Vuelve a las raíces
Prólogo
Había gritos, ella sufría. Kami, tenía que entrar, no podía estar esperando afuera como un idiota dando vueltas y vueltas, haciendo un agujero en la tierra porque no podía hacer nada más. Y tan pronto daba un paso para entrar a la cabaña y acompañar a su mujer en esos momentos, el Houshi le impedía pasar.
-estás demasiado nervioso, si entras empeorarás las cosas, Inuyasha, la señorita Kagome podría sentirse aún más insegura-le dijo. Miroku estaba justo enfrente de la entrada, impidiéndole el paso. ¡Maldita sea!
Gruñó.
-tranquilízate, que sea primeriza no significa que no lo hará bien-Miroku mantenía su rostro pasivo. Ya estaba acostumbrado después de todo, él ya tenía dos hijos, ya había pasado por ese momento. ¡Pero él no!, él no sabía nada de esto, nunca había pensado en la posibilidad de tener que pasar por ese momento, pero lo vivía y a cada paso se ponía más nervioso.
Y como una bendición escuchó el llanto de un bebé, justo en el momento en que la noche y el día se hacen uno, justo antes del amanecer, solo cuando podía ver unos rayos de sol pasar por las montañas. ¡Kami!. Caminó a zancadas hasta quedar frente a la entrada, Miroku se había apartado y esperaban.
-¡felicidades, amigo, es una niña preciosa!-Sango salió de la cabaña junto a Kaede, ambas cubiertas de sudor y bastante cansadas.
-¿puedo…?-fue lo que logró articular en ese momento.
-¿Qué si puedes pasar?-dijo la anciana sacerdotisa-¡por supuesto que puedes pasar, eres el padre!-Inuyasha notó un tono bastante molesto… ¿la pregunta, o casi pregunta, había sido tan estúpida?
-no hablen mucho, la señorita Kagome debe descansar, estuvo toda la noche así, tiene que recuperar energías-le advirtió el houshi. ¡Sabía que ella debía descansar, no tenían por qué decirle nada!
Inuyasha corrió un poco la cortina y entró nervioso, pero feliz, realmente feliz. Kagome estaba sentada en su futon, dando de comer a la recién nacida. Ella sacó la mirada de su retoño y la dirigió a él, le sonrió dulce y tranquila, aún estaba llena de sudor, cansada y olía a sangre, pero sabía que eso era normal en estos casos. Él se acercó rápido hasta donde estaba ella y se sentó a su lado, observando su creación, el fruto de su amor que ahora simplemente chupaba el pecho de su madre, demandando comida.
-es hermosa-dijo Inuyasha con un tono soñador en su voz-es preciosa, mi amor-le dijo y luego besó su frente. Kagome soltó un suspiro largo cuando sintió el contacto de los labios de él.
-nuestro fruto, nuestro bebé, nuestra niña-decía Kagome. La pequeña criatura envuelta en una manta dejó de succionar y abrió la boquita pequeña, haciendo un ruido chistoso. Los dos rieron cuando vieron a su retoño sacar la lengua a ambos.
-pequeña bribona-comentó Inuyasha tan suave y dulce como nunca se lo hubiera escuchado hablar.
-¿quieres cargarla?-preguntó con la voz algo apagada, estaba cansada. Inuyasha asintió y con manos temblorosas recibió a su hija, la acurrucó en sus brazos y le sonrió mientras ella solo movía las manos lentamente y abría la boquita. Kagome se dejó caer en futon con los ojos cerrados y sonrientes-¿Cómo le llamaremos?-preguntó cuando volvió a abrir los ojos y se encontró con la mirada de su hombre.
-¿Qué nombre le pondrías?-le dijo suave y pausado.
-¿te parece Sora?-dijo ella. Inuyasha lo pensó un momento y luego sonrió más amplío.
-Sora… me encanta-dijo él. Kagome soltó una traviesa risa y volvió a cerrar los ojos, ésta vez para quedarse dormida.
Inuyasha acarició el cabello de su mujer mientras dormía y miraba con un brillo paternal a su pequeña hija, a Sora, que dormía entre sus brazos también. Era el mejor día de su vida.
-¿Qué quieres decir con eso?-Inuyasha alzó la voz sobre la de la anciana. Kagome estaba callada y mecía a la pequeña para que terminara de quedarse dormida.
-tranquilízate, Inuyasha-le dijo ella-escúchame, tú hija, la pequeña Sora, es hija de un hanyou y una sacerdotisa, su poder será increíble y provechoso para ambos bandos, bien y mal-repitió-su vida correrá más riesgos de lo que tú y Kagome pensaban-
-pero es pequeña, no conoce su poder-habló Kagome, visiblemente afectada.
-lo conoce, Kagome-acotó Kaede mientras avivaba un poco más el fuego-Sora, al nacer, expelió un gran poder sobrenatural y espiritual, eso atrajo la atención de muchos monstruos, ténganlo por seguro… ellos la buscarán y si en algún momento llegan a atraparla es posible de que este mundo deje de existir-
Kagome atrajo a su pequeña más contra sí mientras Inuyasha la rodeaba con un brazo.
-pero… ¿Cómo es posible?-dijo ella.
-Kagome, niña, escúchame, tu hija correrá riesgos si se queda aquí… no puede haber paso entre ambos mundos-a Kagome se le llenaron los ojos de lágrimas-posees la Shikon no Tama, la cual ya es riesgoso tener, imagínate ahora que tienes una hija con poderes extraordinarios… ¡serán un imán!-
-¿entonces lo que quieres es que Sora reniegue sus poderes?-habló Inuyasha.
-es la única opción, ella debe alejarse de este mundo y sellar sus poderes, es demasiado peligroso que sepa usarlos-
-¡pero si el sello se rompe ella no será capaz de controlar su poder, podría hacerse daño!-exclamó Kagome. Inuyasha le dio unas palmaditas en la espalda.
-no hay otra manera, es mejor correr ese riesgo-le contestó de manera solemne-es pequeña, no podrá defenderse y ustedes no aguantarán siempre-
-¡no podemos hacerle esto!-exclamó Inuyasha, estaba enojado.
-¿piensas dejar que tú hija corra tanto peligro?-Inuyasha se quedó callado. Él no quería que nada malo le pasara, pero tampoco aceptaba el hecho de que su hija jamás supiera quién era en realidad y mucho menos el de tener que separarse de ella-¿Cuándo pensabas decirnos esto?-le dijo ronco y serio.
-tuve la intención de decírselos el mismo día de su nacimiento-contestó lentamente-pero llevaban tan poco tiempo juntos, decidí que era mejor esperar a que compartieran-
-¡¿Desde cuándo eres tan hipócrita, Kaede?! -gritó Inuyasha. Sora comenzó a llorar. Kagome la meció en sus brazos, calmándola.
-lo siento mucho, muchachos-fue lo último que dijo esa noche. Ambos estaban destrozados. ¿Realmente era la única manera? Se preguntaban constantemente.
Kagome se volteó justo en frente del pozo, sus ojos buscaban a Inuyasha en esa noche oscura y peculiarmente peligrosa. Escuchó como Kirara mordía y rasgaba, y el hiraikotzu de sango atravesar algunos monstruos, oía a Miroku lanzar pergaminos, conjuros y sellos, pero no oía a Inuyasha ni lo veía por ninguna parte. Se estaba desesperando.
Y como si hubieran leído sus pensamientos él apareció corriendo con Tessaiga en la mano derecha.
-¡Inuyasha!-llamó ella. Él se detuvo frente a ella y guardó su espada.
-Kagome…-dijo él y acto seguido ambos se abrazaron, acurrucando a la pequeña entre ambos.
-no es justo…-dijo ella mientras dejaba escapar lágrimas de sus ojos.
-lo sé-le dijo mientras besaba su rostro.
-ven conmigo… ven conmigo, Inuyasha, por favor- suplicó.
-debo quedarme, Kagome-le dijo él. Dolía tanto esa despedida- las protegeré desde aquí, ganarán tiempo si algo malo pasa-
-no hables así-le dijo mientras se limpiaba el rostro bruscamente.
-es una posibilidad, Kag-le dijo-escucha, cuando selles el poso estarán fuera de peligro, pero eso no significa que más adelante intenten romper el sello, yo estaré aquí para impedirlo… pero si fallo…-
-¡no!-exclamó ante la abrumadora posibilidad de que él cayera muerto.
-…pero si fallo tú serás la próxima en resguardarla-le dijo-ya eres fuerte, pero ahora debes armarte de valor… algún día nos volveremos a ver, mi amor, lo prometo-le decía para consolarla.
-todo esto es injusto… justo ahora que tenemos una familia…-decía hipando.
-lo sé… lo sé, pequeña-le dijo mientras acariciaba su cabello-pero si algo les pasa… yo me muero…-le dijo y depositó un beso en la frente de su mujer, luego se dirigió a su hija y acarició su cabecita pequeña de la cual solo salían pelusas de cabello.
Se escuchó un atronador golpe, Sango entró al claro subida en Kirara, Shippou le ayudaba quemando a los monstruos más próximos. Miroku le siguió a la carrera, evitando que se acercaran más al pozo.
-ya es hora…-habló Inuyasha. Kagome asintió.
-¡no aguantaremos por mucho más!-exclamó la exterminadora mientras volvía a lanzar su boomerang.
Inuyasha sacó rápido de entre su hakama un collar, en él había un colmillo.
-es uno de mis colmillos, no se desgastará con el tiempo, si algo pasa… el colmillo reaccionará y se convertirá en espada-le explicó lo más rápido posible-si su sello se rompe… si Sora descubre quien es, el colmillo sellará parte de su poder hasta que sea controlable por ella-
Kagome extendió su mano derecha, allí, Inuyasha dejó el pequeño regalo.
-estaré contigo siempre-le dijo-si tenemos suerte quizá el Goshimboku aún sirva de conexión-
Kagome se limitó a mirarlo y a grabar sus facciones, no sabía cuánto tiempo iba a estar lejos de él, tampoco sabía si alguna vez lo volviera a ver.
-tienes que irte…-le dijo al final y le dio la espalda. Kagome intuyó que él no quería que lo viera afectado.
-te amo… algún día estaremos juntos-dijo con un tono más esperanzador. Inuyasha volvió a sacar su espada. No volvió a verla a los ojos, simplemente sintió el movimiento tras él, sabía que había saltado, su aroma se perdió en las profundidades del pozo devora huesos.
Kagome dejó que sus rodillas se flexionaran, cayó al suelo, no había luz natural allí adentro, solo un techo oscuro, estaba del otro lado del pozo. Dejó que sus lágrimas corrieran por su rostro sin ataduras ni compromisos y tras un tiempo indeterminado volvió la vista hacia arriba y se levantó. Ahora tenía el ceño fruncido, estaba decidida.
Dejó a Sora cerca de ella, aún dormía y no se daría cuenta de nada. Kagome entrelazó sus manos y comenzó a rezar. Su aura apareció alrededor de ella mientras rezaba y pronunciaba palabras extrañas. Fue rápido realmente, un pequeño círculo de símbolos se formó entre el pozo y ella, rodeándolos, una pequeña descarga eléctrica y el pozo estuvo sellado. Kagome tomó la cubierta y la puso donde antes estaba, sellando la salida, en ella puso dos pergaminos entre rezos como segunda protección y luego dejó que sus manos colgara un instante antes de percatarse de que su pequeña empezaba a moverse entre la manta.
Tomó a Sora entre sus brazos y le cantó una dulce nana mientras salían de la pagoda. Kagome debía asegurarse de que Sora creciera como una humana cualquiera aunque a ella misma le doliera. Ella nunca se había sentido tan sola como en ese momento, solo le preocupaban dos cosas: El porvenir de su hija y el destino de su amado Inuyasha.
Once años después…
Continuará...
¡Hola gente bonita! Aquí traigo mi segundo fanfics de Inuyasha, ojalá les haya gustado el prologo porque a mi si, eso es obvio si soy la autora, espero reviews. ¡Vivan las historias!
