Advertencia: todos los personajes son propiedad intelectual de George R.R Martin.

Este relato participa en el reto "El Séptimo Arte" del foro [Alas Negras, Palabras Negras].

Cualquier crítica es bien recibida. Muchas gracias por leer.


Réquiem por un sueño

La nieve que cae susurra sus nombres, el legado que les arrebataste. La infinita blancura manchada por sus ojos de sangre te contemplan, conocedores de las palabras que pesan dentro de tu alma, luchando por romper tus labios y hacerte libre; deslealtad, traición, humillación. Quieres decirlo en alto, confesar las aberraciones que has cometido, liberarte de la verdad, pero el silencio vuela hacia ti de nuevo, arropándote con el dolor de todo lo que callas.

La vastedad que te rodea te devuelve sus voces calladas, envuelve los ecos perdidos a tu cuerpo hasta que forman parte de ti, hasta que ya no eres nadie, un fantasma sin nombre. Y aunque esgrimas tu apellido legítimo sabes que no te corresponde; no lo quieres, lo desprecias en secreto, porque si tu nombre fuese otro no habrías deshonrado el Norte, no habrías manchado con sangre las primeras nieves del otoño, esos ojos viejos y cansados, tallados en lo más hondo del bosque, no osarían mirarte, acusándote por los males que has creado, las vilezas acometidas que no tienen perdón.

Y sus lágrimas regarán tu memoria; sus palabras mecerán tus pesadillas, tiñendo de negro el negro que ya hay en ellas. Y tus logros sólo serán estúpidos sueños de primavera, esperanzas vanas de ser mejor cuando en verdad sólo caes y caes en una espiral de malas decisiones que atormentan tu mente y no te dan descanso, aunque sabes que tampoco lo mereces. Y culpas a otros por caer tan profundo en la oscuridad de tus actos, de la traición que escribes con sangre ante los dioses antiguos en los que has empezado a creer pues ellos responden a tus plegarias muertas, te devuelven la mirada, rojo como el deseo, como la venganza que planean, el castigo que mereces, para dar muerte a todos tus sueños y esperanzas. Y sabes que lo mereces, así que, a solas, perdido entre el rumor que cantan los árboles, aguardas al fuego que quemará tu alma, expiando todos tus pecados, devolviéndote la libertad de reunirte de nuevo con ellos, aquellos que una vez fueron extraños y que ahora no son más que recuerdos que llaman a tus ojos las lágrimas que en secreto olvidas que derramas.