Notas de autor: Espero que la historia sea grata y amena, que nunca se queden decepcionados o aburridos de un capitulo y que lean todos los capítulos! Gracias por leerle, les amo. Les agradecería mucho un comentario, eso me motivaría mucho seguir la historia.

Recuerden que Mr. Rochester es propiedad de la maravillosa escritora Charlotte Brontë, que Mr. Lefroy es propiedad de... Bueno el personaje no es mio ni tampoco lo son los lugares y demás personajes mencionados en la historia, por eso es un fanfiction y obviamente no busco lucrar.

"Yo era el invierno de mi vida y el hombre que conocí a lo largo del camino era mi única verano"

Por cuarta vez en esa noche, el viento lo había despertado, separando el fino dosel de algodón de su cama se sentó en el borde de la misma, la habitación tenia un gusto fúnebre, lóbrego y nostálgico, el aire era pesado y la única entrada de claridad en su habitación era la escasa luz de luna que las pesadas cortinas dejaban entrever, decidió que no iba a ser posible volver a conciliar el sueño así que simplemente se sentó en la rígida silla que se encontraba al lado de su cama, encendió las velas de un candelabro en la encimera y se dedico a reposar su mente y dejar que su vista vagara libremente por la habitación.

Trato de recordar como era que había terminado así, solo, en una gran mansión llena de nada, censurado por las paredes y por sus propios pensamientos dolorosos y amargos, había tomado la despreciable costumbre de repeler toda clase de felicidad que le fuera facilitada, cuando había un maravilloso y soleado día, se encargaba de que Mrs. Fairfax ordenara tapar las ventanas de su habitación, único lugar que se había dedicado a habitar desde que le fueron liberados los cerrojos de su única atadura, su demonio personal había muerto, Bertha Antoinetta había sido escoltada por la muerte a un lugar que él deseaba conocer pronto, no por la tristeza de haber perdido a su esposa, en absoluto, simplemente no encontraba gusto alguno en continuar con su vida vacía y monótona, el único lucero en el tortuoso camino de su vida era Adele, su protegida.

Y ni siquiera ella le prestaba tanta atención y lo evitaba, anticipándose a su mal humor y a su constante borrachera.

Una tenue y nublada luz de sol comenzó a asomar por entre la cortina en el momento en que volvió en sí, no sabía si había dormido o si simplemente el rumbo de sus pensamientos acelero el tiempo, se levanto y asomo por la puerta, llamo a Mrs. Fairfax y le ordeno que preparara la ducha, 15 minutos después se encontraba en el baño desnudo frente a un gran espejo de cristal, se notaba más delgado y demacrado, las pequeñas pero presentes cicatrices de quemaduras en la parte inferior de su torso eran su recordatorio de lo sucedido aquella fatídica noche.

Se metió en la tina y comenzó a beber el whiskey de su taza al lado de la tina, sintiendo como el agua tibia y el whiskey embotaban sus pensamientos, se preguntó a que hora llegaría el abogado enviado del señor Langlois. Bajo al comedor casi completamente borracho, la señora Fairfax solo le dedico una mirada recelosa mientras le servía un lujoso desayuno, Edward notó que Adele se empeñaba en pasar desapercibida en el comedor, como si esperara que él estuviera suficientemente borracho como para no darse cuenta de su presencia o lo suficientemente sobrio como para ignorarla como usualmente hacía, fue entonces que Edward empezó a entender que la niña pensaba que él era desagradable, y eso le dolió, por mucho que no lo demostrara, la quería, solo no se sentía listo como para demostrarle nada a nadie. Cuando casi hubo terminado de remover su comida con el tenedor, apenas había probado bocado y vio a la señora Fairfax acercándose a el.

- Ha llegado el señor Lefroy, ¿le hago pasar a la sala?-

- Me gustaría atenderlo en mi despacho.- Dijo Edward de un modo casi ininteligible debido a su borrachera.

- Como desee.- Y la señora Fairfax desapareció por lo puerta del comedor.

Como pudo se levanto del comedor y se tambaleo hasta la puerta de su despacho, inspiro fuertemente, decidido a hacer lo que correspondía, y abrió la puerta.
Dentro de la iluminada habitación, con finos muebles decorativos y un gran escritorio de roble tallado a mano, además de numerosos libros con encuadernaciones de piel, se encontraba un hombre más bajo que él, cabello oscuro, espaldas amplias y un porte estudiadamente elegante, no podía verle la cara ya que estaba de espaldas, aún así pudo adivinar un rostro joven, tal vez unos 5 años menor que el.

El joven al escuchar que se abría la puerta del despacho volteo de frente a él, y en su embriaguez solo pudo pensar que además de joven era "atractivo", con esos carnosos labios rojos, esos preciosos ojos de un azul tan claro que le recordaba al cielo en uno de esos maravillosos días sin nubes, sus facciones delicadamente masculinas, y la manera en que su cabello rebelde le envolvía como un aura.

Desecho el pensamiento de inmediato y se adelanto a saludarlo. - Bueno días señor Lefroy, como ha estado el viaj...- Se tropezó con su propio pie y solo pudo ver como el suelo se acercaba vertiginosamente a su cuerpo, azotándolo contra el, solo pudo ver la alarma en el semblante del señor Lefroy antes de quedarse dormido.

Cuando despertó se encontraba en su habitación, con el hedor de una embriaguez pasada, recordó como era que había llegado a ese punto, y sintió una punzada de la más fría vergüenza al recordar la cara de Mr. Lefroy al verlo caer precipitadamente al linóleo de su despacho, reflexiono en que fue muy imprudente haber bebido hasta tal punto.

Afuera el sol se estaba poniendo, lo que quería decir que había dormido casi todo el día, tenia un dolor de cabeza que se sentía como si algo hubiera explotado en esta y en lugar de cerebro hubiera un yunque de hierro solido, salió de su habitación y llamo a la señora Fairfax.

- Se ha ido, se va a hospedar en la posada del pueblo, ha dicho que vendría mañana a primera hora, esperando verlo mejorado.

-¿Le has propuesto que durmiera aquí?

- Naturalmente, pero se ha negado tanto que termine por dejarlo ir, ¿hice bien?

Rochester no respondió a la pregunta de Mrs. Fairfax, aún habiendo dormido todo el día se sentía abatido, y adolorido, hasta que estuvo de nuevo desnudo en el espejo, se fijo en el pequeño hematoma que había en su brazo y encontró la explicación de por que le dolía la cara, tenia una pequeña parte rojiza en su pómulo. Mientras el agua caliente abría sus poros, pensó en que le hubiera gustado mucho haber conocido al señor Lefroy ese día. Recordó sus facciones, su marcado porte y pensó que ese hombre era decididamente afable.

...

Sentado en su alcoba de esa fría y vieja posada, con una taza de té calentándole la cara, Mr. Lefroy se encontraba escribiéndole una carta a su tío, el señor Langlois, acerca de su llegada a Thornfield House, decidió dejar de lado escribir acerca de la pobre impresión que le había dejado el señor Rochester, y se dedico a escribir como había sido el viaje y a prometerle a su tío que arreglaría el asunto con el señor Rochester rápidamente, y la verdad es que deseaba volver de inmediato a Londres.
Le gustaba el campo, poder respirar aire puro y sin hedor, poder ver los campos que con el atardecer se tornaban color ámbar oscuro, la gentileza de la gente, pero pensó que arreglar el asunto del testamento del señor Rochester no iba a ser una tarea delicada ni satisfactoria, por lo que sabía, Mr. Rochester había enviudado hacia un par de meses, era déspota, grosero, arrogante y ahora después de lo sucedido en la tarde, pensaba que también era alcohólico.

Simplemente no podía entender por que su tío no había enmendado aquella tediosa tarea a otro abogado, el ya tenía demasiado trabajo en Londres como para además encargarse del testamento de un alcohólico que no podía ni sostenerse por su propio pie.

Recostado en la silla de su alcoba, sin poder dejar de pensar en la pesada voz inundada de whiskey de aquel señor, pensó que Mr. Rochester era decididamente desagradable.