cola de caballo.
- Considero debilidad incitar a un enemigo mediante su familia. Solo predispone y afecta al contrario. Perjudica su capacidad.
- Débil. ¿Crees que soy débil? ¿Qué maté a ese niño para indisponerte? Te equivocas.
Quedaron frente a frente. Los ojos dorados de Himura se encontraron con los ojos rojos de Shishio.
- La renuencia a matar, es una cualidad que debilita a cualquier espadachín que se respete a si mismo. Busqué a Hiko debido a su estilo incomparable para que compitiera contra el mío. Pero el ya es demasiado viejo para enfrentarse a mi. Por eso te busque, al heredero del Hiten Mitsurugi Ryu para un enfrentamiento. Si te vencía, el Shinsengumi sería mío.
- Si lo que querías era un enfrentamiento, podrías haberlo hecho de forma legal. Te hubiera complacido.
- Te mandé a Akira, con el pretexto de quitarte a tu esposa. Pero le perdonaste la vida. Ni siquiera desenvainaste la espada que te dio. ¿De que me servías, si no quieres pelear en serio? Tuve que provocarte. De esa forma todo el poder que tenías escondido ha salido. En tan solo 2 semanas, has exterminado casi a todo el Jupongatana. Eres fuerte. Así es como te deseaba ver.
Kenshin cerró los ojos.
- En ese caso, te complaceré. - Se lanzó al ataque.
Todo se vuelve confuso. Shishio pelea de forma increíble con un estilo que jamás había visto antes. El Hiten Mitsurugi es una técnica que asegura la victoria del que la usa. Pero debe tener claridad de mente, y usarla para proteger a las personas de los peligros de la era. Nunca ha sido una técnica asesina, ni el que la usa debe convertirse en eso. Un ser corrupto por el poder. ¿Me dejo llevar por eso? ¿A eso he llegado al matar por venganza? ¿Soy como él? La duda mata.
Kenshin recibió un estocada en el costado, no fue mortal de milagro, pero lo hizo arrodillarse y soltar la espada. Todo acaba.
- Torpe, estúpido. Débil. Muere, Himura.
Shishio se preparaba para ejecutarlo. Kenshin cerró los ojos. ¿De que servía vivir, si el remordimiento y la culpa lo perseguiría para siempre? ¿Si ni siquiera fue bueno para vengar a su hijo? La muerte es bienvenida.
Un gemido lo sorprendió. Y el peso de un frágil cuerpo lo obligo a abrirlos.
Tomoe.
Atravesada por la espada de Shishio. Este se escapaba y la risa de él aún resuena en sus oídos.
- Kenshin.
La estocada entró por su pecho, atravesando el corazón, matándola.
¿Qué decir? ¿cómo actuar? Mató a los asesinos de Yahiko, pero al no matar a Shishio, la sangre de ella cubría sus manos.
- Kenshin, - Su voz se volvía un mero susurro, su aliento se acababa. - no seas así, no mates. Por favor, nunca lo hagas.
Tan conmocionado estaba por los sucesos que pasaban tan rápidamente, ni siquiera sintió el corte que una pequeña daga hacía en su mejilla. No mates. La cicatriz fue sellada.
-Es difícil cumplir una promesa, ¿lo sabes? - dijo en voz alta, quitándose el parche, mostrando su marca, su estigma. Una cicatriz en forma de cruz. Sus dedos viajaron a través de ella. - Pero tenía que hacer justicia.
Himura Ken ..... no, otra persona ... miraba el cuerpo sin vida de su es..... una mujer de cabello negro. Ojos dorados relampagueantes en la oscuridad y una sensación de frialdad se apoderó de él. Shishio Makoto, Tu vida es mía.
Solo 3 horas le tomó localizarlo, encerrado en una bodega, custodiado por múltiples guardaespaldas. Basura. Ni siquiera pudieron sacar las espadas o las armas a tiempo. 5 muertos a la vez, 4 destajados de arriba a bajo. Nuevo récord.
- Himura, veo que has decidido luchar otra vez. - Alistó la espada, listo para un nuevo round. - O quieres que suprima el dolor que sientes.
- Dolor, quien dijo que siento dolor. - La voz era terriblemente cruel y fría. La voz de otra persona. - Quería agradecerte por haberme liberado Shishio. Estar bajo el dominio de ese tipejo es bastante desquiciaste.
¿Liberar? ¿Estaba encerrado? Shishio no sabía que pensar. Es cierto que parecía otra persona, pero que estaba encerrado. Finalmente eso no importaba, una vez muerto, tendría mucho tiempo para analizar su respuesta.
El pelirrojo giró la espada, invirtiendo el filo.
- Como muestra de mi infinito aprecio, te concederé el combate que querías.
¿Con el filo invertido? Shishio arqueó una ceja en incredulidad. Fue lo último que observó, antes de que su mundo se volviera oscuro.
El asesino asestó 9 golpes simultáneos. (Hombros, brazos, manos, la cabeza y entre las piernas. El último, fue en la frente con el mango de la espada) Kuzu Ryu Sen.
Cuando el conocimiento regresó a la mente de Shishio, se encontró amarrado a un pilar de la bodega. El asesino fumaba frente a él.
- Lo he estado pensando, como nunca había salido al mundo exterior, nunca he tenido nombre. Por lo tanto creo que me llamaré Battousai. ¿Te gusta?
Eso si que sorprendía. Era frío, cruel, distante. Era todo un asesino. ¿Qué es ese olor?
- Te dejé un premio, como muestra de buena voluntad. Es gasolina. Como tenías prisa por ir al infierno, considere que agradecerías tener un adelanto de la situación.
Shishio comenzó a sudar.
- Adiós.
Como si fuera en cámara lenta, el cigarro encendido fue arrojado de la mano de Battousai, cayendo lentamente y aterrizando en el charco de gasolina que estaba alrededor de Shishio.
Los gritos de dolor aún resuenan en la mente de Kenshin.
- Durante mucho tiempo evité venir a visitarte, después de que te enterramos. Pero era muy difícil dar la cara después de que no he cumplido mi promesa. Lo siento. Pero me hice a mi mismo una promesa, de que los vengaría a ambos, una vez así, dejaría de matar. Y parecía que funciono. Pero ..... - Sus ojos se tiñeron ligeramente de dorado. - Shishio sigue vivo. No se como pero vivo.
De forma silenciosa, un par de piernas se colocaron detrás de él. Un hombre joven, vestido de oficial de policía tosió para llamar su atención.
- Señor Himura, el capitán Fujita me ha pedido que le avise que tiene cita con él a las 3 en el Shirabeko.
Kenshin checó la hora en su reloj. 2:30
- ¿Tan pronto?
- Lo siento señor, tardé un poco en encontralo.
Kenshin no respondió, solo asintió. Una vez que el joven oficial se retiró, Kenshin volvió a hablar.
- No me enorgullezco de mi vida, ni tampoco pido que me perdones, eso lo decidirás tu. Pero si algo he aprendido, es que: La vida no es realmente tan importante cuando no la disfrutas. Tendré la venganza aunque termine ardiendo en el infierno, como Battousai, o como Kenshin. Olvídate de mí Tomoe, por favor, cuida a nuestro hijo y descansa en paz. Libérate de este asesino que no supo cumplir una promesa.
Reprimiendo lagrimas en sus ojos, se levantó y practicó una reverencia.
Se alejó del cementerio en silencio, llorando internamente.
A Kioto.
A una nueva asignación.
A matar.
N.A. Esta historia se compondrá de 5 capítulos y será el preludio a un Crossorver con otras series. Cualquier comentario y duda, no duden (que tarado) en enviar un Review, el cual tomaré en cuenta.
