Scorpius observaba cómo el andén poco a poco se llenaba de estudiantes ansiosos por subirse a la locomotora roja. Sonreía con amabilidad a aquellos más pequeños, probablemente de primer curso, que no se separaban mucho de sus padres.
Su último año en Hogwarts. Y después, Merlín sabía lo que haría. Tenía la esperanza de que si todo salía bien, su padre le dejara seguir adelante con sus sueños de convertirse en profesor. Scorpius era consciente de que su padre quería que se dedicara a la empresa que sus padres habían fundado pero ese mundo no era para él.
Se sentó encima de su baúl. Cerca estaba su padre hablando con sus tíos y dándole de nuevo la enhorabuena a Theo por su puesto como Premio Anual.
Si tan solo su primo supiera que McGonagall le había ofrecido aquel puesto a él primero en una reunión en su despacho. Sonrió.
Scorpius no disfrutaba de ser el centro de atención y aunque debido a su apellido era algo inevitable, cuanto menos se expusiera, mejor se sentía él consigo mismo.
—¡Hola Scorpius! Mira, mamá, este es el chico del que tanto te he hablado.
El rubio levantó la mirada para encontrarse con Amanda Cunnings, una de sus alumnas de las clases particulares que McGonagall le había permitido dar.
—¡Hola Amanda! Es un placer conocerla, Señora Cunnings.
—Encantada, Scorpius. La verdad, es que después de todo lo que Amanda nos ha contado sobre ti, casi es como si yo te conociera. Espero que Amanda se porte bien, que de eso nunca me dice nada.
Scorpius miró a la pequeña de rizos castaños con complicidad. La niña le había dicho que sus padres eran muggles y que había sido una sorpresa el hecho de que ella fuera una bruja. Scorpius volvió a sonreír, sin duda Amanda era una niña especial.
—Bueno, en mis clases se porta bien. Pero tampoco se puede decir que yo fuera un santo cuando entré en Hogwarts.
La madre de Amanda le sonrió, a buen entendedor, pocas palabras bastan. Se despidieron y comenzaron a caminar de nuevo hacia el tren. Antes de que se alejaran del todo, pudo escuchar la voz de Amanda.
—Ves mamá como te he dicho que Scorpius era muy guapo.
Scorpius sacudió la cabeza. Aquella niña sería un peligro dentro de un par de años. Sintió como alguien le tocaba el hombro. Al girarse, se encontró con su mejor amiga a la que no había visto en todo el verano.
—¡Taneedra! ¡Merlín, estás preciosa!¡Que me enamoro!
Scorpius se levantó, abrazando a Taneedra. El cuerpo de la chica se elevó del suelo mientras giraban. Taneedra rió, dándole un pequeño golpe en el pecho al chico.
—Veo que de verdad me has echado de menos, huroncito.
Scorpius depositó a la chica en el suelo con delicadeza. Se fijó en el pelo de la chica, que ahora lo llevaba trenzado y teñido de color morado.
—Soportar a Theo sin ti a mi lado debería ser considerado una tortura. He tenido que ir al gimnasio con él. Hazte una idea.
—La verdad es que yo también te he echado de menos. Aunque el viaje con mi abuela ha sido increíble. ¡Tengo que enseñarte todas las fotos! He sacado algunas que son brutales, casi de concurso.
—Ya te he dicho mil veces que deberías enviarlas, tienes talento para las fotos.
—Ya, pero mi padre no lo aprueba. Quiere que estudie algo de provecho.
Taneedra puso los ojos en blanco haciendo que Scorpius riera. Miró por encima de su hombro para ver como su padre sonreía al verles juntos. Scorpius sabía que su padre estaba casi seguro de que entre ellos dos había algo y él había desistido en el intento de convencerle de lo contrario.
—Argh, ¡qué genial! Va y es justo ahora cuando la princesa de Gryffindor nos honra con su presencia.
Scorpius siguió la mirada de Taneedra, la cual estaba fija sobre el punto donde se encontraban los Weasley-Potter. Este año el número de familiares se había reducido considerablemente. Se fijó en la chica pelirroja, quien no parecía compartir el buen humor que el resto de su familia.
En los seis años que habían compartido en las clases, probablemente había cruzado un par de palabras con Rose. Sin embargo, Scorpius no pudo evitar fijarse en cómo los ojos de la chica, normalmente de un azul brillante, se veían apagados. Scorpius torció la boca.
—¿Qué pasa, Scor?
—A la que tú denominas princesa, se la ve triste. No la conozco personalmente, ni comparto cuarto con ella como tú pero...mirala. ¿Cuándo has visto tú tan apagada a Weasley?
—Quizás está triste porque después de este curso no será nadie. Bueno, quiero decir, no tendrá a un montón de lameculos babeando por ella ni esas hordas de niñatas unineurona a sus espaldas.
—Vaya, cuanta positividad.
—Es que solo con pensar que ya voy a tener que cruzarme con ella esta noche, me pongo de mal humor. Es una persona tan vacía que dudo que se sepa mi nombre a pesar de que dormimos en frente la una de la otra.
—Dudo mucho que sea una persona vacía. Además, no sé de qué te quejas cuando nuestro mejor amigo se autodenomina "Príncipe de Slytherin".
—Sería capaz de derribar ambos principados. Quizás si metieramos a Rose y a Theo en la misma sala, sus egos explotarían al querer ocupar todo el espacio y…¡PUM! Problema resuelto.
—Taneedra, creo que deberías controlar ese mal genio. Theo es nuestro amigo y mi primo, al fin y al cabo. Y Rose, bueno, es Rose.
—Ni si quiera la conoces.
—Taneedra, cariño mío, tú tampoco. Yo vivo con Albus y no por eso le conozco. ¿Entiendes lo que te quiero decir?
—Que sí, pesado. Anda, vamos a buscar un compartimento para nosotros dos que creo que a Theo le interesa más que le sigan hinchando el ego.
—Taneedra…
—Que sí Scorpius, ¡no me eches más la bronca!
Rose se mantenía ausente en el compartimento. No sabía de qué hablaban sus primos, para ella apenas era un murmullo de fondo. Su cabeza no dejaba de dar vueltas a esa carta que había recibido apenas cuatro días antes.
Miró su reloj, casi era la hora a la que había quedado con el chico en los baños del tren. Se levantó sin decir nada, sin fijarse en la cara de Albus al salir del compartimento.
Caminó entre la gente, sonriendo allí y allá aunque sin ganas. A veces, más de las que le gustaría confesar, deseaba ser totalmente anónima. Que nadie la conociera, ser invisible para los demás.
Rose suspiró, colocándose la melena para un lado. Sabía que no debía pensar tanto, pero no podía evitarlo. Pasó por un par de compartimentos más y llegó al cuarto de baño. Taylor ya estaba esperándola allí. A Rose ya no le parecía tan guapo como unos meses atrás cuando se despidieron antes de verano.
Llegó a su lado dispuesta a darle un beso pero el chico la apartó antes de que pudiera acercarse más.
—Hey, Rose. Mira, prefiero que acabemos con esto rápido. Me están esperando.
—Sí, claro, sin problemas. ¿Por qué querías hablar conmigo?
—Voy a serte sincero. Me he enamorado.
Rose abrió mucho los ojos. ¿Cómo se iba a enamorar Taylor de ella? ¡Apenas habían vuelto a hablar!
—¿Te has enamorado de mí?
La carcajada de Taylor, que Rose estaba segura se había escuchado por todo el vagón, la sobresaltó.
—¿De ti?¿Cómo me iba a enamorar de ti? ¡No digas tonterías, Rose!
—¿Qué quieres decir?
—Todo el mundo sabe que solo te quieres a ti misma. Y no veo a nadie capaz de estar con una persona como tú, no hay persona cuerda que pueda soportar eso. Me he enamorado de Sophie Staffler.
Rose sintió como la sangre se le congelaba en las venas. Esto tenía que ser una broma, una de muy mal gusto.
—Bueno, no tengo nada más que decirte. Nos lo pasamos bien durante unos meses, pero sobre el corazón no se manda. Además, sé que pronto conseguirás a alguien que ocupe mi lugar aunque no sea tan bueno en la cama.
—¿Perdón?¿Qué me estás contando?
—No me digas que yo te importé demasiado, Rose. Querías una cosa y era lo que tenías de mí. Para lo que hacíamos juntos, estoy seguro de que nada más poner un pie en el castillo tendrás una fila de tíos dispuestos a aguantarte.
—Eres un capullo.
—Y tú una interesada, mira que combinación. Menos mal que me he encontrado con Sophie.
Rose sintió como las lágrimas se agolpaban en sus ojos pero no iba a darle ese gusto a Taylor Wood, ni en mil años. El chico sonreía, como si hubiera estado pensando en esta escena durante mucho tiempo. Rose cerró los ojos.
—Bueno, no tengo nada más que decirte. ¡Nos vemos, Rose!
Wood se marchó dejándola con la mente totalmente en blanco. Al verse sola dejó las lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas. Sabía que lo que había entre Wood y ella era algo temporal, que no tenían exclusividad pero nunca había llegado a pensar que podría sentirse así de abandonada.
Sentía como la rabia apretaba su pecho. La verdad dolía y ahora estaba pagando haber sido tan frívola. Rose no podía respirar bien.
No podía seguir allí en un espacio tan pequeño o acabaría por volverse loca. Abrió la puerta de golpe, encontrándose con Scorpius Malfoy en la puerta del cuarto de baño con el puño en el aire. Rose pegó un salto de la sorpresa.
—Vaya, cualquiera diría que te has cruzado con un trol.
Scorpius sonrió, antes de fijarse en que la chica parecía estar llorando. Él, a pesar de no tener un círculo de amigos muy amplio, era bastante empático.
—¿Estás bien, Weasley?
Rose se limpió rápidamente las lágrimas. Ella no estaba triste, lloraba porque Wood le había golpeado en su orgullo. Y dolía, porque no se lo esperaba. Todo estaría bien, pero no en aquel momento con Malfoy sin dejar de preguntarle.
—¿A ti que te importa, Malfoy? ¡No es asunto tuyo!
La voz se le quebró. No quería mostrarse débil, menos aún delante de Scorpius Malfoy, quien aprovecharía la mínima oportunidad para dejarla en ridículo con Taneedra Zabini. Escuchó como Scorpius volvía a hablar.
—No es asunto mío, lo sé. Pero lo normal si encuentras a alguien llorando, es preguntar qué le pasa. No entiendo porque todo el mundo está así, a la mínima salta al cuello. ¿Me dejas pasar ya? Por hoy creo que se me ha acabado la amabilidad.
Rose miró al chico, parecía preocupado por ella, pero no podía ser. ¿Cómo iba a preocuparse Scorpius Malfoy por ella? No tenía ningún sentido.
Se apartó sin decir nada más. Buscaría un hueco donde esconderse de los demás hasta que llegaran a Hogwarts.
