Ni K Project ni los personajes me pertenecen.


Weismann caminaba por las instalaciones subterráneas del lugar, subiendo y dando vueltas por las escaleras con prisa para llegar al lugar donde se encontraba su gran amigo. Era el último día en el que estaría con él, ya que se iba al frente junto con demás soldados tanto alemanes como italianos y japoneses. Quería darle una sorpresa, una con la que siempre sonreiría al recordar. Al llegar encontró a su amigo, Kokujoji Daikaku, esperándolo bajo aquel árbol que esparcía sus hojas anaranjadas por el lugar, ya que el otoño había llegado realmente rápido.

-Veo que has llegado, Adolf- Su voz sonaba tranquila, confiada de lo que hacía como siempre.

-¡Milagro! No me has llamado con honoríficos- Sonrió, mas quitó su sonrisa al instante-¿Será por que es el último día que nos veremos…?-

El viento sopló, los cabellos plateados de Adolf se removieron suavemente, haciendo que cayeran en sus mejillas y frente. El comandante japonés se acercó al alemán, retirando con delicadeza aquellos cabellos revoltosos. Dejó su mano en la mejilla de este, acariciando la suave piel del más bajo.

-Adolf…los extrañaré, a ti y a Claudia…en poco tiempo se volvieron importantes para mí, por lo que los protegeré mientras ustedes terminan su experimento-

-Que tierno, teniente. Haremos nuestro mejor esfuerzo-

Se acercó levemente a los labios del de plateados cabellos y lo besó con ternura y delicadeza, mas no duró mucho.

-D-Daikaku...- Adolf no lo creía, no podía evitar tanto su enorme sonrojo como su gran sorpresa. Y para sorprenderlo más, Daikaku le dio una sombrilla de estilo japonés de color carmesí.

-Te queda bien…- Miró que alguien salía de las instalaciones y se dirigió a él, hablando sobre que su partida.

-¡Da-Daikaku!- El nombrado volteo a verle curioso.

-¿Que pasa?-

-Toma…es un regalo de mi parte…Claudia schwester no me quiso ayudar así que lo hice yo…- Le dio un pequeño colgante, no era la gran cosa, una pequeña moneda de la suerte atada con un hilo rojo y al final un pequeño peluche de Adolf.

-…Arigatou…-

Esa fue la última vez que se vieron antes de partir. Realmente, Adolf apreció aquella sombrilla, casi nunca salía sin ella, ya que era un regalo especial de parte de su querido "amigo"; Y este, de igual manera, jamás dejó de usar el colgante de Weismann, y nunca lo hará.


-Ahora que lo pienso, Shiro, ¿Por qué siempre traes esa sombrilla contigo?- Yatogami Kuroh volteó a ver al chico albino que estaba frente a él, acariciando a la pequeña gatita que estaba en sus piernas.

-¿Uh? Mmm…no lo se, pero… ¡creo que es algo muy pero muy especial para mi!- Sonrió, tomando con más fuerza aquella sombrilla roja a la que extrañamente le tenía mucho afecto.

-Gracias-


Espero y les haya gustado este pequeño drabble~ byebye~