James y Lily Potter, Rose Weasley y Scorpius Malfoy se aparecieron en una pequeña cabaña con vistas al mar. Un mar placido y tranquilo de aguas de un verde claro que invitaban a bañarse. Una playa de tres kilómetros de arenas finas y blancas que formaban una media luna con la pequeña construcción en el centro de la curva. Tierra adentro un bosque de pinos y un pueblo a lo lejos era lo único que se podía ver.
Un lugar apartado, apacible, hecho exclusivamente para la tranquilidad y el sosiego. James los había invitado a los tres por dos motivos. El primero y más evidente era lo quemados que habían quedado Lily, Rose y Scorpius tras sus exámenes. Lilly con sus TIMOS había llevado al límite a toda su clase con su mal humor. Rose y Scorpius por su parte casi acaban en la enfermería más de una vez a causa de sus EXTASIS.
Y ahora, habiendo acabado el curso, James los había llevado a aquel lugar apartado para que olvidaran aquellos últimos meses. El segundo, el que solo conocían ellos, es que las dos parejas necesitaban intimidad, y en casa no la habrían obtenido con tanta gente a su alrededor, y para que engañarse a ninguno le apetecía mostrarse tan cariñoso teniendo a padres, primos, abuelos y tíos a su alrededor.
El chalet lo había conseguido James gracias a la ayuda de Ted y Victoire que con el nacimiento de su segunda hija decidieron mudarse a una casa más grande y menos apartada y se la vendieron al joven Potter por una miseria. James se negó a aceptar una casa totalmente amueblada gratis, era como su padre le costaba aceptar regalos de ese tipo.
- ¡Es precioso! – exclamó Rose al ver el mar por primera vez tras aparecerse. James la cogió por la cintura sonriendo.
- No más que tú, pero es una maravilla. – dijo James al oído de Rose. A su lado Lily se había tirado sobre la arena y hacía ángeles ante la mirada de un Scorpius confuso.
- ¿Qué haces? – preguntó Scorpius sin apartar su mirada de ella. Lily abrió los ojos y los cubrió con la palma de la mano para no cegarse con el sol.
- Todo el mundo puede presumir de hacer ángeles en la nieve, pero seguro que soy la única que puede decir que los ha hecho en una playa. – contestó con una sonrisa que mostraba toda su dentadura como perlas enmarcadas sobre dos líneas sinuosas de rojo fuego por el carmín favorito de Lily.
- Te pareces demasiado a nuestra tía Luna. – dijo Scorpius sentándose a su lado y mirándola a ella y luego al mar que se extendía infinito y magnifico casi como una metáfora visual de lo que sentía el joven Malfoy por Lily, su adorable y pequeña Lily Potter.
- ¿Y eso es algo mal? – preguntó la pelirroja ladeando la cabeza mientras se apoyaba en sus codos para poder mirar a Scorpius.
- Nada en absoluto. – contestó el chico besándola y acariciándole el cuello.
- ¿Has visto a esos dos? Creo que aún les queda mucho por aprender. – dijo James mirando sugerentemente a Rose que se ruborizo. – Enseñémosle como se hace. – antes de que Rose pudiera hacer, decir o pensar algo tenía los labios de James contra los suyos. No hubo más pensamiento en Rose, cerró los ojos y se dejo llevar por los besos de James.
Cinco minutos más tarde los cuatro atravesaron el umbral de la casa y cada uno fue a investigar la casa por su cuenta o al menos eso iban a hacer hasta que James y Scorpius descubrieron las maletas de las chicas en la puerta esperando que las llevasen a sus respectivas habitaciones. Los dos se miraron poniendo los ojos en blanco.
- Mujeres – espetaron como si esa simple palabra diera respuesta a todos los enigmas de la humanidad. Cada uno recogió las suyas y las de su pareja y las subieron a los dormitorios.
- ¿Dijiste que íbamos a estar una semana? – preguntó Scorpius que estaba bufando tras dejar la última maleta encima de la cama, lista para ser abierta y ordenada.
- Si, ¿Por qué preguntas? – dijo James sin entender a donde quería ir a parar.
- Entonces en el nombre de Merlín, ¿Por qué han traído ropa suficiente para diez años? – exclamó medio en broma, medio en serio haciendo que James se riera a carcajadas antes de que una almohada voladora le diera en la cabeza.
- No os reirías, ni os quejaríais tanto si supiera que hay dentro. – se quejó Lily subiendo las escaleras.
- ¿Qué hay dentro? – preguntó James repentinamente interesado mirando a Rose con picardía y a Lily con cautela.
- Ya lo sabréis par de cotillas, que parecéis dos abuelas de pueblo. – dijo Lily tirando de Rose que se había rezagado totalmente acalorada, bajo la cabeza al pasar delante de los chicos y las dos se metieron en el cuarto de Lily cerrando de un portazo.
- ¿Qué estarán tramando? – pensó James en voz alta. Scorpius le miró un instante antes de marcharse escaleras abajo. - ¿Es que no tienes curiosidad? – le gritó desde lo alto de la escalera cuando el rubio ya estaba a punto de entrar en la cocina.
- Si, la ignorancia me está matando, pero es mejor dejarlas a lo suyo. Preocuparse por lo que traman solo nos dará dolores de cabeza. Son demasiado listas para que nos enteremos de sus planes y lo sabes. – explicó Scorpius antes de internarse en la cocina para buscar algo que desayunar. Sus padres habían partido la noche anterior para celebrar su veinteava luna de miel y como él no iba a estar toda la semana decidieron dejar la casa sin comida para que no se estropease.
- Menudo cuñado tengo. – declaró James yéndose a su cuarto para guardar la ropa y organizarla. Al darse cuenta de lo que iba a hacer se rió pensando en los pequeños detalles que se traspasaban entre dos personalidades tan distintas como la suya y la de Rose. Él no era ordenado, ni siquiera por casualidad y ahora estaba vaciando su maleta y colocando con minuciosidad cada prenda en su cajón. – Dicen que la gente cambia por amor. – murmuró para si mientras sacaba los calcetines y los iba encestando en el cajón de la mesilla como si de un juego se tratara.
Mientras tanto en la habitación de Rose, las dos primas desempaquetaban con mucho cuidado una caja que llevaban escondida en la maleta con un hechizo desilusionador, por si a sus madres se les ocurría la genial idea de mirar dentro. Lily tenía una sonrisa picara y expectante mientras Rose estaba ruborizada de pies a cabeza y tenia una sonrisa diminuta y tímida.
- ¡Vamos Rose, no seas tan anticuada! Lo deseas tanto como yo. – exclamó Lily al ver como su prima desviaba la mirada por decimoquinta vez, con nerviosismo hacia la puerta.
- Si, pero y si hago algo mal y le hago daño a tu hermano o no le gusta. – se excuso Rose por su comportamiento. – Puede que sea mejor no hacerlo.
- Si James te dice algo distinto a espectacular, juro que le lanzare tal maldición que acabara en San Mungo. – replicó Lily sacando una suave y ligera prenda de la caja de cartón. Una prenda rojo intenso con volantes de algodón blancos que se adaptarían perfectamente a todas las curvas y turgencias del cuerpo de Rose. Lily dejo esa prenda tan intima pulcramente planchada sobre la cama y saco otra igual, aunque esta era de un color azul con más transparencias y menos tela. Se notaba a la legua que a pesar de ser dos años menor que su prima ella era más lanzada.
- No sé yo. ¿No te parece muy…? ¿Muy…?
- ¿Provocativo? Esa es la idea primita que el ciego de mi hermano te arranque ese modelito con los dientes.
- ¡Lily! ¡No me digas eso! – dijo Rose ruborizándose hasta el extremo.
- Rose eres demasiado retraída e introvertida. Debes soltarte la melena. A veces me da lástima mi hermano, este último año ha estado visitando el baño con demasiada asiduidad. No sé si me entiendes. – dijo Lily alzando la ceja izquierda como si mostrara algo evidente.
- ¡Lily por Merlín! ¡No insinúes esas cosas! – exclamo sorprendida Rose ante el patente descaro de su prima.
- No lo insinuó, lo afirmo. James puede ser un presumido pero nadie pasa tanto tiempo solo en el baño para acicalarse. – replicó con rapidez Lily mientras sacaba embelesada un nuevo conjunto de tonos azules y rojos. – Este me encanta. Y tu dijiste que era demasiado atrevido – dijo mirándola de soslayo como si hubiera cometido un crimen terrible. – Por suerte no te hice caso – añadió de nuevo sonriente y mirándola divertida mientras ponía la prenda frente a Rose para ver como le quedaría. – No me decido. La azul pega con tus ojos pero el rojo con tu pelo. – siguió Lily como si nada. – Y claro el rojo tiene el plus de ser más transparente y es un gran incentivo.
- Lily, por favor eres demasiado explicita. Bastante tengo con que me convencieses para hacer esto.
- No te convencí, tú lo deseabas y yo te di la oportunidad de hacerlo. – rectificó Lily con pedantería que la caracterizaba cuando corregía a alguien. Rose se ruborizo y le dio la espalda para que su prima no descubriera que había dado en el clavo, como era habitual entre ellas.
- Creo que voy a darme una ducha. – se excusó Rose mientras se dirigía a la puerta.
- ¿Una ducha fría? – preguntó maliciosamente, Rose ni se digno a contestar. Cogió un pantalón y una camiseta y salió de la habitación. Lily siguió con su hobby particular de examinar la ropa y guardarla en el armario.
Unas horas después James estaba tendido en el banco de arena a orillas del mar, con una caña de madera a los pies mientras descansaba tomando el sol. Llevaba el torso al aire y unos pantalones cortos que le servían a modo de bañador. Tenía la cabeza apoyada en la almohada improvisada que eran sus manos.
A unos metros de él, Scorpius leía una novela mientras bebía un refresco a la sombra del único árbol que había osado invadir el territorio de la arena, un gran pino medio muerto que parecía negarse a morir del todo, con brotes verdes surgiendo de todas las ramas. Ambos jóvenes miraban de vez en cuando la casa que se alzaba sobre la arena en una pequeña colina. Más concretamente fijaban su vista en la habitación de Lily donde hacía más de tres horas que se habían encerrado en él.
Aun estaba el tenedor golpeando el plato de la comida vacio y Lily subía escaleras arriba, arrastrando a Rose con una fuerza increíble para una chica tan menuda. Scorpius y James se quedaron mirando un rato la escalera. James bufó antes de empezar a recoger la mesa y Scorpius simplemente se encogió de hombros estaba acostumbrado a las excentricidades de su novia, su segundo nombre le había calado hondo se parecía mucho a su tía Luna.
- ¿Desde cuando llevas gafas? – preguntó James desde la orilla al ver como Scorpius se ponía unas gafas ligeras que llevaba guardadas en la camisa.
- ¿Desde cuando eres pelirrojo? – replicó con mordacidad Scorpius – Forcé demasiado la vista en estos meses. Las necesitare durante un tiempo hasta recuperar mi visión normal.
- Estas rarísimo con ellas – comentó James mientras volvía a tumbarse en la arena dándole la espalda.
- Pues a tú hermana le gusta cómo me quedan – murmuro por lo bajo Scorpius volviendo a sumergirse en la novela.
- Te he oído. – gruñó James – Una cosa es que te deje salir con mi hermanita y otra muy distinta es que puedas regodearte de ello.
- No me regodeo. Soy un Malfoy y los Malfoy no se regodean. – replicó en broma Scorpius. - ¿Qué harán ahí arriba? – se preguntó al ver como Rose cerraba las cortinas del cuarto.
- Buena pregunta. Pero seguimos sin ser capaz de contestarla. – dijo James sin moverse, la marea estaba subiendo y las olas estaban refrescándole los pies. - ¿Cuánto llevamos saliendo con ellas?
- Yo casi tres años con Lily. Tú con Rose solo uno. – contestó Scorpius sorprendiéndose del tiempo que llevaban juntos Lily y él.
- Y las conocemos desde hace años, yo desde que era un crio y aun no sabemos lo que piensan la mayoría de las veces.
- ¿Qué gracia tendría eso entonces? ¿Dónde estaría el misterio?
- Eres demasiado chapado a la antigua Scorpius.
- Tú no es que seas más lanzado que yo.
- Eso es por culpa de mi situación. ¿Cómo diantres actuarias tú si estuvieras enamorado de tu prima?
- Esta charla la tuvimos hace un año James. Y si no recuerdo mal de esa conversación sacaste las fuerzas para confesarte a Rose y decírselo a tu familia.
- Me ayudaste mucho, tú y Lily fuisteis un gran apoyo en esos tiempos.
- ¿Quién iba a imaginar que un Potter y un Malfoy llegaran a ser amigos?
- Y familia. – añadió James.
- Y familia, no se me olvida – confirmó Scorpius sonriente volviendo a mirar a la casa. – Sabes creo que voy a preparar la cena aquí no puedo dejar de mirar esa dichosa ventana. – se quejó levantándose y sacudiéndose la arena de encima.
- Si necesitas ayuda envíame esa comadreja plateada que tienes. – bromeó James recordando la sorpresa que genero el patronus de Scorpius la primera vez que se volvió corpóreo. Todos esperaban una serpiente o un escorpión y sin embargo surgió de su varita una pequeña comadreja juguetona que saltaba de cabeza en cabeza.
- Nunca podrás olvidarlo. – dijo Scorpius antes de ir a la casa.
- ¿Cómo olvidas el día que todo Hogwarts se entera que un Malfoy está enamorado de una Potter Weasley? - Rió James.
- Todo el mundo no. Llevaba un año saliendo con Lily. – rectificó Scorpius antes de entrar en la casa y cerrar la puerta.
- Este Malfoy. – refunfuñó James. – No habrá personas en Hogwarts y mi hermana acaba escogiendo al… - se paró un instante a media frase reflexionando. - … al mejor que podía elegir. – no lo admitiría delante de él pero lo pensaba.
En la cocina, Scorpius abría y cerraba armarios a una velocidad de vértigo buscando todo lo que necesitaba para cocinar. Sacó ollas, sartenes, planchas. Puso cada instrumento bajo uno de los ocho fuegos con los que contaba esa inmensa cocina de gas. Se movía con rapidez y precisión. La cocina siempre le había gustado y desde que conoció a los Potter y los Weasley se convirtió en un excelente ayudante para la abuela Molly.
El agua empezó a hervir y el aceite a burbujear. Un movimiento de varita y todos los ingredientes se lavaron, cortaron y volaron a sus respetivos recipientes. La cocina se inundo de olores que deleitaban al cocinero. En unas horas la mesa de la cocina contaba con cuatro platos vacíos y numerosas y exquisitas comidas a su alrededor al gusto del consumidor.
Scorpius estaba limpiando toda la cocina a golpe de varita mientras James que había llegado hacía unos minutos arreglaba la mesa. Aun quedaban dos comensales por llegar. Ambas chicas seguían en su cuarto y a través del techo se las oía reír a carcajadas a cada instante. James gruño por lo bajo e hizo amago de ir a buscarlas pero Scorpius le retuvo y con un suave movimiento de varita surgió una comadreja plateada que tropo por el aire dejando tras de si una hermosa estela brillante y blanca.
- Si te hubiera dejado subir te habrían hechizado tan rápido que no sabrías por donde te venían los golpes. – respondió Scorpius a la muda pregunta de James.
- Ya, ya sé. Pero tenía curiosidad por saber que hacen ahí arriba. – dijo James sentándose en la mesa y mirando el plato humeante que había delante de él. Se le hizo la boca agua.
- Ya nos lo dirán. De momento disfruta de la comida. – dijo Scorpius imitándole y sentándose. Un minuto después Rose y Lily bajaban por las escaleras. La primera con un rubor intenso en las mejillas cuando miró a James. La segunda miro a Scorpius y le lanzó una mirada seductora de las que solía lanzarle continuamente. Scorpius se removió haciendo un intenso esfuerzo para no besarla como le gustaría hacerlo y simplemente responderle con otra sonrisa, está más cordial. – A comer.
