iNTROMISIONES
I: PRÓLOGO
Rodorio, Grecia
Durante los primeros días de la guerra santa del siglo XVIII
Las campanas de Rodorio seguían sonando tristemente cuando Agasha regresó del Santuario de Athena, y durante toda la tarde y el resto de la noche. Agasha no pudo dejar ir a Albafica así. Simplemente no pudo. Había seguido y acompañado al santo de Aries, Shion, mientras llevaba el cadáver de regreso a su hogar, donde sería enterrado igual que los otros santos que habían caído en el reciente ataque a Atenas por los espectros de Hades, liderados por el juez de Grifo.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de la chica cuando llegó al arco de la entrada del pequeño pueblo y escuchaba con cada vez más fuerza las campanadas de la Iglesia, que no habían dejado de sonar en honor al santo dorado, quien había caído protegiendo el pueblo, y protegiéndola a ella.
Agasha no se atrevió a cruzar el arco de la entrada al pueblo. Lágrimas de horror y de tristeza volvieron a surgir profusamente de sus ojos, y la chica le dio la espalda a la puerta del pueblo, yendo en vez de ello rápidamente al lago. Quería estar sola. ¿Su padre? Había sido herido, pero había sido rescatado, y ya estaba descansando a salvo.
La chica llegó a la orilla del lago y se dejó caer bajo uno de los árboles, frotándose repetidamente los brazos, y mirando tristemente los lindos reflejos azules en la superficie del agua del lago. Casi como…
-Albafica- dijo en voz alta, antes de poderse contener- ¿porqué?-
¿Qué sucedía cuando alguien moría? ¿Desaparecía, y dejaba de existir? No, ahora sabía que bajaban al reino de Hades, y eran juzgados por uno de los tres jueces. Bueno, dos ahora. Y como los santos de Athena eran los enemigos de Hades…
Agasha encogió las piernas, y abrazó sus rodillas contra su pecho. ¿Albafica estaría bien? Había muerto cumpliendo con su deber, defendiendo el Santuario de un ataque, protegiendo a la humanidad de los espectros de Hades hasta las últimas consecuencias. Y sería juzgado por su esfuerzo y lanzado quizás a algún castigo.
Y hablando de castigos, ¿qué iba a hacer ella?
Se mordió el labio, y encogió aún más las piernas. Si su padre llegaba a enterarse de lo que había sucedido, de que ella y Albafica… no, no quería ni pensarlo. No podía volver a su casa. No podía ni siquiera avisarle a sus amigos donde estaba, o que estaba sucediendo. Si alguien se enteraba sería el final para ella y para la criatura.
Suspiró, y apoyó la barbilla sobre sus rodillas. ¿Qué podía hacer para ocultar su embarazo? Si su familia llegaba a enterarse, la matarían con sus propias manos. Pero ella era una chica, y no podía ir demasiado lejos.
Cerró los ojos y suspiró, poniéndose la mano sobre su vientre. Albafica. No podía creer que su santo dorado ya no existiera. La chica tembló levemente, pero se concentró en pensar cosas más lindas. Respiró hondo, recordando las pocas pero inolvidables noches que había pasado junto al santo dorado.
No me toques, le había dicho cuando recién se conocieron. La chica sonrió inconscientemente, a pesar de que sentía el corazón pesado y su rostro empapado de lágrimas. No me toques se había convertido en la regla durante las primeras veces que los dos se encontraron, regla que el mismo Albafica no tardó en romper.
Agasha se frotó los hombros de nuevo, recordando como se sentía esas noches que había dormido en los brazos del apuesto santo de Piscis, embriagada con su dulce aroma.
Y de pronto, el ruido de las campanas la sacó de sus pensamientos. Esta vez no eran las campanas de la iglesia del pueblo, sino eran las pequeñas campanas del convento a las afueras de Rodorio. La chica levantó la vista hacia el convento y sonrió ampliamente.
Sí, eso podía hacer. Desaparecer en el convento. Las monjas protegerían su secreto, y la protegerían a ella hasta que naciera la criatura. No dejarían que nadie le hiciera daño. Sonrió levemente. Seguramente Albafica aprobaría de su decisión.
Agasha se puso de pie y comenzó a caminar hacia el convento con decisión. Por su propio bien, y por el bien de su hijo no nacido, tenía que desaparecer de Rodorio. Se detuvo en la entrada del convento, y llamó a la puerta. No pasó mucho tiempo cuando la puerta se abrió, y apareció una monja.
-Bue… buenos días- dijo Agasha.
-Buenos días, hija- dijo la monja- ¿en qué te podemos ayudar?-
-Yo… lo que pasa… hubo un…- comenzó Agasha, pero sacudió la cabeza y respiró hondo- hubo un ataque en Rodorio. Un espectro de Hades y un santo de Athena-
La monja pareció alarmarse.
-Ambos… ambos murieron- continuó la chica- y yo…-
-Oh, ¿necesitas un sitio donde quedarte, hija?- dijo la monja- ¿qué sucede?-
Agasha se ruborizó. La buena hermana parecía poder leer entre líneas. La chica se llevó su mano a su vientre, y la monja pareció entender.
-Oh, comprendo- dijo la mujer, haciéndose a un lado y señalando el interior del convento- pasa, hija, te ves un poco pálida. Ya que descanses nos contarás todo-
Agasha sonrió, agradecida.
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Convento a las afueras de Rodorio, Grecia
Seis meses después de la Guerra Santa del siglo XVIII
¡Pero que atrevimiento era ese? La malagradecida de su hija le había ocultado su embarazo por todos esos meses, dejándolo preocupado por su suerte, finalmente había tenido al bastardo de un santo de Athena, y encima de todo se negaba rotundamente a abandonar al mocoso y regresar a casa con él para rehacer su vida.
El hombre golpeó la puerta del convento con su bastón, y comenzó a alejarse de él y caminar rumbo al pueblo, a menos de un kilómetro de ahí.
Bah. Peor para ella, se quedaría a vivir para siempre con las monjas, si es que ellas querían admitir a una chica tan indecente como su hija. ¡Jamás se hubiera imaginado que Agasha se hubiera convertido en la amante de Albafica de Piscis! La sola idea le causaba nauseas al hombre. ¡En su familia siempre había mujeres decentes! Y ahí iba su hija a portarse como una… ¡ah! No podía ni siquiera pensarlo.
El hombre apresuró el paso. No iba a dejar las cosas así. Iba a buscar al magistrado para asegurarse de que nadie en el pueblo nunca abriera sus puertas a Agasha. En lo que él respecta, Agasha ya no era su hija, y ese bastardo de ella no era más que una molestia.
No podía creerlo de Agasha. Y antes de salir, la maldijo, a ella, al mocoso y a los hijos que fuera a tener, y le dijo que un día uno de sus descendientes iba a pagar lo que ella acababa de hacer.
-Quizá no lo pague ella, y quizá no lo pague ese mocoso asqueroso- dijo el hombre mientras llegaba a la entrada a la ciudad de Rodorio, pero algún día esa afrenta se vengaría, y él celebraría el desenlace desde el Inframundo.
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Narvik, norte de Noruega
Año 1 antes del nacimiento de Athena
Minos dejó escapar un enorme bostezo sin ninguna vergüenza, que hizo reír a carcajadas a su prima Jorunn. El pequeño se rascó la espalda. ¡Vaya que esos trajes formales eran bastante incómodos! Él solo había ido por el pastel, y lo habían ofrecido voluntario para llevar los anillos y quien sabe que más.
-Aww, que lindos se ven Minos y Jorunn- el chico albino escuchó comentar a una de las tías más viejitas- parecen hermanitos-
Minos puso los ojos en blanco. ¡Como odiaba esas reuniones familiares! Pero no tenía más opción. Ese día, la hermana mayor de Jorunn, su prima llamada Gerda, se casaba. Y como era de esperarse, toda su familia se había vuelto loca, organizando una boda en la que parecía que habían echado la casa por la ventana.
Durante la ceremonia, Minos vio con una expresión aburrida que los novios se tomaron de las manos. Tenía que admitir que su prima se veía muy linda, con ese vestido, y el novio tampoco se veía nada mal. La música era ensordecedora.
-¿Uh?¿mande?- dijo Minos, parpadeando y regresando a la realidad.
-Que es hora de entregarles los anillos- rió Jorunn, burlándose de la distracción de su primo- anda- añadió, dandole un empujón para que se acercara. Minos sonrió algo apenado y se acercó, para entregar los anillos a los novios. Gerda sonrió y los tomó, mientras que el novio le revolvió los cabellos amistosamente.
Minos miró a su alrededor. Las tías viejas sonrieron y acercaron sus pañuelos a los ojos, en un extraño gesto, para que pareciera que estaban llorando conmovidas. El niño albino puso los ojos en blanco, fastidiado. Luego miró a Jorunn, quien le sacó la lengua, y Minos sonrió.
La recepción de la boda fue un poco más interesante. Los padres de Gerda y del novio intercambiaron espadas, lo cual era al parecer una antigua tradición vikinga que los noruegos seguían.
Jorunn se acercó a él y le dio un leve codazo en las costillas.
-Ouch… ¡Jorunn!- se quejó el niño.
-Despierta, Minos- dijo la chica, burlándose de él. Su prima tenía largos cabellos rubios, casi blancos, y piel tan blanca que por poco podía pasar por albina. No lo era, pues sus cabellos y sus ojos tenían suficiente color, pero a primera vista ella parecía su hermana.
-No te burles- dijo Minos, inflando las mejillas- ésta parte de la ceremonia me gustó, cambiar las espadas-
Jorunn sonrió, y abrazó a Minos por la espalda. El niño sonrió.
-Vamos, escuché que mandaron traer muchos chocolates- dijo la niña, tomando a Minos de la mano, y llevándolo hacia el comedor.
La madre de Minos se cruzó de brazos y sonrió con ternura. Esos dos chicos eran inseparables. La mujer regresó a sus asuntos, sin siquiera imaginarse que los dos morirían en menos de un año.
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Año 9 del Nacimiento de Athena
Verona, Italia
Lucca estaba vigilando a Aria mientras la pequeña se encontraba en el jardín, plantando algunas flores. El chico puso los ojos en blanco. Su hermanita estaba desde el cabello hasta los pies llena de tierra. Si su mamá la viera, la iba a regañar. Se inclinó hacia delante y sacudió la cabeza de Aria, quitando parte de la tierra de sus cabellos.
-¿Qué haces, Aria?- dijo Lucca.
-Estoy plantando geranios- dijo Aria, volviéndose hacia él y mostrándole las coloridas flores- mira, son muy lindas. Estoy segura de que a mamá les gustará-
-Mamá se va a enojar si te ve toda sucia- dijo Lucca, sacudiendo la cabeza.
Aria iba a decir algo más, cuando ambos hermanos escucharon un portazo en la casa vecina. Los dos se volvieron para ver de donde venía el ruido, y se dieron cuenta que se trataba de su vecina. Sofía Lombardi era amiga de ambos chicos, y como Lucca, también vivía con diabetes.
-¿Sofi?- dijo Aria antes de que su hermano lo dijera. La chica se levantó y se apresuró hacia su amiga, quien había salido de su casa hacia el patio y se había ovillado en una esquina. Los hermanos habían brincado la pequeña cerca que dividía los patios de ambas familias, y se acercaron a la chica pelirroja, y Aria aprovechó para abrazarla.
-¿Qué sucede, Sofi?- dijo Lucca.
Sofi estaba entre molesta y triste. Comenzó a contarles lo que había pasado. Sus padres se habían vuelto a pelear, y su padre, Vincenzo Lombardi, había decidido que se iría de la casa a vivir por su cuenta. La madre de Sofi, por supuesto, estaba lívida de furia, pero durante la pelea ambos se habían olvidado de su hija. Ese año, Sofi iba a entrar a la universidad, y si sus padres se peleaban, quizá no podría hacerlo. Para ir a la universidad se requiere dinero, de todos modos.
-No te preocupes, Sofi- dijo Aria- conseguirás una beca y seguirás tus sueños…-
-O te puedes quedar aquí con nosotros, y… ¡ouch!- comenzó a decir Lucca, pero se interrumpió cuando su hermana lo pateó- ¿qué dije?-
-No les hagas caso- dijo Aria sin mirar a su hermano, con su vista fija en Sofi- no necesitas a tus papás para cumplir tus sueños-
Sofi sonrió.
-¿Sabes que es difícil tomarte en serio cuando estas cubierta de tierra?- dijo Sofi, comenzando a reír.
Aria infló las mejillas, haciendo reír a Sofi y a su hermano. Cuando Lucca iba a decir algo, el chico comenzó a escuchar a su mamá gritando su nombre. Sabiendo que era imposible de ignorar, Lucca se despidió de su hermana y de Sofi, y se apresuró a entrar a la casa. Las dos chicas se quedaron mirando a Lucca hasta que desapareció. Sofi sonrió levemente.
-Lucca todavía…- comenzó la chica pelirroja.
-Lo sé- dijo Aria, dejando de sonreír- créeme que nada me haría más feliz si llegaras a decirme que vas a ser mi hermana. Pero sé que que eso no te hará feliz. Algún día Lucca lo entenderá-
Sofi sacudió la cabeza. Ya había perdido la cuenta de las veces que Lucca se le había declarado, y ella había tenido que (muy amablemente) rechazarlo. Si aún iba a la casa de los Rossini era para ver a su amiga Aria.
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Dentro de la casa de la familia Rossini
Lucca puso los ojos en blanco cuando su madre lo llamó para hablar con él, pero al llegar a donde ella se encontraba se detuvo en seco y alzó las cejas, preocupado. No solo su mamá, sino su papá también estaba en la sala. Ambos tenían una expresión sombría en los ojos, que hizo que se alarmara.
-¿Mamá?¿Papá?- dijo Lucca- ¿qué está pasando?-
-Tenemos que hablar contigo de un asunto muy serio- dijo el señor Rossini, quien rara vez estaba en la casa, sino que pasaba la mayor parte del tiempo en el vivero. La señora Rossini asintió repetidamente y le señaló el sofá.
-¿Estoy en problemas?- preguntó Lucca- porque si se trata de Sofía, yo…-
-No se trata de la niña de los vecinos, hijo- dijo el señor Rossini- hay algo importante de lo que tenemos que hablar-
Lucca se cruzó de brazos, indicando que estaba escuchando.
Y fue entonces cuando los padres de Lucca comenzaron a explicarle lo que había pasado hacía más de doscientos años. Los santos de Athena, y la guerra santa contra Hades en el siglo XVIII. Comenzaron a contarle sobre uno de los santos más poderosos de esa época, Albafica de Piscis, y como había muerto a manos de uno de los espectros de Hades, el juez Minos de Grifo. Cómo Albafica había muerto intentando proteger la villa cercana al Santuario, Rodorio, y mucho más importante, que Albafica había tenido un hijo en secreto con una chica del pueblo.
-No entiendo- dijo Lucca, parpadeando sorprendido. No conocía esa historia, y no entendía porqué sería relevante conocerlo en su vida.
-Nosotros, tú, tu hermana y yo descendemos de ese santo de Athena, Albafica de Piscis, y de Agasha de Rodorio- dijo el señor Rossini.
-Pero…- dijo Lucca- sigo sin entender. Quiero decir, es genial saber que tuvimos un ancestro así, pero ¿porqué la gravedad?-
Los padres de Lucca se miraron entre sí.
-Es importante que lo sepas porque el espectro que asesinó a Albafina, Minos, reencarnó nuevamente hace unos años- dijo la señora Rossini- pronto regresará nuevamente como un guerrero de Hades-
Lucca se quedó helado.
-¿No hay manera de arreglar eso?- dijo el chico, y su padre sacudió la cabeza. Lucca miró tristemente a través de la ventana, y vio a su hermana, aún charlando animadamente con Sofi- ¿y porqué el secreto? ¿No piensan decírselo a Aria?-
-A su debido tiempo- dijo la señora Rossini- Aria aún es pequeña, y está llena de ilusiones. Sería cruel decirle algo así ahora-
-Pero…- dijo Lucca- creo que Aria también tiene derecho a saber-
-No- intervino la señora Rossini de nuevo- te prohibo que repitas lo que dijimos a nadie, especialmente a tu hermana. Déjala ser feliz… por ahora, con sus plantas y flores. Cuando sea más grande, se lo diremos-
Lucca se encogió de hombros. Sabía que sus padres estaban cometiendo un error en ocultarle a Aria toda la historia de su familia, pero finalmente aceptó lo que sus padres debían saber lo que hacían, y olvidó el asunto poco después.
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Año 11 del nacimiento de Athena
Narvik, norte de Noruega
Minos se ajustó el cuello de su abrigo antes de cruzar el pequeño arco metálico en el que se leía el nombre del sitio donde se encontraba. Era el verano, y a pesar de ello, el aire se sentía helado, haciendo ruborizar las blancas mejillas del juez de Grifo. Suspiró, y cruzó el arco, adentrándose en el pequeño valle, en el que la ausencia de nieve hacía que se viera más verde que nunca. Minos sonrió levemente, pero su sonrisa no subió a sus ojos.
-Gracias- dijo en un susurro.
Minos se adentró en el cementerio, y se detuvo en una tumba que que estaba colocada bajo un árbol, el cual la cubría con su sombra. El espectro se detuvo bajo el árbol, y se sentó en el pasto junto a la lápida. Sonrió de nuevo un poco, y puso el ramo de flores que tenía en su mano sobre la piedra de la lápida.
-Jorunn- dijo Minos en voz alta- perdóname, todo fue mi culpa-
No obtuvo respuesta más que el silencio habitual del cementerio abandonado. Minos extendió su mano, y quitó algunas de las hojas secas de la lápida. Cerró los ojos y respiró hondo. Su prima, su hermosa prima, quien había muerto junto con él esa noche cuando los lobos atacaron. Jorunn le había advertido que no era buena idea. Minos había sido salvado por Thanatos, quien había ido a reclutarlo. Pero ella no había sobrevivido.
Minos reprimió un escalofrío al recordar esa helada noche en la que su prima había muerto, y él jamás había vuelto a ver a su familia. Claro, tenía miedo de que lo culparan por lo que había pasado. La verdad era que Minos también se sentía culpable por no haber sido capaz de defenderla del ataque.
-Me he vuelto más fuerte, Jorunn- dijo Minos- creo que ahora estarías orgulloso de mí-
De nuevo silencio. Minos suspiró tristemente. El chico se llevó dos dedos a los labios, y luego los puso sobre la lápida, antes de levantarse y volver a ajustar el cuello de su abrigo.
-Espero que nos veamos pronto en el Inframundo- dijo Minos con una sonrisa.
El juez se dio la vuelta, y comenzó a caminar hacia la salida del cementerio. Inconscientemente se frotó los brazos, como recordando los abrazos que le daba su querida prima. Sonrió, y sus ojos brillaron, antes de seguir caminando hacia la salida.
-¿Minos?- dijo una voz femenina.
El espectro dio un respingo de sorpresa, y se volvió hacia donde había escuchado la voz. Al ver de quien se trataba, intentó sonreír, pero no lo logró. La mujer que estaba frente a él llevando un ramo de flores era alta, hermosa y rubia, se llevó la mano a la boca y se apresuró a correr hacia Minos, extendiendo sus brazos y abrazándolo.
-¡Minos! No puedo creerlo. ¡Estás vivo!- dijo la mujer- ¿dónde estabas?¿porqué no volviste con nosotros en todos estos años?-
-Lo siento mucho, mamá- dijo Minos cabizbajo, mientras que la mujer le quitaba los brazos de encima- no podía-
-¿Porqué no, hjertet mitt?- dijo la mujer- ¿qué sucede?-
Minos dudó, bajando la mirada y se mantuvo en silencio. La mujer tomó su rostro en sus manos.
-¿Porque no podías volver, cariño?- repitió su madre.
-Porque yo soy el culpable de lo que le pasó a Jorunn- dijo Minos, cabizbajo.
La mujer sonrió, y lo volvió a abrazar.
-Nadie te culpa de lo que pasó, Minos- dijo su madre- fue un accidente. No saliste ese día a la nieve sabiendo que los lobos atacarían. Jamás se habían acercado tanto a la casa-
-No solo eso, mamá- dijo Minos tras un momento de duda.
La mujer lo tomó de las manos y tiró de él suavemente, haciéndolo seguirla hacia el árbol que estaba fuera del cementerio. Su madre se sentó, y Minos se sentó junto a ella.
-Dime que es lo que pasa, cariño- le dijo Minos- sabes que puedes decirme cualquier cosa-
Minos miró a su mamá, dudoso. Finalmente suspiró.
-De acuerdo, mamá- dijo el juez de Grifo- ese día, en la nieve, cuando los lobos nos atacaron, estuve a punto de morir. Pero algo paso: el dios Thanatos apareció frente a mí, y me ofreció salvar mi vida, a cambio de trabajar para él-
Minos miró a su madre, quien seguía escuchándolo atentamente.
-Con la condición de no volver a verlos a ustedes, mamá- dijo Minos, bajando la mirada- me convertí en un juez del Inframundo a cambio de no volver a ver a mi familia. Ahora soy Minos de Grifo, juez de Ptolomea-
La mujer alzó las cejas, pero no hizo ningún comentario, contrario a lo que había esperado Minos.
-¿Eso es todo?- dijo su madre.
-Mamá, soy un juez del Inframundo- dijo Minos- un general del ejército del señor Hades-
-Y eso me hace sentirme orgullosa de ti, hjertet mitt- dijo su madre, extendiendo su mano hacia él y acariciando su mejilla. Minos sonrió levemente, conmovido. No esperaba que su mamá entendiera todo eso, y mucho menos que fuera tan comprensiva.
-Gracias- dijo el espectro- pero tienes que entender que no me puedo quedar con ustedes, y no puedo verlos muy seguido. De hecho, creo que no debí haber dejado que me vieras-
-Entiendo, hijo- dijo la mujer- no le diré a nadie que te vi, tienes mi palabra-
Minos sonrió, mirándola con cariño. Tomó las manos de su mamá y las besó, agradeciendo a los dioses que ella fuera así de comprensiva con él. La mujer sonrió.
-Recuerda, Minos, siempre estaré aquí, en caso de que me necesites- dijo ella, besando la mejilla de su hijo- recuerda que te quiero, y que estoy orgullosa de ti-
El espectro infló su pecho, y tras despedirse de su madre, regresó al Inframundo. Lo negaría a quien se lo dijera, pero llevaba una sonrisa en sus labios.
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Año 15 del nacimiento de Athena
Casa de la familia Rossini, Verona, Italia
Lucca regresó a casa a Verona, completamente avergonzado de sí mismo. No solo había causado un horrible incidente para Sofi y su ahora prometido, sino que también había puesto en peligro a vida de su hermanita. Pues, ¿cómo iba a imaginarse que Mario, su propio primo, hubiera estado conspirando con un par de dioses malvados, y habían decidido usar a Aria para atrapar a los jueces del Inframundo? Y hablando de eso.
Su madre lo iba a matar, lo iba a revivir y luego lo iba a volver a matar lenta y horriblemente cuando le dijera lo que había pasado en Atenas. Y claro, no se refería exactamente al hecho de que casi había arruinado la relación de Sofi, ni tampoco al hecho de que había dejado que Aria se metiera en problemas. No. Se refería al hecho de que Aria, su hermanita, se había enamorado de un espectro de Hades. Del juez responsable de haber asesinado a Albafica de Piscis, su ancestro, ni mas ni menos.
Minos de Grifo.
¡Ah! Su familia lo iba a desollar vivo por dejar que eso pasara.
Suspiró. Ese demonio albino no había resultado ser tan mala persona después de todo. Parecía que también Minos estaba muy enamorado de su hermanita, sobre todo cuando vio que el chico se arriesgó a pelear con el dios del miedo para intentar mantenerla a salvo, cosa que ni Lucca pudo hacer.
Respiró hondo antes de cruzar el umbral de la puerta y ver a sus padres. No les iba a gustar ni un poco enterarse de lo que había pasado.
-¡Lucca!- exclamó la señora Rossini- ¿estás bien? ¡Escuché que hubo un ataque!¿Qué pasó?-
-No lo vas a creer, mamá- dijo Lucca, rascándose la cabeza- Mario estaba trabajando para unos criminales, y casi pone a Aria en peligro-
-¡No puedo creerlo!- exclamó la mujer- ¿y cómo está Aria?¿porqué la dejaste sola?¿qué pasó? ¿Los santos de Athena intervinieron?-
Lucca suspiró, y comenzó a explicar a su mamá lo que había ocurrido con su primo, y como los había traicionado y se había llevado a Aria. Y como un chico había llegado a salvarla y la había puesto a salvo. La señora Rossini se emocionó.
-Ah, no me digas que Aria está enamorada- dijo la señora Rossini- ¿quién es el afortunado?-
Lucca se puso a jugar con sus dedos.
-Y dime, ¿lo conociste?- continuó la mujer, sin darse cuenta de que su hijo estaba visiblemente incómodo con el tema- ¿es un buen chico? Seguramente es un santo de Athena, ¿verdad? ¿Dónde lo conoció?¿cómo se llama?-
-Mamá, te lo voy a decir- dijo Lucca- pero no te vayas a enojar…-
-¿Porqué me enojaría?- dijo la señora Rossini- ¿es un motociclista tatuado o algo así? Aria siempre ha tenido gustos extraños…-
-No, nada de eso- dijo Lucca- mamá, el chico que rescató a Aria se llama Minos. Él es un…-
La cara de la señora Rossini era un poema, se puso de mil colores, y frunció el entrecejo. La mujer estaba descalza, así que se volvió y tomó el enorme rodillo de cocina. Lucca palideció y dio un paso atrás.
-¡Un espectro de Hades!- gritó la señora Rossini a todo pulmón- ¿cómo pudiste dejar que eso pasara?-
-Mamá, Aria es una mujer adulta, no necesita…- comenzó Lucca.
-¡Claro que necesita que la cuiden!- dijo la señora Rossini- ¿cómo se atreve a traicionar así a nuestra familia? ¿Acaso ya olvidó que ese bueno para nada fue quien asesinó a nuestro ancestro? ¡Ustedes casi no existen por su culpa!-
-Mamá, te estás adelantando- dijo Lucca, intentando tranquilizar a su madre, pero ella estaba más allá de toda comprensión- el espectro, Minos, está muy enamorado de Aria, la cuidó y arriesgó su vida para mantenerla a salvo. Yo creo que deberías darle una oportunidad-
Pero la mujer estaba lívida. Recorrió la casa a gritos, buscando a su esposo, y regresó con Lucca demandando que obligaran a Aria a regresar a casa. ¡Al demonio su maestría y sus estúpidas plantas! Jamás iba a consentir que su propia hija tuviera una relación con un espectro de Hades.
Mucho menos el asesino de Albafica, Minos de Grifo.
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CONTINUARÁ…
Notas de autor:
hjertet mitt: (noruego) mi corazón
¡Hola a todos! He vuelto con esta historia, se trata de Minos y Aria, y un poco de Valentine. Como ven, la familia de Aria es super adorable (not) y van a causar un motón de problemas. Espero que les haya gustado este inicio. Muchas gracias a todos por seguir leyendo. Les mando un abrazo.
Abby L.
