Hola, es la primera historia que publico por aquí, sin embargo es la más nueva que escribo XD
espero que les guste :D
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Su matrimonio con Kikyo ya llevaba dos años de la misma manera, era tan monótono y rutinario.
Por ser él no le daba importancia a esas cosas, tampoco se dedicaba pensar todo el día en ese momento en que la conoció por primera vez.
En un principio había estado muy interesado en ella, eso pensó, ella era perfecta para él en su mundo de etiqueta y prestigio.
Delicada, educada, fina, elegante, inteligente, astuta, respetuosa y muy hermosa.
Sin duda fue la gran oportunidad, después de meditarlo decidió tomarla como su esposa ya que era tiempo de hacerlo y ella estaba allí. La atracción que ambos sintieron era innegable, ella también se interesó por él y al cabo de unos meses ya se estaban casando. Su padre, más allá de estar preocupado por la anticipación de todo, estaba feliz y orgulloso de que su primogénito ya tuviera una compañera, y una tan buena.
Aunque insistía en que a Sesshomaru le convenía una chica un tanto diferente, nunca se explicó y Sesshomaru tampoco le dejó que lo hiciera, ahora sin embargo quisiera haberlo escuchado, o al menos le daba curiosidad ese punto de vista.
Kikyo ahora estaba siendo lo que era en aquel tiempo y a él le pareció perfecto, sin embargo ahora sin darse cuenta le estaba irritando.
La definición sería que podría haber algo mejor para él, pero no se molestaba en buscarlo ya que nunca le dio importancia.
No era un matrimonio, no tenían hijos porque ella siempre se cuidó y él no quería hijos, aún, no reían viendo viejas fotografías, no salían a divertirse, él no le pedía consejos ni opiniones para su trabajo y ella no se los ofrecía, no se besaban todas las mañanas como buenos días, él no le abrazaba de sorpresa mientras ella cocinaba el desayuno ni le alcanzaba los platos de más arriba.
Cuando salían era todo un papel, ella majestuosa junto a él tan imponente, una pareja deslumbrante y monótona.
Un restaurante exquisito y caro, ellos sentados uno frente al otro, comían en silencio y luego se retiraban.
Pero él era todo un caballero, le abría la portezuela del coche y la mantenía así para ella, caminaba a su lado siempre y le servía el vino.
Llegó a casa, eran las 9:30 de la noche, había trabajado extra en su oficina, no era adicto al trabajo, pero no tenía nada mejor qué hacer.
Pasó directo a su habitación, la servidumbre aún esperaba despierta por el regreso de su amo, Yaken estaba primero en la fila derecha.
Todos inclinaron sus cabezas al verlo entrar y le saludaron seguidos de Yaken.
-bienvenido de regreso, Amo Sesshomaru -dijo Yaken tomando el maletín de la mano de Sesshomaru- la señora está dormida ya, me pidió que le atendiera.
Sesshomaru sabía que Kikyo no había pedido algo semejante, pero no dijo nada.
-vayan a sus habitaciones- dijo Yaken a todo el personal.
Sesshomaru continuó su camino y se detuvo frente a la puerta de su dormitorio, giró un poco la cabeza y le habló a su mayor domo- vete, tomaré una ducha y dormiré- habló de manera fría pero no cortante.
-de acuerdo, Amo, que pase una noche tranquila- inclinó su cabeza y se marchó.
Entonces el hombre abrió la puerta y encontró ese repetitivo cuadro que le resultaba esa escena.
Kikyo dormida del lado izquierdo de la cama, su cabello a medio lado de su cabeza se mantenía peinado sobre su hombro y la almohada, sus manos entrelazadas en su regazo y su fina cara pálida muy relajada con su nariz apuntando al techo.
Su pecho subía y bajaba lentamente, las sábanas le cubrían hasta debajo de los senos, muy bien estiradas y limpias.
Todas las luces apagadas y sólo había dejado encendida la lámpara de lado derecho de la cama.
Caminó hasta el armario, dejó allí su saco, maletín, zapatos y demás ropa, tomó una bata y luego salió en dirección al baño de la alcoba, se encerró en él durante unos minutos y salió con su cabello húmedo y la bata firmemente sujetada con un nudo en su estómago.
Miró a un lado, la cama y su mujer- hmp- dirigió, sin embargo, sus pasos al balcón de la habitación y una vez allí llevó su mirada al cielo nocturno.
La luna creciente se alzaba esplendorosa en el cielo, tan brillante, elegante y perfecta, como su mujer, no era una luna divertida con la cual bromear sobre hombres lobos, era una luna imponente y elegante.
Pensó en ella allí dormida tan delicadamente, no tenía ni la decencia de esperar a por él despierta.
-hmp- bufó, lo prefería así, de todos modos él no tenía hora de llegada, aunque nunca pasaba de las diez y media, y si llegaba y ella esperaba por él despierta no tenía caso.
Las luces de Tokio eran hermosas a esa hora, todo en silencio y tan hermoso como una vista digna de un rey.
Las palabras de su padre eran algo que ahora palpitaba en su mente, pero que simplemente ignoraba.
"Tal vez hay alguien más allí afuera más apropiada para ti…"
-¡no!- rió- Inuyasha, eso es mío- le quitó el helado- ya- dejó de reír- quería decirte que iré a Inglaterra con mi tía Nam la próxima semana, pero será solo una semana.
Entonces él la abrazó y le susurró- ¿y qué pasa si me niego?- la miró altaneramente.
-no puedes- se separó de él- siempre lo hago, no debes ponerte así- le reprendió- volveré muy pronto.
-Aome, pero quería que me acompañaras esa semana a conocer a mi padre- le recordó.
-lo sé, en cuando vuelva iremos y también conocerás a una persona muy especial- le dijo sonriendo- te lo prometo.
-comienzo a pensar que estás huyendo de conocer a mi familia- entrecerró los ojos.
-no es así, es sólo que aún no se da la oportunidad- le tomó la cara con ambas manos- escucha, te amo.
-yo... yo también te amo, Aome- le rodeó por la cintura-por eso- llevó una de sus manos a los bolsillos- toma- le dio una cajita de color roja- es el anillo que debí darte cuando te pedí que te casaras conmigo, ahora todos en Inglaterra sabrán que eres mía- le besó la mejilla- llévalo siempre contigo.
Ella asintió incapaz de hablar, abrió la cajita y vio un anillo de oro blanco con incrustaciones de zafiros, abrió los ojos impresionada por la preciosa joya y miró a Inuyasha- lo llevaré por siempre con mucho amor y orgullo por ser tu novia.
Ambos sonrieron y juntaron sus frentes viéndose a los ojos, Aome le rodeó con los brazos por el cuello y le dio un tierno beso en los labios.
Ya llevaban dos años conociéndose y un año y medio saliendo, habían decidido casarse debido a que su relación era perfecta y se amaban mutuamente.
Aome era una luz para Inuyasha, ella era tan divertida, honesta, altanera, audaz y bella.
Le hacía reír y lo enfadaba de una manera que lo enamoraba más de ella, era tan testaruda que le parecía tierna.
Sus hermosos ojos chocolates siempre le miraban con adoración, sus labios rosados siempre recibían a los suyos con el mismo ímpetu con el cual él tomaba los de ella, de igual manera su sonrisa siempre era para él.
Su cabello azabache era suave y ondulado en las puntas, a él le encantaba enredar sus dedos en los cabellos de ella cuando se besaban.
Se habían conocido en una cita grupal, luego se habían ido juntos y volvieron a verse una semana más tarde, desde allí se veían cada que podían.
Ellos compaginaron al instante de verse y hablarse, eran el uno para el otro, tan divertidos, cada vez que salían eran la envidia de todos, siempre sonriendo, tomados de las manos y sin prestar atención a su alrededor eran felices.
Sus peleas eran cosas tontas las cuales luego de una hora ya habían quedado en el olvido, él la respetaba y ella a él, nunca se habían sido infieles y nunca lo serían, al menos eso decían ellos.
Él le había pedido que se casaran, aunque ambos ya habían pensado en esa posibilidad, el tema salió a colación como uno más, de lo más normal lo hablaron y terminaron besándose en el parque luego de que decidieron preparar una boda.
Inuyasha conocía a la madre, al abuelo y hermano menor de Aome, pero ella aún no conocía a su padre y hermano mayor.
Una vez que los presentara le diría a su padre que se casaba con ella, estaba tan desesperado porque ella le perteneciera completamente y estar unidos para siempre, la amaba con locura.
Aome viajaba constantemente con sus tías y primas, pero nunca tardaba demasiado en volver.
Él no hacía nada, a pesar de saber que tarde o temprano tendría que ocupar su lugar en las compañías de su padre.
-siempre estaremos juntos- afirmó el peli plata- siempre, Aome- y la estrujó posesivamente.
-sí, siempre estaré contigo, Inuyasha, incluso cuando no me quieras a tu lado- le dijo mirándolo a los ojos, con sus chocolates ojos brillando.
-eso nunca pasará, siempre te querré cerca- volvió a unir sus labios esta vez con más ferocidad en un beso desesperado, al cual ella correspondió feliz.
Ambos casi siempre estaban de acuerdo en hacer cualquier cosa, así se tratase de una locura, ellos siempre accedían, no tenían límites y eso algunas veces era erróneo, todos necesitamos a alguien al lado que nos limite cuando de locuras se trata, tal vez hubiera alguien más en el mundo que los complementara mejor a los dos.
Continuará…
N.A. ¿qué les pareció? dejen sus comentarios si quieren que la continúe
usted!
