Todo había terminado. Era algo tan simple y, al mismo tiempo, tan complejo. Años de oscuridad, miedo, guerra. Tanta muerte, y, de repente, se hizo la luz. Hermione Granger no podía más que recordar, una y otra vez, el momento en que el temido Lord Voldemort caía al suelo, inerte, golpeado por el rebote de su propia maldición al impactar contra el Expelliarmus de Harry.
Harry, Harry Potter, el niño que sobrevivió, el elegido y, a partir de ese mismo momento, el que derrotó al Señor Tenebroso. En esos momentos ya disfrutando de un merecido sueño en su casa: Gryffindor, la casa de los valientes que dan todo por defender lo que creen, de los que nunca se dan por vencidos. Osadía, temple, caballerosidad eran requisitos fundamentales dentro de la personalidad de un mago para pertenecer a dicha casa y, Harry Potter, había demostrado eso y mucho más en su larga y sufrida lucha contra el que no debió ser nombrado.
Se merecía su descanso. Nada más volver al Gran Comedor, después de haber estado en el despacho del director, todos le habían hecho dirigirse inmediatamente a la que fue su cama durante sus 6 años escolarizados en Hogwarts. La primera, muy a pesar de Molly Weasley, había sido la profesora Minerva McGonagall, la cual estaba muy preocupada por, no solo el cansancio físico que, evidentemente, presentaba, sino por el cansancio psicológico que debía llevar a cuestas. Habían pasado muchas cosas en mucho tiempo y, la gran mayoría, se las había comido el solito. La profesora nunca fue boba, a pesar de haber sido la mano derecha en Hogwarts de Albus Dumbledore, siempre supo que, para temas de la Orden, hasta el profesor Snape tenía más categoría que ella. Y por esto, tambien sabía que Harry tenía mucho por contar que ni ella misma sabía. Pero, obviamente, no en el estado que se encontraba. Debía descansar.
Hermione vio como Hagrid acompañaba a Harry a la torre de Gryffindor cuando de golpe la cruda realidad cayó sobre ella: habían ganado la guerra pero, ¿y lo que esta había costado? No pudo evitar relacionar este cambio de perspectiva al que sufría cuando terminaba un examen y se mentalizaba para el del día siguiente, la guerra había terminado y, de golpe, apareció el problema siguiente. Para empezar, los magos caídos en la última batalla, entre los que se encontraban Lupin y Tonks. No era posible que hubieran muerto, no le entraba en la mente. No volver a verlos con esa reciente felicidad que habían obtenido gracias a la reconciliación y a Teddy. Teddy Lupin, se había quedado solo y, una vez más, inevitablemente, relacionó la muerte de Lupin y Tonks con la que, hacía ya más de 17 años, habían sufrido James y Lily Potter a manos de Lord Voldemord. Aunque los motivos eran diferentes, la causa y la consecuencia era muy parecidas: la magia oscura y un niño criado sin, si quiera, conocimiento vivaz de cómo eran sus padres. No era algo sencillo y Harry lo podía asegurar.
Tubo que salir de su repentino ensimismamiento pues el Castillo entero requería ayuda. En el otro lado del Gran Comedor pudo visualizar como, uno a uno, colocaban a los heridos apoyados en la pared e iban llevándoselos a San Mungo a través de la aparición. Esto extrañó a Hermione, dentro del Castillo no podía aparecerse nadie.
En seguida fue a prestar ayuda. Encargados de la tarea parecían haberse puesto, además de la señorita Pomfrey, Charley Weasley y dos brujas más que Hermione no conocía.
"¿Se pueden aparecer?" preguntó mientras ayudaba a levantar a un mortífago inconsciente del suelo con la ayuda del segundo varón Weasley
"Si. Parece que, después de la batalla, han caído varios de los encantamientos de Hogwarts." la informó haciendo un esfuerzo por sostener al mortífago, el cual era bastante grande en comparación con él, que ya era decir, pues Charley Weasley de pequeño tenía poco "Si me permites opinar, en estos momentos, nos viene al pelo. No se cómo habríamos hecho para llevar tanta gente"
"Yo puedo ayudar" se ofreció Hermione ocultando el cansancio con una breve chispa de entusiasmo. Desgraciadamente, ambas fueron totalmente visibles para el joven Weasley "Puedo aparecerme."
"Deberías descansar Hermione" dijo haciendo un esfuerzo por sonreír, él tambien estaba cansado "Entre tú, mi hermano y Harry habéis sostenido, no solo gran parte del peso de la defensa, sino el del ataque en esta guerra"
"Pero… no hemos participado activamente" argumentó Hermione sin rendirse "Y eso es lo que verdaderamente agota"
"¿De verdad crees eso?" preguntó pícaramente irguiéndose "¡Ron!" llamó a su hermano para que acudiera, el cuál se encontraba sentado en borde de un escalón mirando a las musarañas
No hizo muchas muestras de reacción, simplemente levantó la vista. Era evidente que a él tambien se le habían caído encima un montón de problemas al finalizar la guerra. La historia no deja muy buenos recuerdos de la posguerra nunca. Ron había perdido a su hermano, a Fred Weasley. Y Charley tambien, se dio cuenta Hermione derepente sin poder evitar una cara de disculpa inmediata a dicho joven.
"Charley…" titubeó "Siento… siento mucho lo…" no podía decirlo, no podía creerlo "Fred…"
"¿Fred?" preguntó "¿Qué pasa con Fred?"
En seguida obtuvo la respuesta en los ojos lagrimosos de Hermione. Se dio la vuelta corriendo hacía su hermano, el cual volvía a tener la mirada perdida, y, tras unas breves palabras con él, salió corriendo del Gran Comedor. Mientras, Hermione había caído al suelo, a punto de llorar desconsoladamente. Fred, Lupin, Tonks… ¿quién más habría caldo y ella aun no sabía? Temía la respuesta.
Sus ojos se levantaron y examinaron a fondo el Gran Comedor. Los señores Weasley, Percy, Bill, Ron, ¿y Giny?, a Hagrid lo había visto antes, Neville, Luna, McGonagall, el profesor Flitwick… faltaba gente pero, podía haberse ido a informar al Ministerio, podrían estar ayudando a los alumnos… Recordaba que a Giny la habían obligado a mantenerse al margen de la batalla y deseaba con todas sus fuerzas que asi habiera sido.
De repente recordó: el profesor Snape. Debía estar aun en la casa de los gritos, muerto. No podía quedarse ahí y, nadie sabía donde estaba sino ella, Harry y Ron. En realidad había sido fiel a la Orden, sino el más fiel pero su honor estaba por los suelos. Cierto era que nunca había hecho nada por evitarlo pero, aun asi... Sabía que su profesor nunca hubiera pedido su condecoración pero, la joven Gryffindor, haciendo honor a su casa, no pudo menos que, levantarse para evitar que no quedara ahí como un despojo.
Se dirigió a Ron, sin muchas esperanzas de conseguir algo pero tampoco quería ir sola.
"Ron" le llamó "Lo siento mucho…. De verdad…" le dio su pésame dejando que una lagrima brotase de sus orbes
Ron sollozó por lo bajo y empurró la cara en sus manos para evitar mayores perdidas. Hermione automáticamente lo abrazó y lo consoló. Le repitió mil veces que se sintiera orgulloso, que Fred había luchado por la Orden como un valiente y que, ahora, descansando, no iba más que a ser honrado, sabiendo que eso no mitigaba ni una décima parte del dolor que el joven pelirrojo tenía pero, no por ello, desistiendo.
Después de un rato, cuando las labores en el Gran Comedor habían aminorado, se acercaron los señores Weasley a abrazar a su hijo y Hermione estubo de más en ese momento, la cual, captándolo a la primera, se alejó despacio con una ligera sonrisa en sus labios al ver todo el amor que la familia Weasley procesaba en esos momentos.
Saliendo por la puerta del Gran Comedor recordó al profesor Snape. Buscó rápidamente a alguien, no le importaba mucho quién. No quería ir sola, podía haber mortífagos sueltos aun. Los profesores debían estar demasiado ocupados y Hagrid no hacía más que transportar cuerpos inertes de un lado a otro.
"Profesora McGonagall" llamó la muchacha con la ligera esperanza de que, al menos, se parase a escucharla
"¿Si señorita Granger?" respondió, parando en su labor de transporte de los cuerpo hasta San Mungo, interesada por su inquietud para alegría de la joven
"Tengo que decirle algo importante" le dijo "Quizás sea algo que pueda esperar pero, al menos debe saberlo" la informó
"Dígame señorita Granger, la escucho" le respondió arreglarse la túnica de tanto ajetreo haciendo a Hermione recordar a Dumbledore con ambos gestos
"Es el profesor Snape. Murió. Está en la casa de los gritos. Fue Nagini. El que no debe ser nombrado pensaba que Snape era el verdadero dueño de la Varita de Sauco y lo mató para convertirse él en dicha persona" dijo rápido, sin apenas tomar aire "Debería ir alguien a buscarlo"
"Señorita Granger, el profesor Snape" dijo haciendo un remarque en la palabra profesor, pues ya no lo era "era un traidor a la Orden y, aunque no por eso se le negarán sus derechos a ser enterrado, le aseguro que no es mi intención darme prisa en atenderlo" dijo segura de sus palabras, lo que hizo a Hermione tardar más de lo normal en responder "De todos modos, gracias por la información"
"Es que, profesora" la llamó de nuevo para acaparar su atención "el profesor Snape" dijo sin saber muy bien como llamar ahora a Snape en público si no era profesor "no era traidor a la Orden. Todo lo contrario. Lo que Harry explico antes de derrotar al que no debe ser nombrado es cierto y, creo profesora, que es motivo para ir a traerlo. Se lo merece" dijo sin creer sus propias palabras. Hablaba de Snape, el profesor Snape.
"Es un tema del que debería ser informada en cuanto el barullo se termine y el señor Potter descanse. Lo atenderemos señorita Granger pero, ahora mismo no podemos." la informó mientras pensaba "Quizás sea demasiado pedir, pero… la situación lo requiere y usted ya no es ninguna jovencita" dijo segura de la madurez de su alumna "Si pudiera usted ir a buscarlo. Un encantamiento levitacorpus bastaría. Además sabe usted bloquear el sauce boxeador"
"Pero, profesora, los mortífagos… yo sola…" titubeó
"Los que no están por aquí muertos o inconscientes, han huido" la informó "No tiene de qué preocuparse"
"En ese caso profesora" afirmó sintiéndose útil derepente y despidiéndose educadamente para dirigirse a la salida del colegio e ir corriendo al sauce.
Estaba agotada, no sabía ni por qué corría. Paró y tomó aire. El cielo estaba más limpio, más despejado. La oscuridad no se cernía sobre él como horas antes en la batalla. Solo eso animaba a seguir adelante.
"Accio" dijo para bloquear el árbol antes de acercarse y automáticamente paró su ligero movimiento para dejar paso a la joven.
Avanzó a gatas una vez más por el estrecho pasadizo hasta llegar a la desordenada habitación de la casa de los gritos. Se levantó jadeando, el pasadizo siempre había sido demasiado largo y según iba creciendo se le hacía más costoso atravesarlo. Pero lo hacía por un buen motivo y reunió fuerzas para continuar al vestíbulo y subir las escaleras hacia la habitación donde, años antes, habían descubierto la verdad sobre Sirius Black, otro al que la guerra se había llevado.
Ahí estaba el profesor Snape, en el suelo, encima de su propia sangre, con los ojos semiabiertos. Tal y como lo habían dejado horas antes.
Hermione no pudo evitar sentir una pizca de dolor ahora que sabía la verdad. Siempre habían desconfiado de Snape y, el nunca se había tomado la molestia de evitarlo, de hecho, siempre pareció que le gustase. No comprendía por qué un hombre que había luchado tanto no había nunca reclamado el reconocimiento de su esfuerzo. Ella siempre luchaba por una meta. Quizás esa era la diferencia entre los Gryffindor y los Slytherin.
Estaba pálido, muy pálido, había perdido mucha sangre. No podía sacarlo asi, expuesto a que todo el mundo lo viera, al profesor no le habría gustado. Buscó en la habitación alguna manta, alguna sábana que le sirviese y, con un encantamiento de limpieza, le quitó toda la suciedad que pudiera tener encima mediante magia. La colocó encima del profesor, cubriéndole todo el cuerpo menos la cara y tendió su mano para cerrar los ojos del que fuera su maestro en Hogwarts.
Estaba tibio.
Pero, si…
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"¡Ayuda!" gritó una joven castaña segundos después de aparecerse en la sala de urgencias de San Mungo, la cual estaba totalmente abarrotada de magos y brujas "¡Por favor!" pidió angustiada "¡Está vivo! ¡Tienen que ayudarle!" gritó segundos antes de ser cogida por detrás por el señor Weasley "Sigue vivo" le dijo mirándolo fijamente a la cara
"Hermione… ¿quién?" preguntó confuso por su repentina aparición "Snape…" dijo asombrado al reconocer al mago que, debajo de una manta, yacía pálido
"¡Tienen que ayudarlo! ¡Se está muriendo!" pidió cuando varios enfermeros se acercaron a atender al profesor "Lo ha mordido Nagini, hace ya varias horas…" les dijo mientras volvía a caer al suelo, pues el señor Weasley la había soltado confuso.
Había escuchado el relato de Harry al derrotar a Voldemort pero no podía evitar sentir un profundo rechazo por el hombre que había matado a Albus Dumbledore. Volvió a ayudar a levantarse a la amiga de su hijo y la llevó hasta unos bancos en la sala de espera mientras los enfermeros se llevaban al hombre que había dado su vida por la de Harry durante años.
"Hermione…" comenzó a decirle. La chica temblaba de una manera exagerada. "Relájate… ya está, ya lo atienden" le aseguró
"Señor Weasley, estaba muerto cuando fui pero… al cerrarle los ojos… estaba tibio y… y sentí el vaho, en mi mano" dijo entrecortadamente mirándose la mano
"¿Dónde estaba?" le preguntó
"En la casa de los gritos" dijo amagando un gran suspiro "La profesora McGonagall lo sabe, ella… ella me envió a buscarlo pero… pensaba que estaba muerto…"
"Bueno…" dijo ya más tranquilo sentandose a su lado "Ella vendrá en cualquier momento Hermione, está encargándose de traer gente…No te preocupes…"
El señor Weasley tenía unas ojeras que darían miedo al que no hubiese visto cientos de mortífagos ese mismo día, llevaba un conjunto de ropa muggle bastante apagado y sucio, acababa de perder a un hijo, y encima se molestaba en consolarla.
"Lo siento mucho señor Weasley" dijo apenada al recordar la muerte de Fred
"Tranquila Hermione…" la volvió a tranquilizar dándose cuenta de que no era una disculpa sino un pésame. No pudo decir más, no podía derrumbarse ante el recuerdo de fallecimiento de su hijo en esos momentos. Aun en caliente por la guerra debía concentrarse en ayudar a restablecer el orden.
Hermione lo miró y no se sorprendió al ver al hombre pelirrojo con el que tantos veranos habían pasado en la madriguera mirando a un punto fijo, como su hijo momentos antes. No podía creer el aguante que el señor Weasley le estaba mostrando, a pesar de encontrarse física y psicológicamente destrozado.
"Es usted muy valiente señor Weasley" no pudo evitar decirle "Todo un Gryffindor. Debería sentirse orgulloso"
"Gracias Hermione" le sonrió levemente al mirarla "Voy a seguir ayudando" le informó "Espera aquí"
"Vale…" aceptó mientras se acomodaba al muro y levantaba los pies para sujetárselos con las manos.
Nadie podía negar que era un momento duro, para todos. Recordó a George. Él si que tenía que estar pasándolo mal. Su hermano gemelo. No era uno sin dos en esa relación, pocas veces recordaba haberlos visto separados y no se hacía a la idea de que, a partir de ese momento, iba a ser asi siempre. No estaba segura de haber podido superar ella la muerte de su hermano gemelo en caso de tenerlo pero confiaba en que George fuese fuerte. Seguro que sacaría el lado positivo de todo y contaría a sus nietos que Fred, su hermano gemelo, había fallecido luchando por el bien, por la Orden, por derrotar al que no debió ser nombrado. Podía verlo disimulando una lágrima mientras sus nietos, todos pelirrojos, lo miraban entusiasmados por el relato y no pudo evitar una pequeña sonrisa ante aquel pensamiento. Si, seguro que iba a superar el percance, el gran percance.
El que lo tenía más difícil era Snape.
"Señorita Granger" escuchó derepente la voz de Minerva McGonagall al otro lado de la sala, evidentemente preocupada "¿Qué ha pasado? Me han dicho que Severus está vivo" le preguntó preocupada
"S... si…"afirmó la joven "Estaba vivo y, lo traje aquí… yo… yo…"
"Tranquila" le dijo agachándose y acercando su mano al rostro de la muchacha "Ha hecho usted estupendamente señorita Granger. ¿Se encontraba muy grave?" preguntó.
La joven asintió con la cabeza.
"Apenas respiraba"
"De acuerdo. Ahora preguntaré por su estado" la informó "Si sobrevive" pensó en voz alta después de una pequeña pausa reflexiva "va ha tener serios problemas con la justicia"
"Debe defenderlo profesora" le dijo segura "Ha sido un héroe" se sorprendió de sus propias palabras, al menos, del tono de voz con el que las pronunciaba. "Dumbledore lo habría hecho"
"Le recuerdo que Severus Snape mató a Dumbledore y aun es un tema un tanto incierto el que fuera planeado o no" dijo con autoridad "De todos modos, señorita Granger, aunque sea un héroe, ha cometido atrocidades que dudo le ayuden a evitar Azkaban" aseguró "Lo defenderé" le costó decir al recordar su encuentro con Snape aquella misma noche en el cual la había derribado sin ningún cuidado en parecer del mismo bando que ella "en caso de que se me informe apropiadamente y se me demuestre su trabajo para la Orden pero, dudo poder ayudarlo mucho"
No podía ser. Después de todo lo que el profesor había dado o, mejor dicho, de darlo todo, no podía ir a Azkaban. De todos modos, no ganaba nada respondiendo a su antigua profesora.
"Harry le contará todo" le aseguró
"Eso espero" dijo. Se levantó y se sentó al lado de Hermione. Tambien estaba cansada y era evidente. Se quitó los anteojos y los limpió con un extremo de su túnica. No tenía ni fuerzas para hacerlo con un sencillo conjuro de limpieza. "Señorita Granger… Creo que debería hacer lo mismo que el señor Potter e irse a descansar" le recomendó "Los encantamientos para bloquear las apariciones en Hogwarts serán restablecidos mañana por el profesor Flitwick, por tanto ahora puede entrar sin problemas apareciéndose" cogió aire y se levantó
"Me gustaría quedarme aquí un rato, si usted me lo permite" le pidió "Si… si pudiera decirme cómo… quiero decir…" no sabía cómo decirle que le preocupaba el estado de Snape "el profesor Snape… cómo se encuentra" soltó "Se lo agradecería mucho"
"No tiene que pedirme usted permiso para quedarse. Hace un año que no soy su maestra y ya es usted mayor de edad" le recordó "En cuanto a Severus… le enviaré un patronus" y se dispuso a irse
"Profesora" la llamó. Ella se giró y miró a la joven castaña "Aunque hace un año que no me de clases, siempre la respetaré y le pediré permiso"
La profesora derepente se sintió orgullosa. Ya era la segunda gran muestra de respeto que un alumno le ofrecía en el mismo día. "Le ha escupido en la cara profesora" se había justificado Harry Potter horas antes después de defenderla de Alecto. En aquel momento no había podido si quiera agradecer de verdad ese gesto y ahora, Hermione Granger, se sublevaba a ella diciéndole que siempre le pediría permiso. Se sintió tremendamente orgullosa de sus, ya no tan pequeños, Gryffindors y no pudo reprimir una sonrisa.
"Me halaga señorita Granger" le agradeció profundamente, algo que la alumna captó satisfecha de que su mensaje hubiese llegado. Se dio la vuelta y se perdió entre el barullo de gente.
Quizás debiera irse. La profesora tenía razón, staba muy cansada y asi no conseguía ni pensar. Pero, no podía, tenía que ayudar en algo. Entraban padres preocupados por sus alumnos en Hogwarts continuamente. Era un sentimiento extremadamente caprichoso el pensar en irse a dormir. Apoyó la cabeza contra la pared esperando encontrar breves minutos de tranquilidad y descanso para seguir. Cerró los ojos y se quedó dormida.
