Editado; Lunes 21/02/2011

Éste es un prologo, para que vean de que va la historia, pero los siguientes capítulos serán más interesantes xd

MOON GHOST

Siempre me era casi imposible ser normal o común.

Sabia perfectamente que yo jamás seria como una chica normal. No me importaba serlo de todos modos.

Mi madre decía que era una bendición, los doctores decían que eran alucinaciones, y yo decía que había algo malo en mí por ser como era.

Quizá todo hubiera sido distinto si hubiera sido un barón como quería mi padre, o simplemente hubiera nacido en otra familia. Pero todo siempre me llevaba a la conclusión de que yo era yo, y por más que quisiera cambiar mi pequeño problema seria inútil.

De algo estaba segura. Yo-era-un-problema.

Así como las personas sienten un placer por el día

Las criaturas sienten placer durante la noche

¿Qué diferente puede ser un placer del otro?


|Capitulo Uno: Amanecer.

Lo que mas odiaba del día era seguramente el amanecer, el momento en el que la pálida y tranquila noche terminaba y el hostigoso bullicio del pueblo me llenaba los oídos ocasionándome mí común malhumor matutino que se expandía conforme avanzaba el tedioso día.

Yo vivo en un pequeño pueblo del estado de Arizona: San Luis, no superaba la población en más de 22.000 según el último censo (2005), y eso era perfecto para alguien que se mareaba estando rodeado de personas como lo era yo. El clima era caluroso debido a lo árido del lugar, durante el verano hacia calor en extremo y en el invierno el clima era temblado, simple, nada que explicar mas allá de eso. Nacida y criada aquí por mi madre Naomi Miller que se caso en 1983 con Chiaki Miller —mi padre— que falleció el 23 de Enero de 1986 cuando el camión donde transportaba maderas a Utah se volcó antes de que yo cumpliera dos meces de gestación. Estudie toda mi vida en el Arizona desertelementaryschool hasta mi graduación. La universidad jamás fue un futuro para mí, desistí de ella en el momento en que entendí lo que significaba seguir-estudiando-después-del-colegio.

En estos momentos estoy en mi tercer empleo de éste año, tomando en cuenta que apenas si comienza Abril, y no es que me hayan despedido de todos esos lugares, sino más bien renuncie antes de morir de un ataque al corazón por los pequeños inquilinos que habitaban en esa localidad.

Cerré la puerta de la pequeña casa de madera y cemento donde vivía con mi madre; contaba con dos cuartos, un baño, una cocina americana y el living. No teníamos muchas cosas porque el dinero no nos sobraba pero si nos daba una buena vida. Mi madre era trabajadora a medio tiempo en el hospital DESERT ROSE de la localidad, su sueldo era normal, ni mucho ni poco a comparación del mío que era una miseria.

Encendí el motor de mi Mustang Mach de los 70. El auto fue un regalo de mi tatarabuelo para mi abuelo, quien se lo dio a mi madre como herencia cuando murió de un ataque al corazón en 1980 cuando esta tenía 19 años. El color rojizo que siempre lo asemeje al del vino, estaba cubierto por un pequeña y delgada capa de polvo dándole un aspecto mas viejo del que tenia. Eso me recuerda que tendré que lavarlo una vez vuelva a casa.

Conducía por las pequeñas avenidas imaginando de mi Mustang tenia aire acodiciado y me refrescaba del sofocante calor que había este día. Llegue al almacén pasada las ocho de mañana con tiempo de sobre para cambiarme y comenzar un feliz día nuevamente.

—Buenos días, Gabriel —salude una vez que estuve dentro y pude enfocarme en Gabriel que estaba leyendo el periódico sentado atrás de la caja registradora. Su piel bronceada mas parecida a la del chocolate relucía una pequeña capa de sudor y sus rizos negros estaban atados en pequeñas trencas por toda su cabeza.

—Bom Dia, Kagome —me saludo en portugués — ¿Hace calor afuera? Aquí ya es un horno.

—Un montón, el día recién comienza y ya están cayendo los patos asados.

Gabriel era un extranjero como se le podía apreciar enseguida, había entrado a trabajar unas semanas antes que yo luego de llegar de su Brasil —come le decía— Para vivir con su padre. No era alguien que hablaba mucho y era algo reservado en algunos términos, ese era una de las muchas razones por las que era una de las pocas personas en este pueblo a las cuales podía llamaramigo.

— ¿Algo nuevo? —le pregunte mientras dejaba mi chaqueta en el colgador tras él y pasaba por mi cuello el horrible delantal azul y lo enganchaba en mi espalda.

—Hum —dudó un minuto mirando el periódico —Nada de nada. Pero tu horóscopo dice que tendrás una amistad nueva… y que comas muchas verduras verdes —me sonrío mostrando sus grandes dientes blancos que brillaban entre su piel cobriza.

—Tendrá que ser algún perro que ande de callejero —até mis rizos negros en una coleta sobre mi hombro derecho —Conozco a cada pedazo de carne de este desolado lugar y además de ti, Ayumi y Kikyô, todos me caen de patada en el estomago.

—Sí, supongo —volvió a mirar el periódico —.El mío dice que tengo que broncearme más. Tienes razón, son mentiras.

— ¡Pero si es verdad! —bromeé tomando el trapeador — ¡Casi puedo ver a través de ti!

—En ese caso necesito una buena pintada. A mi padre le dará un ataque si no me ve entrar a la casa dentro de unas 10 horas.

—Yo desearía poder ser invisible. Todo seria mas fácil —me acongoje comenzando a trapear las cerámicas del color del cemento.

—Si fueras invisible —doblo el periódico y lo dejo a un costado — alcanzarías un estado de rareza único.

—Supongo que totalmente rara es mejor que ser mitad rara ¿No?

—Tú no eres mitad rara —sonrío apoyando sus codos en la mesa —, tú eres totalmente rara, por eso digo que el siguiente paso para ti es un ser único.

—Un ser únicamente raro —le corregí —, tú eres aun más raro al hablar conmigo.

—Es verdad, tomare un vuelo mañana por la mañana para irme de regreso a mi Brasil y poder arroparme bajo las sabanas temiendo por tus rarezas.

— ¿Mañana? ¿Por qué no hoy?

—Mi padre hará la cena que me gusta. Soportare un día.

Solté una risita y me encargue de mi trabajo.

Siempre, como cada odiosa mañana, mi malhumor era aliviado por el humor que tenia Gabriel, cosa que no duraba bastante cuando la tienda se llenaba de gente y bullicio obligándome a mi misma a no salir corriendo pensando si la mitad de esa gente era realmente gente.

Gabriel siempre sabía como solucionar todo cuando yo entraba en algún estado de histeria y me ponía contra la pared para no mirar. Simplemente Gabriel era la razón por la cual no dejaba el trabajo —nuevamente—. Ayumi también había descubierto mi pequeño defecto cuando me contrataron en mi primer empleo a fines de Enero, hizo lo posible por ayudarme, pero trabajar en una bodega le daba mucho que imaginar y ver a mi mente. Con el segundo fue lo mismo, Kikyô no lo averiguo ya que no estaba dispuesta a que alguien más de Ayumi lo supiera, pero aun así sintió mis miedos e histerias y me ayudo en lo que pudo, pero un cine lleno de personas tampoco era para mí. Con Gabriel fue diferente, proveniente de un lugar donde los mitos y las leyendas palpitan en las venas de cada hombre nacido ahí no tardo más de dos días en asociar mi comportamiento. Es hasta el momento el que mejor sabe controlarme a mí, y sus ideas.

¡Hey, chica de la limpieza! Un escalofrío recorrió mi espalda y volteé para mirar a Gabriel que me esperaba con una sonrisa en la cara.

— ¡No hagas eso! —grité frunciendo el ceño.

—Lo siento —se disculpó— .Es que tenia algo que decirte.

—Podrías, simplemente, haberme llamado —fruncí los labios.

—No pongas esa cara —sonrío —Y sí te llame, de cierta manera.

—Oh, déjame en paz —bufé de mal humor —. Que es lo que querías decirme.

— ¿No lo puedes adivinar? —sonrío burlón.

—Te matare luego de esto Gabriel.

Apreté los dientes y los puños ante su silencio. Y de un segundo a otro las palabras me golpearon la cabeza.

— ¿Un nuevo empleado? —parpadeé confundida. El asintió — ¿El viejo Williams quiere tres personas trabajando en este pequeño pedazo de tienda?

—Eso es lo que parece. Escuche que es el hijo de un viejo conocido de él. Viene de Chicago.

— ¿Y por que alguien siempre rodeado de millones de personas querría estar en éste desolado lugar?

—Supongo que por las mismas razones que tú.

—Lo dudo —dejé el trapeador en la bodega pequeña del personal — ¿Olvidaste el hecho de que soy una chica única?

—Sí, lo siento, lo olvide —sonrió —Pero me encanta que lo seas.

— ¡Con un demonio, Gabriel! ¡Deja de hacer eso!

— ¿Qué? No hice nada —volvió a sonreír —, tienes que ir al loquero.

—Como lo vuelvas a hacer te pareare lo que tienes de trasero ¿Me escuchaste, idiota?

—Controla tu mal humor, mujer. Te pondrás vieja antes de tiempo.

—Yo envejeceré cuando me de la regalada gana. ¡Ocúpate de leer las historietas del periódico y mantén todo tu ser lejos de mí!

—Histérica.

Muchas veces me preguntaba el hecho de que, siendo mi madre alguien tan optimista, cariñosa y viva, yo lo mas amable que podía ser era agradecer luego de algún favor. No tenia paciencia, no soportaba las bromas ni mucho menos las sorpresas. En ese sentido, supongo que me parecía a mi padre, por su rostro en las fotos siempre supe que era un hombre de los antiguos, que respetaban las reglas y no soportaba que nada no saliera como el quería, casi igual a mi. Bueno, que va, es mi padre al fin y al cabo.

¿Mi pequeño defecto también venia por cortesía de él? Por las historias que contaba mi madre, el también tenia un defecto —mi madre le decía bendición— y eso explicaba mucho del por qué siempre tenia el ceño fruncido y la mandíbula apretada. Era un hombre fuerte y valiente, pero el defecto era muy fuerte como para que sonriera, mi madre no le vio sonreír en mucho tiempo. Quizá en su boda y cuando se entero de mis seis semanas de gestación. Sus sonrisas eran contadas con una sola mano, y aun así, sobrarían dedos. ¿Eso era lo que me esperaba? ¿No sonreír más? Quizá iba en ese rumbo tomando en cuenta que apenas si sonreía para luego dejar que mi malhumor me dominara.

Me abrumaba el hecho de saber cuanto tiempo tendría que vivir así ¿Moriría siendo una anciana loca? Me aterraba esa idea, para ser ansiaba, me quedaba más de la mitad de mi vida tomando en cuenta que apenas tenía cumplidos los 22, y para completar ¿Loca? Ya que ese era el camino mas seguro por el que iba, cada día perdía un poco de la cordura que tenía. Era quizá la única persona que deseaba que su muerte llegara mas temprano, no ahora, no mañana, quizá cuando su madre encontrara a alguien y pudiera apoyarse en él, yo desearía morir sabiendo que ella tendría un hombre en el cual llorar.

El bullicio llego a mis oídos, solté un suspiro y me corrí rápidamente a los pasillos menos transitados. Mire a mi alrededor y vi los utensilios de bebes, en éste pueblo raramente nacía un nuevo niño. Quizá no más de unos 20 por año.

Huelen delicioso

Di un respingon y me aterre, eso sonó muy cerca de mí y me negaba a voltearme. Puse algo de atención en verificar cuantas personas estaban a mí alrededor, quizá cinco o menos. Seria muy fácil distinguir quien era ¿Y que haría? Le miraría y ella —era voz femenina— sabría que le había escuchado y me intentaría matar cuando estuviera sola.

Exquisita piel. Quiero morder.

Sentí como mi respiración se hacia mas rápida y mi corazón se aceleraba haciendo que mi sangre circulara de una manera mas rápida por todo mi cuerpo. Rogué que el latido de mi corazón no le llamara la atención, y si lo llegaba a hacer, tenía dos opciones: Sentiría mi miedo y sabría que su presencia no pasaba desapercibida para mí, y luego me mataría. La segunda, le parecería apetecible y luego, me mataría. ¿Alguien daba alguna tercera opción? ¿Por favor?

Exquisito palpitar.

Estaba hecho, mi muerte fue escrita sobre una piedra y nadie la podría borrar. Mi mente trabajo a mil por hora viendo maneras de mantenerme con vida unas pocas horas mas, quizá días, yo no tenia prisa en morir aun. Si corría en ese preciso momento, me delataría y ella acabaría conmigo mas rápido de lo alguien alcanzara a ver, si esperaba a terminar mi turno de la tarde ella me esperaría escondida en algún lugar para saltar sobre mi cuando saliera de la tienda.

De lo que estaba más que segura, no iba a involucrar a mi madre en lo que seria mi muerte lente y dolorosa, sintiendo como cada parte de mi cuerpo era desmembrada lentamente. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando pensé en eso, ya era lo suficientemente doloroso tener que vivir eso para que mi madre lo viera de primera fila, y al final, para dejar sin testigos, matarla a ella también. ¿Cuál seria el mejor lugar para morir? No quería que nadie saliera comido por mi culpa, odiaba a cada persona de éste apestoso pueblo pero no podría irme tranquila sabiendo que detrás de mí, muchos me seguirían. Le intenté hallar un lado bueno, la muerte era muerte y eso era lo que yo quería de todos modos, quizá no de una forma tan feroz y dolorosa…. Olvídenlo, no quería morir ¿Pero que más podía hacer? En el mejor de los casos, le rogaria que me matase antes de descuartizarme, y así, quizá poder morir tranquila.

¿Era la única persona, acaso, en el mundo que estaba planeando donde morir en unas pocas horas? Y no moriría de una enfermedad, ni de un disparo o algún atropellamiento, todo aquello seria nada a como seria mi muerte. Yo seria comida de caimán.

—Kagome, por favor —escuché la voz de Gabriel a través del pasillo. Di un brinco cuando volví a la realidad — limpia la leche derramada en el pasillo 2 —me detuve un momento en concentrarme antes de voltear y verificar que la tienda estaba casi vacía, y aquella voz, sensual y dura, ya no se escuchaba. El pánico me ataco más fuerte, ¿Dónde estaría? ¿Quizá afuera esperando por mí? ¿Planeando de que manera me mataría? ¿Comenzaría por los brazos? ¿Dejaría siquiera los huesos? Lo único que me quedaba en esos momentos era la aceptación. Moriría en cuestión de horas de la manera mas cruel que se pudiera imaginar alguna persona y no podía hacer nada.

Moví el trapeador sobre la baldosa retirando la leche de ahí. Lentamente mi corazón comenzó a tener su ritmo normal al igual que mi respiración, ¿Lo había aceptado ya? Párese que sí. Extrañaría algunas cosas como los sábados de películas que compartía con mi madre, los chistes de Gabriel, los panecillos casi salados de Ayumi y las aburridas charlas de Kikyô sobre el futbol. También, había muchas cosas que deseaba hacer, encontrar un buen hombre para mi madre, patearle el culo al estupido de Bankotsu Martínez por llamarme rara durante toda la secundaria y hacer de esos día la mierda más grande que había vivido. También quería reclamarle en la cara al viejo Williams que su paga era una miseria para todo el trabajo que le teníamos que hacer y, tal vez, si estaba de buen humor, también patearle su pálido y arrugado trasero. ¿Algo más? Ah, claro, quería escupir el suelo y decirles a todas aquellas personas que se creían la gran cosa, lo que en verdad tenían en sus pútridas cabezas. Por ejemplo, la devota de Rosa Brown que siempre relucía su rosario de perlas originales y su biblia nueva, llenándose la boca de díos y de que uno también pecaba en pensamientos, cosa que ella nunca hacia. Si supieran los pensamientos morbosos que tenia sobre el carnicero Smith dejarían de verla como la santa del pueblo. De los pecados capitales, ella era la lujuria, sin contar que rompía el segundo mandamiento: no tomaras el nombre de Díos en vano y sobre todo el noveno: No consentirás pensamientos ni deseos impuros.

Y que su Díos fuera testigo de la satisfacción que eso me causaría.

—Ya dime, ¿Qué sucede? —Gabriel me miraba desde atrás de la pequeña mesa de madera con una ceja levantada.

— ¿Suceder de que? — ¿Lo abría notado? ¿Qué expresión tendría mi cara en estos momentos? Me acerqué a paso rápido a los congeladores donde estaban todos los refrescos y miré reflejada. Supe enseguida el por qué Gabriel lo había notado, quizá la poca gente que quedaba también lo notaba pero ellos no me importaban.

Mi piel que siempre fue del color del café con leche se parecía mucho mas a la leche sola en estos momentos, mis cejas estaban contraídas formando una pequeña arruga entre ellas y mis ojos estaban desorbitados como si ya estuviera agonizando, mis labios estaban tan apretados que estaban blancos y en línea recta. Me sorprendió verme así, estaba segura de que había aceptado el hecho de morir, pero parece que una parte muy escondida de mi cerebro se negaba al hecho y estaba totalmente aterrada.

—Estas muerta en vida —me gritó a lo largo del pasillo — ¿Oíste algo?

¡Oh! Simplemente escuche a una de esas cosas, luego mi corazón se acelero y me sentencie a muerte. Pero no te preocupes, sigue con lo tullo. —Nada de nada. Estoy algo mal, la leche que tomé ésta mañana debe de haber estado algo rancia. Me callo de hachazo en el estomago.

— ¿Necesitas ir al baño? Tengo papel higiénico si deseas.

— ¡No! Por favor, ni lo menciones —me encogí de hombros frunciendo el ceño.

—Lo lamento —sonrió —. Tengo unas píldoras para el dolor de estomago. Ven te daré algunas.

—No, no es necesario —agité mis manos a lo largo del pasillo —Cualquier cosa que coma la devolveré enseguida. Mejor sigue en lo tullo, que aún tengo que desempacar algunos productos que trajo ayer el viejo Williams.

Entré a la pequeña bodega que estaba tras el almacén. No era muy grande, los pasillos que estaban —unos 5 aproximadamente— se creaban por las cajas viejas y algunas cosas rotas. Nadie nunca entraba ahí además de Gabriel, el viejo Williams y yo. Pensé que seria el lugar perfecto para morir, sin nadie que mirara o se viera implicado, solo yo, y lo que fuera esa mierda de criatura.

¿Quedaba alguna posibilidad de que, de algún modo, estuviera satisfecha y no quisiera comer más? Era una posibilidad remota, casi imposible, pero le daba una pequeña esperanza a mi contraído corazón. Pero aunque fuera posible, sus ojos ya me habían enfocado, y no demoraría más de un día si llegaba a sobrevivir a éste.

— ¡Oh, mierda! —grité cuando pasé junto a unos vidrios hechos añicos en una caja y una de sus esquinas puntiagudas hizo un tajo en mi pierna derecha rompiendo mis Jens color crema.

Mire la herida en mi pierna y me percate de que no era profunda, pero si podía ver los pliegues de mi piel separados y como la sangre brotaba lentamente. Me conseguiría unos buenos puntos con el jefe de mi madre. Mirando mi herida una idea irracional cruzo por mi mente, ¿Qué tal si me suicidaba? Lo haría tan rápido que no tendría tiempo para sufrir y agonizar. Todo seria tan fácil. ¿Pero tenia el coraje para hacerlo? Si no lo había hecho hasta el momento era por mi madre y por que jamás se me paso por la cabeza. ¿Y ahora que lo pensaba? Mire la punta del vidrio que estaba manchada con un poco de mi sangre, ¿Dolería enterrármelo en el corazón? ¿Cuánto tiempo estaría sufriendo por el dolor? ¿Minutos? ¿Segundos? ¿Moriría instantáneamente?

Miré con detenimiento la punta. Si mi pequeña herida me ardía, ¿Cuántas veces más fuerte seria el dolor?

—Y una mierda —bufé arremangando mi pantalón para tener mejor vista de mi herida —, me meare en los pantalones antes de suicidarme, soy una gallina. —ni siquiera se me apetecía pensar en como me suicidaría, no tenia ni las ganas ni el coraje para hacerlo. ¿Entonces estaba todo escrito ya? ¿Moriría en cuestión de horas? —Sabía que mi defecto era una mierda. ¡Una mierda me escuchaste! —grité levantando la cabeza al cielo, pero simplemente vi el techo. Nunca fui católica ni creí en un Díos en especial, pero ¿A quien mas podía culpar? ¿A mi padre? El había vivido lo mismo que yo, el no tenia la culpa. ¿Qué no era Díos el que daba bendiciones a todo el mundo? ¡Valla mierda de bendición!

Divagué, quizá durante más tiempo del estimado en quien culpar, pero realmente ¿Había un culpable? ¿Y de que me serviría ahora? Moriría, quizá no volvería a ver a mi madre nunca más, me hubiera gustado decirle que la quiero, y que su permanente en el cabello fue una gran estafa, parecía un león.

Me preguntaba si Gabriel ya se habría ido a casa, ¿Qué hora era ya? ¿La hora del almuerzo? ¿Cuánto tiempo de vida me quedaba?

Tengo hambre.

Lo quisiera o no, la cuenta regresiva había comenzando.

Lo primero que pensé, fue en correr ¿A dónde? Si iba al almacén, lo mas seguro es que estuviera Gabriel con algunos clientes todavía. ¿Escucharían mis gritos de agonía? Era lo mas seguro, solo una puerta de metal nos dividía.

Me quede de pie sintiendo como la agonía comenzaba a crecer en mí ante lo que se avecinaba. ¿Dónde estaría esa criatura? ¿Detrás de mí? ¿Escondida en alguna esquina? Pensé en hacerme la muerta, ¿Serviría? ¿Se la tragaría? Me tragara a mí al darse cuenta que mi corazón sigue latiendo. ¿Entonces? ¿Me quedaba quieta a esperar lo que seria seguramente mi fin? Me dí cuenta que todo este tiempo lo único que hacia era hacerme preguntas que sabia perfectamente que no podría contestar. Hasta el momento, había podido vivir con tranquilidad, era cierto que mis nervios eran a flor de piel y que el pueblo me catalogaba como rara, pero de cierta manera, me había acostumbrado a eso. Y no quería perderlo, no quería morir.

Sentí sus pasos acercarse a mí espalda, eran tan suaves y rítmicos que estaba segura que pensaba que no la podía oír, su respiración era lenta y acechadora como en las películas de fantasmas cuando el muerto respiraba en tu nuca y te erizaba los bellos. Miré de reojo el vidrio sobresaliente de la caja, me tomaría una milésima de segundo tomarlo, pero quizá a ella le tomaría la mita de esa milésima saltar sobre mí. Mejor algo que nada. Espere, mordí mi labio inferir y me concentre, si mi defecto me trajo la muerte, entonces para balancear me daría unos minutos más de vida.

Quiero comer. Mucha hambre.

Era inútil, esos seres se dejaban llevar como animales hambrientos cuando asechaban a su presa. Los conocía bien, la mitad de las muertes del pueblo al año las ocasionaban ellos, y para mi desgracia y culpabilidad, yo siempre podía escuchar quien seria el siguiente. ¿Pero que podía hacer? Me matarían antes de que terminara de decirle la verdad al pobre elegido.

Esa era la razón por la que odiaba estar rodeada de personas, escuchando cosas que no deseaba escuchar.

Sentí su suave ronroneo y su respiración mover mis cabellos aun entrenzados. Y luego, el fiero grito cuando abrió la boca fue mi clave para tomar el vidrio y rápidamente enterrarlo en su ojo izquierdo. Lo presione tan fuerte que mis dedos quedaron con tajos en líneas rectas, pero no me importo, salí corriendo por el pasillo, si iba a morir daría una pelea primero. Sentí un gruñido mas feroz que el anterior, ahora este era agonizante y ensordecedor, sentí el ruido del vidrio al caer el suelo y luego, en un lapso de segundo, caía junto a mi sobre sus manos y luego sus pies, como si fuese un animal. Me gruño y pude ver la gran cantidad de sangre que manchaba su cara y su playera azul, antes de que arremetiera sobre mí golpeando mi costado, y me hiciera volar unos cuantos metros hasta caer sobre las cajas bacías que amortiguaron lo que seria mi dura caía. Me moví con rapidez intentando salir de la pila de cajas —ahora— rotas, pero el fuerte dolor punzante en mi espalda baja me detuvo, mire sobre mi hombro y aprecie un vidrio enterrado en el sector trasero donde seguramente estarían mis páncreas. Caí de rodilla y alargue mi mano para sacar el intruso de mi cuerpo, conserve el vidrio en mi mano mientras intentaba ponerme de pie sin que mis piernas dejaran de temblar.

Matar. Matar. Quiero matarla.

Sus pensamientos eran como los de los animales, simplemente guiados por los instintos y eso no me hacia de mucha ayuda. Los instintos simplemente te hacen actuar, ni siquiera te dan tiempo de pensar.

Era casi un suicidio enfrentar a una de esas criaturas (Cosa que era cómica para mi tomando en cuenta que no quería suicidarme) pero si corría me enfrentaba a un ataque directo por la espalda. La mire con detenimiento, sus cabellos castaños se revolvían entre grandes rizos, su piel era bronceada y su ojo —el que le quedaba bueno— tenia un tinte rojo, sedienta por matarme. Su playera azul ahora era mitad roja al igual que sus pequeños short blancos. Supuse que era nueva en ese lugar, jamás le había visto por el pueblo. En un segundo, ya estaba nuevamente sobre mi cabeza. Levante el pedazo de vidrio hacia ella, pero de un arañazo lo mando dejos y dejo grandes rasguños en mi antebrazo. Calló tan fuerte sobre mí que el golpe que mi cabeza le dio al suelo me dejo aturdida por una milésima de segundo. Esperé que hiciera algo, la primera mordida, pero lo primero que sentí fue su lengua reseca atravesar desde mi cuello, subiendo por mi mejilla y terminar en mi sien. Su lengua era como la de un felino, áspera. Repitió eso unas cuantas veces, tanteando el terreno y saboreando la manzana antes de morderla.

A lo lejos, sentí un aullido. El golpe en mi cabeza había ocasionado torpeza en mi movimientos, pero la criatura sobre mi comenzó a olisquear el aíre, olvidándose por un segundo de mí. Segundo que ocupe para agarrar una jarra de pepinillos que estaba tirado junto a mí y romperlo sobre su cabeza, pequeñas partículas de vidrio saltaron sobre mí arañando mi cara, pero fue lo suficientemente fuerte para poder liberarme de su agarre y rodar por el suelo. Gruño poniéndose de pie y corriendo hacia mí. Yo jamás seria lo suficientemente rápida contra ella.

Agarró mi camisa de cuadros y me elevó unos centímetros en el suelo, para luego aventarme contra una galería vieja que el viejo Williams había adquirido pensando que serviría en un futuro. Mi cabeza chocó contra el fierro del cabezal y rodé asientos abajo para volver a golpearme la cabeza y quedar en un estado de semiinconsciente. Ya no había nada más que hacer, estaba muriendo poco a poco. Mi cuerpo estaba lleno de magulladuras y hematomas que seguramente me dolerían como el demonio si viviera un día más. La herida en mi espalda me ardía como el fuego, seguramente pequeños fragmentos de cristal habían quedado entierrados ahí aumentando mi hemorragia. Sentí mi sangre tibia mojar mi costado y manchar mis ropas.

Huele delicioso.

Mi sangre le llamaba a matarme, sabia que no me saborearía nuevamente, arremetería con todo contra mí. Y lo peor de todo, es que yo aún estaba despierta.

Cerré mis ojos cuando le vi saltar hacia mí, una pequeña lagrima se deslizó por mi cara para caer sobre el suelo de cemento. Lo mas lógico es que hubiera llorado por montones desde hace un buen rato, pero solo una pequeña lagrima era lo único que tenia. Únicamente rara escuche el eco de la voz de Gabriel en mi cabeza y me causó una gracia negra en ese momento. Yo sí era rara.

Otro gruñido rompió mi ensoñación. Este era distinto, más fuerte y profundo, como el de un perro. Abrí los ojos y mi visión estaba borrosa, pero pude distinguir los rizos de la criatura y una gran mancha negra, demasiado grande para un perro como le había asimilado. Todo era tan confuso y borroso que me sentía mareada y con ganas de cerrar los ojos, pero no quería, quería entender que estaba pasando en ese momento, ¿La gran mancha me estaba protegiendo? O simplemente peleando por un pedazo de comida. Vi lo que seguramente era un brazo volar por los aíres, lo extraño es que iba solo, sin cuerpo que le acompañara. Luego comenzaron a saltar los pedazos por todas partes, estaba tan mareada que no podía aterrarme ante lo que veía, no sabia de quien era que pedazo, de la mancha o la criatura, de todos modos la sobreviviente me comería. Cerré mis ojos por un momento para poner en claro mis pensamientos, cuando quise abrirlos ya no podía, no tenia la fuerzas para eso, todo se volvió tan oscuro y deje de sentir ruidos ¿Habría muerto ya? No fue tan malo, no sentí dolor.


Sentí mi boca recesa e intente tragar, pero algo atravesaba mi garganta y me molestaba. Me intenté mover pero todo mi cuerpo tembló ante el dolor y dejé de intentarlo, me sentía rara y un olor familiar me inundaba. Las imágenes de mi madre llegaron a mi cabeza en forma de recuerdo, recordé la primera vez que fui con ella al trabajo cuando cumplí los doce, el olor a metal y desinfectante que inundaba el hospital me ocasionó picazón en la nariz y me puse a llorar. La misma picazón que sentía en estos momentos. Me moví inquieta preguntándome si estaba en el paraíso, ¿Entonces por que me picaba la nariz? Seguramente no podía estar en el infierno, no me estaba quemando en vida, al contrario, estaba cómoda —sin contar lal molesto cosa que cruzaba mi garganta. ¿Estaría en otro tipo de cielo? ¿Donde hubiera pimienta flotando por ahí ocasionando picason a las personas?

Se ve horrible.

¿Yo? ¿Hablaban de mí?

Mira que dejar que le cayera un estante lleno de cosas de vidrios encima. ¡Que bien Kagome! ¡Te has sacado la lotería! Tú premio fue un millón de vidrios enterrados por todo tu cuerpo.

Fruncí el ceño, eso no era gracioso, y el único capas de jugar con sus pensamientos irritándome era Gabriel. Quise levantarme y propinarle un golpe en su ancha y coloreada nariz, pero mis deseos quedaron en nada. No tenía la fuerza para eso.

¡Ya! Abre los ojos, se que me escuchas. Has fruncido el ceño.

Ya veras cuando pueda hacerlo. Pateare su negro trasero Pensé instintivamente.

De reprende, la habitación se lleno de revoloteos, me hizo gracia escuchar que algunos pensaban que había querido suicidarme, cuando había elegido la muerte dolorosa antes que eso. Y si podía escuchar a Gabriel y a los demás, seguramente no estaba muerta y estaba en la camilla del hospital donde trabajaba mamá, eso explicaría la picazón en la nariz. Deje de sentir murmullos luego de unos segundos y no pude escuchar nada más, todo volvía a ser negro y silencioso.

Tragué cuando estuve lo suficientemente consiente para sentir mi boca seca y darme cuenta que el tubo que atravesaba mi garganta no estaba y me hallaba con las suficientes fuerzas para abrir los ojos. Lo primero que ví fue la brillante luz blanca que me desorientó por un momento, alguien presionó mi mano.

— ¿Cómo te siente, Kagome? —la voz de mi madre me reconfortó enseguida. Estaba agradecida de tenerla junto a mí, de volver a verla.

— ¿A-Alguna vez… —mi voz sonaba horrible, era como si mis palabras se arrastraran por el suelo —te… ha pasado… un camión… por encima? —pregunté enfocando mis ojos en ella. Veía borroso pero pude distinguir su corto cabello castaño casi negro con su fea permanente y su ridícula gorrita blanca con una cruz en el medio. Me burle por años de esa gorra.

—No hasta el momento —contestó levantando una ceja. De seguro pensaba que estaba delirando.

—E-ent-tonces… no sabes como… m-me ciento —sonreí sintiendo lo tirante de mi piel. Recordé los pequeños rasguños que sufrí en la cara, así que ahora de seguro estaba con la cara repleta de parches —U-una mier-rda… aplastada.

—Así fue como quedaste luego de que te cayera ese estante encima. Por Díos, Kagome, no me des estos sustos de muerte —me regañó y apretó mas fuerte mi mano…

—Lo siento… —dije casi en un susurro, estaba agotada y quería dormir un poco más.

—Duerme un poco mas, cariño. Recupérate bien. Ya casi amanece.

El amanecer, el momento más odiado para mí del día. Pero ahora, solo por ahora, estaba feliz que poder verlo de nuevo.

Había muchas preguntas que tenia en esos momentos. Pero estaba tan cansada que no podía pensar con claridad, y lentamente la oscuridad me llevo lentamente.

|Nota autora:

Yep, editando ésta historia bastante antigua.

Ya saben, si les gustó pueden comentar, y si no, también pueden, no se corten. En el próximo episodio comienza la verdadera historia.