Rated: K+
Género: Romance
Aclaraciones: Mención de USUK.
palabras: 559 + Título

Panecillos

Panecillos. Siempre había aroma a panecillos recién hechos en casa de Yao, pues este amaba con fuerza cocinar, más si se trataba de platillos típicos en su casa. Sushi, Pasteles de Arroz blanco, Maisuri, de todo. Mas siempre había cierto ruso que se acababa todos sus panecillos, sin dejarle probar siquiera uno. Iván siempre iba a casa de Yao a divertirse un rato, para pasar unos momentos con su chino preferido, aunque ciertamente, iba más por los panecillos que por la presencia del chino. Cada sábado y domingo, eran días de panecillos, así que no podía desaprovechar, iba con la mayor rapidez posible a casa de Yao, y cuando este acababa de cocinar, se llevaba los panecillos en secreto, sin dejar que Yao pudiese probarlos siquiera. Sin duda alguna, su platillo favorito eran esos panecillos tan deliciosos que China solía hacer.
Pero un sábado por la tarde, cuando fue a casa de Yao, no lo vio cocinar, ni nada, sólo estaba tomando Té de Oolong, un té chino bastante famoso, que se bebía luego de comer para ayudar a la digestión. Iván pensó. ¿Y si Yao se los había comido? ¿Y si los escondió? O peor ¡¿Y si Yao ya no cocinaba panecillos? Buscó entonces por toda la casa, debía encontrarlos a como diera lugar, no se quedaría sin sus panecillos. En la cocina, en el sótano, en el ático, en el cuarto que compartía con Yao los fines de semana. Pero no, nada, no encontró panecillos por ningún lado. Decidió tratar de prepararlos él, buscó la receta de los benditos pastelillos chinos, mas no conseguía la receta. "Panecillos Británicos" apareció entonces, provocando que al ruso le diera un mareo de sólo pensar en la comida británica. ¿Fish&Chips? Quizá lo aguantaba, pero por favor ¡No los panecillos! Iván se rindió. Caminó hacia el chino, se sentó frente a él y, respirando hondo, hizo la pregunta prohibida.

- Yao… ¿Te comiste los panecillos?

- ¡¿Me crees glotón, aru? – Se rió el chino, dejando a Iván desconcertado. – No me los comí, baka, mira esto, aru. – Se dirigió hacia un armario que se encontraba en la sala, lo abrió y allí se encontraban los panecillos. El armario estaba colmado de ellos, el aroma invadió la casa.

A Iván un rayo de luz le iluminó la mirada, mientras sonreía con la mayor inocencia del mundo, no podía creerlo ¿Podría acabarse todo eso? Se dirigió al armario y lo comprobó, eran para compartir. Todos los países entraron entonces en casa de China, ¿De qué se había perdido? Todos traían regalos grandísimos, y una sonrisa en sus rostros, a excepción de América, a quien habían obligado a venir y comprarles regalos. Recordó entonces, ese día era su aniversario, llevaban 3 años de novios, y ese día se cumplían 4. Buscó en su bolsillo, todavía tenía la cajita que había estado guardando, esperando por el momento adecuado para proponerlo. Sonrió aún más. Se arrodilló frente al chino, tomó la cajita, y con una sonrisa, le propuso matrimonio.

- I-Ivan, aru… … -el chino casi lloró de alegría. – ¡Claro que sí, aru!

Iván lo recibió en sus brazos. De lo que no se habían percatado, era que Alfred y Arthur estaban solos en la sala de estar. Se escuchó otro grito, y todos acudieron al lugar de donde provenía, justo de donde se encontraban ambos países de habla inglesa. La escena era conmovedora: Alfred estaba arrodillado con Arthur a upa, quien lo abrazaba por el cuello con la carita escondida en su hombro, lloraba de alegría al igual que el chino, sonriendo y sonrojado por lo repentino de esa proposición, pues llevaban menos que el chino y el ruso, pero era demasiado el cariño entre ambos.
Luego de la doble boda del siglo, todos se echaron a reír. ¿Quién diría que unos simples panecillos podían unir así a dos parejas? Bueno, nadie sabe, quizá no fueron los panecillos, sino la magia que el amor puro otorgaba.