Ya era más de media noche, y en casa de los Matsuno todos estaban durmiendo. Bueno, casi todos. Karamatsu, el segundo de los sextillizos, estaba más despierto que nunca. Miró a su derecha. Ichimatsu, como siempre, le daba la espalda. A su izquierda, Todomatsu sonreía en sueños. Quién sabe lo que pasaba en ese momento por la cabeza del más pequeño.
Intentando no hacer ruido, Karamatsu se deslizó lentamente hasta salir de la cama que compartía con sus hermanos. Con movimientos lentos se sacó el pijama y se puso jeans, su cinturón de siempre, una camiseta con su rostro estampado y la infaltable chaqueta de cuero. Abrió el armario con suavidad y sacó una mochila que tenía preparada para esa ocasión, con algo de ropa y dinero que había ganado hacía un tiempo en el pachinko. Se colocó la mochila y suspiró. Ya era hora.
-¿Cacamatsu?
Karamatsu se sobresaltó al oír la voz de Ichimatsu. Se dio vuelta y vio que su hermano lo miraba frotándose los ojos. Karamatsu se acercó al chico y se sentó a su lado.
-Duérmete, Ichimatsu -le susurró, temiendo que los demás lo oyeran.
-¿Vas a algún lado? -Insistió ichimatsu.
Karamatsu se mordió el labio. No quería que nadie lo viera partir.
-¿Qué te parece si te canto una canción para que te duermas? -dijo Karamatsu, y antes de que su hermano le contestara entonó una dulce canción de cuna que su madre les cantaba cuando eran pequeños.
Dango, dango, dango, dango, dango daikazoku. Dango, dango, dango, dango, dango daikazoku
De mala gana, Ichimatsu comenzó a cerrar los ojos y acomodarse en su lado de la cama.
Yancha na yaki-dango yasashii an-dango. Sukoshi yumemigachi na tsukimi-dango
Karamatsu siguió cantando mientras se ponía de pie. Miró a sus otros hermanos. Sería duro para él dejarlos a todos. Mal que mal, habían sido sus primeros amigos, pero ahora sentía que sobraba.
Osomashi goma-dango yotsugo kushi dango. Minna, minna awasete hyakunin kazoku
Se alejó poco a poco y vio a esos cinco rostros tan similares al suyo. Todos sonreían. Al parecer, la canción de su madre los tranquilizaba incluso ahora, que ya estaban en sus veinte años.
Aka-chan dango wa itsumo shiawase no naka de. Toshiyori dango wa me o hosometeru
Karamatsu abrió la puerta corrediza y dando un último vistazo a la que había sido su habitación por tantos años, dejó de cantar y cerró silenciosamente. Bajó las escaleras y se quedó unos segundos frente a la puerta para salir.
-Itekimasu -susurró. Abrió la puerta y salió, quizás para siempre, de su casa.
