Título Original: Children of an Elder God
Autores: John Biles y Rod Malapitan
Traducción: Miguel García - garcia.m (arroba) gmx (punto) net

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21 de marzo, 2014
Transcripción de últimas transmisiones de la Expedición Long-Smith

Dr. Clark A. Smith: ¿Me escucha alguien?

Base Central (Sandy Peterson): Le copiamos, doctor Smith.

Dr. Smith: Hemos llegado al borde del abismo que informaron los
espeleólogos. Esta cosa es GIGANTESCA. El doctor Long está
instalando el equipo de medición con ayuda del señor Derleth. [pausa]
¿Y ahora dónde se fue a meter el muchacho Carter...?

Base Central (Sandy Peterson): ¿Está haciendo algún numerito otra
vez?

Dr. Smith: Venía tan impaciente en el camino hasta aquí dentro, que
estuvo cuatro veces a punto de caerse y matarse. En fin. [pausa]
Extraño, acabo de sentir un ruido como de... ¡Agh!

Base Central (Keith Herbert): ¿Algún problema?

Dr. Smith: Hay un verdadero mar de grillos de caverna corriendo por el
suelo como si los persiguieran las hordas del infierno o algo así. En fin,
las cavernas parecen constituidas de basalto, cosa harto inverosímil,
dado que Oklahoma no se caracteriza precisamente por su actividad
volcánica. Voy a tomar una muestra... [sonido de martillazos] Ahora
voy a...

[Se oyen gritos débiles a la distancia]

Base Central (Interlocutor no identificado): ¿Y ESO qué diablos fue?

Dr. Smith: ¿Doctor Long, qué...? ¡Mierda!

Base Central (Keith Herbert): ¿Doctor Smith? ¿Qué pasa? ¿Hay un
derrumbe?

Dr. Smith: [fuertemente] Hay una especie de puente que atraviesa
el abismo, y algo lo viene cruzando. El doctor Long ahora lo está
alumbrando con... ¡Puta madre! ¿Cómo... Cómo es posible que esa
cosa soporte su propio peso? ¡Carter, vuelve acá, imbécil!

[sonidos de más carreras y gritos]

Base Central (Sandy Peterson): ¿Qué está pasando? ¿Qué sucede?

Dr. Smith: ¡Arañas! ¡Por todos lados! ¡Y un...AAAAAAAAAAA!

[Más gritos, luego silencio, salvo por un sonido como de gotas o lluvia
cayendo en la roca
]

Base Central (Voz no identificada): Dinamiten la entrada de la caverna.

Base Central (Sandy Peterson): Pero van a quedar atrapados dentro
con... quién sabe qué.

Base Central (Voz no identificada): Háganlo. Voy a contactar al Cuartel
General.

««««o»»»»

—De modo que ha comenzado —le dijo el viejo a su otrora alumno,
que por capricho del destino era ahora su jefe.

—"Y vendrá el día en que el tejedor eterno completará su creación y
cruzará el abismo que guardaba de él al mundo, y contemplará otra
vez el sol. Y habrá de sonar el llamado, que despierte a sus antiguos
aliados para unírsele. Hundirse han las alturas y alzarse han los
precipicios; descorridos serán los velos y oculto será lo sabido;
caminarán los muertos y morirán los vivos" —dijo el hombre menor,
aunque no joven, descansando la barbilla en una mano enguantada
y ajustándose las gafas con la otra—. Si los hippies hubieran entendido
lo que en realidad significaba el comienzo de la Era de Acuario, se
habrían pegado un tiro.

Con una risa exigua, se levantó:

—Con tu permiso, tengo que escribir una carta.

—¿Qué hago respecto a la expedición Long-Smith?

—El encubrimiento de siempre. Y tenme informado en cuanto al
transmisor. Suponiendo que Carter haya hecho bien su trabajo.

—Bueno, nos llega una transmisión móvil, al menos, así que a ALGO
debe estar adherido —dijo el hombre mayor.

—Entonces dame una estimación de velocidad y dirección. Y reza por
que no se quede vagando bajo tierra unos meses y se agoten las
baterías. Buen día.

Partió.

««««o»»»»

John Biles & Rod M. Presentan
Un Mundo Alternativo de Neon Genesis Evangelion

Hijos de un Dios Ancestral

Capítulo 1: Las estrellas están prontas

~o~

—¿Cómo podrá el hombre distinguir a sus dioses?
—Por los signos de su divinidad.
—¿Y si entre los dioses caminan ladrones?
—Entonces, cierto, ¿cómo podrá el hombre distinguir?

- Los aztecas (Dr. Who, primera temporada)

~o~

Los primeros recuerdos de Shinji de su llegada a Tokio-3 quedaron
fijos a los escasos segundos de su arribo, cuando una araña le aterrizó
en la nariz. La araña había llegado flotando por el aire, mantenida
ingrávida por el viento apacible y por un enredo de telarañas que en
algo semejaba un paracaídas. La brisa la había traído hasta la cara
del muchacho, al bajar este del tren. Muchos habrían gritado o se la
hubieran quitado de la cara con un manotazo. Shinji simplemente
pestañeó y la quedó mirando.

Las puertas del tren se cerraron y la máquina se alejó de la estación.
Shinji no le prestó atención, absorto en la araña. Esta lo miró
atentamente desde su mejilla. Él le devolvió la mirada, destinado
a perder el concurso de quién pestañearía primero, puesto que su
oponente no tenía párpados. Despacio, Shinji dejó la maleta en el
suelo, levantó la mano, rozó a la araña y la hizo caer en la otra mano,
para depositarla luego en el pavimento. La araña se alejó presurosa,
y él dejó ver un pequeño albor de sonrisa por primera vez en días.

—¿Bueno con los animales? —preguntó una voz de mujer.

Shinji pestañeó y levantó la vista. Una mujer lo miraba a través de
gafas de sol espejadas. No parecía ser alguien que trabajara para su
padre: tenía más aspecto de cantante ídolo, vestida con un atuendo
informal, pero sugerente, con una figura de las que Shinji ya
comenzaba a advertir. No fue su ropa o cuerpo lo que más le llamó
la atención, sino el extraño collar que llevaba. La cadena era de oro,
mientras que el colgante era una mezcla de plata con bronce, que
describía una suerte de estrella de cinco puntas partida a la mitad con
una llama de cobre en el centro. Shinji no era simpatizante habitual
del arte abstracto, o de ninguna expresión plástica, pero el adorno
había acaparado su atención de manera irresistible.

Como este pendía justo por sobre el escote de ella, la mujer sacó de
aquella mirada intensa las conclusiones erróneas, pero no hizo más
que sonreír.

—Tierra a Shinji. Contesta, Shinji.

Él pestañeó y subió los ojos.

—Eso... ¿Qué es? —dijo.

—Mi padre lo encontró en la Polinesia en una de sus expediciones. A
mí me gusta.

Shinji asintió. La joya era extrañamente calmante.

—¿Usted es la capitán Kusanagi?

—Capitana Katsuragi. Capitana Misato Katsuragi. —La mujer extendió
una mano—. Mucho gusto.

Shinji quedó viendo la mano un segundo, luego la asió y le dio un
apretón. No era lo que él había esperado. Mucho mejor, en realidad.

—Bueno y, ¿para qué quiere verme mi padre?

—Acompáñame y se te explicará todo. —Ella miró de un lado a
otro—. ¿Y tu equipaje?

—Este es —dijo él, levantando la única maleta.

La respuesta de ella fue interrumpida por su cuasi salto en el aire.

—¡Aaah! ¡Una araña! —Se la arrancó del hombro y la pisoteó—. Bichos
del carajo.

—No había necesidad de matarla.

—Detesto los bichos.

Dos arañas más pasaron volando en la brisa. Shinji dijo:

—Me imagino que debe odiar esta ciudad, entonces.

—Sígueme. —Ella se encaminó al estacionamiento—. Normalmente no
hay tanta.

El coche era bonito, muy bonito, un auto deportivo. Era azul, color que
agradaba a Shinji, y era quizá más costoso que la casa en que él había
vivido casi toda su vida. Bueno, tal vez no tan caro, pero tenía la
seguridad de que había costado más que cualquier cosa que él o la
niñera que lo había criado pudieran pagar. Tenía un solo defecto:
cuatro arañas estaban compitiendo para ver cuál podía tapar más
rápido el parabrisas con telarañas. Misato maldijo y fue corriendo;
sacó la llave, abrió la puerta y se metió de un salto, todo en un único
y fluido movimiento.

Los limpiaparabrisas y los dos chorros gemelos de agua pusieron fin al
certamen de arte arácnido, dejando la obra en despojos. Las artistas
mismas huyeron para ponerse a cubierto, y dos de ellas se frieron al
cometer la insensatez de buscar refugio en el motor. Aunque mucho
no puede esperarse de una criatura cuyo cerebro es del tamaño de un
grano de arena.

Misato mantuvo los limpiadores funcionando mientras Shinji subía al
coche.

—Yo creo que está exagerando un poquito, capitana Katsuragi —dijo
él, dejando la maleta en el asiento trasero para luego abrocharse el
cinturón.

—Veo que nunca se te ha metido una araña por la nariz —dijo ella
con gesto de agravio, embragando, luego salió a quemallanta del
estacionamiento.

—¿Tan comunes son las arañas aquí? —preguntó Shinji.

A lo mejor mi padre las está fabricando, pensó.

—No, no mucho. Me pasó en la universidad. —Se estremeció, mientras
el auto hacía virajes violentos por toda la calle, cosa harto inquietante
a ciento cincuenta kilómetros por hora.

Shinji no tuvo el valor de ofrecer una crítica a la conducción de la
capitana, pero sin duda la pensó. Todo cuanto dijo fue:

—Bueno y, ¿por qué estoy aquí?

—¿De verdad no lo sabes?

La capitana ejecutó un nuevo viraje, esta vez para aplastar un
basurero de lata, y le hizo una marca minúscula a la parte de su
cerebro que llevaba la cuenta de cuántos basureros de lata había
molido hoy.

Rugían por las calles de Tokio-3, una ciudad que parecía ser toda
centro y nada más. Los edificios se empinaban por doquier, y muchos
de ellos se cubrían de crecientes telarañas conforme se adentraban en
la ciudad. El coche aplastaba más y más arañas a cada minuto, y ahora
Misato debía mantener los limpiaparabrisas funcionando para poder ver.
La luneta y las ventanillas laterales empezaban a desaparecer bajo
telarañas color blanco grisáceo.

—¿No será que mi padre ha estado experimentando con arañas?

Ella arrugó el entrecejo. —No tengo idea de por qué anda tanta...
Mierda.

Shinji pestañeó, y entonces se percató de por qué maldecía ella. Había
en la calle una araña del tamaño de un perro pequeño. Salió volando
del camino cuando Misato le dio de lleno con el vehículo, pero abolló el
parachoques, y Misato echó más improperios. Entonces las sirenas
empezaron a aullar por toda la ciudad.

—¡Genial! ¡Primero mi auto, y ahora el primer ataque viene cuando
voy conduciendo!

Empezó a digitar números en el celular con una mano, maniobrando
como lunática con la otra mientras hablaba:

—¡Sí, ya me percaté de las malditas arañas! Voy a poner los daños del
parachoques en mi cuenta de gastos. —Pausa—. ¡Esto es un asunto
oficial, carajo! Sí, el Tercer Niño viene conmigo.

Shinji pestañeó. ¿Tercero de qué? ¿Tengo hermanos? Yo creía que
era hijo único. ¿Por qué nadie me lo dijo? ¿Cómo se llamarán?

—Sí, llegó bien, pero ojalá no sea alérgico a los bichos. ¿Cómo
demonios llegaron tantos a la ciudad tan rápido? —Pausa—. ¿Cómo
llegaron tantos HUEVOS a la ciudad, entonces? —Pausa. Viraje. Shinji
vio a un hombre prenderse fuego para quitarse de encima decenas de
arañas—. Ahh, así que por fin apareció. Y con todas sus hijitas, nada
menos. Manden a los bombarderos a retrasarlo un poco. —Pausa—.
Aah, ya están en camino. ¿Tan pronto? —Pausa—. Mierda.

—¿Nos van a bombardear? —preguntó Shinji.

Parecía ser de esos días en que a uno lo volaban de un bombazo y se
lo comían las arañas. Así eran casi todos los días en que veía a su
padre.

—No directamente, no —le dijo Misato, luego volvió a hablarle al
teléfono—. ¡Ya sé que para esto nos hemos estado preparando, pero
hoy no me esperaba que me destruyeran el auto! —Detuvo el vehículo
con un chirrido—. ¡Bájate!

—¿Qué?

Agarró a Shinji y saltó a la zanja que corría a un lado del camino.
Entonces la bomba N-2 hizo explosión en el horizonte.

««««o»»»»

Tuvieron que andar el resto del camino hasta el Cuartel General. La
explosión N-2 había espantado y hecho ocultarse a la mayor parte de
las arañas, y matado al resto con la onda expansiva. No obstante,
según Shinji se enteró pronto...

—La bomba N-2 parece haberlo aturdido. Tenemos unas horas antes
de que vuelva a levantarse y nos ataque —dijo la doctora Ritsuko
Akagi.

Era rubia y algo atractiva, con cabello corto, anteojos, y el extraño
hábito de llevar traje de baño de una pieza bajo la bata de laboratorio.

Aquello no resultaba mucho más extraño a Shinji que aquel lugar, que,
pensaba él, casi proclamaba a gritos "James Bond". Se preguntó si su
padre no sería ahora un espía.

La gigantesca cabeza humanoide, adosada a un gigantesco cuerpo
humanoide, frente a la cual estaba parado ahora, era también
extrañísima. Parecía muñeco plástico de mala calidad, pintado de
colores raros, con porciones de coraza deforme. Las palabras "Unidad 01"
iban pintadas en la coraza del lado izquierdo del cuello de la cosa. A
Shinji le produjo escalofríos. Era anormal, aberrante. No quería estar
ni cerca de aquella cosa, pero todos los demás parecían verla como
perfectamente normal.

—¿Qué sucede aquí? —preguntó.

El padre de Shinji, un hombre llamado Gendo Ikari, lo miró desde una
plataforma elevada. Era alto y ancho, con una corta barba castaña,
cabello bien corto y gafas pequeñas.

—Te traje aquí para que pilotes esto. El mundo está bajo ataque, y
nadie más que tú puede detener la amenaza. Si no actuamos, el
mundo será destruido.

Shinji quedó viendo a su padre, que salvo por la barba no había
cambiado en nada, ni en la frialdad de su mirada ni en sus
explicaciones breves e insuficientes. "¿Por qué la hierba es verde?".
"Porque no es azul". "¿Qué hay de cenar?". "Comida". "¿Por qué no
puedo vivir contigo, papá?". "Por tu propio bien". Ni a saludarlo se
dignaba. Él quería saludarlo pero, al mirar a Gendo, la decisión se le
derritió. Las preguntas murieron inexpresadas en sus labios. Él y su
padre se miraron en silencio, su padre torvamente, mientras él se
encogía bajo el escrutinio, que parecía estrujarle la voluntad.

—Esta es la criatura. —Ritsuko señaló una pantalla en una pared
del recinto.

Mostraba a un ser que semejaba una araña gigantesca, de decenas
de metros de alto, tumbada de costado, con sus patas crispándose
débilmente en el aire. Estaba rodeada de un capullo de seda
chamuscada y los cadáveres de innumerables arañas. No obstante,
más surgían del suelo y se formaban a partir de su sangre, encharcada
allí. Más aún, las marcas carbonizadas de su exterior se disipaban, y de
ellas ya no supuraba líquido.

—Los enemigos que combatimos se denominan como Ángeles —siguió
la doctora—, y al de allá fuera se le designó como Matriel. Nuestra
estimación actual es que tenemos una media hora antes de que se
recupere por completo, y otra media hora antes de que llegue al borde
de Tokio-3. Todavía no es posible predecir cuánto tardará en llegar
hasta acá.

Shinji no quitaba los ojos la pantalla. La criatura le era incluso más
repulsiva que el extraño simulacro de humano junto al cual estaban
todos, sobre una plataforma construida en el inmenso foso donde lo
guardaban. No era posible. Cualquier ser de ese tamaño debería
haberse derrumbado bajo su propio peso. Shinji poseía mejor
educación que alguien de catorce años promedio. Su padre se había
preocupado de eso, aunque no de mucho más. Y Shinji había puesto
empeño, con un incierto impulso de esperanza de complacer a su
padre, o al menos de ser tomado en cuenta por él. Hasta la ira hubiera
sido mejor que ser ignorado.

—¿No debería desplomarse esa cosa? —preguntó—. Digo, si es tan
grande, esas patas tan delgadas no tienen cómo aguantar el peso.

No era solo el tamaño. Algo anómalo tenía la forma en que se movían
las patas. Eran demasiado ágiles, demasiado flexibles, demasiado
ligeras para una criatura así. Y su forma... Las criaturas de verdad rara
vez poseen ángulos; tienen curvas, la naturaleza no produce líneas
rectas, pero esta criatura era extrañamente angulosa.

—Nuestra comprensión de esos temas es por completo el resultado del
magro entendimiento que deriva de observar las formas de vida de un
único planeta irrelevante, siendo lo más probable que este no tenga
validez en toda la extensión del universo. Posiblemente, este ser nos
mira y se pregunta cómo no nos aplastamos bajo el peso de nuestra
atmósfera sin un exoesqueleto. Independiente de que DEBA o no
desplomarse, no se desploma.

La doctora quedó en silencio, al parecer sorprendida de haber hablado
tanto.

Shinji frunció el entrecejo:

—¿Y qué tengo que ver yo aquí?

—Uno de nuestros pilotos está en Alemania y el otro quedó herido
—dijo Misato—. Pero creemos que tú puedes pilotar una Eva. Te
ajustas al perfil. Nos vas a ayudar, ¿verdad, Shinji?

Shinji y la Eva compitieron brevemente con la mirada. La Eva ganó.

—No me gusta.

Gendo arrugó el ceño. —No tiene por qué gustarte.

—¿Cómo voy a pilotear esta cosa sin ningún entrenamiento?

—Se controla con el pensamiento —dijo Misato—. Se debe tener el
talento, y listo. Cualquiera lo podría hacer, pero únicamente los que
tienen genes adecuados lo pueden hacer bien.

Él clavó nuevamente los ojos en la pantalla con la horrenda cosa
arácnida. Era aberrante, una abominación. Era imposible: no había
forma de que esa cosa pudiera mantenerse en pie. Cada gota de
biología que sabía le anunciaba a gritos que aquí debía haber algún
error, pero no podía negar lo que veían sus ojos. Le repugnaba,
incluso si las arañitas que habían precedido su aparición habían sido
casi lindas, o al menos... esas tenían sentido y esto no.

—No soy muy bueno para pelear.

—Será igual que usar tu propio cuerpo —dijo Misato con un tono
zalamero en la voz—, pero un cuerpo de decenas de metros de alto
y con fuerza sobrehumana. ¿No te gustaría ser héroe?

Shinji pensó en todos los animé de robots gigantes que había visto.
Siempre parecía cosa fácil, pero él tenía la seguridad de que no podía
ser TAN fácil. No lo frenaba el peligro, sino el que la Eva fuese casi tan
escalofriante como la gigantesca cosa arácnida. Se volvió y miró a su
padre, tratando de descifrarlo, aunque Shinji no era muy bueno para
descifrar a la gente. ¿Para esto lo había llamado su padre, entonces?
¿Él era el responsable de todo esto?

Los ojos de su padre lo remacharon al piso, como a un ciervo
sorprendido por los faros de un vehículo. Aunque el resto de su cara
era neutra, como una máscara, los ojos de Gendo eran vivos, rígidos y
penetrantes, profundos como una fosa oceánica. Shinji pudo sentirse
caer en los ojos de su padre y luego ser seccionado; su alma quedó
al desnudo. Quería huir de esa mirada, escapar lejos, donde nadie
pudiera mirarlo y ver cuánto le asustaba todo esto, cuánta
repugnancia le causaba la araña, cuánto la Eva lo aterrorizaba. Debo
parecer conejo asustado, pensó Shinji. ¿Cómo me verá él?

En su mente, pudo verse través de los ojos de su padre. Fue una visión
vívida, casi más real que la vida. Era una sensación extraña, calmante.
Había estado jadeando, pero ahora sentía el cuerpo sereno, al ponerse
en lugar de su padre, absorbiendo, sin saber cómo, la calma de Gendo.
Para sorpresa del muchacho, advirtió que su propio cuerpo parecía
mucho más calmado que como en realidad se sentía. ¿Estará mi papá
escondiendo emociones tan fuertes como las mías?, se preguntó Shinji.
Seguramente sí. Si yo no hago esto, no tiene a nadie más que me
pueda reemplazar.

Se oyó decir "Acepto". No tuvo la sensación de decirlo, pero como,
hasta donde podía percatarse, había estado ocupado fantaseando,
aquello no lo sorprendió, aunque sí se VIO decirlo. De todos modos,
había tenido la intención de decirlo, habiendo cambiado de parecer,
así que no le inquietó mucho.

Con eso, la visión terminó y volvió a la normalidad, y vio las cosas
desde su propia perspectiva, no la de su padre. Había sido un instante
surrealista, pero ya le había sucedido, aunque no a menudo. Era más
común en sus sueños. Sobre todo en los más extraños, esos que lo
hacían despertar gritando.

Misato sonrió.

—Excelente. Vamos a vestirte y alistarte.

««««o»»»»

El traje de conexión no estaba mal. Era atractivamente tecnológico, y
notablemente cómodo para algo tan pegado al cuerpo. El LCL era otro
tema. Casi se había arrepentido de su decisión con solo mirarlo. Era un
líquido negro y espeso, con demasiado aspecto de aceite de motor
mezclado con desecho tóxico. Olía a comida podrida revuelta con
vómito.

Haciendo caso omiso de sus protestas, y sin explicarle muy claramente
si no se iba a morir con solo tocarlo, continuaron llenando la cabina
con la cosa aquella. Él se había hecho la idea de que sería gélido, pero
era confortablemente tibio, lo cual era el único aspecto confortable de
la cosa. Tenía un gusto horripilante, como ácido de batería mezclado
con vinagre y aceite de risino y aguas cloacales. Mucho peor era la
absoluta oscuridad en que uno quedaba sumido; daba la sensación
de que todo el universo se hubiera destruido y no quedara más que
Shinji. Luego la oscuridad empezó a arremolinarse con patrones de
luz, que constantemente insinuaban formas pero nunca llegaban a
revelarlas. Sentía que se ahogaba en oscuridad, como si se le metiera
por la garganta y en las venas. Hasta la más mínima sensación
corporal parecía un heraldo de terror.

Justo cuando sentía la certeza de que se volvería loco, advirtió que la
razón de tanta oscuridad era que tenía los ojos cerrados. Los sentía
cerrados, al menos, aunque no recordaba haberlos cerrado. Había
habido una sensación casi de tironeo y, de pronto, tenía los ojos
cerrados. Así que los abrió.

Estaba mirando a la plataforma sobre la cual hacía un rato se había
debatido entre hacer esto o no. Un pequeño recuadro colgaba en el
aire, en la esquina inferior derecha de su vista; era una imagen de
video de Misato.

—¿Me copias, Shinji?

—Ehh, te OIGO —dijo Shinji—, y te veo. No te... Momento, ¿estoy
viendo lo que ve la Eva?

Misato asintió:

—Puedes invocar varios instrumentos mediante un mando verbal, pero
eso lo tendremos que ver cuando haya más tiempo. Intenta mover el
brazo de la Unidad 01.

Era, en efecto, tan fácil como habían prometido, aunque no pudo
moverse mucho, puesto que la Unidad estaba sujeta a algo.

—Estoy lis... Momento, ¿tengo algún arma?

Si bien tenían prisa, se dieron el tiempo de explicar eso, al menos.

««««o»»»»

—El índice de sincronía es de 85 por ciento y subiendo —dijo Maya.
Ella, mujer de pelo corto y cara sonriente, era una de los asistentes
de la doctora Akagi. Aunque muchos de los que laboraban en NERV
parecían creer que ser sombrío era estatuto de la empresa, ella no
pensaba igual—. El Tercer Niño tiene incluso más talento innato que la
Segunda Niña.

La doctora Akagi asintió:

—¿Informe de funciones corporales?

Otro técnico dijo:

—Todas las funciones corporales normales. Parece que este no va a
morir porque su cuerpo se olvidó de seguir funcionando mientras
pilotaba.

—Bien. No hay quién lo reemplace —dijo Gendo.

—Bueno, podríamos intentar con... —empezó la doctora Akagi.

—Incluso si estuvieran completamente operativos, ¿qué pilotarían?
¿Una de las maquetas de cartón? La Unidad 00 sigue averiada. La
usaremos si hace falta, pero solo de ser absolutamente necesario.
Y si ese es el caso, podemos usar a Rei —dijo Gendo, observando
atentamente los monitores—. Por suerte, lo más probable es que este
sea el más débil de nuestros oponentes.

««««o»»»»

Avanzando por las calles de la ciudad, Shinji ponderaba dos grandes
interrogantes. Primero que todo, ¿qué clase de aturdido construye
un robot de treinta metros y le pone como única arma un cuchillo?
Segundo, ¿qué clase de inepto construye un robot gigante que tenga
que llevar un cable enchufado? Pero bueno, no es más que una araña
gigante, pensó. Da miedo mirarla, pero las arañas no tienen mucho
armamento ofensivo, siempre y cuando uno no caiga en su red, y no
creo que haya una red que pueda atrapar a esta cosa.

Dobló por una esquina, aplastando cientos, quizá miles de arañas a
cada paso. Variaban en tamaño desde normales y pequeñitas hasta
algunas del tamaño de un perro. Había telarañas por doquier, pero él
las atravesaba como si no hubieran existido. El Ángel-Araña mismo
estaba parado sobre un tanque cubierto de telarañas, mirando el
entorno. El engendro lo divisó a él y chilló, cosa un tanto espeluznante
pero no muy comunicativa. Debí haber pedido una lata gigante de
Raid, pensó Shinji.

—Ya lo divisé —dijo.

—Dale en los ojos, Shinji —dijo Misato—. Ciégalo.

Shinji asintió y, con un mandato mental, la Unidad01 corrió al ataque.
Poco después, la Unidad01 estocó con el puñal, y falló únicamente
porque la inmensa araña se había echado a correr el segundo mismo
en que la Unidad01 se lanzaba a la carga. La Unidad01 salió tras su
oponente, aplastando decenas de automóviles en la carrera, y aún
más arañas que antes. Aquella sección de la ciudad estaba recubierta
de telarañas, un mar de pegajosa sustancia color blanco grisáceo.
Porciones de tela envolvían las piernas y pies de la Unidad01.

Torció por tres esquinas mientras la bestia arácnida galopaba por las
calles, ocasionalmente impactando con una que otra pata algún banco
con ventanales de vidrio y destrozándolos. Por último, la criatura dobló
otra esquina más, y la Unidad01 se lanzó tras ella, para caer al punto
en una red gigantesca tendida entre dos edificios. Las hebras eran
enormes, de casi treinta centímetros de diámetro. La Unidad01 quedó
bien atrapada, igual que una mosca.

—¡Quedé atrapado!

—¡Genera un campo AT! —dijo Misato.

—¿Un qué?

—Creemos que las Evas son capaces de generar un campo AT como
el que producen los Ángeles.

—¿Y cómo lo hago? ¿Y qué cosa es?

—La verdad, no sabemos muy bien cómo hacer que genere uno.

Eso NO ERA lo que Shinji tenía ganas de oír.

««««o»»»»

—Activen la Unidad00, y preparen a Rei para pilotarla —dijo Gendo—.
Está herida, y su unidad también, pero no nos podemos permitir una
derrota. No con la criatura aquí en pleno Tokio-3.

—Quizá debiéramos usar el... —empezó la doctora Akagi.

—Ya hemos visto a qué nos conduce la inexperiencia. Preferiría no
repetir la situación.

««««o»»»»

Shinji se sentía claustrofóbico. La Unidad01 estaba envuelta en
telarañas y tenía los ojos a medio cubrir, por lo que apenas podía ver.
Incapaz de actuar, estaba adquiriendo la creciente percepción de estar
atrapado en un tubo de metal lleno de un líquido frío que le hacía
zapatear el estómago. Misato no cesaba de darle tranquilizadoras
frases de apoyo que él no encontraba creíbles. Muchas personas
habrían llorado o habrían maldecido contra ellos mismos o incluso
contra otros, pero Shinji no podía reunir la voluntad para hacer nada
de aquello.

—Ya va Rei en la Unidad00 —dijo Misato—. Así que aguanta unos
minutos más.

Shinji rió débilmente.

—Voy a tratar.

««««o»»»»

Rei se alegraba de estar en la Unidad00. Era un escape de su cuerpo,
lacerado por el dolor del reciente desastre ocurrido durante el
entrenamiento. Aunque la Unidad00 estaba dañada al igual que ella,
esta no sentía dolor alguno. El LCL no albergaba terrores para Rei;
era evadirse de un cuerpo que muchas veces no hacía sino estorbarle.
El fluido que ella sabía había enloquecido a al menos tres pilotos
potenciales le brindaba más cordura, no le cabía duda. Entrañaba algo
que ella necesitaba.

O tal vez era solo el placer de pilotar la Unidad00 lo que a ella le
gustaba. Pocas cosas le brindaban a su cuerpo algún agrado, pero
pilotar la Unidad00 era siempre grato. Corría rauda por Tokio-3 a
velocidades de las que su cuerpo normal no hubiera sido capaz. Los
edificios pasaban como borrones por su lado, y unos cuantos coches
crujían bajo sus pies; era como correr por un bosque y pisar sin querer
uno que otro coleóptero.

Hizo un alto para evaluar la situación. La Unidad01 estaba atrapada en
una red tendida entre dos edificios. Su objetivo, la araña, deambulaba
cerca de allí sin rumbo manifiesto, tejiendo redes y demoliendo edificios.
Millones de arañas danzaban en torno al área, imitando a su... ¿ama?
¿Madre? ¿Líder? Quizá el patrón de las redes significara algo. Activó la
radio de la Unidad00.

—Katsuragi-san, necesito una vista aérea de la ciudad.

Un recuadro diminuto apareció en la esquina derecha de su visión,
mostrando el rostro de la capitana Katsuragi:

—Sí. Tenemos aviones sobre el área. Te la hago enviar en seguida.

Redes que desde el suelo habían parecido no tener dirección ni
propósito, adquirieron un cariz distinto desde arriba. Las telarañas
formaban en la ciudad un trazado con forma aproximada de "v", con
una especie de símbolo oval en el centro y un punto en el medio,
donde la Unidad01 estaba atrapada, y por donde deambulaba la
gigantesca líder de las arañas, despejando un espacio abierto dentro
del óvalo. Si bien el símbolo no revestía significado para Rei, presintió
que el diseño debía tener alguna finalidad. Quizá servir de señal a más
de esas criaturas, fueran lo que fuesen.

Porciones a medio recordar de estudios de biología afloraron en su
mente, y decidió experimentar. Arrancando de cuajo un poste eléctrico,
lo arrojó contra la red y retrocedió. Chispas volaron de los cables rotos,
y la telaraña se combustionó. Pronto, la ciudad entera ardía en un
incendio efímero; las telarañas eran sumamente inflamables, pero se
quemaban muy rápido.

Shinji despertó de su abúlico semitrance de desahuciado, con la
repentina sensación de estarse quemando. El instinto tomó el control,
y el muchacho se detuvo, se echó al suelo y rodó. Todo aquello,
pilotando la Unidad01, fue un tanto más destructivo de lo que habría
sido el caso normalmente. Innumerables arañas perecieron abrasadas,
aplastadas, o por una combinación de ambos métodos de muerte.

La Unidad00 desenvainó su puñal progresivo y se lanzó al ataque
mientras el Ángel-Araña seguía rodeado de llamas. Invocó por radio
al piloto de la Unidad01 mientras iniciaba el ataque:

—Unidad01, ataque ahora.

La muchacha clavó el puñal en uno de los ojos facetados, lo abrió, y
un espeso fluido iridiscente se derramó sobre las manos y brazos de la
Unidad00. Recargando el peso de la unidad sobre el cuchillo, lo hundió
más en la cabeza de la criatura, intentando llegar al cerebro. Auras
luminosas de color fluctuante empezaron a formarse en las manos,
brazos y cuchillo de la Unidad00, carcomiendo la carne del Ángel-Araña.

En su visión periférica, podía ver a la Unidad01 ocupada apuñalando
una de las inmensas patas del engendro, pero la atención de ella
estaba concentrada en el cuchillo. Entre más profundo lo hundía en
la criatura, más costaba clavarlo y más brillaba. Quizá le robaba el
color a la bestia arácnida, que se volvía gris allí donde la luz la tocaba,
su carne escamándose y desprendiéndose. La criatura pugnaba
intentando morderla, pero ella estaba situada a un costado de las
mandíbulas, y con el puñal hundido en un ojo la bestia no podía
volverse efectivamente para morderla, menos aún con la Unidad01
macheteándole algunas patas. Tampoco podía darse vuelta para atacar
a la Unidad01. Ni tampoco retirarse, puesto que sus patas no estaban
bien diseñadas para intentar un movimiento en línea recta hacia atrás,
y por rápido que pudiera moverse, la Unidad00 simplemente empujaba
más.

Lejos, en la cámara subterránea de control, un técnico anunció:

—El Ángel y la Unidad00 están generando fuertes campos AT, mientras
que la Unidad01 genera uno algo más débil, como se había proyectado.

—¿Y los índices de sincronía? —preguntó la doctora Akagi, levantando
la vista hacia uno de los monitores que mostraban cientos de distintos
indicadores, confusamente revueltos.

—Curiosamente, aunque la Unidad00 está subiendo, la Unidad01 es
la que muestra mayor sincronía, pero produciendo un campo AT
más débil. Puede deberse a que la piloto de la Unidad00 está
experimentando un nivel más alto de tensión física. La respiración y
pulso son altos, niveles de adrenalina elevados, etcétera. En cambio,
el piloto de la Unidad01 solo está al nivel de cansancio de una
caminata rápida.

Los labios de Gendo se curvaron en una sonrisa sutilísima.

Rei ya no pudo ver el puñal a través del fulgor de colores, pero podía
sentir que estaba chocando contra... algo. El exoesqueleto, supuso.

—Encuentro resistencia.

—Está generando un campo AT. Empuja más —dijo Misato—. Shinji,
déjate de jugar con las patas y ayuda a Rei.

—¿Cómo?

—¡CLAVA EL CUCHILLO EN LA CABEZA, NO EN LAS PATAS!

Misato se controló cuando varios miembros del personal la quedaron
viendo.

La Unidad01 se puso en pie y clavó su cuchillo en la cabeza de la
criatura, apartando del medio a las patas ahora exangües y mutiladas.
Con el rabillo del ojo, Shinji pudo ver que más arañas se aproximaban,
pero todas las cercanas se habían quemado.

—¿Y cómo supiste que mi Eva no se iba a quemar también con el fuego,
Rei? —preguntó, esperando que ella supiera más que él de aquella
criatura.

—No sabía.

Rei apretó los dientes, o tal vez eran los dientes de la Unidad00; no
había cómo distinguir. La oscuridad dentro de la criatura pujaba contra
la luz, e iba perdiendo; cada vez más de su carne se volvía de un gris
mortecino y se desprendía; los ojos estaban completamente descuajados,
y los colores estaban engullendo la visión de la muchacha.

—... —profirió el muchacho.

¿No sabía?, pensó Shinji. Costaba bastante sacarlo de la apatía, pero
eso lo logró.

—¡Pudiste haberme matado! —exclamó.

—De no haber hecho nada, la situación no habría mejorado —contestó
Rei.

Misato intervino:

—¿Estás generando un campo AT?

—No tengo idea. Me brillan los brazos y el cuchillo. ¿Lo estoy haciendo
yo?

—Muy bien, Shinji —dijo Misato.

—El campo AT del Ángel se está debilitando, debilitando... Extinguido
—informó el técnico.

El Ángel se deshinchó como un globo. El cuerpo ya oscurecido se
cubrió con una oleada de gris y se deshizo en enormes escamas de
carne seca, que empezó a raerse incluso mientras caía al suelo. La
energía jugaba por la Unidad00 y la Unidad01 como fuegos fatuos.
Tanto Rei como Shinji sintieron una sacudida, como si acabaran de
meter un tenedor a una toma eléctrica.

Aunque no pudieron ver los cambios en sus respectivas unidades, sí
vieron cambios en la Eva del otro. La Eva de Shinji cambió su color a
plateado y se volvió perfectamente lisa y bruñida. Los pocos pedazos
de telaraña que quedaban sobre esta resbalaron y cayeron. En tanto,
a la Unidad00 le brotaron protuberancias en torno a la boca, parecidas
sospechosamente a las mandíbulas de la criatura. Los dos pilotos
sabían ahora el verdadero nombre de esta, aunque no supieron cómo
lo sabían. O qué era exactamente.

El personal de mando pudo verlo también. Gendo dijo a la doctora
Akagi:

—¿El Ángel ha infiltrado a las Evas?

Ella negó con la cabeza:

—No hay signos de presencia de Ángel. Tal como proyectamos, las
Evas se han adaptado al combate que acaban de tener. Es muy pronto
para tener certeza de los resultados exactos, pero si gusta puedo
especular —dijo la doctora Akagi, sonriendo a medias.

—Guárdelo para su informe —dijo Gendo, y a ella se le descompuso
un poco el gesto—. ¿Cree que sea seguro traerlos de vuelta a la base?

—Todo lo seguro que puede esperarse de una Eva, considerando lo
que pasó durante esa prueba. —La doctora Akagi se estremeció
levemente ante el recuerdo.

—Buen trabajo —le dijo Misato a Shinji y a Rei—. Vuelvan a la base.

««««o»»»»

—¡Uaagg! ¡Oaaj! *COF* ¡Puarj!

—Ay, por favor. No me digas que es tan malo, ¿o sí?

Shinji, cubierto del oscuro y repelente fluido LCL, salió gateando de
la cápsula y le clavó a Misato una mirada hostil.

—¿Tan... Tan malo es?

Shinji abrió la boca para decir algo, luego se detuvo. Un momento
después esputaba más baba negra, que cayó al líquido refrigerante
de más abajo.

Misato arrugó la cara:

—Guácala. Bueno, mejor vamos a la enfermería.

Luego de una parada breve en un bebedero cercano, siguieron camino,
Shinji sobre piernas endebles, y Misato con cara de enojo por la
desagradable mancha de viscosidad negra que le quedó en el vestido.

««««o»»»»

Ritsuko sonrió al entrar los dos a su oficina.

—Ah, qué bien. De todos modos te iba a pedir que vinieras. ¿Y cómo
está nuestro piloto?

—Con algo de náuseas —contestó Misato.

—Creo que ya estoy mejor —dijo Shinji débilmente.

Ritsuko asintió con la cabeza:

—Me lo esperaba. Tu primera vez en el LCL no fue agradable, no me
cabe duda. Tampoco lo será la próxima vez. Pero después no va a ser
tan malo, e irá mejorando con el tiempo. El cuerpo se acostumbra.

¿La próxima vez? Shinji no quería ni pensarlo.

—Pero, como procedimiento estándar, hay que asegurarse de que
estás bien. Así que ten la bondad de venir por aquí un momento...

Ritsuko sometió a Shinji a un repertorio de exámenes, puesto bajo la
luz de un surtido de maquinaria que Shinji no comprendía. Luego,
variadas sondas fueron introducidas en orificios diversos, lo cual no
mejoró en absoluto el ánimo del muchacho.

Y, además, tampoco ayudaba el que Misato estuviera en el cuarto,
con una levísima sonrisa.

—¿Ya terminó? —preguntó mansamente Shinji, sintiéndose más
sondeado de lo que ningún humano debía estar.

Ritsuko asintió.

—Terminé. Nada más descansa y las náuseas se irán completamente
por sí solas. Ahora, si me disculpan, tengo otro paciente que atender.

««««o»»»»

Iban los dos por el interminable laberinto de pasillos de la base, sus
pisadas haciendo eco por los espacios vacíos.

Con las náuseas mucho menos intensas que momentos atrás, Shinji
tuvo la suficiente presencia de ánimo para reflexionar acerca del día
hasta ahora transcurrido.

Hoy había...

... visto a su padre por primera vez en años,

... inhalado fango tóxico,

... casi muerto pilotando un robot gigante

... y matado a un monstruo gigante.

En conjunto, el día había sido bastante menos agradable que lo
expresado por aquel resumen escueto. Era un día que no le interesaba
repetir.

Excepto por matar al monstruo.

Una sensación insólita lo había recorrido al morir la criatura. Al caer
esta sin vida, él había sentido un frenesí atravesarle el cuerpo.
Inquietantemente placentero. Se preguntó si los combates terminarían
siempre así.

Misato descarriló fácilmente su tren de ideas.

—Ah, me olvidé de mencionarlo. Se te puso a cargo mío, Shinji.

Él pestañeó.

—¿No me voy a quedar con mi papá? —No estaba seguro de si estar
enojado con su padre o aliviado.

La voz de ella sonaba un tanto incómoda:

—Se ausenta muy seguido y no puede cuidarte como corresponde.
Además, yo tengo dos dormitorios sin uso. El otro lo va a ocupar la
Segunda Niña cuando llegue de Alemania.

—¿La Segunda Niña? —preguntó él.

—Los nombres van en el orden que los reclutamos. La Primera Niña es
Ayanami Rei. La Segunda Niña es Asuka Langley. Y el Tercer Niño eres
tú.

Al pasar junto a una serie de ascensores, uno de ellos se abrió. Misato
puso gesto de infortunio, y Shinji cara de extrañado, cuando vieron a
Ritsuko salir empujando una camilla.

—Rápido, date vuelta —murmuró Misato.

—¿Misato? ¿Eres tú?

La oficial sonrió con gesto de angustia.

—¡Ritsuko! ¡Hola! Es que... le estaba mostrando el lugar a Shinji.

—Te volviste a perder. —No era una pregunta, era una aseveración
irrefutable.

Misato se rascó la nuca en ademán nervioso:

—Bueno, ya, tal vez sí, un poquito.

Ritsuko hizo un gesto de exasperación.

—Ni trates de inventar excusas —dijo—. Sigue tres intersecciones más
allá, dobla a la izquierda, sube por el ascensor al nivel 1, y llegas a
la central.

Shinji no tomó en cuenta la escaramuza que rebotaba entre las dos.
Su atención estaba, para gran sorpresa suya, fija en otra parte.

En la camilla había una muchacha, probablemente de su edad. Tenía
la mitad de la cara, incluyendo un ojo, envuelta en vendajes gruesos.
Uno de sus brazos estaba también envuelto en vendas.

Con los ojos apaciblemente cerrados, con una piel pálida, de
apariencia tersa como el mármol, él la consideró bastante hermosa
en un modo como de escultura. Sabía que la estaba mirando
descaradamente, pero no pudo contenerse. Había algo en ella...

Y entonces la muchacha abrió el ojo.

Los ojos de él se encontraron con el de ella.

—Oye, Shinji.

—¿Eh? ¿Qué?

Misato sonrió con cara de burla:

—Ya sé que es bonita, pero de verdad nos tenemos que ir.

El ojo de Rei volvió a cerrarse, y Ritsuko se la llevó en la camilla.
Shinji, como arrobado, miraba de ida y vuelta entre Rei, que se
alejaba, y Misato. Y entonces se percató de qué insinuaba ella.

—¡N... No es eso! —insistió, colorado.

—Sí, cómo no —aguijoneó Misato—. Vamos, es por aquí.

Tras unos minutos de marcha silenciosa, Shinji volvió a hablar.

—Me imagino que lleva entrenando un buen tiempo. Pelea muy bien.

—¿Rei? Lleva aquí entrenando más tiempo del que yo he estado acá
—dijo Misato—. Desde muy temprana edad. —Miró a ambos lados en
una intersección, luego viró a la derecha—. ¿Te gusta el ramen
instantáneo, cierto?

—¿Hmm? Sí, no me molesta.

—Qué bueno. —Ella se oía aliviada—. De verdad que uno de estos
días tengo que ir a comprar cosas, pero hambre no vas a pasar.

Se detuvo ante una puerta y deslizó por la ranura su tarjeta de
identificación. La puerta se abrió, para revelar un cuarto lleno de
bolsas plásticas de basura.

—Uy, ¿era a la derecha o a la izquierda que había que doblar?

Mientras Misato dilucidaba las direcciones, Shinji miró hacia el fondo
del pasillo, donde el rechinido de ruedas marcaba el paso de Ritsuko
y Rei.

Rei.

Había mirado a la muchacha directo al ojo. Era rojo, un rojo vibrante,
de brillo encendido, pero más allá de eso no daba sino una impresión
de simplicidad, de franqueza sin artificio, y de una ausencia de toda
emoción sustancial.

Y Shinji había sentido miedo.

««««o»»»»

Shinji esperó, en aras de su propia salud, que el apartamento de
Misato no estuviera normalmente infestado con miles de arañas. No
obstante el acostumbrado statu quo de este, hoy tenía muchísimo más
que la ración normal de arañas. El chiquillo miró, mudo, la estancia
amortajada de blanco.

Misato abrió los ojos de par en par.

—Por Lucifer —profirió, y empezó a correr por toda la estancia,
pisoteando todo lo que se moviera. Shinji observaba en silencio, hasta
que ella dijo—: ¡Ven a ayudarme!

Para Shinji fue una considerable sorpresa ver a un pingüino salir veloz
del refrigerador mientras ellos pugnaban por llegar a la cocina. El ave
intentó trepar sobre Misato y fracasó, puesto que los pingüinos no
destacan por su habilidad de trepadores. Shinji miró con ojos
desorbitados unos segundos, y las arañas intentaron pegarle los pies
al suelo con su red.

—Este es Pen-Pen, también vive conmigo —dijo Misato.

A Shinji se le desorbitaron los ojos una segunda vez, y esta vez SÍ le
dejaron los pies pegados al piso, pero se liberó fácilmente.

—¿Un pingüino? —inquirió.

—La Antártica se derritió, así que todos emigraron.

Shinji simplemente extendió su previo estado de idiotización en lugar
de comenzar uno nuevo.

Al final llegaron a dientes y uñas hasta una de las alacenas y se
armaron con Raid. Misato se volvió un energúmeno, gastando una
lata entera en minutos. Eso ahuyentó a todas las arañas del
apartamento. El insecticida fumigó tan cabalmente la vivienda, que
ahuyentó también a Misato y a Shinji. El cansancio por fin atrapó
al muchacho, sentado enfrente del apartamento, esperando que se
aireara. Había sido el día más extraño de su vida hasta la fecha, y
esperaba en parte despertar en la mañana y descubrir que todo era
un sueño.

««««o»»»»

—Bueno, fue fácil —dijo el segundo al mando de Gendo.

El viejo estaba sentado en la cómoda silla de siempre, preguntándose
por qué Gendo se había quedado con la incómoda y permitía a las
visitas usar la buena.

—Casi perdimos a la Unidad01 —dijo Gendo—, y pudimos fácilmente
haber perdido la Unidad00 si "Matriel" hubiera logrado morderla. El
Dispositivo Autónomo de Guía Orgánica y Navegación todavía no se ha
probado de manera adecuada, ni tampoco Diógenes ha encontrado
aún al próximo Niño. Y tampoco tenemos Eva todavía para un nuevo
piloto. Las cosas van a mejorar mucho una vez que tengamos a los
tres Niños aquí. Si la criatura hubiera logrado penetrar en nuestros
cuarteles, habría sido un desastre. Y así y todo, vamos a tener que
estar semanas fumigando la base. —Se quitó los anteojos y empezó
a limpiarlos.

—¿Entonces por qué no mandaste primero a Ayanami?

—No creí que ella pudiera funcionar tan bien. Claro, se comporta como
si no sintiera ningún dolor, y creo que es bien capaz de portarse igual
aunque algo le sacara un brazo; pero perdió el control de su Eva en
ese último ensayo. No nos podíamos permitir un desliz así en combate.

—¿Pero cómo podías saber que el muchacho lo haría mejor?

Gendo sonrió:

—Un mago sabio nunca revela TODOS sus secretos.

-fin parte 1-