Porque el sombrero seleccionador le mando a Gryffindor, porque era demasiado orgullosa para reconocer lo irreconocible, porque jamás de los jamases ni aunque Merlín se le apareciese delante, reconocería que se había enamorado de la más repelente, narcisista, materialista, albina y sangre pura de las serpientes.

Esos encuentros fortuitos buscados por él, cuando la acorralaba violentamente como un gran depredador a su presa entre algún estante de la biblioteca haciendo que varios libros se tambaleasen, aquellos insultos que perdían fuerza cada vez que la miraba a los ojos, y morían con una sonrisa torcida en sus labios finos y fríos como el hielo. Ella estaba segura de que la sangre no lo era todo, y él también lo aprendió con el sabor de sus labios prohibidos, cada caricia le hacia vibrar y llenarlo de vida, una vida que solo sentía cada vez que tenía algún encontronazo con ella, por que su vitalidad era contagiosa, y al principio le parecia pegajosa, hasta incluso vomitiva, porque siempre habia estado acostumbrado a una vida fría y oscura donde no había ningún hueco para la felicidad ni el calor de la amistad, ni de la familia, aunque ese último ejemplo solo se aplicaba a su padre, porque gracias a Narcisa no se convirtió en un pequeño clon del mortífago y cabeza de familia de los Malfoy.

Porque aunque solo hubiese sido amor maternal era una forma de amor, y no lo cambiaba por nada, porque daría su vida por su madre sin pensarlo, por eso decidió no seguir los pasos de su frívolo padre, y construir el futuro que quería su madre para él.

Así es como empezó a observar a aquella castaña, porque un día, aquellos ojos grises la miraron más de la cuenta, y desde entonces no cambió aquella costumbre de mirarla en el Gran Comedor, en las clases que compartían juntos, a pesar de que ellos estuviesen a varios metros, sus ojos siempre encontraban aquel cabello enmarañado que la identificaban como la leona que era, ¡Porque hasta su pelo tenia que tener personalidad!.

Y es que por eso estaba tan obsesionado por ella, por que jamás se había insinuado a una chica y esta misma le hubiese ignorado olimpicamente como se estaba acostumbrado a hacerle aquella pequeña e inteligente leona. Era un reto personal, a parte de que era su capricho, el querer dominar aquella leona era primordial para poder coexistir con su nuevo yo, aquél que aprendió a aceptar a Hermione Granger tal como era, desde aquel pelo indomable que aún que pareciese enredado y áspero, eran rizos suaves, donde era un placer hundir los dedos y peinarlo suavemente, le excitaba de sobremanera oler el aroma de su cuello y su pelo, vainilla y frutas del bosque.

Quien le iba a decir que cuando Slughorn, en aquella clase les enseñó la poción Amortentia, no supo identificar el último aroma, y ahora lo sabía, aparte de el olor a libros y lluvia, también olía a vainilla y frutos del bosque.

Se había acostumbrado a que los que se hacían llamar sus amigos le mirasen con desconfianza, porqué ya le habían pillado más de una vez mirando a la leona, pero no le importaba una mierda, el sabía lo que quería, y la quería a ella.

Y sabía que en los ojos avellana de ella podía encontrar el mismo sentimiento, sólo le harían falta un par de encuentros fortuitos más entre las estanterías de la biblioteca a escondidas de Pince, para empezar algo serio con ella, por qué era lo que quería, comenzar un futuro con ella.