Recuerdos
Cap1
"Un comienzo, con finales..."
Es
una bonita tarde, todo tranquilo y nada que salga de lo habitual. La
verdad es que este tipo de vida me aburre y mi madre lo sabe bien, el
otro día se lo dije.
-Mamá
quiero irme de casa- le dije
mientras ella encintaba el caballo para ir a la ciudad.
-¿Por
qué?- dijo sin darme mucha
importancia.
-No me gusta
lo habitual y tranquilo de esta casa...-expliqué,
ella terminó y se subió al caballo, me miró con una cara
seria.
-No podrías vivir
sin estas comodidades, además tus hermanos necesitan de ti, es tu
deber como hermana mayor cuidarlos a ellos-
Ese
fue el fin de la discusión, me acuerdo que la maldije de mil y un
maneras en mi interior, adoraba a mis hermanos, Pamela estaba en una
edad avanzada con sus 16 años, los gemelos Nathan y David eran unos
hombrecitos de 13 y la menor de todos Esmeralda de 6 añitos abrasaba
a todo quien se le cruzara.
Sus abrazos se extrañan, al igual que
el alboroto de los gemelos y la sobreliada de mi hermana, pero ahora
ya no volverán, ni tampoco los regaños de mi madre. Todo por culpa
del libertino de mi padre, un capitán de barco que refugiaba a los
rebeldes en nuestra casa, la autoridad al enterarse de esto irrumpió
en nuestra casa y mató a los rebeldes junto a mi padre en frente de
los inocentes ojos de Esmeralda, nos llevaron al resto como esclavos
del conde Daris como paga por nuestra rebeldía.
De los malos
tratos y sobreexsigencias mi madre decidió, sin mi consentimiento,
matar a mis hermanos para acabar con su inocente sufrimiento; cuando
volvía de mi trabajo los vi. Tapados por una manta blanca recostaron
en la cama y mi mamá agarrandoce la cabeza de manera brutal con la
escopeta en sus pies me dio pavor y un sufrimiento inmenso por perder
a mis hermanos.
-La
escopeta se trancó- me dijo
con la cara ensalzada en lágrimas de desesperación.
Una parte de
mi ser entendió el por qué de su actitud pero otra parte lo
repudiaba, mi padre siempre nos decía "Nunca de los nunca debes
dañar a tu familia", al parecer mi madre no lo había
recordado.
Tres meses después mi madre murió, quedando sola en
aquel lúgubre mundo de estratos sociales que honran y humillan a la
gente sólo por su aspecto y pertenencias. Un día el hijo del Conde
bajó hasta mi habitación con una ancha sonrisa, yo hablaba con él
cuando me lo pedía pero jamás sentí un lazo afectivo hacia él.
-La
revolución ha terminado ¡Eres libre!-
no me imaginaba cómo se las arreglaría el conde para vivir sin
criados.
- ¿Y?
-dije en tono indiferente- El
estado no me devolverá a mi familia, ni remunerará el daño y
sufrimiento que me han hecho -
después de esto salí del lugar, ni siquiera me di vuelta para mirar
si me seguían ni despedirme del conde.
Me dirigí directo al
establo, el Conde como consuelo por la muerte de mi familia me había
regalado un caballo negro, monté Timonel
y me fui de la hacienda con algunas monedas, la escopeta y el mal
recuerdo del lugar.
