Disclaimer: El mundo de Yuri! on ICE y sus personajes no nos pertenecen, son propiedad de Kubo-san y Mappa.

Era finales de primavera la noche de luna llena en la que Yuri Plisetsky se adentró en un denso bosque a las afueras de San Petersburgo. Unos chicos de la escuela habían puesto a prueba su valentía y estúpidamente lo habían convencido de meterse en el bosque más peligroso para probar que no le temía a nada. Era un lugar rodeado de leyendas, sobre bestias salvajes, sobre desapariciones de humanos, sobre hombres lobo; leyendas que a Yuri le parecían absurdas.

Confiado se internó de manera audaz entre los árboles sin mirar hacia atrás, donde se encontraban sus compañeros de clase. Había caminado varios metros con una linterna y sólo la enorme luna de guía que a ratos se escondía bajo las tupidas copas de los árboles. En un principio no sintió miedo en absoluto, pero luego de dar vueltas en círculos por dos horas sin poder encontrar la salida su valentía se comenzaba a desvanecer. Su pulso se comenzó a acelerar al igual que el ritmo de sus pasos, un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando a lo lejos escuchó lo que parecía el aullido de un lobo.

Esa noche de luna llena era peligroso salir, lo que Yuri no sabía era que un grupo de licántropos se había reunido en la ciudad para adentrarse en el bosque sagrado, permitiéndose sucumbir ante sus instintos salvajes, a pesar de que existían medicamentos para suprimirlos aun prevalecían pequeñas minorías a los que les parecía una ofensa, ellos creían fervientemente en que nada ni nadie debía controlar sus instintos de lobos. Olfatearon y escucharon los pasos de una presa comenzando la cacería, esa noche correría sangre.

Yuri comenzó a correr en cuanto escuchó extraños sonidos que se acercaban cada vez más, sentía que el corazón se le iba a salir y lo peor de todo es que no encontraba por ninguna parte la salida de aquél maldito bosque. Sonidos de pisadas a sus costados y espalda se hacían cada vez más intensos, trago saliva y corrió con todas sus fuerzas definitivamente algo extraño sucedía en ese lugar. Tal vez las leyendas sobre los hombres lobo eran ciertas después de todo...

Los lobos no tardaron mucho tiempo en interceptar a Yuri, en las noches de luna llena su locura y sus instintos de agudizaban al máximo. Dos de ellos comenzaron a cazarlo por la izquierda y la derecha del joven respectivamente mientras que el tercero de ellos corría a sus espaldas, aprovechándose de su pelaje castaño oscuro para escabullirse entre la densa vegetación. Yuri logró ver sombras de bestias a sus costados y definitivamente cayó en cuenta que estaba siendo acorralado por alguna especie de animales, eran enormes por lo que fugazmente pudo captar cuando en fracción de segundos se dejaban observar. La desesperación y el miedo comenzaron a invadirlo, sentía que el corazón se le iba a salir del pecho, cerró los ojos y corrió con desesperación, pero la suerte no estaba de su lado esa noche y torpemente tropezó con una rama cayendo de manera estruendosa al suelo.

Esa noche Otabek se sentía inquieto por la luna llena así que decidió ir a caminar al bosque en las fueras de la ciudad, a pesar de consumir la medicina que le suministraba el gobierno en esas noches de luna llena se sentía intranquilo, el medicamento jamás iba a suprimir su condición de hombre lobo por completo. Cuando llegó al bosque caminó por la zona, solía pasar en él bastante tiempo olfateando la tierra de sus ancestros, lo hacía sentir seguro. Entonces escuchó un aullido que le hizo sentir inquieto ya que era un llamado para cazar, muchos licántropos rechazaban la medicina ya que la consideraban como una ofensa hacia lo que son y gustaban de hacer cacerías en las noches de luna llena, por el aullido concluyó que algún humano estaba en problemas.

Yuri estaba acorralado por tres lobos gigantescos, se arrastró unos centímetros y chocó contra un enorme árbol, no podía creer lo que estaba viendo los lobos medían al menos unos dos metros de altura aun estando en cuatro patas. Tragó saliva y se agachó despacio para tomar un puñado de tierra, su plan era lanzarla en los ojos del lobo que tenía más cerca e intentar huir, entonces respiró hondo intentando calmarse y cuando el lobo se distrajo le lanzó la tierra logrando su cometido, le atinó al lobo que tenía más cerca.

Otabek los siguió descubriendo su presa, un jovencito rubio, delgado y pálido que yacía en el suelo, los lobos lo acorralaron y Otabek apenas alcanzo a actuar, se transformó rápidamente lanzándose contra el licántropo que se había aventado a atacar al rubio.

Yuri ahogó un grito cuando un lobo más apareció, su pelaje era completamente negro y lucía más corpulento que los demás, aquél lobo negro atacó rápidamente al lobo que estaba a punto de atacarlo. En cuanto esto ocurrió, Yuri corrió con todas sus fuerzas sin importarle que sucediera entre aquellas bestias que comenzaban a pelear. Un lobo de pelaje rubio lo salió persiguiendo mientras los otros dos luchaban contra el lobo negro. El licántropo era increíblemente más veloz que Yuri y en cuanto éste se dio cuenta que aquél animal sólo estaba jugando a cazarlo, desistió de correr y la bestia se detuvo frente a él jadeando con las fauces llenas de saliva. Yuri tomo una rama seca y le prendió fuego con un encendedor para amedrentar a la bestia.

—Vete o te quemare vivo — le amenazó sosteniendo la rama ardiendo un tanto tembloroso, sentía ganas de llorar por el inmenso miedo que le invadía, pero si iba a morir aquella noche iba a ser valiente y pelearía por su vida.

El lobo vio atentamente al rubio, sabía que un simple humano no le podría hacer daño, comenzó a caminar alrededor del rubio en círculos y gruñó dispuesto a atacarlo.

Otabek mordió el cuello de uno de sus contrincantes mientras el otro yacía tendido en el suelo, tenía que quitárselo de encima pronto, aun le faltaba uno, no podía dejar que uno de su raza le hiciera daño a alguien. El lobo al que sostenía del cuello con sus fauces chilló de dolor y a manera de sumisión por lo que lo soltó y gruño fieramente para que se retirara, en cuanto ambos se marcharon Otabek corrió hacia la dirección en la que huyó al el rubio, al llegar observó la situación, el rubio sostenía una rama prendida mientras el último de sus contrincantes caminaba alrededor de él analizando la situación y dispuesto a atacar, Otabek se anunció con un leve gruñido llamando la atención de ambos, estaba cansado y lastimado pero todavía tenía algo que hacer. Su enemigo parecía un lobo joven pero con experiencia, a diferencia de los otros dos, no espero mucho y se lanzó contra el azabache, Otabek peleo con él en una lucha encarnizada, no sabía si el rubio se había ido o seguía ahí, mordió cada superficie de piel buscando el cuello del adversario, cuando lo encontró lo sostuvo fuertemente y lo arrojo contra un árbol, el lobo salió huyendo y Otabek se permitió respirar con tranquilidad, pero estaba muy cansado, sin contar que tenía varias heridas se echó en el pasto para revisar los daños, tenía una pata herida, varias mordidas en el lomo y uno de ellos había alcanzado a morder su cuello.

Yuri quedó petrificado observando la salvaje lucha de los gigantes lobos, sintió deseos de huir, pero al parecer el lobo negro no tenía intenciones de hacerle daño, es más si no estaba equivocado lo había defendido, el pobre se encontraba mal herido y Yuri se sintió un poco culpable de aquello por lo que se quitó la bufanda y con cautela se acercó al lobo quien lamía sus heridas. Sus manos temblaban ante semejante bestia pero la herida en su cuello no lucía bien por lo que con mucho cuidado le vendó el cuello con la larga bufanda que apenas le cruzaba en el grueso cuello. El animal le miró con humildad y Yuri comprendió que era distinto a los otros.

—No sé si puedes entenderme, pero te debo la vida. Mi nombre es Yuri— Musitó con la voz aún temblorosa, tomó un trozo de su polera y la rasgó para vendar la herida de la pata que el lobo se había lamido hace unos instantes, ató el trozo de tela con cuidado contemplando admirado con sus ojos esmeralda aquella majestuosa bestia. Era fuerte, corpulento y con un pelaje negro más que la noche misma, lucía suave y tenía un brillo azulado a la luz de la luna.

Otabek se sorprendió ante la amabilidad del rubio, cualquier persona habría huido al ver a semejantes animales, más si se estaban peleando y uno de ellos quería atacarle, lamió la mejilla del chico a modo de agradecimiento, Yuri cerró los ojos con temor al ver que aquél lobo le acercaba el hocico, pero cuando sintió una lamida suave en su mejilla sonrió aliviado, Otabek se levantó adolorido, todavía tenía un trabajo que hacer, y ese era sacar a Yuri del bosque, aún era peligroso mantenerse en ese lugar los aullidos de cacería no cesaban de sonar, empujó el pecho del menor con su hocico empezando a caminar, cojeaba de vez en cuanto y le dolía como mil demonios, seguro cuando llegara a casa a sus padres les daría un infarto.

Yuri comenzó a seguir al lobo aún temeroso, no estaba tan seguro, pero al parecer la bestia lo estaba guiando hacia la salida. —¿Qué clase de animal eres? no quiero ofenderte, pero nunca en mi vida había visto un lobo tan grande—

Otabek volteo a verlo e hizo un ruidito con el hocico a modo de risa, se detuvo un momento escuchando atentamente observando a chico y quiso seguir caminando, pero perdió el equilibrio cayendo al suelo, respiro de manera pesada, las heridas habían sido peor de lo que había pensado, por un momento tuvo miedo, entonces perdió el control de su transformación y volvió a su forma humana. Otabek gimió adolorido, en esa forma el dolor era insoportable.

Yuri caminaba de manera cautelosa mirando a unos metros lo que parecía ser la salida del bosque, cuando de pronto escuchó un ruido sordo, era el lobo que había caído al suelo y en cuestión de segundos se había convertido en un chico. Yuri jadeo de la impresión al observar todo y luego se sonrojó por completo al ver aquél chico completamente desnudo. Quiso salir corriendo preso del miedo, pero el chico lo había salvado y era momento de devolverle la mano.

—T-Te encuentras bien? — Musitó con la voz temblorosa, desviando la mirada con timidez por la desnudes ajena.

Otabek respiraba de manera errática, trato de incorporarse, pero le costaba mucho trabajo, entonces el jovencito rubio se acercó a él, el azabache se sonrojó por la condición en la que se encontraba, carraspeo un poco tratando de calmarse. — Sí, pero mi pierna está muy herida... Yuri... —dudo en decir su nombre— ¿Podrías buscar mi ropa?, debe estar detrás de esos arbustos. —Dijo señalando unos arbustos cerca de la salida, antes de haber entrado al bosque en ayuda del menor se había quitado la ropa para no romperla por la transformación.

—S-Sí— Asintió Yuri nervioso y comenzando a buscar la ropa del lobo en medio de los matorrales, su corazón latía frenéticamente, toda la situación era extremadamente inusual, por un momento llegó a pensar que estaba alucinando todo aquello. Regresó con la ropa del chico y se la entregó desviando la mirada.

—Gracias— musitó el azabache comenzando a vestirse.

—¿No estoy soñando cierto?... es decir, ¿eres real? — Le preguntó un tanto confundido, por un momento creyó que la locura de verse extraviado le había alterado los sentidos y estaba imaginando todo lo anterior.

Otabek terminaba de vestirse cuando escuchó la pregunta del menor, emitió una pequeña sonrisa, sabía que esa situación era difícil de asimilar. —Por supuesto que soy real, no estas soñando, estuviste apuntó se ser atacado —el mayor se levantó con dificultad dispuesto a continuar hacia la salida, pero tambaleó por la herida en su pierna. —Maldición esto duele—

—Luces muy mal herido, sabes vivo cerca de aquí deberíamos ir a mi casa para atender tus heridas. Mi abuelo siempre se hace heridas por su trabajo y aprendí a curarlas— Yuri se acercó a chico le rodeó una mano por la espalda, tomó la diestra del chico para ponerla en su hombro para servirle de apoyo y que pudiera caminar. —Aun no me dices tu nombre chico lobo—

Otabek estaba agradecido por la ayuda de Yuri, él había pensado que huiría en cuanto estuviera fuera de peligro, pero le había subestimado por completo, aquél chico era valiente y de buen corazón, tomó el hombro del menor tratando de no lastimarlo. —Otabek, es un gusto conocerte Yuri —dijo con una pequeña sonrisa ya que la situación era extraña por sí misma —No quisiera molestar, puedo ir a casa.

—¿Estás seguro? ni siquiera puedes caminar tranquilo. Aparte te la debo— Yuri le insistió seriamente, el chico iba dejando un rastro de sangre por el camino y no podía dejarlo a su suerte en esas condiciones. —Mi abuelo llegará a casa en unas 3 horas y podemos llevarte al hospital—

El lobo estaba inseguro sobre acompañarlo o no, pero no le quedaba de otra, estaba demasiado herido como para llegar el sólo a su casa. —Está bien —dijo resignado, tal vez ahí podría llamar a sus padres y siguió al rubio a un departamento cerca del bosque sin emitir más palabras durante el camino, quiso preguntarle muchas cosas, pero no quería incomodar al pequeño humano.

Cuando llegaron a su departamento Yuri entró por la entrada de emergencia para que nadie viera al chico en ese estado y comenzara a hacer preguntas. Subieron las escaleras y dejó a Otabek apoyado en la pared para abrir la puerta. —¿Cómo te sientes? — le preguntó mientras giraba el cerrojo de la puerta con las manos aun temblando.

—Mareado y adolorido, hay que detener el sangrado o terminaré desmayándome... Yuri... —dudaba en decirlo o no— ¿Puedo llamar a mis padres? Ellos entenderán la situación y... Hay un hospital en especial al que podemos ir, ellos son... Como yo... —

—Claro, te traeré el teléfono, tus heridas lucen mal iré por vendas— Yuri le paso su celular mientras el chico se recostaba en el sillón de la sala de estar, caminó rápido hasta su habitación donde guardaba el botiquín de primeros auxilios. Volvió con Otabek y comenzó a desinfectar las heridas con un antiséptico prestando cuidado de no causarle dolor al extraño.

Dolía terrible, el antiséptico ardía en sus heridas, pero Otabek trato de no moverse para no interferir en la tarea del rubio, tomo el teléfono y con la mano temblorosa marcó el número de su casa, su madre respondió con voz cantarina, Otabek respiró y procedió a contar la situación en la que se encontraba, su madre le dijo preocupada que irían por el enseguida. —Gracias... Yuri...por todo... —le dijo un poco cohibido.

—Estamos a mano — Yuri le sonrió y comenzó a vendarle delicadamente las heridas para no ocasionar más dolor del necesario, pero una duda asaltó su tranquilidad —¿Se supone que yo no debía saber de la existencia de ustedes o no?... ¿Qué harán al respecto? — preguntó un tanto temeroso.

—No es una ley exactamente, muchos humanos saben de nuestra existencia, pero hemos decidido mantenerlo en secreto para no asustarlos, no te preocupes por tu seguridad, no te pasará nada. —El azabache sonrió para aminorar la tensión del rubio.

—Uf es un alivio, por un momento pensé que iban a borrarme la memoria o algo— Yuri terminó de vendar al mayor y se sentó a su lado observándolo con seriedad —¿Por qué eres diferente a los otros que me atacaron? —

—Bueno... —trago de forma pesada, era un tema un tanto difícil de abordar. —¿Conoces todas las historias y leyendas que existen de nosotros?, bueno son reales, cuando nos convertimos, influenciados por la luna, perdemos la voluntad y lo único que prevalecen son los instintos, los cuales son crueles y desalmados, pero con el paso del tiempo y el avance de la tecnología se crearon medicamentos que nos permiten mantener el control sobre nosotros mismos durante esos días, también nos permite cambiar de forma cuando lo deseamos, pero como en cada caso, siempre hay grupos inconformes que no aceptan el uso de estos medicamentos, ellos alegan que es una forma de negar lo que somos al tratar de ser simples humanos, las personas que te atacaron eran de esos grupos. —Otabek suspiró de forma pesada y observó al menor, esos ojos verdes llenos de curiosidad llamaron su atención.

—No es que neguemos nuestra naturaleza, pero es frustrante no poder controlar tu cuerpo y perderte en el interior de tu mente, y al volver a la conciencia descubriendo que cometiste cosas que no querías hacer, ese tipo de comportamiento causó mucho miedo y pánico en el pasado, no queremos volver a esos tiempos y tener que escondernos en los bosques—

—Comprendo, supongo que debe ser difícil— Yuri abrió los ojos cuando se percató que las heridas del chico habían comenzado a detener el sangrado, incluso rasguños que hace una hora estaban presentes habían desaparecido por completo —¡Que rayos¡, por un momento creí que ibas a desmayarte y ahora tus heridas están sanando—

Otabek se sonrojó un poco por la situación. —Tiendo a sanar de forma rápida, no hay de qué preocuparse es... Normal en nosotros... —no sabía cómo explicarle bien las cosas, pero le gustaba que Yuri no le tuviera miedo, al contrario, le agradaba que tuviera curiosidad.

—Tsk, debiste decírmelo, realmente creía que ibas a morir por mi culpa y me sentí mal al respecto— Yuri miró hacia otro lado un tanto ofendido y le golpeó suavemente el brazo con el puño.

—jajaja... Lo siento...— alzó su mano y revolvió el cabello rubio de Yuri, descubriendo que era realmente sedoso y suave. —No estaba seguro de que tan graves eran las heridas, podrían no curarse por sí solas—

—¿Qué es tan gracioso?... en fin, no te preocupes, no tienes que darme explicaciones. Aún estoy nervioso por todo lo que sucedió— Yuri se paró de la silla intranquilo y caminó hacia la ventana corriendo la cortina para echar un vistazo —¿Ellos no vendrán aquí cierto? —

—No, no lo harán, fue una casualidad que estuvieras ahí en esta noche, posiblemente, cuando vuelvan en sí, no recordarán absolutamente nada de lo que pasó, no tienes por qué temer —se levantó colocándose a su lado y viendo por la ventana también.

Yuri se puso nervioso al sentir la cercanía del chico, estaban rozando brazo con brazo y pudo percatarse de que la temperatura de Otabek era mucho más alta que la propia, era algo propio de los lobos o acaso tenía fiebre? Yuri se giró hacia el chico, puso una mano en su frente y la otra en la frente ajena. —Creo que tienes fiebre— musitó mirándolo a los ojos con preocupación, sonrojándose levemente por la cercanía.

—No es eso, tenemos la temperatura ligeramente más alta que ustedes así que no es que tenga fiebre, no te preocupes—extrañamente se sentía cómodo y a gusto estando cerca del rubio, le agradaba que fuera tan amable.

Yuri siguió observando por la ventana un tanto tímido de cierta forma le agradaba la compañía del licántropo y eso era algo extraño en él quien no solía confían tan fácilmente en las personas. Después de unos veinte minutos vio llegar un automóvil de color gris y luego llamaron por el intercomunicador a su departamento —Deben ser tus padres — le advirtió al chico.

—Lo más seguro es que si— el mayor se entristeció un poco, le gustaba la compañía del rubio, tal vez después de ese momento no volverían a verse nunca más.

El timbre del departamento de Yuri sonó y él atravesó rápidamente la habitación para abrir la puerta, apenas la abrió dos adultos se encontraban frente a él, una mujer de rasgos asiáticos muy bella y distinguida de piel clara y cabello castaño, junto con un hombre muy similar a Otabek —Buenas noches, adelante pasen— musitó con nerviosismo acomodando su cabello tras las orejas.

—Buenas noches— saludaron ambos al unísono.

Otabek volteo a verlos, en eso su madre corrió a ver como se encontraba inspeccionando sus heridas. —Mi cielo, ¿Qué fue lo que paso? Es una suerte que las heridas hayan empezado a sanar— la mujer se permitió respirar con tranquilidad, mientras, el padre del mayor se acercó al rubio.

—Muchas gracias por ayudar a Beka y no dejarlo solo, espero... —dudó un poco en decir lo siguiente— espero que toda esta situación se quede entre nosotros, no nos gustaría tener algún problema. Entonces se percató de la cara de susto del menor y se arrepintió un poco de haberle dio eso, tal vez había sido algo rudo. —No te preocupes, no te haremos nada, pero esta información puede asustar a las personas—

La madre del azabache tomó a su hijo y lo ayudo a caminar a la salida. —Muchas gracias —dijo dirigiéndose a Yuri para bajar la tensión que había aumentado por un instante en el lugar.

—Hasta luego —dijo Otabek, por un momento pensó en pedirle el número y volverlo a contactar, pero a lo mejor y el rubio quería olvidar lo que había pasado aquella noche, no todos los días eras atacado por lobos gigantes dispuestos a destrozarte, por lo tanto, se reprimió y no lo hizo.

—No se preocupen, no diré una sola palabra sobre ustedes— Les dijo con timidez. Cuando Otabek iba saliendo se acercó a despedirse y por un impulso lo abrazó —Gracias por salvar mi vida, nunca lo olvidaré — le susurró en la oreja para luego soltarlo y volver a entrar en su hogar.

Otabek se sorprendió por la ternura del rubio dejándolo realmente sorprendido, sonrió ligeramente, esperaba que en algún momento sus caminos volvieran a cruzarse, realmente deseaba volver a verlo y se habían despedido hace tan solo unos minutos. Su madre lo observó y sonrió, conocía muy bien a su hijo como para no saber lo que estaba pasando. —Fue muy lindo de su parte ayudarte, podría haber sido peor —le dijo para molestarlo mientras bajaban por el ascensor.

—Si —se limitó a contestar, su madre esbozo una sonrisita triunfante subiendo al auto.